El año pasado en el Estado español hubo 104 desahucios por día, el 85,7% de los menores de 29 años no pudieron independizarse, los trabajadores tuvieron que dedicar más del 43% del sueldo para el alquiler y 11 millones de personas sufrían exclusión residencial. Como no podía ser de otro modo, el problema de la vivienda ha adquirido un peso muy relevante en el debate electoral en el que por un lado los participantes y aliados del Gobierno PSOE-UP reivindica una ley de vivienda que ni toca el precio de los alquileres ni frena los desahucios, mientras por el otro, la extrema derecha muestra su perfil más fascistizante desplegando campañas anti ocupación como la que protagoniza Ortega Smith.
En este panorama proponemos pensar el alcance e impacto que tiene la problemática de la vivienda para las y los trabajadores en el capitalismo. Para ello retomaremos algunos de los escritos de Engels sobre el problema de la vivienda en los que desarrolla las bases de la concepción marxista sobre esta cuestión, al tiempo que polemiza con algunas de las corrientes que pretendían dar salida a esta problemática sin cuestionar el modelo capitalista. Aunque muchas cuestiones se han transformado desde aquel momento, la base de sus polémicas tiene una enorme actualidad. Pero antes de introducirnos allí, tratemos de tener una visión de la profundidad de esta cuestión en la actualidad. Existen múltiples problemáticas relacionadas con la vivienda, problemas que no son nuevos, pero que al calor de la crisis capitalista que se arrastra desde 2008 se han agudizado. Veamos algunos datos.
El problema de la vivienda hoy
Los desahucios
Según un estudio de 2020 realizado por el Observatori DESC (Observatori de Drets Econòmics, Socials i Culturals) [1] desde 2008 han tenido lugar 684.385 desahucios, los cuales han afectado a 1.710.963 personas. A ello debemos sumar los datos de estos últimos tres años en los que a pesar del “escudo social” del Gobierno de PSOE-UP los desahucios no han desaparecido de nuestra realidad. En 2020, 2021 y 2022 la cifra de desalojos fue de 29.406, 41.359 y 38.266 respectivamente. Es decir, casi 110.000 desahucios en tres años. Esto se traduce en una media de 104 desahucios al día en 2022. [2] Por comunidades, los territorios más afectados por este crimen capitalista, y en orden según los datos de 2022, son Catalunya (8.574), seguido de Andalucía (6.717), Comunidad Valenciana (5.594) y Madrid (3.679). Además el fenómeno de los desahucios afecta en mayor medida a los núcleos urbanos con mayor concentración de población. En la Barcelona de Ada Colau tuvieron lugar 2.969 desahucios en 2020 y 3.585 en 2021 momentos muy agudos de la crisis social desarrollada por la pandemia.
Respecto a la relación entre desahucios por impago de hipoteca y alquiler, en estos últimos años la gran mayoría de los lanzamientos se dan en aplicación de la LAU (Ley de Arrendamientos Urbanos), es decir, se trata de lanzamientos por impago de alquiler. En concreto el 71,95% de los desahucios de 2022 se dieron por esta razón. Respecto a los desalojos por impago de hipoteca, aunque desde 2015 la tendencia era descendiente, desde 2020 se mantiene estable con la excepción del segundo trimestre de 2020 en el que se tuvo lugar el estado de alarma debido a la pandemia.
Como vemos, los datos de estos años demuestran que la supuesta prohibición de los desahucios por parte del gobierno progresista es un engaño. Además, la crisis, la inflación y las recetas capitalistas para superarla como los aumentos del Euribor han contribuido a que los gastos asociados a la vivienda sean cada vez más problemáticos para amplios sectores de la clase trabajadora. En 2021 un 11,6% de los residentes en el estado español tuvieron problemas para pagar a tiempo los gastos ligados a la vivienda, como la hipoteca o el alquiler o recibos como el del gas o el de la comunidad, según los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) del INE. Esto son 2 millones más que antes de la pandemia. Una realidad que choca con el relato progresista y su “escudo social”.
