Un debate en la izquierda sobre las lecciones de la Guerra civil española y el papel del POUM.
Sacar lecciones sobre la gran Revolución española de los años 30 tiene importancia estratégica. Con este artículo queremos proseguir los debates con la Liga Comunista Revolucionaria, una de las principales corrientes de la extrema izquierda antiestalinistas en los 70 durante la transición española.
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En anteriores artículos reflexionábamos sobre la adaptación de la LCR (sección española de la corriente mandelista internacional) a la estrategia de ruptura democrática a partir de 1976 y su “redefinición” de la teoría de la revolución permanente de León Trotsky. Algo que tuvo enormes consecuencias políticas para la organización. En este caso, queremos indagar sobre qué lecciones extrajeron sobre la revolución española de los años 30, en particular, qué visión tenían sobre el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) –partido opositor al estalinismo- y las posiciones de sus principales dirigentes.
El POUM fue un partido que nació de la fusión en 1935 entre el Bloque Obrero y Campesino (BOC,) dirigido por Joaquín Maurín, y la Izquierda Comunista Española (ICE) por Andrés Nin. Ya Trotsky mantuvo diferencias con la ICE de Nin, que tuvo vínculos con la Oposición de Izquierda Internacional, pero sus diferencias se agrandaron desde el nacimiento del nuevo partido y durante la revolución española. De allí que la definición de Trotsky fuera que el POUM era un partido centrista, es decir que oscilaba entre la reforma y la revolución.
El legado de Trotsky y la crítica al POUM
La transición española dejó un gran ascenso obrero después de 40 años de dictadura franquista, tras derrotar la gran revolución española. Carrillo y el PCE sacarían lecciones que buscaban evitar otra revolución –y más aún después de la revolución en Portugal en 1974-, orientándose hacia el eurocomunismo. Aunque no lo vamos a abordar aquí, los sectores maoístas más importantes a la izquierda del PCE mantuvieron la defensa de la segunda república burguesa como etapa “necesaria” para el socialismo y la defensa de la represión contra el proceso revolucionario en la retaguardia republicana.
En el caso de la LCR, se ubicaba claramente a la izquierda del estalinismo y el maoísmo de aquel momento, pero podríamos decir que tuvo dos etapas. La primera de ellas (74-81) se mantiene en una posición formalmente cercana a Trotsky y su balance. En julio de 1974 publican en la revista Cuadernos del Comunismo una introducción correcta a una compilación de artículos esenciales de Trotsky como “La tragedia de España” y “Clase, partido y dirección”, cuyo balance sobre el centrismo del POUM es de gran importancia.
A propósito de 1a “Conferencia para la unificación de los marxistas revolucionarios” convocada a principio de 1978 por el reconstituido POUM, Acción Comunista y CUM –al que fueron invitados partidos maoístas y organizaciones centristas- Martí Caussa planteará acertadamente que sin una profunda revisión crítica de las “faltas gravísimas del POUM” como su participación en el Frente Popular y en el gobierno de la Generalitat, “sólo se prepara a la clase obrera para que se estrelle de nuevo contra la misma piedra” (Combate Nº 101, marzo 1978).
Esto coincide con otro debate interesante, la constitución de 1978 y el aniversario de la II República. En este caso, y como parte del giro hacia la ruptura democrática, la LCR, planteará (Combate, número 99 en febrero y número 104 en abril), que la consigna de república “a secas” -sin plantear que ésta debía ser obrera y socialista- “tiene el significado de concentrar en esta consigna la lucha por la democracia tal y como la entendemos: sin recortes, ni medidas correctivas dictadas por el parlamento actual o por el gobierno”.
En esta primera etapa, coincidiendo con el enorme ascenso obrero y popular de la transición, la LCR no pareciera darle un mayor peso estratégico a las lecciones de una revolución que había ocurrido solo cuatro décadas atrás. Es realmente significativo la escasez de materiales públicos sobre qué lecciones sacar de los años 30 durante la transición. Escudriñar esta gran gesta era clave para pensar cómo un grupo pequeño de la extrema izquierda se podía hacer un espacio en la transición frente al papel contrarrevolucionario del PCE. Precisamente, como planteó Caussa, para no estrellarse de nuevo con la misma piedra.
