El debate Maestre-Iglesias escenifica las diferencias en la izquierda reformista española sobre cuál es la mejor política exterior para los intereses del imperialismo español. La lucha contra el imperialismo patrio es condición de posibilidad para frenar las tendencias a mayores crisis y guerras a las que nos conducen los distintos Estados capitalistas.
Un reciente artículo de Antonio Maestre en eldiario.es agitaba el avispero de la izquierda reformista. El periodista se destaca como una fiel plumilla del ala morada del gobierno progresista. Ahora sorprendía con un furibundo texto titulado “La izquierda, la OTAN y una paz con rendición”.
Maestre compra el argumentario OTAN: derrotar a Rusia para salvar la humanidad
Maestre acusa a Unidas Podemos de mantener una posición pacifista ante la guerra en Ucrania y, por lo tanto, de “cobardía o colaboracionismo con el agresor”. Los fundamentos no eran demasiado originales: analogías forzadas con la guerra civil española y una reproducción con verso de izquierda del discurso de la OTAN.
Según el periodista, “Putin ha decidido convertirse en el antagonista de la justicia y el bien común”, y, por lo tanto, la injerencia de las potencias europeas y EEUU merecería el apoyo entusiasta de la izquierda como la mejor opción para la “defensa común de la humanidad”. Ni Josep Borrell lo habría podido expresar mejor.
Maestre reproduce como un alumno aventajado una versión aggiornada del argumentario del que ya se conoce como el “partido de la Justicia”. Se trata del bloque encabezado por EEUU y que en el continente tiene como aliados fundamentales a Reino Unido, Polonia y los Estados bálticos. El sector de la OTAN que busca aprovechar la oportunidad brindada por la invasión rusa para imponer una severa derrota a Rusia que la mantenga cercada y contenida durante años, y se “salve así el mundo de una deriva autoritaria”.
Iglesias defiende su real politik: refuerzo y autonomía del imperialismo europeo
Iglesias quiso dedicar su programa de La Base del lunes para responder extensamente a Maestre. Bajo el título “Ucrania, la OTAN y la izquierda” se defendió de sus ataques, ayudado por Raúl Sánchez Cedillo, de la Fundación de los Comunes, y tomando a un educado Enric Juliana, de La Vanguardia, como antagonista otanista.
La principal tensión de quien hiciera de la real politik su seña de identidad, era demostrar que su posición ante el conflicto no tenía nada de naíf o utópica, sino que se trataba de una alternativa a la política exterior del imperialismo español y europeo totalmente viable.
Juliana quiso recordar al exvicepresidente del gobierno y fundador de Podemos que su formación había desistido de incluir en el programa de 2014 y posteriores un rechazo a la OTAN, asumiendo así uno de los principales consensos del régimen del 78 ¿A qué venía entonces su actual posición contraria a la línea atlantista de Sánchez que podía poner en peligro el activo de la participación en el gobierno del Estado?
Iglesias en su respuesta negó a Juliana y pasó por alto que él mismo fichó nada menos que a Julio Rodríguez, ex jefe Mayor de la Defensa y general de la OTAN, quien en noviembre de 2015 dejaba claro que “La OTAN es necesaria y Podemos respetará los compromisos”. O que poco después de su dimisión presumía así de haber superado al eurocomunismo italiano en su participación en el gobierno del Estado: “Ni siquiera el líder del mayor partido comunista de Occidente, Enrico Berlinguer, había logrado llegar donde he llegado yo: un marxista en un gobierno de la Alianza Atlántica”.
Contestó, por tanto, con algo de evasivas amnésicas y una aclaración de interés: Podemos lo que defendía desde 2014 era el fortalecimiento de una política exterior y de defensa común europea, que permitiera a la UE tener autonomía de EEUU en el terreno militar y en fijar su propia relación con Rusia y otras potencias emergentes. Una propuesta que él mismo emparentó con la que enarbola Jean-Luc Mélenchon en Francia y otros sectores incluso de la derecha europea en la Eurocámara.
