“El estudio del proceso de elaboración de las leyes del Soviet poniendo de relieve sus aspectos principales y giros decisivos en relación con el curso de la revolución y sus relaciones internas de clase, constituiría un trabajo importantísimo, cuyos resultados para el proletariado de los otros países podrían y deberían revestir la mayor significación práctica. La recopilación de los decretos soviéticos forma, en cierta manera, una parte -y no la menos importante- de las obras completas de Vladimir Ilich” [1].
Así se expresaba León Trotsky acerca de los importantes decretos revolucionarios que pondría en marcha el primer Estado obrero de la historia. En esta nota es imposible abarcar las valiosas y numerosas resoluciones que los bolcheviques desarrollaron e implementaron. El objetivo es recuperar una pequeña parte de esta memoria escondida, y muchas veces manipulada, para pensar los problemas de estrategia y programa revolucionario para superar la democracia burguesa y el capitalismo en pleno siglo XXI.
En este sentido, queremos rescatar el importante rol que jugó el Decreto soviético sobre el derecho democrático a la Revocabilidad. Decreto que obligaba a todas las instituciones electivas del momento a poder revocar y reelegir a los representantes políticos por parte de los electores. Y que, aunque de manera mucho más modesta, formó parte de un programa democrático más extenso, que le permitió a los bolcheviques golpear la hegemonía burguesa. Una experiencia corta pero muy valiosa para valorar también el papel clave que juega el programa democrático, incluso después de la conquista del poder político (bajo la forma de gobiernos obreros revolucionarios). Por otro lado, la historia del decreto sobre la revocabilidad en la revolución rusa siempre pasó inadvertida, pero en realidad impregnó gran parte de los discursos centrales de Lenin en los primeros meses de la revolución.
El estudio de este decreto no puede hacerse si se aísla del pensamiento estratégico de los bolcheviques bajo la dirección de Lenin y Trotsky (que tenían como objetivo estratégico la destrucción del Estado y las clases sociales), como tampoco sin tener en cuenta “el curso de la revolución y sus relaciones internas de clase”. Es decir, en el contexto de una guerra civil que comenzaba y que pusieron a las relaciones internas de clase en un estado límite. Por otro lado, aunque este articulo no tiene intención de profundizar en la Asamblea Constituyente rusa (AC), -que abordaremos en otra entrega-, inevitablemente cruza su historia.
El curso de la revolución y el debate sobre la Asamblea Constituyente
La revolución rusa de 1917 iniciada en febrero derrocó al Zar al grito de “¡Abajo la guerra!” y “¡Abajo la autocracia!”. Como resultado de esa primera revolución subió al poder el Gobierno Provisional de la burguesía liberal con el apoyo de los llamados “conciliadores”, los mencheviques, social revolucionarios y otros grupos. En sus meses de existencia ninguna de la demandas democráticas y sociales como la tierra o la paz, entre otras, se hicieron efectivas. La burguesía rusa y los conciliadores querían postergar la resolución de todos los problemas importantes de la revolución “hasta la Asamblea Constituyente” mientras alargaban día a día la convocatoria de ésta. Para la mayoría de las masas, sobre todo por las promesas que hacían los partidos conciliadores, la Asamblea Constituyente se convirtió en una panacea que resolvería todo.
Esto daba a la burguesía y a los terratenientes la posibilidad de disfrazar hasta cierto punto sus verdaderos intereses a la vez que intentaba liquidar el movimiento revolucionario, ya que no tenían intención alguna de trastocar las bases sociales del régimen. Y de hecho, no fue hasta la revolución socialista de Octubre de 1917 que se consiguieron imponer estas demandas.