La infravivienda
Pero el problema de los desahucios no es el único drama asociado a la problemática de la vivienda en el sistema capitalista. Esta problemática, agudizada en estos últimos 10 años de crisis capitalista, se expresa en otros fenómenos como los asentamientos de infraviviendas, algo que no es tan restringido como podríamos imaginar. En La Cañada Real –uno de los lugares que se ha posicionado como foco mediático en los últimos años a causa de la crisis energética y los cortes de luz impuestos por las eléctricas– viven un total de 7.283 personas a lo largo de sus 15 kilómetros de recorrido. Pero esta ciudad sin luz es solo uno de los varios asentamientos que configuran el extra radio madrileño. Solo en esta Comunidad existen 13 asentamientos de infraviviendas en los que se estima viven unas 45.000 personas. Además, el fenómeno de la infravivienda no es exclusivo de grandes ciudades como Madrid o Barcelona, algunas zonas del campo también han integrado en su paisaje estos asentamientos habituales en lugares donde se concentran temporeros y población inmigrante fundamentalmente, aunque estos lugares no necesariamente están vinculado a la irregularidad. Según datos del I Mapa Estatal sobre discriminación racial y/o étnica en el ámbito de la vivienda y asentamientos informales en España el 40% de las personas que viven en infravivienda son inmigrantes con papeles regularizados. [3] Provincias como Huelva o Almería acumulan decenas de asentamientos de este tipo. Solo en Almería se calcula que hay 39 asentamientos o agrupamientos de infraviviendas con una población superior a 20 personas que en total agruparían a más de 3.376 personas de manera permanente. Aunque es difícil tener una idea de la magnitud de este fenómeno en el campo andaluz por la dificultad de acceder a un censo real y por el hecho de que solo existen datos sobre los agrupamientos que superan los 20 habitantes.
Por otro lado, cuando hablamos de infravivienda no solo nos referimos a los asentamientos o poblados en la periferia de las grandes ciudades o en los entorno de los macro invernaderos del campo andaluz. La infravivienda es un concepto que regula lo que está por debajo de la habitabilidad y no puede destinarse a uso residencial de un inmueble y es algo que incorpora algunos parámetros como la superficie de las estancias o la existencia de iluminación y ventilación natural, además de unas determinadas instalaciones. Esto hace que también exista infravivienda dentro de los núcleos urbanos y que en los últimos años se haya extendido esta realidad. Evidentemente esto escapa de las estadísticas, pero cualquier persona que viva en ciudades como Madrid o Barcelona se habrá dado cuenta de que en los últimos años en muchos lugares donde antes había un pequeño local comercial o bajo ahora hay una vivienda donde pueden llegar a vivir varias familias.
La exclusión residencial
Podemos incorporar más síntomas del problema de la vivienda. Por ejemplo, según datos de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES) en 2021 más de 11 millones de personas sufrían exclusión residencial en España, es decir, vivían en infraviviendas, tienen problemas de pago de suministros, sufren hacinamiento o sus hogares tienen barreras arquitectónicas, entre otros problemas habitacionales. En total, un 23,7% de la población está afectado por algún indicador de exclusión residencial. [4]
Imposibilidad de independizarse para la juventud
A esto debemos sumar otras problemáticas como el hecho de que hay millones de jóvenes en el Estado español que no se pueden independizar debido al elevado coste de las viviendas y alquileres. Según las últimas cifras del Eurostat, [5] el 85,7% de los jóvenes entre 16 y 29 años viven con sus padres. Esta cifra es del 64,5% en la franja entre los 18 y 34 años y la edad para independizarse en el Estado español roza los 30 años, 29,8 exactamente, frente a la media europea que se sitúa en los 26.
A más de 2.000 euros el metro cuadrado para una vivienda en zona urbana, donde viven 8 de cada 10 jóvenes, o alquileres que no bajan de los 800 euros por vivienda y con sueldos medios por debajo de los 1.000 euros, sin contar con la tasa de desempleo juvenil (cerca del 30%), hace que las capas más jóvenes de los trabajadores no puedan acceder a una vivienda o tengan que dedicar un alto porcentaje de su sueldo para pagar una habitación.
