Durante el mes de junio, la plataforma MUBI presenta un especial dedicado al cineasta iraní Abbas Kiarostami
Diego De Angelis @DieDeAngelis
Martes 15 de junio de 2021 00:00
Durante el mes de junio, la plataforma de streaming MUBI presenta Primer Plano de Kiarostami, un foco dedicado al gran cineasta iraní, compuesto por cuatro películas extraordinarias de su filmografía, las cuales logran condensar las características centrales de su estilo, sus ideas sobre cine, su ética: ¿Donde está la casa de mi amigo? (1987); A través de los olivos (1994); El sabor de la cereza (1997) y El viento nos llevará (1999). Una oportunidad inmejorable para aproximarse a la obra de un director excepcional como pocos.
Volver a Kiarostami es volver al desafío -estético y político- que suscitan sus películas. Es volver a una interrogación precisa y fundamental, presuntamente agotada o fuera de moda, pero que a pesar de todo persiste: la pregunta por las posibilidades concretas de un espectador realmente emancipado.
A continuación, algunos apuntes sobre dos de los cuatro films del foco.
¿Dónde está la casa de mi amigo? (Where is the Friend’s home?, 1987)
¿Dónde está la casa de mi amigo? (1987) es la primera parte de la “trilogía de Koker”, seguida años después por Y la vida continúa (1992) y A través de los olivos (1994). Las tres películas se desarrollan en el mismo lugar: Koker es un pueblo rural en el norte de Irán, en la Provincia de Guilán. La historia de esta parte inicial, su anécdota dramática, es bien simple y constitutivamente realista: Ahmed es un niño sensible y solidario que luego de asistir al colegio se da cuenta que se llevó por error el cuaderno de su compañero de banco. Consciente de las consecuencias que su amigo va a sufrir por no hacer la tarea como corresponde -en la primera escena del film, un exigente y autoritario profesor lo amenaza con expulsarlo de la clase-, decide buscar el lugar donde vive y devolverle el cuaderno antes de que sea tarde. Así comienza su travesía. Un recorrido cuya trayectoria no estará exenta de dificultades, pues el niño tan solo sabe que la casa de su amigo se encuentra en una pequeña aldea al otro lado de una colina. Un notable y bellísimo plano general registra el sendero en zigzag por el que deberá transitar Ahmed para llegar a destino, un presagio del modo que asumirá un desplazamiento sinuoso, casi laberíntico, entre calles, escaleras y pasadizos desconocidos.
El viaje es un tema decisivo en el cine de Kiarostami. El transcurso del viaje es lo que le interesa al director iraní, la indeterminación del camino, la deriva, la oportunidad -o no- de un aprendizaje. El movimiento del pequeño Ahmed -quien debe a veces acelerar su marcha, otras detenerse, impávido, ante el desconcierto de lo que no alcanza a ver y que tan solo escucha- anuncia el movimiento de una mirada atenta que permite la revelación de un territorio: las casas de los habitantes de Koker, sus rostros, sus costumbres, su precaria existencia. Manifiesta marca de una poética: la indistinción de registro entre la ficción y el documental. Un procedimiento que Kiarostami va a intensificar en películas posteriores. A su vez, la forma detenida en la que el director de El viento nos llevará (1999) filma cada uno de los espacios.
Una secuencia memorable cerca del final evidenciará toda una perspectiva sobre el tiempo del viaje: Ahmed se encuentra con un anciano y melancólico fabricante de puertas. Es la última etapa de su recorrido, de pronto demorado por la inestable salud del personaje, pero inolvidable por la circunstancia que alcanzan a compartir juntos.
Precisamente, el plano inaugural del film de Kiarostami se sostiene en la puerta del aula del colegio del protagonista. Detrás de esa puerta, es posible escuchar los gritos que producen los niños cuando se divierten, cuando hacen lo que se les da la gana, cuando desobedecen las reglas y las advertencias de las autoridades. Es un plano que funciona como advertencia del porvenir. Una clave en relación con el diseño sonoro del film en su conjunto y de los que vendrán: el sonido como anticipo de lo que el cineasta iraní demora en exponer, lo que permanece, al menos en primera instancia, fuera de campo. La puerta como un umbral que divide lo visible de aquello que tan solo se oye.