Para los bolcheviques, que exigían su inmediata convocatoria, levantar la consigna de la Asamblea Constituyente (AC) la forma institucional más democrática que había dado la historia de las revoluciones burguesas anteriores ayudaba a dialogar y acelerar la experiencia de las masas con la burguesía. Pero contra la utilización oportunista que hizo la burguesía de la AC (que siempre fue utilizada como una vía para negociar con el régimen zarista), ya desde 1904 Lenin iba a articular esta consigna con la pelea por un gobierno revolucionario de los obreros y campesinos [2]. Por otro lado, la AC no se podía aislar de las demandas democráticas estructurales, como el reparto de la tierra o el derecho de las naciones a la autodeterminación. La consigna enfrentaba las aspiraciones democráticas de los campesinos y gran parte de los obreros con el discurso de la burguesía, por lo que permitía acelerar la propia autoorganización de las masas, y de este modo, que ganara fuerza la necesidad de la conquista del poder por un gobierno revolucionario y la dictadura del proletariado como única vía para hacer efectivas esas demandas.
Años más tarde, Trotsky (pensando en hipotéticas situaciones del pasado) planteará que en el caso de que se hubiera convocado la Asamblea Constituyente en abril de 1917 (entre las dos revoluciones que hubo), la misma habría tenido que enfrentar todos los problemas sociales. Y en ese caso las clases propietarias se habrían visto obligadas a poner todas las cartas sobre la mesa. El papel traidor de los partidos conciliadores habría salido a la luz. Y los bolcheviques, que hubieran participado de la AC, habrían ganado gran popularidad y eso hubiera ayudado a ganar la mayoría de los soviets. La Constituyente hubiera durado varios meses, los soldados revolucionarios se hubieran desgastado menos, las masas habrían elevado su conciencia política gracias a la experiencia con el parlamentarismo burgués y eso hubiera facilitado mucho más las tareas de la revolución de octubre.
Sin embargo, esta posibilidad histórica que plantea Trotsky no se dio. Ninguno de los partidos conciliadores tuvo la suficiente iniciativa revolucionaria para convocar la Asamblea Constituyente entre la revolución de febrero y la de octubre y, evidentemente, mucho menos se resolvieron las cuestiones del pan, la tierra y la paz. Pero se dio la otra hipótesis. Con la consigna “todo el poder a los soviets” los bolcheviques crecieron en popularidad, y obreros y campesinos, hartos de una política vacilante de los partidos conciliadores se lanzaron a la revolución antes de esperar cualquier convocatoria de Asamblea Constituyente.
De esta manera, la Revolución bolchevique se inició el 25 octubre de 1917. Mientras se reunía el II Congreso de los soviets de obreros y soldados, las milicias obreras tomaron el Palacio de Invierno, donde residía el Gobierno conciliador de Kerensky. Gracias a los bolcheviques, en el Congreso se votaron las principales demandas democráticas y sociales de la población: se promulgó el decreto de la paz, el reparto de la tierra y el derecho de las naciones a la autodeterminación. Demandas que hasta ahora ninguna de las distintas coaliciones gubernamentales de burgueses y socialistas rusos había realizado. Pero un hecho significativo iba a marcar las relaciones entre los partidos y las clases sociales. La aprobación del decreto de la tierra provocó la escisión y la partición en dos del principal partido del campesinado (los eseristas revolucionarios o SR). Mientras los eseristas de izquierda apoyaron a los bolcheviques e incluso llegaron a ingresar en el nuevo gobierno obrero, la minoría de eseristas de derecha junto con los mencheviques además de oponerse al programa democrático y de paz, abandonaron los soviets. Este punto será clave para entender más tarde la suerte de la Asamblea Constituyente, que está ligada al contexto del Decreto sobre la revocabilidad.
