El capitalismo nos quita todo, incluso el derecho al arte y la cultura, luchemos para que esto cambie.
Martes 31 de agosto de 2021
En el marco de la pandemia, la juventud pobre atraviesa una de las crisis más violentas de los últimos años. La falta de empleo, la contratación por outsourcing, las condiciones precarias, etc., son apenas algunos de los muchos problemas que atraviesa la juventud trabajadora.
En materia de educación y cultura, las cifras demuestran que la deserción escolar no tiene precedentes. La cantidad de jóvenes que pueden continuar sus estudios es simplemente deplorable; tan sólo en la UNAM, la máxima casa de estudios del país, el número de jóvenes que abandonan sus estudios creció un 229% respecto al 2019. Las causas son evidentes: no se puede estudiar en línea o asistir a eventos culturales, si ni siquiera hay dinero para cubrir las necesidades básicas.
Desde la Agrupación Juvenil Anticapitalista vemos este rezago académico como una “expulsión” de la juventud, y no solo eso, sino que, se nos niega el derecho al acceso de la cultura.Este atentado contra la juventud ya existía; hoy crece y acelera en medio de la pandemia. El capitalismo nos quita todo, inclusive nuestro derecho a la recreación, al ocio, al arte y la cultura.
La privatización de la cultura
El acceso al conocimiento está en un proceso de privatización. La elitización fue algo característico de las políticas neoliberales que no se han frenado.
Hoy la juventud debe estar al frente por recuperar la cultura y ponerla a su servicio. Pero ¿qué es la cultura? Llamamos cultura a todo lo creado, aprendido, conquistado por el ser humano a lo largo de toda su historia. Desde el estudio de las antiguas civilizaciones, hasta las más recientes creaciones artísticas, científicas, tecnológicas.
Es decir, toda la humanidad contribuye y ha contribuido en esta acumulación material: los conocimientos sobre la dominación de la naturaleza. La vacuna contra el COVID, por ejemplo, es una conquista que implica una colaboración de muchas épocas, el trabajo de millones de personas y un profundo conocimiento científico acumulado.
El problema comienza con la explotación del hombre por el hombre: la base de una sociedad de clases. Es necesario un excedente de riqueza y bienestar para que una persona tenga tiempo libre y pueda dedicarlo al desarrollo de la filosofía, la ciencia y el arte. Sin embargo, bajo el sistema de clases, es un grupo muy selecto de quienes tienen tiempo libre para desarrollar el conocimiento. Aristóteles y los grandes griegos pudieron aportar tanto gracias al sistema esclavista que tanto le favorecía. Así, en el capitalismo hay un sector mucho más reducido de personas que se apodera de este conocimiento. En el caso de la vacuna, las empresas se adueñan de las patentes (la restricción del desarrollo científico y tecnológico) en favor de sus ganancias multimillonarias. Es por eso que la industria farmacéutica (laboratorios, centros de investigación, fábricas), para que esté al servicio de las grandes mayorías, debería estar bajo el dominio de toda la sociedad, pues es gracias al trabajo acumulado de la humanidad porque vive este sector.
El sistema capitalista saquea y roba la cultura en todos sus niveles: científico, filosófico, humanístico. El arte es una de las ramas con que más lucran los empresarios, pues ellos controlan las escuelas y universidades más importantes del mundo, además de las editoriales, las librerías, la industria de la publicidad, los estudios de grabación, las fábricas de instrumentos (musicales, de pintura, de escultura, fotografía), auditorios, cines, televisión, radio.
Son los empresarios quienes deciden quién será la siguiente superestrella musical, qué fotógrafo ilustrará la mega publicidad del nuevo Iphone o el escritor que hará la siguiente película taquillera. Las ganancias que obtienen gracias a estos artistas es descomunal. Tan sólo hace falta ver cuánto dinero generó la película de Star Wars y como se repartieron esas ganancias; pues son millones de trabajadores los que componen dichas industrias y que no gozan de sus frutos.
El arte y la clase trabajadora
El arte ha tenido a lo largo de la historia un valor muy importante por expresar las necesidades íntimas del ser humano, estas necesidades estéticas se ven limitadas por la precarización que viven los trabajadores del arte y la cultura. Es muy selecto el número de artistas que pueden escalar la pirámide social, pues están condicionados por la satisfacción o no de las necesidades básicas.
El arte mercantilizado es un arte que, en efecto, comunica sentimientos, que genera una experiencia estética, pero tiene el objetivo de acumular ganancias. Por este hecho se ve bastante limitado en cuanto a la liberación de “el arte por el arte”.
Un artista no podrá expresarse de la mejor forma si ni siquiera están cubiertas sus necesidades básicas, y peor aún, si el mismo está atado a la financiación de instituciones, universidades, etc. El mejor trabajo artístico, filosófico, científico, puede lograrse siempre y cuando se garantice el derecho a una vida digna. Cuando se libere al trabajador creador de estas ataduras, el desarrollo estético y de otras ramas filosóficas (y del conocimiento en general), estará, finalmente, bajo las necesidades de toda la sociedad y no bajo los intereses de la clase burguesa.
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La clase proletaria está sumida en sus empleos y en su precariedad. Es difícil acceder a actividades culturales de calidad, pues son capitalizadas, llegando a costar precios a los que pocos tienen acceso. Pero aún si dichos eventos pudieran ser “accesibles” es irreal que se garantice el derecho a la cultura y el arte, si no se garantiza el tiempo de ocio; un trabajador que labora más de 8, 10 u 12 horas no tiene tiempo para asistir al teatro, leer una novela o visitar una galería.
Conquistar el acceso a la cultura que ahora se encuentra privatizada es una demanda legítima e importante. Desde la AJA, consideramos que esta demanda también está vinculada a luchar por educación pública, gratuita y de calidad, a la que se le destinen más recursos para que puedan trabajar de mejor forma docentes y trabajadores. Echando a la burocracia de la universidad que es un puñado que decide todo en torno al presupuesto, planes de estudio, infraestructura etc. y que no responde a los intereses de los sectores que le damos vida a las universidades. Además de luchar contra la capitalización del conocimiento, pues se va haciendo cada vez más restringido, inclusive para los propios estudiantes. Tan sólo tomar clases de danza o música en la UNAM alcanza precios hasta tres o cuatro veces más altos que un salario mínimo.
Hoy las clases altas gozan de una riqueza descomunal, producto de la explotación de los trabajadores. Esto demuestra que es posible vivir plenamente, cubriendo las necesidades básicas y más, sin explotación y con menos horas de trabajo. Sin los problemas económicos como un obstáculo, toda la juventud tendría la posibilidad de estudiar de la mejor manera sin deserción y en beneficio de la sociedad.
No basta con hacer públicas y gratuitas las actividades culturales, si la carga laboral no deja tiempo para acceder a ellas. ¿De qué sirve que la CDMX sea de las ciudades con más museos, si una persona promedio trabaja más de 8 horas los 6 días de la semana? No queremos que la clase trabajadora siga perdiendo la vida en los trabajos.
Por eso exigimos:
No sólo de política vive el ser humano, pero tampoco de arte comercial. La pelea de la Agrupación Juvenil Anticapitalista respalda todas las demandas anteriores, de la mano con todos los sectores para poder conseguir el mejor del desarrollo de todas las personas.
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