“Los condenados de la tierra” ensayo en el que resuenan los fusiles de la guerra argelina, del escritor y psiquiatra francés Frantz Fanon. Casi sesenta años antes, Joseph Conrad escribió “El corazón de las tinieblas”, una de las mayores joyas de la literatura mundial.
Viernes 3 de noviembre de 2023 00:05
“Es imposible comunicar la sensación de vida de una época determinada de la propia existencia, lo que constituye su verdad, su sentido sutil y penetrante”, Joseph Conrad.
Desde mediados de 1830 Francia invade y anexa Argelia a sus dominios, en un proceso de colonización cruel y brutal. Los vientos de finales de la Segunda Guerra Mundial expanden un fuerte sentimiento anticolonialista que crece en la sociedad argelina. El 1 de noviembre de 1954 se iniciaba la lucha contra el imperialismo francés que se prolongará durante ocho años.
Si consideramos que el Imperio británico fue el más relevante de los europeos a lo largo del siglo XX, en ese orden le continuaba el francés asentado especialmente en el continente africano. La “Francia de ultramar”, como solían llamarla los colonizadores, desde finales del siglo XIX fue ganando posiciones en este continente, abanderada en una “misión civilizadora” que legalizaba el control brutal sobre la colonia.
A pesar de que Argelia desde temprano se sitúa bajo la colonización francesa y se ha transformado en residencia de una población oriunda de la metrópoli, la resistencia árabe fue casi continua. Entre ellas, el levantamiento de noviembre de 1954, en la que alcanza protagonismo Frente de Liberación Nacional, llamando a la insurgencia. Este es el escenario en el que Frantz Fanon escribe la que se convertiría en una obra emblemática.
Guerra de liberación de los “condenados”
Fanon, su verdadero nombre era Ibrahim Frantz Fanon, publicó su obra controversial Los condenados de la tierra al calor de la guerra en Argelia. Allí planteó que la descolonización siempre se trata de un proceso violento y que deshumaniza al colonizado, negándole su pasado, su esencia y sus valores. ¿A qué se refiere? “El colonialismo no es una máquina de pensar, no es un cuerpo dotado de razón. Es la violencia en estado de naturaleza”. El opresor fue definido por el colonizado como enemigo de los valores, desprovisto de estos, así como de moral. La deshumanización llevó al extremo de comparar al africano con los animales: “El lenguaje del colono es un lenguaje zoológico”.
De este modo, el intelectual francés se sumaba a las interpretaciones y debates que circulaban respecto a la lucha argelina como parte de la “descolonización”, entendiéndola algunos como el proceso en el que los países llamados del Tercer Mundo lograban la independencia de sus colonizadores. Otros se oponían a definirla en esos términos pues afirmaban implicaba darle a las potencias la iniciativa, reemplazándola por la idea de “guerras de liberación”. Los diferentes posicionamientos exponían, en última instancia, el contexto y la geopolítica que caracterizó la segunda posguerra mundial, la política opresiva de las potencias coloniales desde sus orígenes y las raíces profundas sobre las que se asentaba, y la lucha por terminar con ella.
Fanon examina no sólo las maneras directas a través de las cuales un poder metropolitano ejerce y mantiene su dominación, sino también las formas más sutiles, las que hacen que los mismos dominados se transformen en instrumentos, por un lado, de su opresión y, por el otro, agentes de liberación. Y el mecanismo central en todos esos casos es la cultura. “En las sociedades de tipo capitalistas, la enseñanza religiosa, laica, la formación de reflejos morales… esas formas estéticas del respeto al orden establecido, crean en torno al explotado una atmósfera de sumisión”.
Para Fanon, el colonialismo hace proliferar las situaciones extremas, convence a los pueblos colonizados en que el único discurso que se entiende es el de la violencia. Entonces, los oprimidos deciden expresarse a través de ella, realizando una inversión: “la colonización y la descolonización son simplemente una relación de fuerzas”. La violencia, pues, es un método de liberación ante una realidad de ausencia de la dialéctica del reconocimiento. “Los colonizados descubren lo real y lo transforman en el movimiento de su praxis, en el ejercicio de la violencia, en su proyecto de liberación”.