Los campesinos y parte de los obreros tenían ilusiones en la Asamblea Constituyente porque veían en ella un medio para conseguir sus demandas. Sin embargo, cuando los obreros bolcheviques con la mayoría de los soviets tomaron el poder y proclamaron los primeros decretos sobre la tierra y la paz, los campesinos se desentendieron de aquella institución tan aclamada por los conciliadores. La noticia de los nuevos decretos corrió como la pólvora pueblo tras pueblo, y los campesinos empezaron a tomar y confiscar la tierra de los terratenientes. Los soviets (organismos de la democracia obrera) eran los únicos que habían hecho efectivos sus sueños de emancipación social. En ese sentido, para los bolcheviques, la consigna democrática de la Asamblea Constituyente -que había sido articulada para explicar la necesidad de la toma del poder por los Soviets- comenzó a perder toda su fuerza progresiva y pedagógica. Para los bolcheviques no había fetiche alguno con esta consigna. Lenin explicó antes de la revolución que el objetivo estratégico era la abolición de las clases y el estado, y que los soviets de obreros y campesinos no solo ofrecían el transito menos doloroso para llegar hasta allí sino que eran mil veces más democráticos que la institución más democrática de la democracia burguesa (como era la Asamblea Constituyente). Eso no quitaba que mientras los revolucionarios fueran minoría, luchasen por demandas que exigieran instituciones más democráticas. Sin embargo, como planteaba Lenin, solo la dictadura del proletariado (basada en el sistema de consejos obreros) que suponía la expropiación de la burguesía y los terratenientes podía garantizar efectivamente los derechos democráticos y sociales.
Mientras las noticias de las conquistas de la revolución iban llegando a los campesinos de toda Rusia, los bolcheviques tuvieron que enfrentar dos debates tras la conquista del poder. Por un lado, la dirección de los eseristas seguía albergando utópicas esperanzas de instituir una Asamblea Constituyente que legitimara demandas que ya habían sido conquistadas por la revolución. El problema era que el resto de los partidos conciliadores, la burguesía liberal y los oficiales zaristas hacían suya esta consigna como una vía para desviar y derrotar la revolución, mientras organizaban la contrarrevolución. Y, por otro lado, los mencheviques y los eseristas de derecha y momentáneamente los eseristas de izquierda, exigieron un gobierno de coalición de todos los partidos socialistas. Una maniobra política que fue fácilmente desenmascarada ante los trabajadores cuando los bolcheviques aceptaron tal propuesta con la condición de que aceptasen los decretos revolucionarios votados por el II Congreso de los soviets, a lo que se negaron los conciliadores.
La situación institucional después de la toma del poder
Entre la revolución de febrero y la revolución de octubre, las tierras y las fabricas estaban en manos de la burguesía y los terratenientes, aunque los soviets ejercían un “doble poder” que se hacía sentir en todos los terrenos. Las instituciones burguesas que seguirán funcionando -además del Gobierno provisional y el antiguo ejército zarista en manos de generales y oficiales burgueses-, serán las Dumas. Especie de parlamentos municipales y ayuntamientos votados por sufragio pero donde, debido al sistema electoral antidemocrático, las clases propietarias tenían más oportunidades políticas que los obreros para formar parte de ellos. Pero no mucho más que los parlamentos burgueses del resto de Europa.
Con la toma del poder y la formación del Gobierno obrero, se abre un periodo transicional. Si bien los obreros habían llevado adelante las tareas de la revolución democrática (reforma agraria, autodeterminación, etc.) no es hasta 1918 cuando comienzas a llevar adelante las demandas socialistas con la expropiación a la burguesía. Mientras tanto, imponen un decreto transicional impulsando el “control Obrero” en las fábricas permitiendo que los obreros vigilasen los negocios de la burguesía, aunque siguiera bajo su propiedad. Además, la toma de tierras y la determinación política de los obreros bolcheviques impulsa que los campesinos formen también sus propios soviets de diputados campesinos que acabarán por extenderse por todo el Imperio. El Gobierno provisional se disuelve y los parlamentos municipales (como por ejemplo la Duma de Petrogrado) en la que los bolcheviques y los eseristas de izquierdas habían obtenido la mayoría parlamentaria en las elecciones previas a octubre votan su propia autoliquidación para reconocer el poder de los Soviets. Mientras tanto, el resto de los parlamentarios de la derecha deciden organizar la eliminación física de los soviets organizando el Comité de Salud Pública.