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A partir de los años 80 empezamos a notar un giro más claro hacia las posiciones clásicas del POUM. Destacamos el artículo “Andrade y la revolución española” (Cuadernos de Comunismo Nº 5 de 1981), que se adentra en la vida de Juan Andrade, uno de los principales dirigentes del POUM, su desarrollo político y sus debates con Trotsky. Lo cierto es que estas reflexiones en la revista Comunismo coincide temporalmente con otro giro estratégico que da la LCR en su VI congreso de 1981, la política de “partido de los revolucionarios”, que supone una revisión del partido de vanguardia de Lenin. De esta manera, el mandelismo se propone conformar un mismo partido a corrientes del estalinismo, maoístas, guerrilleristas, centristas, nacionalistas y sectores de la pequeña burguesía.
Uno de los temas interesantes del artículo mencionado será precisamente la cuestión de partido, donde se percibe un acercamiento a las posiciones de Andrade y Nin. Donde plantea la polémica con Trotsky en 1932 acerca de si había que fortalecer la oposición de izquierda dentro del PCE para tratar de ganar la mayoría del partido antes de que fuera demasiado tarde. Mientras que Andrade y Nin minusvaloran el rol del estalinismo y subvaluaron la importancia de dar una lucha interna contra la burocracia estalinista. De forma unilateral, sin debatir con la Oposición de Izquierda Internacional dirigida por Trotsky, formarán la Izquierda Comunista Española (ICE). Será a partir de 1933 cuando Trotsky plantea que era necesario un nuevo partido mundial de la revolución socialista, la IV Internacional. La gota que colmó el vaso fue la actuación criminal del PC en Alemania y su negativa a llevar adelante el frente único con la socialdemocracia para combatir el ascenso del Hitler. Años más tarde, en 1935, el Bloque Obrero y Campesino de Joaquín Maurín y la Izquierda Comunista de Nin –en ruptura con Trotsky- se fusionarán para dar lugar al Partido Obrero de Unificación Comunista (POUM) que se adherirá a la corriente centrista internacional Unión Socialista Revolucionaria de la que era parte Maurín.
Hacia el giro poumista
Otro elemento interesante del artículo citado, es que se empieza a percibir una justificación de los giros del POUM y su ingreso al frente popular:
…el arrinconamiento del POUM y el temor a quedarse al margen del movimiento antifascista que impulsaba la línea frentepopulista de la IC hizo que el partido se integrara en enero de 1936 en la comisión electoral del frente popular.
¿Acaso la LCR de encontrarse en una situación similar a la del POUM hubiera optado por integrarse también en el frente popular? No lo podemos saber. Pero el problema de quedarse “aislado de las masas” será uno de las justificaciones centrales del POUM para su giro “frentepopulista”, que la LCR defiende en todos los artículos de los años 80 hasta la actualidad. Ahora bien, es cierto cuando decían Nin, Maurín y Andrade que este era un problema central para los revolucionarios. Pero una cosa es detectar el problema, y otra cosa, es que su solución sea integrarse en el principal órgano de conciliación de clases del momento.
