Polémica con la organización francesa Lutte ouvrière, a propósito de su crítica a la campaña de Anasse Kazib y Révolution Permanente.
Anasse Kazib es trabajador ferroviario y uno de los referentes de la vanguardia obrera que viene protagonizando varios procesos de lucha en los últimos años en Francia. Proveniente de una familia de inmigrantes marroquíes, ha estado presente en la gran huelga contra la reforma ferroviaria en 2018 y fue una figura visible de la coordinadora “Intergare” que agrupaba a ferroviarios de diferentes estaciones. Ha participado en la lucha contra la reforma de las pensiones, así como en la exitosa huelga de las limpiadoras de Onet, en el movimiento de los chalecos amarillos a través de un agrupamiento de la vanguardia obrera en la estación de Saint-Lazare. Además, tiene fuertes lazos con el movimiento antirracista y el movimiento contra la violencia policial. Como militante de Révolution Permanente, encabezó una campaña para poder presentar una candidatura presidencial a las elecciones francesas, lo que no fue posible dado el antidemocrático régimen electoral.
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Presentamos a continuación un artículo de polémica, a propósito de la crítica que la organización de la extrema izquierda francesa, Lutte ouvrière (LO), hizo a la campaña de Anasse Kazib en el número de mayo-junio de su revista, asegurando que la campaña de Anasse Kazib no era “suficientemente trotskista” y no estaba “orientada hacia la clase obrera”.
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El texto de Lutte Ouvriere, "La extrema izquierda en el espejo de la elección presidencial" [1] , publicado en el número de mayo-junio de Lutte de classe, es más polémico que argumentativo. Y a medida que se exponen las posiciones, la crítica se convierte en una caricatura. Al hacerlo, y en su deseo de defender e ilustrar a toda costa una línea que sería la única válida, en este caso la suya, LO presenta varios puntos ciegos en su análisis. Estos son específicos de su concepción estratégica de lo que es nuestra clase y, dentro de ella, del papel que debe desempeñar un partido o, al menos, una organización revolucionaria.
Es por ello que vamos a cuestionar, a partir de la lectura que LO hace de la precampaña de Révolution Permanente, dos puntos que constituyen el núcleo de la lógica expuesta por LO. Por un lado, la cuestión del papel de la clase obrera y su capacidad, según nosotros, de "generar hegemonía", es decir de articular, sin subsumirlas, las reivindicaciones de todas las capas oprimidas. Por otro lado, la cuestión de la definición de la fase actual de la lucha de clases, caracterizada esencialmente según la LO por el reflujo. Un reflujo que, a su vez, justificaría (si no explica) una orientación que se pretende comunista, revolucionaria, proletaria e internacionalista, pero que en realidad encubre una forma de sindicalismo unida a un propagandismo abstracto. Esta última no representa en absoluto una garantía contra la adaptación y el oportunismo frente a la izquierda política y sindical tradicional, una crítica que la organización de Arlette Laguiller y Nathalie Arthaud (dirigentes de LO) ha lanzado sistemáticamente contra el Partido Obrero Independiente (POI), el Partido Obrero Independiente y Democrático (POID) y el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA).
La campaña de Anasse Kazib: la campaña de todos los pecados
Más allá de la forma en que LO "lee" el posicionamiento del resto de la extrema izquierda frente a las elecciones presidenciales y de un deliberado confusionismo político en la definición que hacen acerca de Révolution Permanente y de sus orígenes [2], que no tiene nada de trivial, LO dedica varios párrafos de su evaluación a la precampaña de Anasse Kazib.
Durante nuestra precampaña, Anasse Kazib -que, según LO se habría "autoproclamado portavoz de las víctimas del racismo y de la represión policial" [3] - y Révolution Permanente habrían sido culpables de haber puesto "las luchas de la clase obrera (...) al mismo nivel que todas las demás formas de contestación del orden establecido", "siguiendo el ejemplo del NPA del que procede [RP]".
