El fútbol femenino del Estado Español nunca había generado tanto interés ni tanto apoyo como ocurrió la última semana. En este artículo analizamos la historia de la selección española para entender el fondo de este tipo de casos.
Isabel Cruz @IsabelCruzSM | Contenidos Digitales
Jueves 31 de agosto de 2023 08:47
Esto no es solo un beso, es una tradición de acoso laboral y sexual en la Federación de Fútbol
Esta semana el fútbol femenino fue un tema de máxima actualidad, nunca había generado tanto interés y nunca tanto apoyo. Y, aunque hay silencios ensordecedores por parte de jugadores, clubes y federaciones territoriales (para sorpresa de nadie), el apoyo social a las jugadoras está siendo unánime. Desde la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) no han medido bien el potencial sindical y sobre todo feminista en el que se sustentan las reivindicaciones de las jugadoras.
No han sabido ver que esto no va de un beso, el beso ha sido el disparador para denunciar el acoso laboral y sexual que hace años que vienen sufriendo las futbolistas. Ellas, como no podía ser de otra manera, están aprovechando ese “beso robado” en público de Rubiales a Hermoso, frente a millones de personas y en directo, para exclamar su hartazgo e ir con todo, juntas, y esta vez sabiendo que no están solas y que incluso la prensa internacional las apoya. No se trata de dos versiones sobre algo sucedido en privado, lo que hay todos y cada uno de estos días son hechos.
Los primeros años del fútbol femenino federado en el Estado Español
Nosotras, las futbolistas federadas de los años 90 y 2000 que ahora tenemos 40 años, vimos la final del mundial el pasado domingo 20 de agosto con mucha ilusión. En mi caso fui al pabellón de Vall d’Hebron, en Barcelona, para ver la final en pantalla gigante, era muy emotivo ver a 22 jugadoras en grande y en ese estadio de primer nivel. Nosotras, además, con mucho orgullo somos parte del recorrido hacia la profesionalización que están consiguiendo las futbolistas españolas estos últimos años, nosotras sabemos bien de dónde venimos, el lodo que hemos pisado, aunque seguramente pensábamos que hoy las cosas estaban mejor de lo que están.
Contigo, @Jennihermoso. Con todas vosotras. #SeAcabó 💜✊ pic.twitter.com/NUfrVIE858
— Isabel Cruz 🧩 (@IsabelCruzSM) August 25, 2023
Jugábamos con las equipaciones viejas, desgastadas y rotas de los equipos masculinos, que a la postre nos iban grandes. Entrenábamos con los balones que estaban para tirar y que no quería nadie, con los que era imposible tener buen tacto para hacer pases precisos. Nos hacían entrenar en un rincón del campo para dejarles más espacio a los alevines o nos ponían los peores horarios de entreno y además también teníamos los peores horarios de los partidos. Teníamos entrenadores que, salvo honrosas excepciones, no nos querían entrenar a nosotras sino dar el salto al equipo masculino a la mínima oportunidad… No teníamos dietas (algo tan básico como ofrecernos un zumo al acabar un partido para reponer fuerzas). Nadie en el club nos buscaba patrocinadores, teníamos que pagarnos la totalidad del coste de las fichas de las federaciones territoriales de turno y de los autobuses de desplazamiento. Y nuestros compañeros, con los que nos cruzábamos al empezar o acabar los entrenamientos, generalmente nos saludaban con algún balonazo y alguna mofa sobre lo malas que éramos o sobre nuestra orientación sexual. Con todo, nos hacían sentir que aquel lugar no nos pertenecía, que teníamos que estar agradecidas por dejarnos estar ahí.
Ningún club quería dedicarnos muchos recursos, los clubes sólo “nos tenían ahí” para poder decir que tenían un equipo femenino. Conformábamos unas ligas femeninas de pocos equipos y las federaciones territoriales de turno tampoco nos dedicaban mucho esmero, les valía con poder decir que tenían una liga femenina. Clubes y federaciones, por otra parte, no dudaban en adueñarse de cualquier éxito que, solas o a pesar de sus zancadillas, conseguíamos.