Una de las reflexiones interesantes de Trotsky en ese período, analizando la situación en Francia, fue acerca de cómo los comités de acción [1] podían permitir que pequeños grupos de revolucionarios pudieran abrirse camino hacia las masas, sin quedar “arrinconados” y desarrollar grandes frentes únicos de masas. Así pues los comités permitían ser engranajes para desarrollar la política del frente único impulsando un gran movimiento independiente de la clase trabajadora autoorganizada. Para estar en mejores condiciones para que se fuera adquiriendo las funciones propias de los soviets como se desarrollaron en Rusia y que relata muy bien John Reed. [2]
Lo cierto es que la revolución española dio una gran variedad de experiencias, con cientos de comités de acción de todo tipo. El problema fue que éstos acabaron vacíos de poder propio “gracias” a las direcciones de la CNT, PCE, los partidos republicanos burgueses y partidos centristas como el POUM que los subordinaron al frente popular y al gobierno republicano burgués. Es decir, se encargaron de evitar que se desarrollaran como organismos de representación directa de la clase trabajadora en sus empresas, barrios y de soldados, coordinando y ampliando sus funciones de control político y social de la clase obrera para la conquista de poder. O dicho de otro modo, se encargaron de evitar que surgieran los órganos de la democracia obrera revolucionaria (Soviet). Por ejemplo, Andreu Nin acabará afirmando en mayo de 1937 que en España no eran necesarios los soviets porque ya había una extensa red de sindicatos. [3]
El giro definitivo al poumismo y la adaptación a la teoría ecléctica de la ´revolución democrática-socialista` de Maurin
El giro poumista hacia las tesis de Andrade, Nin y Maurin se consolida a lo largo de los años 80, como se refleja a partir de los artículos publicados en 1985, 1986 y 1987. En este sentido, es ilustrativo el artículo en conmemoración del 50 aniversario del POUM, ya solo el título es revelador “Cincuentenario del POUM (septiembre 35-septiembre 85). Nuestro antepasado” (Combate nº 392, 4 de octubre de 1985). Precisamente porque uno de los puntos de mayor fricción entre Trotsky y el POUM será, en otros muchos debates, el mencionado anteriormente, el ingreso del POUM al frente popular. Una política aprobada por el estalinismo que tenía como norma la alianza entre los partidos obreros y los partidos burgueses democráticos como la mejor forma de enfrentar al fascismo y frenar las revoluciones. En este artículo la LCR al mismo tiempo que dice estar contra la política conciliadora del frente popular, termina justificando que:
Esta interpretación nuestra del Frente Popular no está en contradicción, como 1a pudiera aparentemente suponerse, con el hecho de que el POUM firmara el documento que sirvió de base para las elecciones generales del 16 de febrero de 1936. Se trataba entonces de un simple pacto de carácter electoral, teniendo como finalidad principal la amnistía. El POUM desarrolló entonces su propaganda con completa independencia, señalando que al pacto establecido no podía dársela otra interpretación que el de un compromiso pura y exclusivamente electoral. El POUM -como ya se ha indicado más arriba- no rechaza los contactos y alianzas con la pequeña burguesía, pero estos pactos y alianzas han de ser siempre para cuestiones concretas y circunstanciales. Lo otro es el Frente Popular, inadmisible para todo marxista revolucionario.
En febrero de 1936 Nin planteará que con la victoria de la “coalición obrero-republicana” se había conseguido “cortar el paso a la reacción vaticana, a los siniestros héroes de la represión de octubre –en referencia a la represión de la revolución de Asturias de 1934-, y a la amnistía para los 30000 combatientes encarcelados”. [4] Para Nin no era el momento de que la clase trabajadora tomara el poder pero tampoco era momento de “consolidar la república” como él reconoce. Pero el momento de tomar del poder llegará, según él, porque la “burguesía republicana se estacionará en un punto determinado, mientras que la clase obrera empujará la revolución hacia adelante”. Mientras llega ese momento la clase obrera, dice, no puede lanzarse a acciones esporádicas “de carácter “putchista” para “provocar la inconsistencia de los gobiernos republicanos”.
En su intento de “no quedar aislado de las masas”, el POUM, no hará otra cosa que integrarse en los órganos “democrático-republicanos”, como en las listas del frente popular. Como no querían quedarse aislado de las masas, se integró en el gobierno de la Generalitat y Andreu Nin tomó la consejería de justicia en septiembre de 1936, hasta la expulsión del partido 4 meses después. Este gobierno, “revolucionario” según Nin, decretó la requisa de las armas a la clase obrera y tomó medidas contra las milicias y las colectividades. Como no quería quedarse aislado, Nin fue hasta Lleida a disolver el comité local del POUM –partido mayoritario- para que no se liaran a tiros contra los guardias de asalto que habían ido allí a disolver el comité. Y lo mismo con la insurrección obrera en mayo del 37 [5], donde según Nin, el POUM evitó un “baño de sangre”. Aunque, tras los sucesos, el POUM quedó bastante desprestigiado.