La continuación de esta política en la actualidad sería para Iglesias favorecer desde la UE una salida diplomática en acuerdo con Putin que, necesariamente, implicaría algún nivel de cesiones territoriales y de soberanía ucraniana. Así lleva defendiéndolo desde el comienzo del conflicto.
Ni Iglesias ni Henry Kissinger son pacifistas
Maestre acusa a Iglesias de ser un pacifista utópico. Pero él mismo reconoce que la postura del fundador de Podemos y sus socios del PCE es, simplemente, otra hoja de ruta posible para la defensa de los intereses imperialistas. Lo hace cuando la equipara a las tesis defendidas por personajes nada sospechosos de izquierdistas como Henry Kissinger en el último Foro de Davos. Allí el oscuro exsecretario de Estado de EEUU aconsejó a Ucrania que se sentara a negociar y aceptase la pérdida de territorios.
La salida que defiende Iglesias en su podcast parece ser cada vez menos outsider, y no solo por Kissinger. Poco a poco se va abriendo camino también en torno al que algunos analistas han llamado el “partido de la Paz”, el otro bloque imperialista encabezado por Francia, Alemania e Italia. Las tres principales potencias europeas apuestan cada vez más por llegar a algún tipo de acuerdo que contenga las consecuencias de una guerra que golpean ya a la economía de la UE y la debilitan en su competencia con EEUU. Las primeras fisuras en el bloque otanista comienzan a aparecer.
El argumentario de Iglesias y el PCE sobre la guerra de Ucrania difícilmente podría definirse por tanto como pacifista. Su oposición al envío de armas, los planes de rearme supeditados a la OTAN y la beligerancia creciente con Rusia y China, se fundamenta no en una “política exterior de izquierdas” - que Iglesias defiende que es algo que no puede existir - sino en conformar otra política exterior que permita posicionar mejor al imperialismo europeo en el concierto mundial de naciones.
Un plan B para el imperialismo europeo
¿Tiene esto algo de progresivo? ¿Algo de defensor de la paz? La respuesta es un no al cuadrado. Si en algo coinciden los Mélenchon, Iglesias y hasta Macron anteriores a la invasión rusa de Ucrania - cuando certificaba la “muerte cerebral” de la OTAN - es que al imperialismo europeo le iría mejor con un sistema de defensa propio y su propia política exterior.
Todo esto no para extender el progreso y la democracia por el globo. La “Igualdad, Libertad y Fraternidad” hace mucho que la burguesía europea lo transformó en “Infantería, Caballería y Artillería”, en palabras de Marx. Los defensores de este “pacifismo” en la coyuntura, lo que proponen es que el imperialismo del Viejo Continente se prepare para competir en mejores condiciones en el mercado mundial. Capacitarse militarmente para ello es tan importante, o más, como los acuerdos y tratados comerciales.
Una política independiente del imperialismo europeo podría, según Iglesias y quienes se posicionan con estas tesis, lograr un cese de las hostilidades y llegar a algún acuerdo de paz. Sin embargo, en nada niegan que esta otra hoja de ruta también implicaría sus propios programas de rearme, sus propias medidas de guerra comercial y, en el medio plazo, sus propias intervenciones militares, guerras por procuración o directas contra otros países y potencias.
El reformismo en un país imperialista es necesariamente imperialista
Si hay alguna duda de que el imperialismo europeo es tan criminal como sus competidores, basta con ver cuáles son las peticiones de algunos de los miembros del “partido de la Paz”, como Italia, o del Estado español - ubicado entre medio de ambos “partidos”- para la próxima cumbre de la OTAN. Reforzar el flanco sur, es decir el norte de África, abriendo la posibilidad de intervenciones militares para controlar la inmigración.
Sobre estas propuestas reaccionarias en toda la línea, ni Podemos ni el PCE han mostrado oposición. De la misma manera que tampoco lo han hecho con ninguna de las medidas de combate a la inmigración de su gobierno, incluido el envío hace un año del Ejército a Ceuta apoyado explícitamente por el secretario general del PCE, Enrique Santiago. Entonces repitieron el discurso de “defensa de la soberanía nacional” y las exigencias a que la dictadura marroquí cumpliera con su papel de gendarme de fronteras e impidiera salir de su país a sus ciudadanos.