Al acabar cada temporada siempre había novedades en nuestra liga porque al final desaparecía algún equipo femenino. Se desmoronaban equipos porque había compañeras que se cambiaban de deporte por otro en el que hubiera algo más de apoyo o facilidades por parte de los clubes o la federación. Y así, año tras año, desde los vestuarios decidíamos unirnos con otros equipos. Así era como muchos equipos femeninos se fusionaban para sumar las jugadoras necesarias y mantenernos en activo y federadas. Y a lo largo de diferentes clubes fuimos consiguiendo uniformes nuevos, de nuestra talla, y dietas, un bocadillo y un agua al acabar un partido.
En un entorno de machismo recalcitrante, nosotras construíamos vestuarios que eran un espacio para bolleras y chicas de barrio, espacios seguros desde los que hacer equipo y salir juntas a jugar al fútbol. En los deportes de equipo aprendes lo que es el compañerismo, en el fútbol femenino aprendimos, sin darnos cuenta, lo que es la militancia.
Pero la situación en los clubes en los años 90 y 2000 no distaba de la situación en la selección española de fútbol femenino de la RFEF, que había sido creada pocos años antes. De esta situación en la RFEF existe un reportaje muy esclarecedor que pone en contexto el fútbol femenino en la institución. Así, permite entender el maltrato psicológico y físico continuado en la RFEF por parte de diferentes seleccionadores (y entrenadores) y la hostilidad y el desdén con el que la RFEF abordaba el fútbol femenino.
Aquí un extracto: “Romper el silencio: la lucha de las futbolistas de la Selección.”
Y es que, a pesar de que a Ignacio Quereda, antiguo entrenador y seleccionador, se le destituyó por Jorge Vilda en 2015, esta dinámica de maltrato continuado y esa hostilidad y desdén no ha variado lo más mínimo, vistos los acontecimientos de estos días y vista la intervención del 25 de agosto de Rubiales en la asamblea de la RFEF, así como los aplausos del auditorio.
De la profesionalización del fútbol femenino a la consecución de un mundial en tiempo récord
Desde el fútbol base femenino hasta la selección española femenina la situación ha venido siendo, no sólo precaria, sino que desde la RFEF se han dado cabida a dinámicas de acoso laboral y sexual.
Por una parte, la situación precaria por la que las jugadoras de más alto nivel, hasta hace apenas 2 años, tenían que compaginar un trabajo remunerado con la práctica del fútbol no remunerada, con todos los riesgos que esta combinación implica en el mundo laboral. No fue hasta el 2021 cuando el Consejo Superior de Deportes (CSD) aprobó la profesionalización del fútbol femenino. Hay que decir que este paso que dio “el Gobierno más progresista de la historia” fue en realidad un paso promovido por el Barça y por el Real Madrid, quienes vieron negocio en crear la Liga Femenina (Liga F), para lo que era imprescindible profesionalizar el fútbol femenino.
Una vez llegadas a este punto, en 2022, año de creación de la Liga F, hubo 15 jugadoras que se plantaron exigiendo medidas a la RFEF acordes a la profesionalización aprobada por el CSD, medidas tales como tener un nutricionista en la selección, tener más fisioterapeutas y posibilitar la conciliación familiar como parte de lo que ahora serían sus derechos laborales.
Por otra parte, “las 15” exigieron cortar las dinámicas de control excesivo que se venían dando en las concentraciones de la RFEF, tales como la norma de no cerrar las habitaciones para permitir el libre acceso al entrenador/seleccionador siempre que lo deseara como medida contra el lesbianismo heredada de Ignacio Quereda, quien “quería acabar con el lesbianismo y los malos hábitos”, o como el habitual registro de equipajes y bolsos a las jugadoras. Dinámicas, todas ellas, que serían impensables en la selección española de fútbol masculino, pero que en la selección femenina eran la norma.