Nacido en 1925, Fanon fue un psiquiatra, filósofo y escritor francés cuya obra es muy influyente en los campos de los estudios poscoloniales, la teoría crítica y el marxismo, apoyó la lucha argelina por la independencia y fue miembro del Frente de Liberación Nacional argelino. El 6 de diciembre de 1961 falleció por leucemia, en lo más álgido de su producción académica; con solo 36 años. Los condenados de la tierra cuenta con un prefacio del filósofo francés Jean-Paul Sartre, posteriormente el contenido consta de cinco capítulos, seguidos de una conclusión, y por último, un epílogo de Gérard Chaliand. Los sentidos de un libro como el de Fanon exceden este artículo, nos hemos arriesgado a señalar a modo de apunte algunos ejes centrales.
“Los sueños de los hombres, la semilla de organizaciones internacionales, los gérmenes de los imperios”
Así describe el narrador de El corazón de las tinieblas el significado que tenían las navegaciones para las compañías comerciales que veían al Congo como una inacabable fuente de riqueza. A lo largo del relato describe la violencia colonial e imperialista que los estados europeos aplicaron para expandir sus mercados y obtener materias primas a finales del siglo XIX y principios del XX. La maquinaria sanguinaria de la colonización puede crear una enorme incapacidad inherente de las palabras para expresar lo real, en toda su horrible verdad. Encuentros con cosas que son indecibles, con palabras que no se pueden interpretar y con un mundo que es eminentemente inescrutable.
Es la historia del hombre blanco enloquecido por el afán de lucro, lleva más de un siglo siendo leída y fue llevada a la pantalla grande en Apocalipsis now. La obra literaria fue producto de una especie de espasmo creativo en el lapso de ocho a diez semanas, tiempo récord para escribir una novela de esa envergadura, entre diciembre de 1898 y enero de 1899.
El corazón de las tinieblas puede entenderse a través de su relación semiautobiográfica con la vida real de Joseph Conrad. Al igual que su protagonista Marlow, la carrera de aquél como marino mercante también lo llevó río arriba por el Congo. En 1890 Conrad fue contratado a sus 32 años por la compañía belga SGB para trabajar a bordo del barco de vapor Roi des Belges por el río Congo. Durante su travesía de seis meses, al igual que Marlow, se vio profundamente afectado por la depravación humana que presenció en su viaje en barco por el colonialismo europeo en África, la verdadera naturaleza del colonialismo europeo que no encajaba en los parámetros románticos de una época que se caracterizaba por los viajes y descubrimientos. “¡El horror! ¡El horror!” dice Kurtz, personaje de la novela de Conrad.
¿Qué ocurre con los personajes? Marlow, capitán de un barco inglés, ingresa en una compañía que se dedica a navegar a través de un río africano que el protagonista siempre quiso conocer. Remontando el río, consigue llegar a una estación de la compañía se adentra en la selva, sorteando muchas dificultades que salen a su encuentro como la niebla o los ataques indígenas, donde conoce a Kurtz, un hombre admirado por todos, incluidos los nativos a los que conquista, pese a haber perdido la cordura.
La ficción de Conrad no hace más que mostrar la violencia que deja a su paso el colonialismo, en este caso sobre este pueblo africano. Se calcula que durante el período de administración colonial en el Congo Belga, entre 10 y 15 millones de personas fueron asesinadas en ese país, entre ellos 20.000 niños. La República Democrática del Congo fue colonia de Bélgica desde 1906 hasta su independencia en 1960, mientras que Burundi y Ruanda estuvieron bajo responsabilidad belga por mandato de la Liga de las Naciones desde los años 20 hasta principios de los años 60 del siglo pasado.
Pero, al decir de Fanon, la liberación no es un regalo: las masas la arrebatan y al hacerlo ellas mismas se transforman. “Cada generación, dentro de una relativa opacidad, tiene que descubrir su misión, cumplirla o traicionarla”, escribió en Los condenados de la tierra. La misión, que hoy suena nuevamente urgente, es la liberación de los pueblos oprimidos.