El problema del alquiler
Pero el hecho de no poder pagar el alquiler de una vivienda no es cosa solo de jóvenes. En 2022, el precio de la vivienda en alquiler en España cerró con un incremento anual del 7,4% y situó el precio en diciembre en 11,03 euros/m2 al mes. Si tenemos en cuenta que el salario medio de España que en 2022 era de 24.395 euros brutos anuales los asalariados tuvieron que dedicar el 43% del sueldo para el alquiler, un máximo histórico. En 2021 era el 40%. Este porcentaje además en comunidades como Madrid, Cataluña o Baleares es del 58%. Evidentemente esta problemática afecta con mucha más gravedad a mujeres, migrantes además de a los jóvenes como hemos mencionado.
La tendencia al alza de los alquileres de vivienda no va de la mano de los salarios. Desde 2010 hasta el cuarto trimestre de 2021, los alquileres aumentaron un 16%. Solo entre 2018 y 2021 el incremento fue del 4,7% según Eurostat, algo muy alejado del incremento real de los salarios.
El precio de la vivienda
En lo que respecta al precio de la vivienda entre marzo de 2022 y marzo de 2023 el precio de la vivienda ha aumentado un 7,3% según datos del portal idealista.es. El precio medio de la vivienda en España parece no querer agotar su tendencia alcista aunque tendencia no ha sido tan acentuada como la de los alquileres. Actualmente se sitúa en 1.507 euros por metro cuadrado pero en las grandes ciudades esta cifra se dispara. En Madrid el precio medio por metro cuadrado es de 3967 €. Un trabajador que cobre el salario mínimo (1.080 €) y quiera adquirir una vivienda de 65 metros en la capital debería ahorrar su salario íntegro durante 20 años.
¿Cuestión de oferta y de demanda?
Con los precios de alquileres y viviendas por las nubes podríamos pensar que existe una falta de oferta de vivienda que hace que los precios suban. Es decir, pocas casas para muchos demandantes. Sin embargo esto no es así. Es imposible saber cuántas viviendas vacías hay en España en la actualidad, el último censo del INE sobre esta cuestión es de 2011 y en ese momento eran 3,4 millones, lo que suponía un 13,7% del total de pisos y casi todos ellos se concentraban en ciudades o municipios de más de 20.000 habitantes donde al mismo tiempo existe mayor demanda de vivienda. En Madrid, es casi un 10% del total, y en Barcelona, el 1,5% del total en 2011. Este dato en la actualidad se estima que sea muy superior, quizá en torno a los 4 millones. De todos esos pisos vacíos, la mayoría están en manos de la Sareb, Caixabank o Blackstone –los principales tenedores de España– que tienen propiedades por todo el país. Al mismo tiempo que se desahucia a miles de familias existen estos pisos vacíos que en ocasiones no son sacados al mercado con un objetivo puramente especulativo, para subir los precios de venta y alquileres. Por otro lado se sigue construyendo más. Desde 2013 tras el estallido de la burbuja inmobiliaria de 2008 la construcción volvió a repuntar con cierta fuerza pese al elevado stock de viviendas vacías heredado del ciclo anterior en el que entre 2008 y 2013 se ejecutaron cerca de 500.000 desahucios solo por lanzamiento hipotecario. La construcción de viviendas nuevas en el Estado español experimentó un ascenso permanente desde 2014, con la excepción de 2020 que descendió a causa del aumento del precio de los materiales de la construcción. Entre 2015 y 2018 la edificación residencial de nueva planta creció a un ritmo medio anual de algo más del 7%. Este aumento de la construcción de vivienda libre además es opuesto al descenso en picado de la construcción de vivienda que cuenta con algún tipo de protección. En 2008 se construyeron 85.233 viviendas protegidas y en 2018 fueron 11.860. En 2018 el Ministro de Fomento, en ese momento José Luis Ábalos, anunció la promoción de la construcción de más de 5.000 viviendas, en un plazo de 4 a 6 años, destinadas al alquiler social, de las cuales solo ha sido construida una pequeña parte. [6]
Este aumento de construcción de vivienda libre buscaba satisfacer las necesidades de compradores extranjeros, que deseaban adquirir una segunda vivienda residencial y en su gran mayoría para inversores que desearan hacer operaciones de especulación. Como vemos el sistema capitalista es un sistema irracional. Mientras se expulsaba a miles y miles de personas de sus casas se mantuvieron pisos vacíos y se siguieron construyendo más. Todo para seguir alimentando un mercado basado en la especulación.