Entonces ¿se trataba simplemente de una simple táctica electoral como dice la LCR o era parte de la hibrida y ecléctica “revolución democrática-socialista” de Maurin? Dos artículos de la LCR, que mencionaremos más abajo, nos ayudarán a responder a esta cuestión. Antes de nada, para entender la visión de Maurín, Nin y Andrade sobre el frente popular y su relación con el proceso revolucionario nos tenemos que retrotraer dos años atrás de la victoria del Frente Popular y del golpe de estado.
En 1934, la formación del gobierno de la CEDA desencadenó una huelga general en las grandes ciudades, con procesos agudos de lucha de clases y la formación de las llamadas Alianzas Obreras –como frentes únicos de las principales organizaciones obreras-. Como cuenta Santiago Lupe [6], la clase obrera superó a sus direcciones, con los mineros como vanguardia y dinamita en mano formó la Comuna en Asturias, la región donde se avanzó más de todo el proceso. Se asaltaron cuarteles, se establecieron comités revolucionarios y conformaron un ejército de trabajadores que mantuvieron el control territorial durante dos semanas. En apenas días todas aquellas demandas que no había resuelto la burguesía republicana a partir de 1931, como dice Lupe, se empezó a resolver expropiando a la Iglesia, los terratenientes, los empresarios... Es decir, sin detenerse en la propiedad capitalista. Demostrando que todas aquellas demandas democráticas solo se podían resolver de forma efectiva por la clase trabajadora de forma independiente formando su propio gobierno y expropiando a la burguesía, como mostró la experiencia asturiana. De esta manera la acción independiente de la clase trabajadora y sus organizaciones agrupadas en un potente frente único, mostró el potencial de una vía revolucionaria y con la clase obrera a la cabeza.
En Catalunya, se impulsó la huelga general -debilitada por la negativa de la dirección de la CNT a participar- y se constituyó la Alianza Obrera dirigida por las direcciones socialistas, de la Izquierda Comunista de Nin y el Bloque Obrero y Campesino de Maurín. ¿Cuál fue la actitud de Maurín frente al gobierno de la Generalitat? Simple y llanamente de subordinación política. Mientras en Asturias se tomó un curso opuesto e independiente, en Catalunya, Maurín pedía a Lluis Companys que se pusiera al frente de la insurrección. Éste, en una maniobra para desactivar el proceso, proclamó la República Catalana frente al peligro de la revolución obrera. Es reveladora la conversación que menciona Munis entre el Consejero de Justicia de la Generalitat, Juan Lluhí y Azaña:
Para mayor abundancia de pruebas, he aquí lo que cuenta Azaña sobre la conversación que el día 6, a la una de la tarde, tuvo con Lluhí, consejero de la Generalidad: «El sábado... se me presentó el señor Lluhí, a la una de la tarde, y me dijo que no podían resistir más la presión de los elementos populares; que temían que les asaltasen la Generalidad y los asaltasen a tiros; que se apoderasen del Gobierno violentamente; que ya los llamaban traidores, malos catalanes y malos republicanos...» Y después de decirle que para impedir lo anterior proclamarían esa tarde «el Estado Catalán dentro de la República Federal Española», Lluhí continuó: «Luego cederemos unos y otros. Aquí tendremos que ceder, como cedimos con la República catalana cuando vino la República española; en Madrid también cederán, y todo pasará en paz». [7]
¿Por qué decimos que Maurín se subordinó a la política de la Generalitat, y por tanto a la pequeñoburguesía republicana? Mejor que lo explique él mismo:
Si bien es cierto que un movimiento insurreccional exclusivo de la clase trabajadora no podría triunfar, en Cataluña, porque no están cumplidas las premisas fundamentales, si se produce, transitoriamente, un bloque revolucionario de obreros, campesinos y pequeña burguesía con su gobierno de la Generalidad, la insurrección tiene la seguridad casi absoluta de triunfar porque la Generalidad cuenta con una organización militar: tres mil policías armados, en Barcelona y, además, las milicias de la Esquerra, los ”escamots”, cuyo número, en Barcelona, es de unos siete mil, abundantemente provistos de material. [8]
Maurín continúa planteando que el movimiento insurreccional debía ser mediante un frente común, no “exclusivo de la clase trabajadora”, sino de la mano de la pequeñoburguesía ya que sería “la única manera de triunfar”. Ante el escenario de radicalidad de la revolución, continúa planteando, la Generalitat desconfiará de las masas y ante ese escenario el movimiento obrero “se colocará al lado de la Generalidad para presionarla y prometerle ayuda sin ponerse delante de ella, sin aventajarla, en los primeros momentos”. Es decir que la clase obrera no debía barrer a la burguesía y tomar el cielo por asalto como el ejemplo asturiano sino acompañarla “sin aventajarla”.
