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Música // Rock. La Renga sigue detonando sueños en Huracán

Cómo fue su último recital, el arte, la política y el anuncio de dos nuevas fechas, el próximo sábado 26 y miércoles 30 de agosto en Huracán

Gustavo Grazioli @Discolo1714

Viernes 11 de agosto de 2017

La ancestral discusión de si mezclar o no el arte con la política no deja de cobrar vida. En un campo cultural dominado por la hipermodernidad, el rock parece haberse convertido en vocero de esa desideologización, repitiendo que no hay que combinar ambas cosas. Esta polémica parece tener su revancha discursiva a través del aterrizaje que nuevamente La Renga hace en Capital Federal. Una banda a la cual se caracterizó, durante los años ’90, como hacedora de “rock chabón”, que canta con la conciencia de no contentar a ningún mercenario.

Es cierto que no hay contextos propicios para hacer un trabajo a partir de la independencia total, pero la banda de Mataderos supo navegar las aguas más salvajes de la industria y solventó un terreno, con algunas bandas más de su época, de cómo llevar adelante el trabajo de músico esquivando los cantos de sirena.

Grabar, producir shows, trabajar en equipo. Son muchas las variables a las que le dieron una identidad propia. Y eso no parece ser muy grato, pone piedras en el camino y, a grandes rasgos, impide que se desarrolle fluidamente algo que ya viene envasado y listo para su consumo.

Tener principios no garpa en la era de las relaciones liquidas y cantar “tu empresa líder funciona bien en el caos, inventando analgésicos para poder seguir” tampoco: por eso, en conjunto con otros aditamentos, se llega a poner en tela de juicio las presentaciones de La Renga nuevamente en la Ciudad de Buenos Aires y en algunos puntos del país. Pero esta polémica que pasó por varias etapas de negociación, tuvo su resolución favorable y los de Mataderos, después de diez años, volvieron a tocar en la ciudad porteña.

El pasado miércoles dieron lo que fue su cuarto show en la cancha de Huracán y en las calles de Parque Patricios el clima que se vivió fue de pura fiesta. Su público, entre banderas, cánticos, los vasos de cerveza y fernet, asumió con gran fidelidad cada uno de estos cuatro recitales. “Esta es la tercera. No pude estar en los cuatro”, dice Marcelo entre trago y trago. “Mira, estos son mis hijos: están más emocionados que yo. Desde Merlo venimos; mañana laburo temprano pero no me importa nada. Lo único que quiero es compartir este momento con ellos – en referencia a sus hijos – y escuchar a mi banda de rock favorita”, aclara mientras les compra unas hamburguesas antes de ingresar al estadio.

Aproximadamente 21:45 hs las luces del Tomás Adolfo Ducó se apagaron y la banda liderada por Gustavo “Chizzo” Nápoli soltó la canción Corazón Fugitivo, de su último disco Pesados Vestigios, y abrió el esperado show. “A un corazón que se escapa no lo quieras enjaular”, arengaba la gente desde campo, platea y popular. Este fue el comienzo de un recital que iba a estar repleto de clásicos.

Después del tema Muy indignados, también de su último trabajo, vino la seguidilla que hizo vibrar las emociones y abrir el cajón de los recuerdos. Con un frente infalible pusieron en marcha su canción Detonador de sueños, perteneciente a su 8vo disco de estudio de nombre homónimo, pegado a eso se fueron hacia finales de los ’90 con el Twist del pibe y luego saltaron a Motoralmaisangre, de su quinto disco La esquina del infinito. Sin respiro, siguieron alimentando la memoria de lo que se podría definir como: la vieja guardia. La dupla seleccionada para eso fue Cuando Vendrán, de Despedazado por mil partes, y Tripa y corazón, que habita en su disco “de la estrella”.

Los cánticos habituales del público (¡pan y vino, pan y vino, el que no grita La Renga para qué carajo vino!) respondían en forma de agradecimiento a esas canciones que fueron la banda de sonido de muchos de los que estaban allí ocupando un lugar en el estadio. Una lista de treinta canciones que no paró casi nunca. La guitarra de Chizzo se mantuvo decidida a traer las melodías del pasado y puso a prueba a “los mismos de siempre” – mote que llevan los fanáticos de la banda – cuando la sección de vientos, que acompañó al grupo, Las Cucarachas de Once, iniciaron esa especie de principio zapada medio jazzera que da introducción a La vida, las mismas calles.

Entre banderas que flameaban, un paraguas y una particular bandera que llevaba la inscripción de “Macri gato”, bajaron algunos decibeles y dejaron el lugar para otra que suena en casi todos los fogones. Es el comienzo de esas cuatro notas infalibles (MIm, SOL, RE, LA) más una base suave de Tanque y Tete, más la armónica de Manu, las que sirven de antesala para que suene La balada del diablo y la muerte y las luces de los celulares se hagan presente en todo el Ducó.

Esta cuarta parada de los de Mataderos en Capital Federal terminó de cerrarse con la adrenalina a flor de piel y con la gente saltando y gritando cada palabra que cantó Chizzo. Y no era para menos. Las cuatro del final fueron Panic Show, El Rebelde, El final es en donde partí y su clásico cierre Hablando de la libertad, la cual empezó acompañada de “nos vemos en quince días”, porque ahora se sumaron dos fechas más para el 26 y 30 de este mes.

Este show, más los otros tres anteriores, terminan de ser la muestra de que todavía se pueden decir cosas desde el rock y poner en órbita algunas cuestiones que parecían una batalla perdida a manos del mainstream. La Renga, sí, interviene con su acento político y no se olvidó de pedir por la aparición de Santiago Maldonado, el joven que fue desaparecido el pasado 1 de agosto, tras la represión que llevó adelante Gendarmería a la comunidad Mapuche Cushamen, de la provincia de Chubut.

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