La nueva ley de vivienda y las recetas reformistas del gobierno “progresista”
Viendo todos estos datos comprendemos el calado de la problemática de la vivienda, un problema profundo ligado a cuestiones como los salarios o la especulación capitalista. Ante esta problemática, el debate ha adquirido un peso especial en el marco de la campaña electoral, así hemos visto como en estas semanas el Gobierno “progresista” ha sacado del cajón la ley de vivienda y Pedro Sánchez anunció que construirá 20.000 viviendas para alquiler social.
Como corolario a las limitadas políticas de escudo social implantadas estos años, la ley de vivienda propuesta por el Gobierno aspira a regular el mercado del alquiler, pero permitiendo sin ningún tipo de límite que los precios sigan aumentando, del mismo modo que sigue permitiendo que grandes tenedores como bancos y fondos buitre sigan desahuciando sin ningún tipo de obligación o penalización.
Entre las medidas estrella de esta ley, el Gobierno, y en especial su ala reformista, hacen bandera de la limitación estructural de las revisiones de contratos de alquiler que será del 3% durante 2024 y que en adelante quedará fijado por un nuevo índice todavía por definir. Esta medida evidentemente no pone freno al aumento de precio de alquileres tanto por sus limitaciones -solo hablan de 2024 y se refieren exclusivamente a las actualizaciones de contratos- como por el hecho de que existen muchos mecanismos dentro de la propia ley que permiten y facilitan esquivar esta medida como ya han denunciado muchos sindicatos de inquilinas.
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Respecto a los desahucios sucede algo similar. Aunque con la ley sí se prohíbe los desahucios sin fecha y hora predeterminadas, como sucede actualmente, e incluyen nuevas prórrogas en los procedimientos de lanzamiento, pero más allá de eso no pone ningún coto a los desahucios que siguen estando a la orden del día. Incluso sin querer llegar tan lejos, tampoco se han incorporado medidas como la obligatoriedad, para grandes propietarios, de ofrecer alquiler social a las familias que acrediten vulnerabilidad. Sí se han preocupado de incluir medidas cosméticas que no llevan a ningún lado como la obligatoriedad de que los propietarios se sometan a una mediación, que no garantiza nada ya que la resolución de la misma no se tiene por qué respetar.
A esto debemos sumar el anuncio de Pedro Sánchez en plena campaña electoral para las autonómicas de que pretende construir 20.000 viviendas para alquiler social, -entendemos que además de las 5.000 que ya prometió Ábalos en 2018 y que aún están sin edificar- algo que es totalmente insuficiente. Además cabría preguntarse por qué no empezar poniendo bajo alquiler social todas esas viviendas vacías en manos de bancos y fondos buitre los cuales se las apropiaron ilegítimamente después de arruinar a millones de familias trabajadoras al calor de la burbuja especulativa de la primera década de los 2000.
Es evidente que la ley del Gobierno “progresista” y sus aliados parlamentarios con los que ha llegado a pactar la ley no tratan de apuntar hacia el fondo del problema. Nada respecto a planes de vivienda social que den una respuesta real al problema de demanda y crisis social; ningún límite real a los grandes caseros de España, los fondos buitre, y nada contra los abusos de los bancos y su lógica especulativa. En definitiva, ningún límite a un mercado irracional que, por cierto, nada tienen que ver con la dignidad de la vida de las personas.
Una respuesta al problema de la vivienda desde el socialismo revolucionario
Las distintas situaciones derivadas del problema de la vivienda se han transformado a lo largo de estas últimas décadas incluso siglos, sin embargo, la dificultad, en ocasiones la imposibilidad, de acceso a una vivienda para la gran mayoría de las masas trabajadoras no es algo nuevo en la historia del capitalismo. El desarrollo del capitalismo al calor de la revolución industrial llevó aparejada la emergencia de centros industriales y grandes ciudades, en ocasiones de manera muy acelerada, lo cual dio lugar a este problema cuya primera y más dramática expresión fue el hacinamiento en los barrios obreros y la penuria de sus viviendas.
