La Formación Profesional siempre ha sido una de las grandes olvidadas en materia educativa. Sin embargo, su importancia es cada vez mayor tanto por el aumento de alumnos que eligen esta opción como por su conexión directa con el mundo laboral.
Jueves 4 de octubre de 2018
En la última década a la vez que el acceso a la educación universitaria se convertía en terreno vetado para los hijos de la clase obrera debido al aumento de las tasas y de la pobreza, las matriculaciones en los distintos niveles de Formación Profesional (FP) han crecido más de un 90 por ciento.
Estos grados tienen como objetivo facilitar el acceso al mercado laboral, por lo que son de un marcado perfil técnico-profesional. En un país en donde en determinados momentos el paro juvenil ha superado más del 50 por ciento, las FP se han presentado para muchos jóvenes una buena opción a la hora de elegir su futuro académico.
Sin embargo, mientras las aulas de los grados de FP se iban llenando, el Gobierno central y los distintos Gobiernos autonómicos emprendieron una serie de reformas estructurales dentro del ámbito educativo que repercutieron de lleno a la Formación Profesional, por un lado, encareciéndola; por el otro, degradándola y transformándola en una plataforma para generalizar el trabajo precario o directamente no pago entre la juventud.
El precio de las matriculas pasó de ser totalmente gratuito hace menos de diez años a costar más de 400 euros en la actualidad. Este espectacular aumento se ve camuflado por los todavía mayores costes que tiene un curso en las Universidades públicas.
El otro cambio de calado que ha habido en los últimos años en las FP ha sido la implantación de los llamados itinerarios duales. Según los cuales los alumnos se ven obligados a realizar cientos de horas de trabajo gratuito en distintas empresas. En la actualidad estas “prácticas” se han terminado convirtiendo en mano de obra barata y no en un verdadero proceso de aprendizaje.
La Formación Profesional se ha convertido en la punta de lanza del modelo que quieren imponer al conjunto del sistema educativo. Transformando la educación pública en un negocio al servicio de las grandes empresas, con un ejército de estudiantes-esclavos que se convierten en parte de la propia mercancía que se pone en venta.
Por eso cuando a lo largo de los últimos años tanto el PSOE como el PP repetían como un mantra que uno de sus objetivos era dignificar las FP, asumían implícitamente en primer lugar que para ellos la rama de la educación a la que cada vez recurren más las familias humildes ha sido históricamente tratada con un profundo desprecio de clase. Por otro lado, también era una declaración de intenciones por la cual su objetivo era mantener una dinámica de ataque permanente a la Formación Profesional.
Esto se ve reflejado en la falta de recursos en muchos de los centros. Teniendo en cuenta que la clave de estos grados es el aprendizaje manual y práctico, esto se convierte en una enorme limitación tanto para alumnos como para profesores. A esto se le suma la falta de profesorado, que en muchas ocasiones tienen que impartir clases para las que no están formados. Esta es una reivindicación muy sentida por los propios profesores los cuales no solo se ven sobrecargados de tarea, sino que se ven incapaces de cumplir los objetivos académicos.
Esta situación de los estudiantes de FP se enmarca dentro de la degradación generalizada de las perspectivas de vida de las nuevas generaciones de la juventud trabajadora, la cual se incorpora al mercado laboral en condiciones mucho más precarias que sus padres. Una situación que tampoco encuentra respuesta en los grandes aparatos sindicales a la hora de ofrecer una perspectiva de combate organizado contra esta realidad.
Esta es la razón por la cual hay una profunda desafección de la inmensa mayoría de jóvenes con el Régimen político en general y con uno de sus pilares fundamentales en particular, la burocracia sindical. Sin embargo, por eso también está llamada a jugar un papel preponderante a la hora de recomponer al conjunto de la clase trabajadora paralizada como actor social en los últimos años. Ya que es una generación que no se siente atada a la corrupta casta que dirige los sindicatos. Estos que durante todos estos años han jugado un papel central para amordazar al movimiento obrero y que no irrumpiera con sus propios métodos de lucha en el escenario político, tienen ahora dificultades para conseguir conectar con estas nuevas generaciones de trabajadores.
Los estudiantes de FP forman parte de esta nueva clase trabajadora, no solo por el hecho de provenir de familias obreras sino también porque para una gran parte de estos alumnos la realidad les impone tener que compatibilizar trabajo y estudio. Esto hace que, si desde la Formación Profesional surgen fenómenos de autoorganización, de forma natural podría ser el puente entre un movimiento obrero más combativo y el tradicionalmente explosivo movimiento estudiantil. Una alianza de este tipo a la que se sumen otros actores, como el inmenso movimiento de mujeres, podrá plantearse seriamente poner las demandas populares en el centro del escenario político de nuevo.
Pero para eso no basta con que los distintos fenómenos de autoorganización de los sectores oprimidos y explotados adquieran una dinámica de mayor combatividad. Es necesario que estos construyan su unidad en base a pelear contra un Régimen profundamente antidemocrático que solo existe para preservar los privilegios de una minoría.
En concreto para los alumnos de las FP, una de sus principales batallas es contra la presencia de las grandes empresas dentro de sus grados, que no solo contribuyen a degradar la calidad de la enseñanza, sino que su grado de injerencia llega hasta el punto de utilizarlos como mano de obra gratuita. Siendo de esta manera un mecanismo más con las que quieren disciplinar a sus futuros empleados. Pero con el que también consiguen mantener una tendencia a la baja en los salarios de los trabajadores contratados.
Pero esta posición de los capitalistas españoles, tanto en las FP como en el sistema educativo de conjunto, solo se pudo lograr a través de las grandes reformas que se pusieron en marcha desde las distintas instituciones en los últimos años. Y, por tanto, pelear por una educación puesta al servicio de las mayorías es cuestionar la mercantilización de uno de los servicios públicos que más beneficios genera en el marco de un Régimen unido por uno y mil lazos con las grandes empresas es totalmente imposible de lograr.
La perspectiva de organizar un movimiento estudiantil combativo y cuestionador del Régimen, que luche por establecer la unidad con el movimiento obrero, sin duda tendrá a las FP como uno de sus principales escenarios de batalla.