Esto es lo que nos habría llevado, siempre según nuestros críticos, a "sustituir con los términos ’barrios populares o ’guetos’ el de la clase trabajadora, y a poner en primer plano el racismo de la policía o del Estado contra los extranjeros, o su islamofobia, convirtiéndose este en el eje de la mayoría de las intervenciones". En esencia, la crítica de Lutte de classe a la precampaña de Révolution Permanente es bastante sencilla. La candidatura de Anasse Kazib no habría sido más que una declinación aún más demagógica y populista de lo que LO no ha dejado de acusar a la LCR y luego al NPA: al dirigirse "sin distinción, a todos los grupos sociales, planteando y en el mismo nivel todas las luchas, ya sean sociales, ecologistas, feministas, antirracistas o por los derechos de los homosexuales y contra todas las formas de opresión", la orientación que defiende la candidatura de Anasse abordaría "solo de forma accidental a la clase obrera". Añadiendo a esto la cuestión de la violencia policial, el racismo, la islamofobia y los barrios obreros, que eran, de hecho, ejes políticos importantes que defendíamos, harían que nos convirtiéramos, según LO en los primos "islamo-izquierdistas" del NPA. Esto no se afirma explícitamente como tal en su artículo, pero se puede entender entre líneas.
Dejaremos a los compañeros de las diferentes corrientes del NPA que expliquen o defiendan sus posiciones. Pero si hay precisamente un punto que ha provocado una ruptura entre la mayoría del NPA, organización de la que RP formó parte entre 2009 y 2021 antes de ser expulsados el año pasado, y la corriente liderada por Révolution Permanente, es precisamente el hecho de que nunca hemos considerado al movimiento obrero como un componente más dentro de los "nuevos movimientos sociales". Por el contrario, lejos de poner a todos los "movimientos" en el mismo nivel y de hacer del movimiento obrero, en sentido amplio, un campo de intervención entre otros, siempre hemos defendido y tratado de mostrar que el movimiento obrero era capaz de agrupar y articular en torno a sus posiciones todo el potencial subversivo que podía ser expresado en diferentes terrenos por otras fuerzas de contestación social.
Es esta concepción la que sirvió de brújula en la lucha de las limpiadoras de las estaciones de trenes de la empresa Onet en el invierno de 2017, en la batalla de las pensiones del invierno 2019-2020, o en el marco de Intergare [una Coordinadora entre trabajadores ferroviarios de diferentes estaciones de trenes durante la huelga promovida por los militantes de Révolution Permanente], o durante la lucha de la refinería Grandpuits en 2020. Lo que estas experiencias han demostrado, a su escala, es que el movimiento del antirracismo político y de los barrios, o la juventud movilizada por el clima tenían todo por ganar si se unían a los sectores de la clase trabajadora movilizados para hacer avanzar sus luchas y arrebatar victorias.
Explotación y opresión: todas las cadenas y eslabones del sistema capitalista
Esta cuestión de la "hegemonía de la clase obrera", es decir, la capacidad de la clase obrera de convertirse a la vez vocero y en arma de combate para otras movilizaciones, es una dimensión esencial de la lucha que los marxistas libran en el seno de nuestra clase.
En primer lugar, porque en su lucha por el derrocamiento de la dominación burguesa y por la revolución socialista, la clase obrera necesita formar alianzas. Para ello, debe demostrar que es capaz (y de hecho es la única clase capaz) de responder a las demandas de todos los explotados y oprimidos del sistema capitalista. Esto implica asumir las reivindicaciones de los movimientos feministas, antirracistas y ecologistas, sin reducirlos a meros apéndices ni sustituyéndolos, sino buscando defender en ellos una perspectiva global vinculada a la lucha anticapitalista.
