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Red Internacional
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NOVELA TV//TELEFE. La Leona, tiempo de mariposas obreras

“En un mundo de gusanos capitalistas, hace falta coraje para ser mariposa”.
Lohana Berkins
Pasaron tres semanas desde el comienzo de La Leona, la telenovela de Telefé que está dando qué hablar en los lugares de trabajo, donde la mayoría de los laburantes encuentran cierta similitud entre los personajes y sus jefes, sus supervisores, sus delegados y sus compañeros que no claudican ante nada, que son fieles a su clase.

Sábado 6 de febrero de 2016

Hemos recibido por este medio comentarios de todo tipo. Entre ellos, el de uno de los autores de la tira, Gabriel Patolsky, pidiéndonos que tuviéramos paciencia, que en La Leona habrá lucha, y mucha.

Claramente se está manifestando en la historia el nacimiento de cierto germen de combatividad que oscila por momentos con un carácter más conciliador entre la protagonista, María Leone y la patronal. Absolutamente entendible esta actitud. En la historia de la clase obrera, muchas de las veces en que los trabajadores han salido a luchar, se encontraron con alguna barrera burocrática que les impidió llegar hasta el final con sus objetivos. Claro que no siempre fue así, muchas luchas han dado sus frutos, a veces algunos se quedan en el camino, por las presiones familiares, económicas, sociales. Te golpean con un despido pero tenés que levantarte y salir a pelear, ponerte en la cabeza y en el corazón la imagen de tu tarjeta magnética encendiéndose de nuevo con la luz verde.

Pero es mucha la presión que tenemos que soportar en el medio.
Lear es un ejemplo claro de ese proceso, los trabajadores despedidos le hicieron frente a la patronal buitre, al gobierno, a la gendarmería, a los jueces, a la burocracia sindical. Muchos se quedaron en el camino, como dije antes, pero otros, consecuentes, indomables, llegaron hasta el final y ganaron.

En el capítulo 10 de La Leona, en una escena, para mi gusto, sublime, Klaus Miller, (Miguel Ángel Solá) sabiendo de la pasión de su esposa, Diana (Esther Goris) por las larvas de gusanos y las mariposas, le pregunta si ella no sacrificaría a unas cuantas de ellas para salvar a otras, en referencia a la lista que quiere armar para reducir el personal de la empresa. Ella le responde: “¿Eso son tus obreros, larvas sacrificables? Mientras ella habla él se come uno de los gusanos. Detestable, el capitalista “comiéndose” lo que le da la gana, chupando la sangre de sus obreros. Ella le dice que cuando las larvas no pueden armar el capullo, porque se encuentran en condiciones adversas, sin que sus cuidadores les den comida, por ejemplo y los cuidados necesarios, la metamorfosis se realiza al descubierto, esto las pone en peligro pero no es impedimento para que vivan. Entonces esas larvas se convierten en las mariposas más fuertes. “Lo mismo pasa con los obreros, Klaus” finaliza Diana.

Excelente metáfora, a mi entender. Las larvas luchando al descubierto, como nosotros, los obreros, cuando salimos a la calle, cuando enfrentamos a las patronales, a la burocracia sindical, a las fuerzas represivas. Nada nos amedrenta, al contrario, la lucha de clases nos vuelve más fuertes.

Días atrás, me contaron que cuando mi mamá trabajaba, mi tía y mi abuela me acostaban en mi cunita y yo me dormía sola, sin llorar, sin cantos. Me crié en una casa con un patio enorme para mí, en la memoria, entre canteros de alegría del hogar, orégano secándose al sol y florcitas de Nomeolvides, que se prendían a la ropa, ramillete celeste, como un abrojo. Había un latón con agua de lluvia para lavarnos el pelo…

En el capítulo 12, María Leone, conversa con su hijo en su cuartito de costura. El tema es el libro que está leyendo él: La tempestad, de Shakespeare. Ella le cita una frase: “Estamos hechos de la misma materia que los sueños”. Esa es la mamá trabajadora que puede hablar de libros con su hijo. “¿Qué te creés, que porque soy costurera no leí?” Le habla de sus sueños, de todo lo que quería darle, lo que soñó para su familia.