Engels se refería así a esta cuestión:
La época en que un país de vieja cultura realiza esta transición —acelerada, además, por circunstancias tan favorables— de la manufactura y de la pequeña producción a la gran industria, suele ser también una época de «penuria de la vivienda». (…) Fue, pues, esa penuria aguda de la vivienda, ese síntoma de la revolución industrial que se desarrollaba en Alemania, lo que, en aquel tiempo, llenó los periódicos de discusiones sobre el «problema de la vivienda» y dio lugar a toda clase de charlatanerías sociales. [7]
Así, a finales del siglo XIX el debate giraba en torno de la cuestión de la salubridad y las miserables condiciones de alojamiento de las masas trabajadoras y vemos, en palabras de Engels, cómo esta cuestión dio lugar a todo tipo de “charlatanerías sociales”. Por un lado, la situación preocupaba a la burguesía en tanto que generaban problemas que terminaban afectando a la clase poseedora como podían ser las epidemias y plagas, y que además potencialmente podían ser motivo para alterar la paz social. Más tarde, especialmente tras la Comuna de París de 1871, la mayor preocupación de la burguesía girará en torno al control del espacio urbano frente a posibles rebeliones, pero antes de ello, la “penuria de la vivienda” fue lo que llenó páginas de periódicos. A esta cuestión parte de la burguesía trató de dar respuesta con postulados higienistas y una suerte de filantropía burguesa. La visión filantrópica burguesa trataba de resolver el problema de hacinamiento e insalubridad derivado de la falta de vivienda mediante la construcción por iniciativa privada de grandes edificios destinados como viviendas para los trabajadores, siempre a cambio de una elevada renta de alquiler, algo que empobrecía enormemente a los obreros. Por otro lado, también en el seno del movimiento socialista se comenzó a dar respuesta a esta problemática, sin embargo aquí se desplegaron distintos tipos de respuestas, algunas calificadas por Engels como “simples remedios sociales”. [8] En concreto Engels se refería a los postulados defendidos por el “socialismo pequeñoburgués” el cual comenzaban a anidar en el partido Socialdemócrata Obrero Alemán en aquellos años y que a pesar de reconocer la exactitud de los conceptos fundamentales del socialismo moderno y de la demanda de que todos los medios de producción sean transformados en propiedad social, declaraba que su realización es solamente posible en un futuro lejano, prácticamente imprevisible. [9] La solución de los “socialistas pequeñoburgueses” pasaba por intentar hacer propietarios de viviendas a todos los obreros mediante fórmulas jurídicas que imposibilitaran que las viviendas generasen interés y que por lo tanto su propiedad fuese transferida a los obreros que las habitaban una vez que el alquiler pagado amortizase el precio de la vivienda.
Frente a las recetas burguesas y pequeño burguesas Engels desarrolló una respuesta a esta cuestión desde el marxismo. Lo hizo a través de una serie de artículos que publicó en el Volksstaat [10]de Leipzig a lo largo de 1872 y que poco después, en 1873, los agrupó y publicó en un folleto titulado Contribución al problema de la vivienda. El objeto de esta serie de artículos era además de polemizar con estas posiciones, exponer la suya propia.
A la hora de abordar la polémica y para poder desarrollar la concepción desde el marxismo, en primer lugar Engels trata de separarse de las ideas que reducían el “problema de la vivienda” solo a la cuestión de la insalubridad ya que estas alimentaban la idea de que se trataba de un accidente fruto de una etapa muy acelerada de desarrollo urbano y que podía resolverse exclusivamente con políticas higienistas y construyendo más vivienda para alquilar a los obreros. Así Engels pretende comenzar enmarcando el problema:
La llamada penuria de la vivienda, que representa hoy un papel tan grande en la prensa, no consiste en que la clase obrera en general viva en malas viviendas, superpobladas e insalubres. (…) Lo que hoy se entiende por penuria de la vivienda es la particular agravación de las malas condiciones de habitación de los obreros a consecuencia de la afluencia repentina de la población hacia las grandes ciudades; es el alza formidable de los alquileres, una mayor aglomeración de inquilinos en cada casa y, para algunos, la imposibilidad total de encontrar albergue.
