Los trabajadores y trabajadoras de Brasil se encuentran frente a una oportunidad que a su vez es un gran desafío. En el medio de una crisis económica y política enorme, sin ganas y luego de una tregua inexplicable, las centrales sindicales brasileras le pusieron fecha a una nueva huelga general, el 30 de junio, pero vienen intentando diluirla. Una verdadera jornada de huelga del gigante proletario de Sudamérica podría torcer el rumbo de la crisis hacia una salida favorable a sus intereses.
Isabel Infanta @isabel_infanta
Viernes 16 de junio de 2017
La situación en el vecino país es dramática. Mientras la nube negra de la crisis capitalista no se despeja, las tormentas políticas son cada vez más densas. La presidencia de Michel Temer, quien encabeza el gobierno desde el golpe institucional que sacó a Dilma Rousseff, pende de un hilo. La soga que lo sostiene se deshilacha a cada día pero todavía no se corta. ¿Cómo los trabajadores de Brasil pueden aprovechar esta situación a su favor?
Una soga que se deshilacha
El presidente golpista nunca fue una figura popular, pero los distintos sectores empresarios, nacionales o imperialistas, apostaron a que implementaría con más firmeza que Dilma las reformas antiobreras que necesitan con urgencia para capear la crisis económica y garantizar sus ganancias.
Desde que asumió, Temer implementó medidas durísimas contra el pueblo trabajador, pero para los empresarios esto es solo el comienzo. El ambicioso plan que motivó el golpe es mucho más amplio, y aun que Temer lo viene impulsando enérgicamente, la soga que lo sostiene se viene deshilachando, por dos razones.
La primera son las fuertes pujas de intereses entre los distintos sectores capitalistas, sobre todo entre los capitales imperialistas y las grandes empresas brasileras como Odebrecht o JBS, que han horadado aun más la figura de Temer al involucrarlo en entramados de corrupción. Los escándalos que vemos a diario en la prensa tienen como trasfondo esta disputa, en la que los distintos sectores económicos utilizan el parlamento y la justicia para meterse zancadillas.
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La otra, decisiva, es la entrada en escena del gigante proletario brasilero, que viene golpeando desde abajo este intrincado tablero.
La clase obrera de Brasil es una fuerza de casi cien millones de personas. Esta fuerza puesta en movimiento con un objetivo claro es imparable. Se entiende por qué la contención de la burocracia sindical juega un rol tan esencial en la estabilidad política.
En los meses de marzo y abril, los trabajadores y trabajadoras de Brasil hicieron grandes movilizaciones y un paro general que tendió a superar los límites que las centrales sindicales le quisieron imponer. La consigna “Fuera Temer” fue central.
Estos signos de inestabilidad no solo amenazan la implementación de las tan deseadas reformas, sino que pueden llevarse puesto a Temer y quien sabe qué más. Por eso la soga de Temer se deshilachó hasta quedar en un hilo.
El hilo que no se corta
La situación llevó a una división en las alturas entre un sector cada vez mayor que quiere que se vaya Temer y otro que lo sigue sosteniendo. El primer sector intentó un “golpe dentro del golpe” filtrando escuchas judiciales que debilitaron al gobierno pero no lograron tirarlo, dejando al país en un virtual “vacío de poder”.
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No hay en este momento en el régimen político una figura que pueda agarrar el timón del ajuste, implementar las reformas y lograr un nuevo equilibrio entre los distintos sectores capitalistas. La ausencia de un nuevo timonel es el débil hilo que sostiene a Temer.
Una crisis a tres bandas
Las zancadillas parlamentarias y judiciales que se desataron horadaron no solo al presidente, sino también al parlamento y la justicia.
En la destitución de Dilma la zona de guerra fue el parlamento y la victoria de la derecha golpista dejó un tendal de diputados y senadores de todas las fuerzas heridos de muerte.
Ahora el mandato de Temer está desgastando al poder judicial. Hace pocos días, la justicia electoral que tenía en sus manos un juicio a la fórmula presidencial Dilma-Temer por financiamiento ilegal de la campaña electoral absolvió al presidente golpista.
La decisión del Tribunal Superior Electoral dejó a la vista la parcialidad y las intenciones de la justicia. Sobre todo porque el argumento que utilizó el juez que desempató la decisión fue precisamente la necesidad de garantizar la estabilidad política, o sea, mantener las condiciones políticas para que se puedan aprobar de una buena vez las infames reformas antiobreras.
Este bochorno se sumó a uno anterior, cuando los tribunales dejaron libre al empresario corrupto de JBS, protagonista de la escucha que involucró a Temer.
Las disputas políticas que se cuelan cada vez más profundamente en el propio poder judicial amenazan abrir una crisis a tres bandas: el presidente, el parlamento y la justicia.
Tirar las reformas, cortar el hilo y agarrar el timón
La huelga general del 30 de junio podría ser una gran oportunidad para pasar a la ofensiva. Los millones de trabajadores que pararon el país el 28 de abril mostraron una fuerza tan potente que pusieron a Temer contra las cuerdas.
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Las centrales sindicales oficialistas así como las dirigidas por el PT pisaron el freno y demoraron todo lo que pudieron la convocatoria a una nueva jornada de lucha, pero la bronca con el avance de las reformas y los escándalos de corrupción es tan fuerte que no pudieron hacer más tiempo. Le pusieron fecha para descomprimir la bronca pero la quieren diluir, quitarle el carácter de paro y transformarla en una jornada de lucha inofensiva, porque su apuesta no es tirar las reformas.
Para unos la salida son las elecciones directas para que vuelva Lula a seguir aplicando las reformas pero con la legitimidad de las urnas. Otros se conforman con una mejor negociación de las reformas con el mismo Temer.
Por su parte, el conjunto de la izquierda viene poniéndole fichas a las elecciones directas sin ver que la fuerza del gigante proletario puede permitir mucho más que solo un cambio de figuras políticas. Una jornada de paro más fuerte que el anterior podría abrir el camino para tirar las reformas, tirar a Temer e incluso imponer una asamblea constituyente que ponga sobre la mesa las necesidades del pueblo trabajador.
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Esta perspectiva es a la que vienen apostando los compañeros del MRT de Brasil. Desde que se concretó la convocatoria, vienen impulsando en los lugares de trabajo y estudio una gran campaña de construcción desde abajo de la huelga, poniendo en pie comités que la difundan y le den una organización acorde a sus objetivos.
Frente al ninguneo de las centrales sindicales, pusieron en pie una enorme campaña en las bases obreras para que tomen en sus manos la construcción de la huelga y se la impongan a la burocracia.
Quedan dos semanas. Los trabajadores de todo el continente tenemos que seguir de cerca y apoyar esta perspectiva porque los avances del gigante proletario brasileño es un avance para toda nuestra clase.
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