Un trato ultracontrolador, infantilizador, lesbofóbico y constitutivo de abuso de poder al que finalmente la RFEF tuvo que bajarle intensidad. Pero esta pequeña victoria les salió cara a “las 15”, quienes sufrieron represalias por parte de la RFEF y fueron acosadas laboralmente: se las obligó a retractarse o serían expulsadas de la selección, y fueron calificadas públicamente y de manera reiterada como “niñatas” y “caprichosas” desde los medios deportivos, todos ellos estrechamente vinculados a la RFEF.
En esta entrevista de hace apenas 6 meses Mapi León, una de “las 15”, explica por qué no va al mundial. Hemos seleccionado el momento en el que aborda esta cuestión, sus palabras son clave para entender todo lo sucedido después:
Entonces, ¿qué jugadoras fueron al mundial? Pues para el mundial solamente les levantaron el castigo a 3 jugadoras de “las 15”. El resto de convocadas en su mayoría era la primera vez que acudían. Se trataba de futbolistas jóvenes procedentes de la selección sub-21, una horneada de nuevas jugadoras de mucha calidad que, precisamente aprovechando los recursos conseguidos por “las 15”, han ganado el primer mundial de la selección española de fútbol femenino. Y ha sido así como el fútbol femenino en España ha conseguido su primer mundial, un mundial que no ha sido gracias a la RFEF, sino a pesar de la RFEF.
La final del mundial: las campeonas ganan una copa e inician una batalla
Y, con todo este recorrido, llegamos al domingo 20 de agosto, momento en el que la selección gana el mundial en Sídney y se hace entrega de las medallas ante millones de telespectadores de todo el mundo. Luis Rubiales, de dudosa trayectoria y honestidad desde hace muchos años, está presente en la entrega de medallas en calidad de presidente de la RFEF. Y ahí en medio, en ese acto de máxima atención mediática de entrega de medallas, Rubiales decide besar en la boca a la jugadora Jenni Hermoso sin su consentimiento y convertir el momento más especial de su carrera deportiva en un tributo a sí mismo como presidente de la RFEF. Viendo toda la batería de imágenes desafortunadas que protagonizó Rubiales durante la celebración queda claro que las jugadoras fueron tratadas de forma desafortunada e incluso denigrante durante la celebración. Y, si todo este machismo desplegado en la celebración se ha hecho en público, ¿qué no habrán tenido que aguantar en privado a lo largo de estos años?
Después de la entrega de medallas y desde el vestuario de la selección española, Jenni Hermoso inició un directo de Instagram celebrando con sus seguidores el triunfo. Durante ese directo varias compañeras vieron el momento del beso en redes y se lo enseñaron a Hermoso, quien al verse dijo textualmente a una de sus compañeras con risa nerviosa: “¿Qué hago yo? Mírame, mírame… No me ha gustado, eh”. Estas palabras desencadenaron las primeras reacciones en redes en apoyo a Jenni Hermoso.
Mientras, Luis Rubiales, entrevistado por Juanma Castaño en La COPE, hace sus primeras declaraciones sobre este tema diciendo que se trata de un beso "entre dos amigos celebrando" y llamó “gilipollas, tontos del culo y pringaos“ a cuantos lo hubieran criticado. Suponemos que Rubiales, acostumbrado a una dinámica caciquil en la RFEF, entendió que Hermoso no diría nada más al respecto y mandó callar a todas aquellas personas que se hubieran tomado en serio el comentario de Hermoso en el vestuario.
Como veremos en la segunda parte de este artículo, tras ese beso no consentido en la celebración, se han desencadenado una serie de acontecimientos que, uno a uno, vienen a confirmar los peores temores: la misoginia en la RFEF es galopante y está normalizado el mobbing laboral a las futbolistas. Pasados los días todo este despliegue de violencias está haciendo tambalear cada vez más la imagen de la RFEF, su política deportiva y sus patrocinadores.