La economía española comienza el 2018 manteniendo una paradoja compleja de resolver: mantener indefinidamente el crecimiento con demasiada capacidad instalada y sin nuevas fuentes de valorización “real” del capital.
Carlos Muro @muro_87
Jueves 11 de enero de 2018 18:22
En pasados artículos reflexionábamos sobre la contradicción que representaba una ampliación -nunca vista en décadas- de las políticas monetarias por el Banco Central Europeo (BCE) como forma de salvataje “oculto” de la economía, mientras sigue habiendo demasiada capacidad instalada.
Desde que se dejó atrás la recesión hasta ahora, la economía sigue siendo un puzzle difícil de resolver. Y es que aun aumentando las políticas de expansión monetaria –como hace el BCE comprando bonos a empresas y al sistema financiero- no es suficiente para una recuperación ampliada del capital sino no hay nuevas fuentes de valorización. Incluso a pesar del ataque brutal hacía las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría social asalariada, la rentabilidad empresarial sigue siendo insuficiente.
La compleja operación de esta encrucijada podría mostrar más límites si cabe si tenemos en cuenta -inevitablemente- los últimos datos de la economía mundial publicados por la OCDE y el FMI. Paula Bach explica a este respecto que “la combinación de inversión débil, productividad por debajo de los promedios históricos, pronóstico a mediano plazo de crecimiento económico mundial descendente y continuidad del lugar protagónico de la valorización financiera, no parecen estar augurando el advenimiento de una “revolución industrial” sino más bien años de debilidad endémica del capital. Un escenario en el que podrán sucederse modestas recuperaciones como la actual y nuevos episodios catastróficos”.
A pesar del crecimiento hay una persistente baja rentabilidad empresarial
Veamos algunos datos para hacernos una idea. La Fundación del BBVA publicó que en el cuarto trimestre del 2017 hay signos a la desaceleración. Plantea que mientras en 2016 se creció al 3,3%, en los últimos meses del 2017 lo hizo al 3,1% y sus previsiones muestran que en 2018 se llegará al 2,5%.
Además, el crecimiento del consumo privado se modera desde segundo semestre de 2016 y la tendencia “se debe al fin de estímulos temporales y vientos de cola como reducciones impositivas, descenso de precios del petróleo y atonía de algunos fundamentos (riqueza financiera e impacto de incertidumbre política)”.
Hasta ahora el frágil crecimiento económico español es ayudado por las enormes ganancias del sector del turismo y las exportaciones. En particular, las exportaciones han mantenido su crecimiento amortiguando, a su vez, las dificultades del sector industrial durante la crisis.
Las cifras sobre deuda exterior -pública y privada- siguen siendo altísimas por más que el BCE siga inyectando ingentes cantidades de dinero. El segundo semestre de 2017 indican que la deuda exterior ha alcanzado un record en términos absolutos de 1,91 billones de euros. Lo que representa un 170 % del PIB frente a un 174,6 % de máximo en 2010.
La deuda pública, tras los generosos planes de ayuda al sector privado, se sitúa en el torno del 100 % del PIB, sólo soportable en el contexto de bajos tipos de interés. Las políticas de austeridad no se han traducido en una reducción sustancial de la deuda, como se ha propugnado, sino todo lo contrario.
Como comenta además Daniel Albarracín, economista y miembro de Anticapitalistas y Podemos, en la revista Viento Sur, hay “una clara tendencia a la caída de la tasa de rentabilidad empresarial” y agrega que es verdad que la “la inaudita política monetaria expansiva del BCE” ayudó a la recuperación hasta 2017 pero no ha podido “evitar el descenso del tipo de beneficio efectivo, que apenas ha sostenido su nivel en estos últimos años de postcrisis. Ni que decir tiene que el nivel de tipo de beneficio efectivo actual es sencillamente minúsculo para poder reactivar la acumulación a niveles sostenidos”.
Productividad, capacidad instalada e inversión.
En relación a la productividad distintos estudios muestran que a pesar del crecimiento económico ésta es bajísima. Prácticamente desde 2014 se ha producido un “desplazamiento” hacia los sectores de baja productividad (comercio, transporte, hostelería y turismo), disminuyendo los sectores de productividad por encima de la media hasta situarse en el 37,1%. La industria por ejemplo ha recuperado parte de su peso en el PIB, pero no ha recuperado la importancia relativa anterior a la crisis. Otras ramas más productivas como las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), representan ahora un porcentaje inferior de la producción.
El FMI señalaba claramente que el empleo creado en los últimos años han sido en aquellas ramas que tienen una menor productividad. Por ejemplo, los sectores más productivos concentraban en 2007 el 19,8% de las horas trabajadas, y este porcentaje se había reducido hasta el 18,9% en 2013. Desde entonces, apenas ha variado, y en 2017 se situó en el 18,8%. En los últimos cuatro años, el 82% del aumento de las horas trabajadas se ha concentrado en los sectores con productividad inferior a la media.
Estudios como el del BBVA muestran además que la economía está altamente capitalizada, es decir demasiada capacidad instalada. Por ejemplo los cambios en la composición del stock de capital son lentos: los activos inmobiliarios -viviendas y otras construcciones - son muy duraderos. El capital residencial ha perdido más de 10 puntos porcentuales desde 2007, pero los activos relacionados con la construcción todavía representan casi el 85% del capital total.
En relación a la inversión, la tendencia desde 2008 produjo un giro hacia los sectores como la maquinaria, las TIC y los activos inmateriales, aumentando estos sectores respecto al tradicional sector de la construcción de viviendas y edificios. Pero de conjunto, aunque el “esfuerzo inversor” ha aumentado desde el 2008 del 2% al 2,8%, sigue siendo insuficiente. Para el BBVA “el actual esfuerzo inversor se sitúa en mínimos históricos para España: más de 4 puntos porcentuales por debajo de la media del último medio siglo” además “la inversión total en los últimos años apenas cubre la depreciación del stock de capital existente, que es elevado pero crece muy poco”.
En conclusión. A pesar de la salida de la recesión, el capitalismo español, mantiene límites estratégicos que le condicionan para tener una recuperación “duradera”. Por una parte la falta de nuevas fuentes “reales” de valorización del capital que permita una acumulación amplia. Como lo fue en épocas de “vacas gordas” el nicho de acumulación que supuso el boom inmobiliario, y que la economía capitalista española no puede sustituir por otro sector (productivo o especulativo) al mismo nivel de rendimiento. Y por otra parte la devaluación salarial y las reformas laborales del PSOE y el PP han provocado una disminución de los salarios y del poder adquisitivo. No es una locura, pues, pensar que los próximos años la situación política puede estar marca por una aumento de la lucha de clases, más aún si las tendencias a una nueva recesión se cumple.
Carlos Muro
Nació en la Zaragoza en 1987. Es estudiante de Historia en la UNIZAR. Escribe en Izquierda Diario y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.