Pero la lucha por una política hegemónica de la clase obrera también desempeña un papel clave en la propia formación de la conciencia de clase revolucionaria. Como dijo Lenin en su tiempo, el militante revolucionario "no debe tener como ideal al secretario sindical, sino al tribuno del pueblo que sabe reaccionar contra cualquier manifestación de arbitrariedad y opresión, dondequiera que se produzca, sea cual sea la clase o el estrato social que tenga que sufrirla". Sin esto, la clase obrera no puede ir más allá de una conciencia corporativista y reclamar el liderazgo de una sociedad libre de opresión y explotación.
Hoy en día, esta lucha por la hegemonía de los trabajadores es tanto más importante debido a que el movimiento obrero tradicional se ha forjado durante décadas, por culpa de las políticas de sus direcciones burocráticas, a través de una política conservadora y economicista que lo ha mantenido al margen de los movimientos feministas y antirracistas que, en consecuencia, se han construido a menudo en su contra o al margen.
Esta concepción, que creemos que está en la estela del marxismo revolucionario, está vinculada a la forma en que se articula la cuestión de la explotación y las opresiones específicas, especialmente de género y raza, en el capitalismo. La razón de ser del capital es, por supuesto, la extracción de plusvalía, es decir, el trabajo excedente que es literalmente robado al asalariado, diariamente, sobre la base histórica de una expropiación originaria y que es declinado, en el presente, de manera reiterada y sistemática, por los mecanismos de la depredación imperialista. En este sentido, podría parecer que los patrones no necesitan ni el racismo ni la opresión de género, que no inventaron, para explotar y obtener sus beneficios. Sin embargo, no sólo se acomoda perfectamente a ellos, sino que los fomenta, cultiva y perpetúa, más allá de sus posiciones "universalistas" sobre la igualdad ante la ley o su republicanismo, que sólo dura mientras el régimen es capaz de defender eficazmente los intereses de la patronal.
Lo que une a una cajera, a una maestra, a una ferroviaria, a un trabajador de cuello blanco en un taller de coches, a una enfermera y a un repartidor es su condición de explotados. Sus cadenas. Para romper esta unidad objetiva de nuestra clase y ponerle barreras, la patronal y su Estado se apoyan en una multitud de diferencias estatutarias y contractuales, consolidadas por sus instrumentos ideológicos. Este andamiaje se ve reforzado, políticamente, por una serie de discriminaciones y opresiones que la mayoría de las veces son implícitas y no dicen su nombre, pero que existen en forma de estigmatización de género o sexual o en forma de racismo, dirigido a quienes se les asigna una categoría -hoy "musulmanes"- y/o "de la inmigración poscolonial". "Nombrar" esto, denunciarlo, luchar activamente contra estas discriminaciones y opresiones, correlacionarlas con la denuncia del pasado colonial y del presente imperialista de Francia, vincularlas, en fin, a las luchas obreras actuales, no es "olvidar" ni "borrar" la dimensión de clase de la explotación en la que se basa en última instancia el sistema. Por el contrario, se trata de reforzar el potencial subversivo de las luchas buscando la unificación de las diferentes capas de la clase, lo que debería ser el deber de toda organización revolucionaria que basa su militancia en la búsqueda de todos los instrumentos posibles de derrocamiento de la sociedad. No hacerlo es, en el mejor de los casos, sufrir de una cierta ceguera y en el peor, mostrar una cierta adaptación a los aparatos burocratizados y reformistas del movimiento obrero, que también acomodan o incluso cultivan estas opresiones racistas, coloniales o poscoloniales, al no hacerlas uno de los ejes de la defensa de los intereses de los explotados, o al retransmitir los discursos imperialistas de la burguesía francesa en el seno de la clase obrera.
Violencia policial e islamofobia, el malestar de LO
Las críticas de LO no se detienen ahí. Además de sustituir con "los términos ’barrios populares o ’guetos’ el de la clase trabajadora", la campaña de Anasse Kazib habría "puesto en primer plano el racismo de la policía o del Estado contra los extranjeros, o su islamofobia, que es el eje de la mayoría de sus intervenciones". Más allá de los atajos políticos del razonamiento de LO, la campaña de Révolution Permanente sí ha llevado alto y claro la cuestión de la denuncia y la lucha contra el racismo, la islamofobia y la violencia policial. En el artículo LO parece consternarse por ello, como si la única función de una organización revolucionaria del mundo del trabajo fuera combinar un discurso centrado en la defensa de sus intereses materiales con la perspectiva general del socialismo y el comunismo.
