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Red Internacional
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Tribuna Abierta. La UBA, los sujetos que la habitamos y la camarilla corrupta que la gobierna

Como docente de la Universidad de Buenos Aires perteneciente a la fracción más explotada, esto es, los miles de “ad honorem” (docentes sin salario) que sostenemos la educación pública, creo necesario realizar una reflexión colectiva que nos movilice a asumirnos como sujetos de nuestra historia y no meros espectadores pasivos de las instituciones capitalistas que nos oprimen y niegan nuestro carácter humano.

Martes 10 de marzo de 2015

Es imperante que como docentes, alumnos, graduados y no docentes de la Universidad empecemos a pensar una estrategia que nos permita afirmarnos como verdaderos críticos y superadores del actual régimen corrupto, antidemocrático y represivo que nos gobierna en la UBA y que hace posible que personajes siniestros como Darío Richarte, actual vicerrector nombrado por el cuestionado Alberto Barbieri (rector de nuestra Universidad) pueda desempeñarse libremente y con total impunidad.

Richarte tiene en su currículum el haber sido parte de una Secretaría de Inteligencia que espía, persigue, reprime y busca infiltrarse en las organizaciones sociales, políticas, estudiantiles, barriales que luchan y enfrentan al Estado en sus diferentes formas.

La actual situación imperante en la Universidad, así como la profunda crisis política desatada con la muerte del fiscal Nisman que investigaba la causa Amia y los vínculos con los servicios de inteligencia extranjeros, y las maniobras para desviar el curso de la causa respondiendo a intereses políticos y económicos, no son hechos aislados o excepcionales dentro de la “legalidad / normalidad” democrático burguesa, sino expresiones de la continuidad de un sistema. Justamente el Estado es un Estado de clase, al servicio de los intereses del capital que explota a las mayorías en beneficio de unas minorías, que se organiza alrededor de pautas de control y represión social, de espionaje e infiltración a los que buscan superar el status quo social.

En este sentido, a pesar de que la Universidad es actualmente una institución de poder y conocimiento que actúa como un órgano funcional a la explotación capitalista, creemos que puede ser una herramienta de transformación y cambio social para lograr una sociedad sin explotadores ni explotados, una sociedad al servicio del ser humano y no como apéndice del capital. Nuestra lucha y nuestras energías están abocadas a que la Universidad se transforme en bastión de la clase obrera y los oprimidos y sirva para buscar la transformación social en busca de una sociedad sin clases.

En ese camino, hay un primer desafío. Es necesario buscar la unidad de acción de quienes “habitamos” la universidad: docentes, alumnos, graduados, investigadores, becarios, no docentes, en pos de denunciar el hecho de que los servicios de inteligencia (en este caso bajo la figura de Richarte) se introduzcan en la UBA. Debemos impulsar su expulsión de la misma, a la par de mostrar al conjunto de las sociedad y los trabajadores, lo corrupto, antidemocrático y excluyente del régimen de gobierno que permite situaciones como ésta.

Como paso inseparable de la denuncia por la expulsión de Richarte, es fundamental la campaña por una mayor democratización de los ámbitos de gobierno y elección de autoridades de la UBA. Porque si bien una situación de descontento y presión desde abajo puede lograr una suspensión o quizás salida de Darío Richarte de la Universidad como la planteada recientemente, todos sabemos que un mero cambio de figuras, si no se produce una verdadera apertura democrática que involucre a todos los sectores de la vida universitaria en calidad de iguales en los mecanismos de elección de las autoridades, se seguirán perpetuando las camarillas corruptas y profundamente anti populares que se arrogan el derecho a dirigir la vida en la Universidad.

Porque las históricas luchas por resistir las reformas de los planes de estudio, la resistencia que venimos impulsando desde estudiantes, docentes, trabajadores frente a los atropellos de las autoridades que permiten el cierre de cátedras y su reemplazo por otras más funcionales a sus intereses, la lucha contra la persecución ideológica y diferenciación entre los que nos sentimos partes de un colectivo más general, sería más favorable a nuestros intereses -los del conjunto de los oprimidos- si los procesos de decisión estuviesen en manos de los que no tenemos nada que perder, salvo las cadenas que nos sujetan.