En este marco se reabre el debate acerca de la Asamblea Constituyente que atravesará la historia del decreto de revocabilidad. A pesar de que el gobierno obrero, basado en el sistema de consejos obreros, había impuesto el programa democrático de la tierra, la paz y el derecho de autodeterminación y por lo tanto la convocatoria de una AC que resolviese estas demandas era un absurdo, el programa democrático radical seguirá jugando un rol clave no solo antes sino incluso después de la toma del poder.
Puesto que el gobierno obrero (actuando como una fortaleza defensiva en la guerra civil que se avecinaba) no era propiamente una dictadura del proletariado (no se expropiaría la propiedad burguesa hasta 1918), el programa democrático radical que suponía el Decreto de la revocabilidad articulado con la AC, ayudaba a dar pasos hacia esa dirección. Desenmascarando tanto a los partidos conciliadores y a la burguesía liberal, que iban a utilizar demagógicamente la consigna de la Asamblea Constituyente, después de que su intento por derrotar a los soviets por vía de las armas los primeros días de la revolución fuera un auténtico fracaso.
Es con esta lógica que los mencheviques y eseristas de derecha (junto a los diletantes eseristas de izquierda), le exigirán a los bolcheviques la convocatoria de la Asamblea Constituyente. Y aunque resultaba una maniobra política, los bolcheviques no solo iban a convocar la Asamblea Constituyente, sino que articulado con el Decreto democrático radical de revocabilidad, iba a permitirles golpear y desenmascarar el discurso demagógico y reaccionario de los conciliadores.
Este es precisamente del pensamiento de Lenin cuando polemiza con Kautsky acerca de su postura sobre la política bolchevique en torno a la Asamblea Constituyente: “Nosotros le hemos dicho a la burguesía: [...] habláis de democracia y al mismo tiempo levantáis a cada paso millares de obstáculos para impedir que las masas oprimidas participen en la vida política. Os cogemos la palabra y exigimos, en interés de estas masas, que amplíes vuestra democracia burguesa, a fin de preparar a las masas para la revolución que os derribara a vosotros, los explotadores” [3]. Con este argumento político se enmarca la importancia para Lenin del decreto revolucionario sobre la revocabilidad, que contrapone el discurso “democrático” de la burguesía contra sí misma, exigiendo que amplíe su democracia burguesa, no para apuntalarla sino para derribarla gracias a su incapacidad, al mismo tiempo que permite la preparación y experiencia de las masas.
Las elecciones a la Asamblea Constituyente, los inicios de la guerra civil y el decreto de revocabilidad
Los bolcheviques, una vez conquistado el poder, decretaron rápidamente la convocatoria de elecciones a la Asamblea Constituyente para el día 12 de noviembre. Un proceso que iba a durar varias semanas debido a la extensión del territorio ruso, a lo que seguiría la apertura de la AC en enero, cuando alcanzasen un mínimo de diputados. Sin embargo, las listas que confeccionaron y presentaron los partidos se realizaron el 17 de octubre, días antes de la revolución. Es decir, las votaciones a las listas de los partidos no iban a dar cuenta del hecho de que los campesinos rompieron con sus dirigentes, los eseristas de derecha. Y cada día que pasaba los diputados a la Asamblea Constituyente quedaban más fuera de la realidad a medida que las noticias de los decretos de la revolución se iban extendiendo por el vasto imperio ruso y sus dirigentes (los eseristas de derecha y los mencheviques) se iban ubicando cada vez más del lado de la burguesía (los kadetes) y los ejércitos contrarrevolucionarios. Al contrario de los soviets, que median el estado de temperatura de las masas cada día y a cada minuto, la Asamblea Constituyente, por su propia naturaleza, no iba dar cuenta de este cambio que se estaba produciendo en las masas.