Trotsky [9], por el contario, en polémica con Maurín y Nin, planteó que en Catalunya la Alianza Obrera tenía que poner a la cabeza de la lucha por la república catalana a la clase trabajadora con sus propios métodos revolucionarios. Para el revolucionario era la única manera de dar salida a las demandas democráticas nacionales, hegemonizando –no subordinándose- al resto de sectores populares y provocar la solidaridad de la clase trabajadora de todo el Estado en defensa de una Catalunya independiente en manos de sus trabajadores y trabajadoras. Con la enorme ventaja de que Asturias marcaba el camino de la necesidad de constituir una comuna de la clase trabajadora. Una comuna catalana, al mismo tiempo que la asturiana, permitiría desde la posición de defensa del gobierno obrero y sus conquistas un efecto explosivo en el junto del estado. Trotsky se basaba en ejemplos pasados, como la experiencia en Alemania de 1923 con el surgimiento de los gobiernos de coalición entre los comunistas y el ala izquierda de la socialdemocracia en Turingia y Sajonia.
En un dossier [10], en conmemoración a la Revolución asturiana, muy interesante de la LCR, relatan como en Catalunya la Alianza Obrera tomó el ayuntamiento de Vilanova y Geltru y proclamó la “república Socialista Comunista Ibérica”. Pero para la LCR, igual que para Maurín, la derrota en 1934 no fue porque el movimiento de masas no tomara un camino independiente, como planteaba Trotsky, sino por las “vacilaciones de Companys” (Presidente de la Generalitat), que “supusieron la derrota del movimiento en Catalunya”. Para terminar, la conclusión no puede ser más interesante. Para ellos, tras octubre del 34 las “presiones unitarias del movimiento obrero se acentuaron”, como “fue la creación del POUM” –y la ruptura de Nin con Trotsky-, “supuso una reorientación de la política en la mayoría de las organizaciones obreras, cuyo fruto fue el Frente Popular”.
Si la experiencia de 1934 fue una especie de ensayo general de la revolución social de 1936, podríamos decir, que las estrategias del reformismo y del centrismo en el 34 serán un “ensayo” del 36.