Creemos, por el contrario, que el papel de los marxistas revolucionarios no es el de ser delegados sindicales pintados de rojo en el día a día y hacer propaganda del socialismo cuando se presentan a las elecciones bajo la etiqueta política de su organización. Por el contrario, deben denunciar todos los ataques al mundo del trabajo y todas las injusticias de esta sociedad. Cuando el racismo y la violencia policial están en el centro de las preocupaciones cotidianas de importantes fracciones de nuestra clase, porque son el objetivo específico del discurso, de los golpes de la policía, cuando no también de las balas, del Estado, de sus fuerzas de represión y de buena parte de la clase política, plantear la cuestión de la violencia policial y del racismo ya no es simplemente una necesidad, sino que se convierte en un imperativo. No hacerlo es ceder terreno a los reformistas a cuyas ideas pretendemos oponernos. Ante una situación de aumento de la represión y de la violencia estatal y policial, directamente correlacionada con un aumento del nivel de la lucha de clases que parece escapar a la LO, incluso Jean-Luc Mélenchon ha tenido que radicalizar su discurso sobre la policía, afirmando de hecho que la "policía mata" para responder, electoralmente, a las demandas y expectativas de las poblaciones de la clase obrera y/o de los barrios periféricos de las grandes ciudades o de las zonas periurbanas, que son las primeras víctimas de esta situación. Sería paradójico permitir que quien defiende la idea de una policía de "proximidad" y de una "policía republicana" tenga el monopolio del discurso sobre la violencia policial.
Si la izquierda revolucionaria hubiera adoptado una línea mucho más clara y decidida en estas cuestiones, se habría ganado tanto en términos de claridad política para nuestra clase y sus sectores más politizados como en terreno perdido para el melenchonismo. En cambio, LO ha optado, desde hace tiempo, por mantener una confusión sobre el papel de las fuerzas de represión, policías o esbirros, argumentando que en última instancia forman parte del mundo del trabajo. LO tiene una ceguera total ante las cuestiones de racismo, incluso habla de "racismo policial o estatal contra los extranjeros" cuando argumenta contra nuestra posición. En un Estado imperialista, con una larga historia colonial y un presente neocolonial, la República y sus órganos represivos no se dirigen exclusivamente a los "extranjeros". El Estado y sus policías se dirigen a aquellos a los que asigna, sin decirlo o de forma velada, la condición de extranjeros o autóctonos (de "jóvenes de los barrios" o de "franceses de origen inmigrante", de forma más "educada"), es decir, hombres y mujeres de las clases populares, en su inmensa mayoría, y a los que se devuelve a un estatus de segunda o incluso de tercera clase que "justifica", a cambio, la violencia que sufren.
¿Reflejo de la lucha de clases o refundación de la extrema izquierda?
El aumento del nivel de represión que se materializó como nunca antes durante el movimiento de los Chalecos Amarillos -que, en nuestra opinión, sí ha "sacudido a la burguesía francesa" como ninguna otra desde mayo del 68, lo que a su vez hace que LO salte a acusarnos de "oportunismo" hacia este movimiento [4] - no es insignificante. El endurecimiento del aparato represivo, de las técnicas de mantenimiento del "orden" y del marco jurídico más general, cada vez más restringido y liberticida es una respuesta preventiva y/o reactiva del Estado para sustituir los mecanismos tradicionales de control y consenso social por métodos más coercitivos. Algo que se explica por las amenazas que la burguesía percibe a su alrededor por parte de los movimientos de nuestra clase, así como de la juventud, especialmente desde 2016, por hablar sólo de la situación en Francia. Denunciar esto, no es una moda sesentera de izquierdas contra el "estado policial", como afirma LO.