Mientras en otra escena, Franco Uribe, (Pablo Echarri) no sabe cómo acariciar a su hija adolescente, no sabe cómo acercarse a ella. A María, su hijo le dice si puede quedarse ahí mientras ella cose, porque el ruido de la máquina lo tranquiliza. Esa es su vida, su realidad, la caricia de su mamá trabajadora.

Me gustaba, de chica, sentir el olor a aserrín que traía mi papá de la carpintería, abrazarlo, el olor a cigarrillos, mezclado con el aserrín. Mi papá me traía recortes de maderitas sobrantes para que yo armara casitas y pusiera adentro a mis muñecos chiquitos, simulando una familia.

En el mismo capítulo, el papá de María, pedro Leone, se debate en la incertidumbre de aceptar o no el ofrecimiento de Miller, un retiro voluntario de 5 millones, a cambio de entregar una lista de los compañeros menos competentes a su criterio. Un hombre que laburó 40 años en la fábrica tiene que entregar a sus compañeros. Los trabajadores sabemos que no hay más o menos competentes, que eso es lo que nos quieren hacer creer las patronales para dividirnos, para que entre nosotros, los de la misma clase, nos juzguemos y así obrar a su antojo sobre nuestros destinos.

Entre los comentarios que hemos recibido, a los cuales intentamos dar respuestas en su mayoría, había tales como “me parece que este medio nos quiere obligar a ver la novela”. No es nuestra intensión. Sólo comentamos, criticamos, desmenuzamos escenas, que para nada son casuales, para nada nos resultan ajenas a nuestra clase.

Vemos estereotipos, comparamos, discutimos. El obrero tiene una herramienta elemental en el uso de la palabra escrita. Por eso leemos, escribimos, hacemos poesía, boletines de lucha. Es nuestra trinchera. María lo dijo: “¿Qué te creés, que porque soy costurera no leí?”. Dejó esta cuestión bien clara en una telenovela que se ve en horario central, que ve la familia trabajadora. Por eso, este medio no hace propaganda porque sí, pero somos conscientes de que no estamos comentando una novela rosa, puramente romántica. Consideramos que discutir La Leona en nuestros laburos, en la calle, con nuestros compañeros y amigos, es un hecho político, porque nos vemos reflejados. El arte cerca de los obreros, la literatura, el cine, el teatro, la pintura.

El otro día le contaba a un amigo que la vez que ví las pinturas originales de Quinquela Martín en el museo de La Boca, que toqué levemente la textura del reflejo de uno de los barcos en el agua, lloré. No me pregunten por qué. No tengo la teoría necesaria para explicar científica e intelectualmente esta reacción. Sólo sé que lloré.

También entre los comentarios de aquí y de allá, vimos que se ha cuestionado que una obrera no hable de temas que le competen, como el sindicalismo y se dedique a criticar una telenovela. Humildemente, creemos que, en principio, la libertad de expresión debería ser la primera respuesta a este cuestionamiento, pero también que cuando las condiciones se vuelven adversas a las larvas, citando a Diana Liberman, a los trabajadores se nos torna difícil hablar de sindicalismo lisa y llanamente, pero como el objetivo siempre es “armar el capullo” vamos tomando las herramientas que el medio nos presenta y así, discutimos por ejemplo acerca de una telenovela que habla de la lucha de clases, de los obreros que oscilan entre la conciliación con los patroncitos buenos y los malos, de los que se pasan 40 años cuidando su trabajo y lo convierten en el eje de su vida, el motor para luchar por su familia, de los delegados que no defienden a la base que los votó, que esperan la dádiva del mejor postor.

Discutimos política, sindicalismo, lucha de clases, sobre los obreros que leen, que quieren aprender cada vez más.

Aún en los tiempos en que las larvas se han vuelto sacrificables, nosotros, la clase trabajadora, nos convertimos en mariposas.