Con una retórica en defensa del medio ambiente, Greenpeace México recaudó más de 100 millones de pesos en 2019, los cuales mueven con total opacidad. A pesar de estos millonarios ingresos, no ofrece derechos laborales a sus trabajadores.
Miércoles 20 de enero de 2021
Greenpeace México A.C. está autorizada, desde 2009, ante la Secretaría de Hacienda y Crédito Público como Donataria Autorizada, es decir, pueden recibir donativos deducibles de ISR, también los donantes tienen el beneficio de deducir en su declaración anual de sus ingresos acumulables, los donativos otorgados hasta un 7%.
Según la información que brinda Hacienda en su portal en Internet, en 2019 la A.C. recaudó en donativos más de 101 millones de pesos en efectivo. De estos, 31 millones fueron para mantener la nomina de un total de 53 trabajadores que reportan como plantilla laboral. [1]
En 2018 la recaudación no fue menor, alcanzó los 95 millones de pesos. En cuatro años, de 2016 a 2019 la cifra asciende a 370 millones de pesos, cantidad superior a la suma de los siete años anteriores, de 2009 a 2015, donde se recaudaron 304 millones de pesos.
Como vemos, en los últimos años, Greenpeace México ha incrementado súbitamente sus ingresos, sin embargo, esto no ha repercutido en la mejora laboral para su personal, que -como este medio lo ha reportado- no tiene estabilidad, hay contratos que simulan la relación laboral, otros son de supuestos periodos de prueba de 3 o 6 meses para evitar general antigüedad y quienes realizan trabajo de recaudación apenas reciben 5 mil 800 pesos mensuales.
Incluso, con estos millonarios ingresos ni siquiera podríamos decir que han repercutido en un aumento de su presencia mediática, como alguna vez la tuvo esta ONG cuando tenía mucho menos recursos y personalidades como el ex secretario de Medio Ambiente, Víctor Manuel Toledo, llegaron a fungir como asesores.
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De sus actuales "personalidades", sin ahondar mucho, pudimos rastrear a tres miembros de Greenpeace como columnistas de El Universal, su director ejecutivo Gustavo Ampugnani; Ornela Garelli, especialista en consumo responsable y cambio climático y Viridiana Lázaro, coordinadora de la campaña Mi dieta salva al planeta, cuyos artículos, repletos de retórica bienintencionada contra el neoliberalismo e incluso contra los males del capitalismo, más parecen una pantalla de simulación para ocultar las innumerables violaciones a los derechos laborales que comete la ONG y su renuncia a una lucha medioambiental anticapitalista.
Como paréntesis, surgen las preguntas, ¿qué vínculos o acuerdos hay entre Greenpeace México y El Universal?, estos directivos además de recibir seguramente un jugoso salario en Greenpeace, ¿reciben más ingresos por este tipo de colaboraciones? El capitalista, por supuesto, nunca apela a una eticidad donde impere el bien de la comunidad, sino a la legalidad que les permiten obtener suntuosos ingresos por todos los medios posibles, así la comunidad se esté destruyendo en mil pedazos porque no tiene un sustento digno para sobrevivir en medio de la pandemia.
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Si ahora comparamos la masa salarial por año, de 2009 a 2015, Greenpeace sumó 140 millones de pesos que consumieron un acumulado de 1,182 personas; lo que contrasta con el periodo de 2016 a 2019, donde la masa salarial es mayor, de 144 millones, pero asociada a una plantilla laboral mucho menor, de 274 personas. Algo evidentemente no cuadra, ¿qué está sucediendo al interior de la ONG? ¿Precarización laboral, despidos, acumulación de recursos en pocas manos, desigualdad?
Si a estas preguntas sumamos el ¿cómo justificaron un gasto operativo en 2019 de 92 millones de pesos (recursos que mueven unas pocas personas)? La situación se complica y ante la opacidad, es difícil rastrear su modus operandi y su modus vivendi.
Con exorbitantes donativos y plantillas laborales relativamente pequeñas, la A.C. bien podría ofrecer empleo estable y salarios dignos, además, claro, de derechos laborales plenos. Pero mover en la opacidad semejantes sumas de dinero, puede que no sea rentable para sus directivos.
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Hipocresía patronal, el medioambiente como negocio
En un reciente artículo de Gustavo Ampugnani, es notorio el cinismo con el que se conduce, señala que:
“En estos meses de confinamiento y suspensión de actividades productivas y económicas debido a la pandemia, se ha hecho más evidente de que el camino civilizatorio en el que estamos –sea impuesto o escogido deliberadamente- nos impide vivir en un mundo en armonía con la Naturaleza, más justo y con bienestar generalizado para los distintos sectores de la población.” [2]
Habrá que decirle que también es imposible un bienestar generalizado sin el cumplimiento de derechos laborales, aunque seguramente, como parte de una burocracia con sueldos exorbitantes, le importara poco o nada lo que suceda con los trabajadores de Greenpeace México: si han sido despedidos, si son pisoteados sus derechos humanos, si sufren acoso, si les recortan el salario y un sinfín de problemáticas a la que nos enfrentamos día a día los de abajo.
Greenpeace México es prueba fehaciente de que la “defensa” del medioambiente se convirtió en un jugoso negocio, libre de impuestos, para sus directivos.
La defensa del medioambiente es imposible emprenderla en una lógica que tiene el sello de violar los derechos humanos, el derecho a una vida digna para las y los trabajadores. Es por ello que invitamos a las y los trabajadores y extrabajadores de Greenpeace México a que se organicen con nosotros desde la Campaña Queremos Trabajo Digno y el Movimiento Nacional contra la Precarización Laboral y los Despidos, para sumar a la resistencia del trabajo que pueda cambiar el rumbo catastrófico de nuestras vidas y de la naturaleza.
[1] La información se puede cotejar con el RFC de Greenpeace, GME920514V69, en https://portalsat.plataforma.sat.gob.mx/TransparenciaDonaciones/faces/publica/frmCConsultaDona.jsp.
[2] El Universal, 21/05/2020, disponible en: https://www.eluniversal.com.mx/opinion/gustavo-ampugnani/el-desafio-mas-grande-no-regresar-una-normalidad-de-mas-cambio-climatico-y.