Jaime Pastor escribe en Inprecor “Dossier Homenaje a Andreu Nin. Nuestra herencia teórica” y J. Gutiérrez Álvarez escribe “Nin, Maurin y Andrade en la historia del marxismo español”. Dos artículos que son una muestra de su ubicación bajo la “herencia teórica” de los dirigentes del POUM. Pero en particular queremos resaltar, lo que ya se ha ido expresando a lo largo del artículo, y es la teoría de Maurín de la “revolución democrática-socialista”. En el artículo del J. Gutiérrez Álvarez plantea que:
Durante este tiempo Maurin ha madurado notablemente sus posiciones políticas, y muestra de ello será su libro Hacia la segunda revolución (el fracaso de la república española y la insurrección de Octubre) y que en 1966 será publicado por Rueda Ibérico como Revolución y Contrarrevolución en España (con un notable apéndice sobre el comunismo en España), que sintetiza vigorosamente las concepciones de Maurín sobre el carácter democrático (que resume en cuatro puntos: 1. Reparto general de tierras; 2. Estructura federal ibérica; 3. Separación de la iglesia y el estado; 4. Destrucción del Estado monárquico, y en particular del ejército) y socialista (no existe en España una burguesía democrática el partido industrial ha establecido un pacto con la vieja oligarquía y teme sobre todo a la clase obrera, y por tanto corresponde a la clase obrera hegemonizar el proceso revolucionario…. [11]
Trotsky en relación a esta teoría de Maurin planteó duramente que:
La revolución "democrática" y la revolución socialista se encuentran en lados opuestos de la barricada. La IVª Internacional ha confirmado esta experiencia y la ha teorizado. La revolución "democrática" está hecha ya en España. Resucita con el Frente Popular. Azaña, con o sin Largo Caballero, personifica en España la "revolución democrática". La revolución socialista se hará en el curso de una lucha implacable contra la "revolución democrática" con su Frente Popular. ¿Qué quiere decir esta "síntesis" de "revolución democrático-socialista"? Nada. Sólo un galimatías ecléctico. [12]
¿Qué quiere decir Maurin? Su galimatías teórico trata de conciliar la Comuna de Asturias y las alianzas obreras con su ansiada Generalitat “insurreccionalista”, el frente único obrero con el frente popular, la Comuna obrera de Asturias con la II República. Andy Durgan plantea en su libro [13] que el bloque de Maurín propuso en 1934 a los mismos miembros de la alianza obrera transformarlo en un frente electoral contra las derechas incluyendo también a la pequeño burguesía y sin descartar alianzas con ERC. Es decir, transformar la alianza obrera (el frente único obrero) en una coalición electoral de organizaciones obreras y de la pequeñoburguesía. En mayo de 1936, Maurín planteará que la victoria del frente popular fue la continuidad de la revolución de octubre del 34:
En las elecciones del 16 de febrero queda derrotada la contrarrevolución. La lucha del 16 de febrero es la continuación, en una forma legal, de octubre de 1934. La disputa se libra en torno a la cuestión de octubre. La bandera principal es la de la amnistía y la readmisión de los obreros despedidos. Triunfa Octubre, es decir, el movimiento obrero. Triunfa la idea de la revolución socialista. [14]
Conciliar “el frente democrático-socialista, el frente obrero-republicano, el frente progresivo” [15] con el frente único es pretender hacer la revolución socialista de la mano de Companys, Azaña y el resto de la burguesía republicana sin que la clase obrera pretenda aventajarla. O dicho de otra manera, la mejor manera de ponerse la zancadilla uno mismo. Para Andy Durgan no habría prácticamente diferencia entre las teorías de Maurin y la revolución permanente de Trotsky, que según él, sería difícil encontrar diferencias “entre la concepción de la revolución democrático-socialista de Maurín y la de Lenin y de los bolcheviques en 1917”. [16]
Como plantea Santiago Lupe, en el prólogo en los escritos de Trotsky sobre la revolución española [17], si la política menchevique del PCE en los 30 le llevó a la contrarrevolución, en los 70 la ruptura democrática le llevó a pactar con un sector de las élites franquistas. Podríamos decir, al igual que el centrismo del POUM y sus teorías ecléticas de la “revolución democrática-socialista” le llevó a integrarse al frente popular y al gobierno catalán, en los 70 y 80 la LCR al adoptar la ruptura democrática y la herencia “poumista” le llevó a una adaptación mayor a los reformistas. No es de extrañar que la revolución hibrida de Maurín pudiera “encajar” bien en el puzzle de la ruptura democrática y de las teorías del Estado combinado de la LCR.
Hoy más que nunca es necesario desenredar la historia de la lucha de clases para construir un partido revolucionario que aprenda de las lecciones históricas de la gran revolución española y el ascenso obrero y popular de los 70´ donde miles de trabajadoras y trabajadores se enfrentaron al franquismo.
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