Estados Unidos está sufriendo una inflación no vista desde 1982, que puede intensificarse el efecto boomerang de las sanciones económicas a Rusia. Mientras, sumido en la disputa europea, EE UU busca distanciar a Venezuela e Irán de la esfera geopolítica rusa con el gancho del petróleo.
Martes 15 de marzo de 2022
¿Por qué la guerra afecta a EE UU si está del otro lado del Atlántico?
La guerra Ruso-Ucraniana intensificó la espiral inflacionaria que se viene dando en en distintos países del mundo, Estados Unidos es uno de los más golpeados. Cabe recordar que los países beligerantes son dos de los principales exportadores de energía (gas y petróleo) y de trigo. Así, con las sanciones a Rusia y con la desarticulación de la economía ucraniana por el impacto de la invasión militar, el impacto es resentido en distintos rincones del mundo, ya que de cada 10 barriles de petróleo que se producen, 1 es ruso.
EE UU también es productor de gas y petróleo, esto es sabido, sin embargo, importa energías de otros países ─Rusia estaba entre ellos antes de las sanciones─ debido a que su demanda interna excede un poco lo que puede producir para sí mismo. De Rusia importaba el 7.9% en petróleo (700 mil barriles diarios en 2021), ahora con las sanciones, los precios se han disparado ante la perspectiva de que Europa sufra una importante carencia de los suministros energéticos rusos de cara al próximo invierno.
De acuerdo a la Oficina de Estadísticas Laborales de EE UU, el IPC (Índice de Precios al Consumidor) se disparó 7.9%, a tasa anual en febrero, aún antes de resentirse los principales impactos en los precios de la energía y los alimentos, derivados de la invasión rusa a Ucrania. Algo no visto desde enero de 1982.
Esto quiere decir que es probable que en marzo el índice inflacionario suba aún más. Los niveles actuales no se habían visto en más de 40 años. La inflación no solo abarca los combustibles, sino que va más allá de estos. También los productos alimenticios tuvieron su mayor alza en 12 meses desde 1981. Las viviendas registraron una subida de 6.4 por ciento, un máximo desde agosto de 1982.
Así, las consecuencias de esta guerra nuevamente recaen sobre las amplias mayorías, no solo de Ucrania o de Rusia, gracias a la integración global del capitalismo, las consecuencias no reconocen fronteras. Ante ello el imperialismo estadounidense busca una salida que puede ser dificultosa con el anuncio de un próximo aumento en la tasa de interés de la FED.
¿La inflación es el verdadero problema que le preocupa a Biden?
De acuerdo con analistas especializados, la situación puede complicarse ya que, “a diferencia de procesos inflacionarios que observamos en el pasado, es probable que las medidas que puedan instrumentar los bancos centrales, elevando las tasas de interés o limitando el dinero en circulación, tengan poco efecto pues ahora se trata de una inflación de costos y no de demanda.” [1]
Cuando es el exceso de demanda lo que produce la inflación, una política monetaria restrictiva la corrige encareciendo el dinero para que las compras y los créditos se reduzcan. Hoy es otra la circunstancia, ¿será la escasez y el empantanamiento de los mecanismos de suministro mundial, profundizando la reciente crisis de las cadenas de valor ─en el marco del estancamiento aguijoneado por la pandemia─, el obstáculo que impida la recuperación no solo estadounidense sino de la economía mundial?
De acuerdo a la declaración de la vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki, “tampoco hay duda de que la inflación podría ser más alta en los próximos meses de lo que habría sido sin (...) la invasión a Ucrania ordenada por el presidente Putin, particularmente debido a los precios más altos de la energía”.
La inflación estadounidense no inició con la guerra, ésta ya venía desde antes de que Biden llegara a la presidencia. Lo que ha buscado, y así lo ha anunciado en distintas ocasiones, es mantener a raya la inflación. Ahora es evidente que esta meta pende de un hilo en el marco de la guerra actual y sus consecuencias geopolíticas.
La cancelación de importación de energías rusas, solo empujará la inflación hacia arriba. No hay freno en el corto plazo. Esta situación empuja a Biden a intentar abrir negociaciones con Irán y Venezuela para que “suministren” al mercado el petróleo que Rusia ya no podrá negociar. Así, la tradicional diplomacia estadounidense del “garrote y la zanahoria”, pareciera apoyarse ─por ahora─ en la “zanahoria”, con estos dos países.
Recientemente altos funcionarios de EE. UU. realizaron una visita a Venezuela para tratar el tema. Recordemos que en el 2018 el gobierno de Maduro exportaba a Estados Unidos 500 mil barriles de petróleo por día (41% de su producción), hasta que Donald Trump en diciembre del mismo año decidió sancionarla con la detención de importaciones de este producto, profundizando el deterioro así de la economía del país latino.