En ese contexto, Lenin iba a cuestionar la fantasía que era garantizarle derechos formales a la contrarrevolución en mitad de los inicios de la guerra civil, pero también iba a denunciar la antidemocrática y reaccionaria AC que los conciliadores pretendían levantar: “Se nos propone convocar la Asamblea Constituyente tal como se la ideó al comienzo. ¡Eso no, discúlpennos! Se la ideó contra el pueblo. Hemos hecho la revolución para tener garantías de que la AC no sería utilizada contra el pueblo, para que esas garantías estuvieran en manos del gobierno”. Contra las críticas de una minoría de los SR de izquierda de expulsar a la burguesía de la antigua comisión electoral de la AC, Lenin iba a plantear: “Ustedes dicen que es preciso aislar a la burguesía. Pero los kadetes, tras una consigna formalmente democrática […] dicen: “queremos estar en la Asamblea Constituyente y, al mismo tiempo, organizar la guerra civil”, y ustedes responden hablando acerca del aislamiento. No perseguimos solo a quienes infringen las formalidades, estamos lanzando una acusación política directa contra un partido político. Así procedían también los revolucionarios franceses. Esta es nuestra respuesta a los campesinos que votaron sin saber por quién votaban. Que sepa el pueblo que la Asamblea Constituyente no se reunirá como quería Kerensky. Hemos introducido el derecho de revocación, y la Asamblea Constituyente no será como la ideo la burguesía” [Lenin, Discurso sobre la Asamblea Constituyente, Obras Completas, Akal 1976 (Pag.10)]. Es decir, Lenin iba a “cogerle la palabra” a la burguesía y luchar por una AC más democrática exigiendo que “ampliéis vuestra democracia burguesa, a fin de preparar a las masas para la revolución que os derribara a vosotros, los explotadores”, a través de garantizarle a los campesinos y obreros el derecho democrático a la revocabilidad de los cargos públicos.
Ciertamente, como también planteaba Lenin, en los primeros días de la revolución los soviets tuvieron que repeler el intento de invasión de Kerensky con la ayuda del ejército cosaco de Krasnov en Petrogrado. En Moscú, donde tuvieron lugar cruentas luchas, el resultado fue la victoria de las milicias obreras después del famoso baño de sangre que sufrieron indefensos obreros atrincherados en el Kremlin a manos de los militares. Fracasos que llevarían a los derrotados militares a concentrarse en los países cosacos del Don y el Kuban para preparar una nueva ofensiva, desde donde demagógicamente “los generales reaccionarios tuvieron que inscribir en el llamamiento que lanzaron el 27 de diciembre la soberanía del pueblo, ejercida por la Asamblea Constituyente” [4]. Mientras tanto, en el Kuban curiosamente la Constitución del parlamento negaba el derecho de voto a campesinos pobres y a los proletarios.
Como recoge Víctor Serge en su interesante obra, en todos los sitios se da la misma pauta. Los conciliadores, los socialistas revolucionarios (SR) de derecha (Chernov, Gotz, etc..) y los mencheviques, aliados con la burguesía kadete en las reaccionarias Dumas (Parlamento municipal), con la exclusión de los bolcheviques, constituyen un Comité de Salud Pública con el objetivo de derrotar a sangre y fuego los decretos votados en los soviets de obreros y soldados en Petrogrado y Moscú. Mientras tanto, la consigna de “Todo el poder a la Asamblea Constituyente” les estaba sirviendo para justificar la liquidación física de los soviets y sus decretos.
El proyecto de Decreto de revocabilidad se aprobaría el 21 de noviembre y en él Lenin iba a desplegar los fundamentos de su programa democrático radical frente a las instituciones de la democracia burguesa: “Ninguna institución electiva o asamblea de representantes puede considerarse verdaderamente democrática y realmente representativa de la voluntad del pueblo, si no se reconoce y ejerce el derecho de revocación de los electos por los electores. Este principio fundamental de la verdadera democracia se aplica a todas las asambleas representativas sin excepción, incluyendo la Asamblea Constituyente” […] La verdadera democracia exige que la determinación de nuevas elecciones no dependa solo de una institución reelegible, es decir, que el interés de retener los mandatos por los electos no pueda oponerse al ejercicio de la voluntad del pueblo de revocar a sus representantes” [5].