Las democracias para ricos de la UE se basan en una miseria creciente de sus clases trabajadoras. Las tibias medidas redistributivas que proponen desde formaciones como Podemos o el PCE para atenuar esto - como el impuesto a los ricos, el límite de la factura eléctrica o el ingreso mínimo - se han demostrado como verdaderos ejercicios de impotencia ante los grandes capitalistas, incluso con ellos en el gobierno. Tanto Maestre como Iglesias asumen que esto es así. Luchar por medidas que toquen los intereses de esos capitalistas queda totalmente fuera de agenda.
Por eso han ido rebajando hasta el suelo sus propias expectativas de “cambio”. Por eso han asumido el mantra de que para que pueda haber algunas migajas para los sectores populares, las grandes empresas deben mantener beneficios obscenos. Por eso han sido ellos los más entusiastas defensores de los Fondos Next Generation, una subvención directa de hasta 140 mil millones de dinero público para las grandes empresas del IBEX35.
Para ellos no hay otro mundo posible que el capitalismo, que funciona como funciona. Y no hay otro capitalismo mejor que las democracias capitalistas europeas. Pero estas democracias europeas, hunden sus cimientos en el expolio de las otras tres cuartas partes del globo junto a EEUU, y no dudarán en defender esta posición por todos los medios, incluyendo la mentada “Infantería, Caballería y Artillería”.
Por eso, el “progresismo” de gestión y reforma del Estado capitalista acaba enarbolando su particular política de defensa de los intereses del imperialismo patrio. Porque si a las grandes empresas españolas no les va bien, según sus tesis, no habrá migajas “para los de abajo”. El supuesto pacifismo de Iglesias simplemente plantea que el Estado español debería optar por otra política exterior y de defensa distinta a la que defienden los Maestres o Sánchez. Pero los objetivos son compartidos: que Telefónica, Endesa, Repsol, Acciona o ACS sigan estando en la “Champions League” de la economía y conseguir el vasallaje de gobierno cipayos, como la dictadura marroquí, para que sigan haciendo el trabajo sucio en el blindaje de sus fronteras.
La izquierda y la lucha contra nuestro propio imperialismo
En esta defensa de su propia política exterior, los herederos del eurocomunismo demuestran haber alcanzado un nivel de integración en el Estado imperialista español que ni Carrillo ni Berlinguer, como bien presumía Iglesias, hubieran soñado. Por eso no ven ninguna contradicción de calado en ser parte de un gobierno de la OTAN. Tampoco en hacer ejercicios de funambulismo político como ser a la vez parte del gobierno anfitrión de la próxima Cumbre de la OTAN en Madrid y convocar a la manifestación contra la misma. Al final, las diferencias con el PSOE son solo de cuál es la mejor vía para defender los intereses del imperialismo español.
Maestre, por otro lado, cita un artículo de Pierre Dardot y Cristian L’aval para hacer una reivindicación en su artículo de “libertarios y trotskistas” por ser las tradiciones de la izquierda que habrían “combatido todos los enemigos de la democracia y las libertades”. Ciertamente, los trotskistas mantuvieron una posición independiente, alejada de toda ubicación en uno de los campos imperialistas enfrentados, en momentos como la Segunda Guerra Mundial. El periodista pretende, sin embargo, emparejar estas posiciones con su contrario, es decir, con su posición otanista. Una falacia que nada tiene que con una posición internacionalista y, por lo tanto, antiimperialista. Como nada tienen que ver tampoco posiciones vergonzante de grupos que se reivindican trotskistas - como Lucha Internacionalista, Corriente Roja o sectores del mandelismo como Gabriel Achcar- que piden hoy armas de la OTAN para Ucrania, como en 2011 pedían eso mismo o “zonas de exclusión aérea” para Libia.
Ante tanta izquierda supeditada por distintas vías a su propio imperialismo, hace falta una posición independiente del “partido de la Justicia”, el “partido de la Paz” o el europeísmo imperialista. Las tendencias a mayores crisis -económicas, climáticas, sanitarias- y mayores enfrentamientos entre los Estados son una realidad reconocida hasta por los apologistas del capitalismo. Tratar de frenarlas ubicándose en uno y otro campo capitalista en disputa solo puede dejar a la clase trabajadora y los sectores populares en una posición de impotencia y pasividad.