Devaneos diplomáticos de un imperialismo decadente
Supongamos que EE. UU. quiere realmente importar petróleo que no sea ruso. Venezuela no puede reemplazar en el corto plazo el petróleo ruso. Primero, no cuenta con la infraestructura para elevar rápidamente su producción a la demanda solicitada; segundo, tampoco se cuenta con los recursos financieros y de manos cualificadas suficientes; tercero, se necesitaría que Biden levante las sanciones que sus antecesores han dejado azotar sobre el país. Este último requisito profundizará los cuestionamientos de los republicanos, que desde Trump se venían haciendo, es decir, le daría rienda suelta al trumpismo para agitar contra Biden su “acercamiento” al “comunismo venezolano”.
Por otra parte, no hay que obviar que el gobierno del “socialismo del siglo XXI” venezolano es el un aliado del gobierno capitalista ruso, ya que las múltiples sanciones que el imperialismo nortemericano impone empujan a este débil gobierno a orbitar alrededor de otras potencias, como Rusia o China. Por lo que este “descongelamiento” entre Estados Unidos y Venezuela, significaría un “acto de traición” hacia Rusia. Lo que los diplomáticos yanquis estarían encantados de propagandizar por todo el mundo, como una “muestra” del aislamiento ruso en la guerra actual.
En esa misma sintonía entraría el aparente acercamiento a Irán, que acaba de “castigar” a su brazo armado de EE. UU., Israel, lanzando 10 misiles contra las instalaciones de éste en Irbil, provincia del Kurdistán iraquí y con quien está enfrascado en la discusión de un nuevo “pacto nuclear” en Viena . Lo que hace dificultoso que EE. UU. pueda obtener algún acuerdo con la potencia regional del Medio Oriente tratando de alejar la injerencia política rusa de esta zona estratégica.
Tampoco descartemos que en un acto de desesperación el gobierno de Maduro termine estrechando acuerdos con Biden. Las declaraciones del lunes 7 de marzo dejan entrever que Maduro no cierra esa posibilidad. “Las banderas de Estados Unidos y Venezuela se veían bonitas, las dos juntitas, unidas, como deben de estar las dos banderas”, fueron las declaraciones del presidente venezolano.
La situación para Irán, no es muy distinta a la venezolana, su infraestructura ha sido fuertemente golpeada por las sanciones económicas. Otros países que podrían aparecer en el escenario para compensar este círculo vicioso -de acuerdo a algunos analistas- podría ser México y Brasil. Ambos países son exportadores de energías, para el caso mexicano, el principal problema es que aun no es capaz de abastecer de combustibles (gasolina) a la demanda interna, y las declaraciones de AMLO no apuntan a cubrir el “hueco” que está dejando Rusia, el presidente afirma que mantendrá la producción de barriles de crudo como estaba planeado. Por otra parte Brasil, pese a las presiones internacionales, no termina de romper con su ligera alineación con Putin, en ese marco sigue manteniendo una distancia cautelosa con Biden.
Sin embargo, el problema de fondo no es la inflación interna de EE.UU., situación grave para las amplias mayorías, tampoco el problema es “¿Quién reemplazará el hueco que dejará el petróleo ruso en el mercado?”, pues bien podrían apoyarse de otros aliados en Medio Oriente como Arabia Saudi, o de Canadá inclusive. El problema para Biden, es de orden geopolítico: necesita aislar a Rusia. Para ello se apoya de la diplomacia con los gobiernos antes mencionados, para sacarlos de la órbita rusa, no sorprendería ver en el mediano plazo un leve levantamiento de sanciones a Venezuela e Irán a cambio de ir marcando distancia con Rusia. No obstante, el gigante chino puede mantener políticamente a flote a su par ruso, en aras de obtener beneficios geopolíticos en la región y sus coincidencias expansionistas, vgr. el anhelo por reintegrar en un futuro a Taiwan y el control a perpetuidad del mar de China.
El gobierno de Estados Unidos está en una situación compleja en el marco de esta guerra en el que la falta de los energéticos y trigos ucraniano y ruso, afectarán al mundo en tanto se alargue el conflicto. El entramado geopolítico ─en el que EE. UU. y su engendro, la OTAN- se mueven, podría pasarle fuerte factura al gobierno de Biden en las próximas elecciones; y sumado a esto, internamente, la nula contención de la inflación, la disputas políticas al interior del bipartidismo yanqui, la no recuperación de la crisis de suministros, la dura competencia económica con China, etc…, son factores para que la otrora monolítica hegemonía del imperialismo estadounidense continúe erosionándose.