Al mismo tiempo, un plano como adelanto simbólico de la desobediencia que ejercerá el protagonista, en su irrenunciable determinación por ayudar, contra todo y contra todos, a un compañero en problemas.
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El sabor de la cereza (Taste of Cherry, 1997).
Lo antedicho: el viaje es determinante en la filmografía de Kiarostami (dicho sea de paso, una de sus primeras películas se titula justamente así: El viajero, 1974). El sabor de la cereza (1997), un film que le valió al director la consagración internacional, sucede casi íntegramente en el interior de un vehículo. El asunto que moviliza la trama es mínimo, casi tanto como su puesta en escena: un hombre, el Sr. Badii, ha decidido suicidarse y necesita de alguien dispuesto a enterrarlo en un lugar que ha preparado de antemano. Él mismo ha cavado el pozo donde quiere terminar con su vida, al lado de un pequeño y solitario árbol en la cima de una colina. Ni bien el film comienza, el protagonista recorre con su auto -y en especial con su mirada- los alrededores de Teherán, en busca de la persona indicada para consumar su propósito. Conversará con distintos personajes, diversos candidatos que intentará convencer sin demasiado éxito -ya sea por desinterés, temor o principios religiosos-, mientras atraviesa senderos estrechos de una zona desértica y derruida, casi devastada, donde no hay mucho más que excavadoras que agitan tierra y polvo. El intercambio verbal que se produce entre el Sr. Badii y sus posibles sepultereros es notable por su fluidez y profundidad.
El Sr. Badii retrasará la información acerca de la naturaleza del trabajo que ofrece. Los motivos que lo han empujado a tomar su decisión permanecerán reservados. Dos características que determinan la disposición narrativa del relato y la poética de Kiarostami. La demora y la discreción como modos de establecer una narración ajustada y circunscrita a la lógica del viaje, al tiempo del desplazamiento, a sus velocidades múltiples. En una secuencia clave de la película, el protagonista viajará junto a un viejo taxidermista, quien le solicitará desviarse, tomar un camino alternativo y desconocido, si bien más extenso, más complicado de cruzar, mucho más agradable para su contemplación. Durante ese trayecto, el auto avanzará despacio y, en determinados momentos, mientras la cámara registra desde afuera el movimiento del vehículo, únicamente se escuchará la voz del acompañante. Un tratamiento del sonido frecuente en el cine de Kiarostami.
Como si el director dictaminara que no es necesario, al menos en principio, visualizar a los personajes en el acto pleno de su discurso, sino que resulta más elocuente escuchar sus palabras y, eventualmente, el efecto que promueven en quien las escucha. En definitiva, concentrarse en el movimiento que ejecuta una voz. Las palabras del viejo taxidermista intentarán torcer una decisión -un punto de vista- presuntamente inconmovible.
El desenlace de El sabor de la cereza confirmará una vez más la inteligencia con la que Kiarostami resuelve qué filmar y qué no, qué mostrar y que resguardar de la mirada. Tal vez la magia -o el misterio- del cine obedezca a eso mismo. Lo cierto es que después del último plano de la película, como consecuencia de su delicada y sugerente ambigüedad, el espectador logrará conquistar para si otro lugar.
FOCO: Primer Plano de Kiarostami (MUBI)
¿Donde está la casa de mi amigo? (Where is the Friend’s home?, 1987).
Estreno: 4 de junio.
A través de los olivos (Through the Olive Trees, 1994).
Estreno: 12 de junio.
El sabor de la cereza (Taste of Cherry, 1997).
Estreno: 19 de junio.
El viento nos llevará (The Wind Will Carry Us, 1999).
Estreno: 27 de junio
Diego De Angelis
Nació en Buenos Aires en 1983. Licenciado en Letras en la UBA, escribe sobre literatura y cine en diferentes medios. Programa y coordina el ciclo "Cine para lectores".