Para Lenin, el Estado era una institución para la coerción. Pero con la toma del poder por parte de los Soviets, ya no era la coerción de una minoría sino una institución que tenía que cumplir la voluntad del pueblo trabajador. “El derecho de revocación debe ser otorgado a los Soviets, como la mejor encarnación de la idea de la coerción” [Lenin, Informe sobre el derecho..., idem]], y también como la mejor forma de acabar con los antiguos privilegios de la casta política. Además, dentro del sistema de consejos obreros, por ser el único medio capaz de garantizar el “transito menos doloroso” a una sociedad sin clases ni Estado, este derecho democrático permitía que “el paso del poder de un partido a otro se realizara pacíficamente, por medio de una simple reelección” [6]. Pero no solo permitía profundizar el proceso de democratización de los órganos obreros como lo hicieron los comuneros de París, sino que “no conceder el derecho de revocación de los miembros de la Asamblea Constituyente es negar la manifestación de la voluntad revolucionaria del pueblo, es usurpación de los derechos del pueblo” [7].
La campaña democrática de los bolcheviques en los Soviets
Por toda Rusia, las asambleas irán renovando los comités de todo tipo en manos de los conciliadores, dando paso a los revolucionarios. Durante todo el mes de noviembre, en mitad de las elecciones a la Asamblea Constituyente del 12 de noviembre, se sucederán los distintos congresos de los soviets de campesinos y ferroviarios. Y será en estos donde Lenin y los bolcheviques tomarán el punto de la revocabilidad para denunciar la antidemocrática Asamblea Constituyente que se iba a convocar en manos de listas electorales reaccionarias.
El Congreso Extraordinario campesino y el II Congreso de Soviets de diputados campesinos (de los cuales solo una minoría de 91 de los 790 delegados eran bolcheviques) aprobarán por abrumadora mayoría los decretos bolcheviques del II Congreso de Soviets obreros y soldados y del gobierno obrero. Congreso que abandonarán en minoría los SR de derecha.
Sera el propio Lenin el que escribirá el mismísimo proyecto de “Llamamiento al campesinado” [8] que se hará en nombre del Comité Ejecutivo de este Congreso (con mayoría eserista) y donde se expondrán las principales resoluciones del II Congreso campesino. Documento que se hizo conocido por millones de campesinos. Y que, aunque los SR de izquierda modificarán su discurso más duro, volverá a plantear el problema del decreto sobre la revocabilidad:
“El 17 de octubre, cuando se hacían las listas, y el 12 de noviembre, durante las elecciones a la Asamblea Constituyente, el campesinado aún no podía conocer la verdad sobre la tierra y sobre la paz, no podía diferenciar a sus amigos de sus enemigos, de los lobos disfrazados de corderos. [...] ¡No permitan, camaradas campesinos, que a causa de ese engaño se derrame sangre! [...] En cada provincia, en cada distrito, en cada municipio, en cada aldea, formulen sus mandatos; expresen su protesta contra quienes se retiraron del Congreso; publiquen los nombres de los diputados campesinos de sus localidades a la Asamblea Constituyente, que no han aceptado las resoluciones de estos congresos; exijan la exclusión de estos diputados de la Asamblea Constituyente, pues solo engañando al pueblo ellos pueden pretender haber sido elegidos por el pueblo. ¡Camaradas campesinos! La Asamblea Constituyente debe expresar la voluntad del pueblo. […]
O el honesto reconocimiento de la evidente verdad de que los enemigos de las resoluciones del II Congreso de toda Rusia de los Soviets de diputados obreros y soldados y del II Congreso de toda Rusia de diputados campesinos, solo mediante el engaño pudieron hacer que los campesinos los eligieran a la Asamblea Constituyente, y que, por lo tanto, debe haber nuevas elecciones de tales diputados. No existe un tercer camino. O el exterminio sangriento de los ricos, de los partidarios de Avxentiev, Chernov y Maslov; o la conformidad de estos para que se hagan nuevas elecciones de diputados campesinos a la Asamblea Constituyente, no bien intervengan en esta, en nombre de los campesinos, los enemigos de las resoluciones de los dos congresos soviéticos […] Con mandatos de todos los campesinos de las localidades [...] pueden asegurar, no una falsa, sino una verdadera, autentica Asamblea Constituyente”.