Vemos como muchos de estos problemas no han desaparecido hoy.
Aunque Engels se dedicó a describir casi fotográficamente como eran esos “barrios malos” de ciudades como Londres, Dublín y en especial Manchester donde pasó veintiún meses que dedicó a conocer y analizar la vida de la clase obrera y los lugares donde vivían dando lugar esta experiencia a su magnífico trabajo La situación de la clase obrera en Inglaterra (1844) en que dedica parte de su análisis a las condiciones de vivienda de los trabajadores, sin embargo, vemos que va más allá tratando de no reducir el problema a esta cuestión y hace las siguientes preguntas en polémica con un teórico burgués:
Pero, ¿de dónde procede la penuria de la vivienda? ¿Cómo ha nacido? Como buen burgués, el Sr. Sax debe ignorar que es un producto necesario del régimen social burgués; que no podría existir sin penuria de la vivienda una sociedad en la cual la gran masa trabajadora no puede contar más que con un salario y, por tanto, exclusivamente con la suma de medios indispensables para su existencia y para la reproducción de su especie; una sociedad donde los perfeccionamientos de la maquinaria, etc., privan continuamente de trabajo a masas de obreros; donde el retorno regular de violentas fluctuaciones industriales condiciona, por un lado, la existencia de un gran ejército de reserva de obreros desocupados y, por otro lado, echa a la calle periódicamente a grandes masas de obreros sin trabajo; donde los trabajadores se amontonan en las grandes ciudades y de hecho mucho más de prisa de lo que, en las circunstancias presentes, se edifica para ellos, de suerte que pueden siempre encontrarse arrendatarios para la más infecta de las pocilgas;
Y continúa:
(…) En semejante sociedad, la penuria de la vivienda no es en modo alguno producto del azar; es una institución necesaria que no podrá desaparecer, con sus repercusiones sobre la salud, etc., más que cuando todo el orden social que la ha hecho nacer sea transformado de raíz. Pero esto no tiene por qué saberlo el socialismo burgués. [11]
En esta cita de Engels vemos que el problema de la vivienda está estrechamente ligado a las condiciones de explotación capitalista de lo que deducía su carácter estructural dentro de este sistema. El capitalismo es un sistema apoyado en el robo de la riqueza generada por los trabajadores por parte de la burguesía en el que, tal y como explica Marx, lo que se paga al trabajador por su jornada laboral no es el valor que genera con su trabajo sino únicamente el valor de la fuerza de trabajo. Este es determinado según el coste de los medios de subsistencia del trabajador (alimentos, vestido, vivienda, tanto para él como para su familia). Lo que sucede es que el valor de la fuerza de trabajo siempre trata de reducirse al mínimo necesario para la subsistencia, con esta lógica la parte excedente que se apropia el burgués, la plusvalía, es cada vez mayor. Esto explica que los salarios nunca alcanzan y el hecho de que hoy tenemos que dedicar un 43% de nuestro salario a nuestra vivienda.
Esta la base desde la cual Engels polemiza con las visiones burguesas y pequeñoburguesas ya que “El fondo de la solución, tanto la burguesa como la pequeñoburguesa, del «problema de la vivienda» es que el obrero sea propietario de su vivienda” [12] una verdadera utopía contra la cual Engels discute tomando el ejemplo alemán que, por sus particularidades, arrojaban luz sobre esta cuestión.