Si LO se niega a ver esta radicalización "desde arriba", desde el aparato estatal y sus relevos, es también porque está ciega a todos los fenómenos que se producen "desde abajo". De hecho, según la organización de Nathalie Arthaud, atravesamos "un periodo de auge de las ideas reaccionarias, de profunda desorientación en las filas de la clase obrera, por lo que los comunistas revolucionarios deben, más que nunca, mantener la bandera de sus ideas lo más alta posible". Como si, junto a la actividad sindical, más o menos rutinaria y borreguil, los revolucionarios sólo pudieran conformarse con defender una identidad. Como si ir a contracorriente no significara actuar para invertir el orden de las cosas. A modo de conclusión, LO afirma que "la clase obrera debe tener su propio partido: sólo puede construirse sobre la base de las ideas comunistas revolucionarias e internacionalistas y la experiencia concreta y viva de la lucha de clases". Una verdad general. Pero como la clase obrera estaría "profundamente desorientada", la tarea, por el momento, sólo puede ser la defensa de la fortaleza asediada, es decir, de Lutte Ouvriere, como queda demostrado.
Nuestra política es precisamente la contraria. A raíz de nuestra precampaña, llamamos a "fundar una nueva organización revolucionaria el próximo otoño" con el objetivo de llevar "el proyecto de una revolución social que acabe con el capitalismo, el patriarcado, el racismo y la destrucción del planeta". Burlándose de esto, LO concluye su evaluación de la precampaña de Anasse Kazib y Révolution Permanente diciendo que "el futuro dirá qué forma tomará esta organización, e incluso si verá la luz del día". Pero una cosa ya es segura: dados los ejes planteados por estos camaradas durante su campaña, no se basará en los intereses fundamentales del proletariado. Por el contrario, debido al período que atravesamos, un período de guerras, de crisis y, en su defecto, de revoluciones, de levantamientos y del auge de la contestación popular y obrera a escala internacional y en Europa, estamos convencidos de que una refundación de la extrema izquierda trotskista en Francia es posible y necesaria en vista de las tareas que deben ser las de los revolucionarios.
Esta extrema izquierda renovada debe ser capaz de dirigirse y ser escuchada por los nuevos batallones de jóvenes y trabajadores que se han hecho notar en las últimas movilizaciones sin precedentes que ha vivido el país, en conexión, por supuesto, con los que ya estaban organizados a nivel sindical y político. Para ello, esta extrema izquierda debe saber articular la lucha contra la explotación y la denuncia y lucha contra toda forma de opresión. En este sentido, esta extrema izquierda sólo puede diferenciarse de las dos principales tendencias que recorren las organizaciones existentes. Por lo tanto, debe diferenciarse tanto de un propagandismo abstracto, que se presenta como formalmente ortodoxo, pero que cubre una actividad rutinaria de tipo sindicalista, como de la tendencia a tratar de encontrar atajos, que la mayoría de las veces resultan ser callejones sin salida, entre los objetivos históricos del proletariado y el estado actual de las luchas, cultivando el seguidismo o aplanándose en las organizaciones de la izquierda reformista, como hace hoy la dirección del NPA.
En este contexto, y en el futuro inmediato, más allá de nuestro proyecto de refundación y del amplio llamamiento que se desprende de él, hemos llamado, sin dudarlo, a votar, en la primera vuelta de las elecciones legislativas, a los candidatos que defienden, aunque no entusiasmen, una perspectiva de derrocamiento del capitalismo, los candidatos de Lutte ouvrière. Esto no impide que continúe el debate sobre las perspectivas políticas más generales, entre nuestras organizaciones, dentro de la extrema izquierda y en nuestro entorno.
Traducción: Ana Adom
*Este artículo ha sido editado para su publicación en castellano, sobre la base del original publicado en francés en Révolution Permanente.
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