Sera casi un mes más tarde, cuando la guerra civil estaba recrudeciendo en Ucrania, Finlandia, Bielorrusia, y el Cáucaso, además de las hostilidades que mantenían los kadetes y el ejército de Kaledin, que Lenin insistirá en que llevaba “finalmente la lucha de clases a un punto decisivo, eliminando toda posibilidad de resolver de modo formalmente democrático” las demandas sociales.
En sus famosas Tesis sobre la Asamblea Constituyente, Lenin volverá golpear con el decreto democrático sobre la revocabilidad, impuesto por el Comité Ejecutivo Central de los Soviets, para contraponerlo a la antidemocrática AC que se iba a convocar. “ La única posibilidad de lograr una solución indolora a la crisis que ha surgido debido a la divergencia entre las elecciones a la Asamblea Constituyente, por un lado, y la voluntad pueblo y los intereses de las clases trabajadoras y explotadas, por otro, es que el pueblo ejerza tan amplia y rápidamente como posible el derecho de elegir de nuevo a los miembros de la Asamblea Constituyente, y que la Asamblea Constituyente acepte la ley del Comité Ejecutivo Central sobre estas nuevas elecciones, que proclame que reconoce sin reservas el poder soviético, la revolución soviética y su política en los problemas de la paz, la tierra, y el control obrero, y que se una decididamente al campo de los enemigos de la contrarrevolución kadete-kaledinista […] Si no se cumplen estas condiciones, la crisis planteada en relación con la Asamblea Constituyente no podrá resolverse más que por vía revolucionaria” [9]. En el contexto de que los diputados liberales y conciliadores armaban la contrarrevolución, el problema de la reaccionaria Asamblea Constituyente ya no se podía resolver “de modo formalmente democrático”. O se aceptaba el decreto de revocabilidad, se reconocía el sistema consejos obreros y las demandas sociales o se impondría por “la vía revolucionaria”.
El último órdago a la Asamblea Constituyente
Esta política de Lenin en torno a la AC era una variante muy parecida a la que Trotsky plantearía a la Oposición China años más tarde: “Aunque existieran soviets en China -y no es así -, ello no constituiría por si sólo una razón suficiente para abandonar la consigna de Asamblea Nacional [NE: Asamblea Constituyente]. La mayoría de los soviets podría estar -al principio estaría, con toda seguridad - en manos de organizaciones y partidos conciliadores y centristas. Nos convendría denunciarlos en la tribuna libre de la Asamblea Nacional. De esta manera ganaríamos la mayoría más rápida y seguramente. Una vez lograda, contrapondríamos el programa de los soviets al programa de la Asamblea Nacional, agruparíamos a la mayoría del país bajo la bandera de los soviets y esto nos permitiría, en los hechos y no en las palabras, remplazar la Asamblea Nacional, institución democrático-parlamentaria, con los soviets, organismo de la dictadura revolucionaria de clase”. Quitando las diferencias entre la revolución rusa y la revolución china, la lógica de Trotsky era ganar la mayoría de los soviets para enfrentar el programa revolucionario al programa de los conciliadores y centristas sobre la Asamblea Nacional, lo que ayudaba a reemplazar definitivamente esa institución democrático-parlamentaria con los soviets.