En ningún otro país existen tantos trabajadores asalariados que son propietarios no sólo de su vivienda, sino también de un huerto o un campo; además, existen muchos más que ocupan como arrendatarios una casa, un huerto o un campo, con una posesión de hecho bastante asegurada. La industria a domicilio rural, practicada en común con la horticultura o el pequeño cultivo, constituye la base amplia de la joven gran industria alemana; en el Oeste, los obreros, en su mayoría, son propietarios; en el Este, casi todos son arrendatarios de su vivienda. Esta combinación de la industria a domicilio con la horticultura y el cultivo de los campos y, a la vez, con una vivienda asegurada, no solamente la encontramos en todos los lugares donde el tejido a mano lucha todavía contra el telar mecánico, (…); la encontramos también en todos los sitios en que una u otra rama de la industria a domicilio se ha afianzado como industria rural (…). [13]
Las circunstancias particulares del desarrollo industrial alemán del tercer cuarto del siglo XIX fue lo que permitió a ese país, no sin contradicciones, aspirar a un pequeño hueco en el mercado capitalista mundial. Precisamente el hecho de que en este momento en Alemania tuviera un peso relevante la industria a domicilio rural en combinación con la gran industria fue lo que permitió a la burguesía alemana poder devaluar enormemente los salarios de los obreros alemanes y así optar a competir con otras potencias. Lo que parte de las familias obreras –aquellas dedicadas a industria a domicilio rural– obtenían de su pequeño huerto y el hecho de que poseyeran una vivienda permitió a los capitalistas deducir estas cuestiones del precio de la fuerza de trabajo, devaluándolo enormemente. Algo que terminaba afectando a todos los obreros, también a los de la gran industria concentrados en las ciudades.
Es esta circunstancia, más que cualquier otra, la que hace que los salarios y el nivel de vida de los obreros alemanes sean, también en las otras ramas de la industria, inferiores a los de los países de la Europa Occidental. El peso muerto de este precio del trabajo, mantenido tradicionalmente muy por debajo del valor de la fuerza de trabajo, gravita igualmente sobre los salarios de los obreros de las ciudades e incluso de las grandes ciudades, haciéndolos descender por debajo del valor de la fuerza de trabajo, tanto más cuanto que en las ciudades, igualmente, la industria a domicilio mal retribuida, ha sustituido al antiguo artesanado, haciendo bajar también el nivel general de salario. [14]
Esta particular circunstancia en la que la industria a domicilio rural y urbana se combinaba con la gran industria fue una etapa de la revolución industrial alemana que con el tiempo desapareció, pero determinó en gran medida el desarrollo posterior. Más allá de las particulares circunstancias del desarrollo del capitalismo alemán en ese momento, Engels era claro al discutir contra aquellas lógicas que planteaban como solución al problema de la vivienda el hecho de hacer propietarios a los obreros separando de este modo el problema de la vivienda de la explotación capitalista en sí misma y el valor de la fuerza de trabajo. Engels deja clara la relación entre ambas cuestiones:
Pero toda disminución de los gastos de producción de la fuerza de trabajo, es decir, toda reducción por largo tiempo de los precios de los medios de subsistencia del obrero equivale, «en virtud de las férreas leyes de la doctrina de la economía nacional», a una baja del valor de la fuerza de trabajo y lleva, en fin de cuentas, a una baja correspondiente del salario.” [15]
Si bien para Engels está claro el carácter estructural del problema de la vivienda en la sociedad capitalista, y apunta a que solo una revolución social podría resolver esta cuestión, la cual además no depende solamente de las circunstancias de este tiempo y lugar, sino que, también se relaciona con cuestiones de mucho mayor alcance, entre las cuales figura, como una de las más esenciales, la supresión del contraste entre la ciudad y el campo; sin embargo no renuncia a apuntar a un programa en ese tiempo y ese lugar para dar respuesta en gran medida el problema de la vivienda.