Iglesias fue el primero en justificar a Tsipras cuando aplicó el memorándum de la Troika en Grecia porque “no se podía hacer otra cosa”. Hoy nos dice que no es posible una política exterior diferente a la de la defensa de los intereses nacionales propios frente al resto de países y potencias. En ambas sentencias hay una parte de razón, dichas desde sus premisas del “no se puede”.
Si en Grecia se renunciaba a impulsar una movilización que interviniera la banca, bloqueara la salida de capitales, ocupara las principales industrias y se preparara para defenderse de los ataques de todo tipo de los capitalistas griegos y extranjeros, no quedaba otra opción que claudicar. Si hoy se renuncia a luchar contra los distintos gobiernos capitalistas que están detrás de las tendencias a mayores crisis y guerras, no queda más opción que resignarse a ser un convidado de piedra o un peón del alguno de los sectores o gobiernos capitalistas en pugna.
Hoy, ante la actual guerra en Ucrania y la escalada imperialista que le sigue, hay también una alternativa posible. Apostar por una movilización independiente, por la salida de las tropas rusas, contra los planes de rearme, las sanciones, la injerencia de la UE y EEUU y por la disolución de la OTAN, sin contraponer otra alianza imperialista alternativa “a la europea” como defiende Iglesias.
Por otro lado, la apuesta por una vía diplomática entre los Estados o con la mediación de otros “neutrales”, solo podría ofrecer una frágil tregua. Esta otra vía, defendida por organizaciones como Anticapitalistas -con quienes impulsamos, junto a otras organizaciones, la Asamblea Popular contra la Guerra-, se mantiene en una posición expectante de la iniciativa de los Estados y gobiernos capitalistas, en la que la movilización actuaría como una mera medida de presión sobre ellos. Para detener realmente las tendencias profundas a la guerra hay que retomar la perspectiva de terminar con el sistema capitalista, de recuperar el objetivo de una sociedad socialista.
Una reactualización de las tendencias a las crisis, a las guerras… y también las revoluciones
Durante la ofensiva neoliberal, en especial desde los 90 en adelante, se logró imponer un escepticismo histórico que todavía persiste. La imposibilidad de que pueda abrirse paso una salida independiente de la clase trabajadora a cualquier escenario de crisis, la imposibilidad, en definitiva, de nuevas revoluciones.
Sin embargo, los padecimientos a los que nos condenan los capitalistas son identificados por ellos mismos como una alerta de que se puedan dar nuevos procesos agudos de la lucha de clases. La rebelión de Sri Lanka, las huelgas salvajes en Reino Unido, las luchas campesinas de Perú o la ola de sindicalización en EEUU protagonizada por la generación U, son solo algunos botones de muestra de esta perspectiva.
Son precisamente estos procesos los puntos de apoyo sobre los que se debe formular una política independiente y consecuente antiimperialista. La lucha porque todos los medios capaces de producir la riqueza cambien de manos, por la expropiación de los capitalistas, no es solo condición de posibilidad para la resolución de los grandes problemas de paro, vivienda o pobreza a nivel nacional. Lo es también para poder sentar las bases de nuevas relaciones de cooperación entre los pueblos, y no de opresión, expolio y guerras.
Retomar la pelea contra los gobiernos y Estados que se resistirán con uñas y dientes a estos procesos y revoluciones, por imponer formas de democracia muy superiores, basadas en la autoorganización de la clase trabajadora y los sectores populares, se torna hoy una cuestión cada vez más urgente y necesaria.
Para ello, merece la pena trabajar por construir una izquierda que supere la bancarrota del neorreformismo que nos quiere peones de nuestros respectivos capitalistas e imperialismo patrio. Es hora de recuperar una izquierda que retome la pelea por una sociedad socialista capaz de poner en el centro el garantizar las mejores condiciones de existencia para toda la humanidad y destierre las amenazas civilizatorias que se ciernen en el horizonte inmediato.
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