Con esta misma lógica, la Asamblea Constituyente quedaría disuelta el 6 de enero de 1918, un día después de inaugurarse. Lo aprobaría el máximo órgano entre Congresos de los soviets (el CEC) formado por bolcheviques, eseristas (SR) de izquierdas, socialdemócratas internacionalistas, del Partido Socialista Ucraniano y un eserista maximalista (cercano al anarquismo). Lo que finalmente seria ratificado por el III Congreso de los soviets a los pocos días. En la apertura de la Asamblea Constituyente del 5 de enero acudirán con una mayoría de diputados los eseristas de derecha que habían salido elegidos antes de la revolución iniciada el 25 de octubre. En la sesión parlamentaria, los bolcheviques, junto a los eseristas de izquierda, dieron su ultimátum a la Constituyente reaccionaria con las mismas condiciones que planteó Lenin. Presentaron para su aprobación en el pleno la Declaración de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado, con el objetivo de que la Constituyente votase el reconocimiento de que el poder pertenecía “completa y exclusivamente” a los soviets, además del respeto a los decretos promulgados por los mismos.
La mayoría de los diputados de la Asamblea Constituyente, no solo votaron en contra de permitir que sus propios electores les revocasen democráticamente, también votaron en contra de los decretos revolucionarios sobre la tierra, la paz o el control obrero de la industria y la negativa a reconocer la autoridad del sistema de consejos obreros. Convirtiendo así su negativa en un autentica declaración de guerra contra los obreros y campesinos, que libraban a su vez una lucha cruenta contra el terror blanco.
En relación con este hecho, Víctor Serge planteará que si bien “la disolución de la Asamblea Constituyente causó sensación en el extranjero. En Rusia mismo pasó desapercibida”. Hasta Orlando Figes, el historiador liberal antibolchevique de la revolución rusa, también reconocerá este hecho, y que para los campesinos los soviets iban a ser una democracia superior a la democracia burguesa, como planteaba Lenin:
“Los sóviets de las aldeas estaban mucho más cerca de los ideales políticos de la masa de los campesinos al no tratarse en realidad más que de sus propias asambleas de aldeas bajo forma revolucionaria. A través de los sóviets de aldea y del volost los campesinos estaban llevando a cabo su propia revolución agraria y no necesitaban la sanción de un decreto promulgado por la Asamblea Constituyente […] la mayoría de los campesinos votaron por los eseristas en las elecciones a la Asamblea Constituyente. Pero muy pocos estaban preparados para combatir la batalla eserista en defensa de su restauración, como el triste fracaso del Komuch demostraría en el verano de 1918. Casi todas las resoluciones de las aldeas sobre este tema mostraban su rechazo a que la Asamblea fuera restaurada como el «amo político de la tierra rusa»”.
[...]Después de su derrota en la capital los eseristas se volvieron hacia sus antiguos bastiones [...]. Descubrieron la gran indiferencia del campesinado local ante la clausura de la Asamblea Constituyente y que sus propias organizaciones de partido se encontraban en decadencia” [10].
Un ejemplo valioso
La historia del decreto sobre la revocabilidad muestra la gran riqueza de la experiencia de la revolución rusa que la historiografía academicista y liberal no quiere recoger. Las decisiones de los bolcheviques sobre la Asamblea Constituyente no fueron ni mucho menos aventureras, por el contrario, la pelea por un programa democrático radical en combate contra la burguesía y su régimen fueron golpes metódicamente habilidosos que llevaron no solo a la conquista del poder, sino a la defensa y el fortalecimiento del gobierno obrero [11].En este sentido, el estudio sobre el decreto de revocabilidad en la experiencia rusa es una valiosa lección para ver cómo ayudó al gobierno obrero revolucionario a acelerar la experiencia de las masas con la democracia burguesa y sus instituciones, en el camino de hacer más comprensible la necesidad de la democracia obrera (o dictadura del proletariado).
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