Lo cierto, sin embargo, es que ya hoy existen en las grandes ciudades edificios suficientes para remediar enseguida, si se les diese un empleo racional, toda verdadera «penuria de la vivienda». Esto sólo puede lograrse, naturalmente, expropiando a los actuales poseedores y alojando en sus casas a los obreros que carecen de vivienda o que viven hacinados en la suya. [16]
El socialismo revolucionario fue resultado de la fusión entre las experiencias del proletariado en su lucha contra la explotación y la reflexión teórica que se hacía en torno a las mismas desde el marxismo. Así, tanto Marx como Engels, elaboraron muchas de sus ideas a partir de la experiencia de un movimiento obrero que despertaba y se organizaba frente a la explotación capitalista. Una de estas grandes experiencias fue la Comuna de París de 1871 en la que el pueblo y los trabajadores parisinos, organizados en el primer gobierno obrero de la historia, comenzaron a dar respuesta a esta problemática y cuya experiencia retomó Engels a la hora de pensar esta cuestión. Inmediatamente después de proclamar la Comuna este órgano tomó algunas medidas directamente relacionadas con la vivienda. La Comuna decretó la incautación y ocupación de viviendas abandonadas y la cancelación de las deudas por alquiler o letras de los inquilinos. Con la incautación de las viviendas vacías o abandonadas se pretendía poner las casas vacías al servicio de las necesidades sociales y en lo inmediato dedicarlas a alojar en ellas a la gente que quedó en la calle debido a los bombardeos lanzados durante el asedio a París durante la guerra franco prusiana. El 25 de abril, en uno de los comunicados colgado en las paredes de las calles parisinas del IVº Distrito se podía leer la “Resolución concerniente a los propietarios, principales inquilinos y porteros” en la que se anunciaba:
El propietario, el inquilino principal o el portero de cada finca del IVº Distrito deberá hacer un informe de las viviendas y pisos abandonados por los inquilinos o vacíos, y enviar este informe del 2 al 5 de mayo de 1871, a la Alcaldía del IVº Distrito, a la oficina de la Comisión comunal.
Además la Comuna de París pudo implementar en sus casi tres meses de existencia una serie de decretos dirigidos a terminar con la miseria del pueblo como la concesión de pensiones para las viudas de los miembros de la Guardia Nacional muertos en servicio, así también como para sus hijos; la devolución gratuita de todas las herramientas de los trabajadores, a través de las casas de empeño estatales; se pospusieron las obligaciones de deudas y se abolieron los intereses en las deudas (incluidas las de los alquileres); se crearon guarderías para cuidar a los hijos de las trabajadoras; se prohibió el trabajo nocturno; las fábricas abandonadas por sus dueños fueron entregadas a los trabajadores por medio de cooperativas autogestionadas, entre otras.
Conclusiones para el mundo actual
Hoy, también, la solución a la problemática de la vivienda pasa por tocar los intereses de los grandes propietarios y enfrentar el problema como parte integrante de un sistema que nos condena a vidas marcadas por la explotación. El problema de la vivienda está condicionado por la precariedad laboral a lo que se suma la voracidad de la lógica capitalista muy especialmente en mercados como el de la vivienda.
Necesitamos soluciones realistas que apunten al corazón del sistema capitalista y que toquen los intereses de los grandes tenedores de vivienda como la congelación inmediata de todos los alquileres; la intervención del mercado del alquiler bajo el control de los inquilinos; la expropiación de las viviendas de los grandes tenedores, hace falta expropiar los 4 millones de pisos vacíos que tienen guardados los bancos y fondos buitre con objeto especulativo así como construir más a costa de la imposición de impuestos progresivos a los bancos, fondos buitre y grades constructoras para financiar la creación de un parque de vivienda social y de calidad que dé respuesta a la demanda social. Hace falta poner fin a los desahucios y dar una alternativa habitacional inmediata de calidad. Además a la hora de pelear por todas estas cuestiones es importante luchar por la no criminalización de las luchas por la vivienda y por la amnistía para todos los activistas y luchadores por el derecho a la vivienda que han sido sancionados, multados o condenados por leyes como la mordaza. Todo ello junto a otras medidas contra el paro y la precariedad juvenil, como el reparto de las horas de trabajo sin reducción salarial o la incorporación inmediata de cláusulas de revisión salarial en todos los convenios que indexen el IPC de forma mensual y de forma automática o la nacionalización sin indemnización y bajo control de trabajadores y usuarios de los oligopolios de la energía y el trasporte entre otras. Medidas sin las que es imposible pensar resolver la problemática de la vivienda.
Es decir, luchar por un programa socialista que ponga fin a la angustia de no poder independizarte, de no poder saber si podrás pagar el alquiler y de no saber si te echarán de tu casa. De poder tener dónde vivir.
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