En campaña electoral todos los partidos suelen plantear medidas contra la violencia machista, incluso los más conservadores como el Partido Popular. Sin embargo, sus discursos, propuestas y las acciones que han llevado a cabo cuando han estado en el Gobierno, les arrancan la máscara de un solo golpe.
Viernes 11 de diciembre de 2015
Este lunes en el debate electoral, pudimos ver a Albert Rivera, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y Soraya Sáenz de Santamaría hablando sobre violencia machista. Los candidatos y la vicepresidenta exponían las medidas de sus partidos, cuya máxima expresión es el feminicidio.
El discurso más cínico vino de la mano de Santamaría, quien reconoció la violencia machista como ‘uno de los problemas más graves que tiene cualquier sociedad moderna’, mientras continuó hablando de las adolescentes que ‘aceptan’ que sus parejas las controlen.
Este discurso proviene de la portavoz del mismo partido que ha restringido el derecho al aborto a jóvenes de 16 y 17 años y a las mujeres inmigrantes que no tienen acceso a la sanidad pública; el mismo que se niega a incluir ‘feminicidio’ en la ley contra la violencia machista; que ha recortado casi un 26% en prevención de violencia machista en seis años, y que ahora anuncia como una conquista un aumento del 6% para 2016 quedando la partida presupuestaria en 25,2 millones, frente a los 34,6 de 2010; el mismo del cual su fundación de mujeres hizo una guía donde aseguraba que ser promiscua aumentaba la posibilidad de ser víctima de violencia machista; el partido y el Gobierno que editó una guía para no ser violada en la que toda las responsabilidad de no ser violada era de las mujeres.
Pero además es el mismo partido homófobo que amenaza desde hace años con legislar en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo. El mismo que niega una educación sexo afectiva a la juventud, a esa misma juventud a la que Santamaría se dirigía para que no permitan que las miren el móvil, como si la culpa fuera de las adolescentes por permitirlo y no plantar cara.
Las lágrimas de cocodrilo de Santamaría, que muchos medios están vendiendo como emoción al hablar de violencia machista, no es más que puro electoralismo.
Por su parte Albert Rivera declaró la intención de cambiar la Ley integral de Medidas contra la Violencia de Género (2004) por una ley contra la violencia doméstica. Según Rivera así se recogerá la violencia en la pareja sin tener en cuenta el sexo del agresor y la víctima.
La propuesta de Ciudadanos continuaría la línea de invisibilización legal de todas aquellas violencias machistas que se den fuera del ámbito de la pareja. Como si la violencia machista no la sufriéramos a diario por parte de desconocidos en la calle, trabajos o centros de estudio. Además, legitima la idea de que la violencia machista la sufren tanto hombres como mujeres, obviando por completo la opresión que bajo el sistema patriarcal sufren las mujeres por el hecho de serlo. El argumento de Rivera para justificar este cambio de ley actual, en sus once años de existencia, solo ha creado enfrentamiento entre sexos, y tacha las medidas de la actual ley de ineficaces. Que es ineficaz nadie lo pone en duda, y menos los 95 feminicidios de 2015.
Pero ocultar la violencia machista en el término impreciso de ‘violencia doméstica’ lo único que hará es extender la idea de que solo es violencia machista aquella que se dentro de un hogar, y por tanto de una relación de pareja.
Respecto a Pedro Sánchez y el PSOE, el candidato afirmó que si llega a ser presidente, liderará un pacto de Estado contra la violencia machista. Nada habló de que la aprobación de la reforma laboral y los recortes del PSOE aumentaron las dificultades para la conciliación de familia y trabajo de las mujeres, su mayor precarización y el retorno al hogar de muchas debido a los recortes en dependencia.
El único que reconoció que la violencia machista se da más allá de la pareja fue Pablo Iglesias. Sin embargo el programa de Podemos no especifica las medidas que proponen para luchar contra la violencia machista, más allá de los diez planes generales enfocados en su mayoría a un cambio cultural.
Pero este ‘cambio cultural’ no va a realizarse si no se acaba con el sistema patriarcal, y ello supone destruir sus cientos de opresiones. Y para ello hay que llevar toda una serie de políticas hasta el final, hasta la raíz de la opresión hacia las mujeres, interrelacionadas con la explotación que el sistema capitalista ejerce. Y esto no será posible sin un movimiento fuerte de mujeres, organizaciones feministas, LGTBI, trabajadoras, estudiantes e inmigrantes que luche por llevar sus derechos hasta el final, y con la perspectiva de acabar con el sistema patriarcal, y en última instancia, con el capitalismo que oprime a la mayoría de la humanidad con sus cadenas.
Los ataques a los derechos de las mujeres se extienden cada vez más. Ataques con argumentos como que la violencia de género es también hacia los hombres, las denuncias "falsas", la invisibilización de los feminicidios porque ‘muchos hombres se suicidan a causa de las denuncias y los procesos judiciales’ o el intento de encasillar el feminismo como antónimo de machismo.
Hablar de estos argumentos misóginos y reaccionarios que aparecen en los medios de comunicación y redes sociales, es necesario para desenmascararlos ante la juventud, siendo uno de los sectores de la sociedad que más sufre las consecuencias de la violencia machista. Debemos debatir y educar para rechazar estos falaces ataques cuyo único objetivo es desacreditar al movimiento de mujeres y feminista.
Las históricas manifestaciones como el 7N o 25N demostraron que es cada vez más urgente la necesidad de un fuerte movimiento de mujeres, independiente de los intereses estatales y los partidos ejecutores de las medidas que reforzaron el sistema patriarcal.