Según la última encuesta VOX obtendría en Castilla y León un 18,7%, 5 puntos más que en las anteriores elecciones. Es necesario desarrollar una política anticapitalista para frenar a la extrema derecha.
Lunes 24 de enero de 2022
Imagen: Simple Lógica
Según la última encuesta de Simple Lógica, con un muestreo de 1039 casos, VOX obtendría un tercer puesto en Castilla y León con 5 puntos más que en las anteriores elecciones y quedaría en un tercer puesto a 5 puntos de un PSOE y PP prácticamente empatados por encima del 24%. UP quedaría como cuarta fuerza en un 11,1% y más de un 16% se repartirían entre otras candidaturas más allá de Cs y Más País, con algo más del 2% cada una.
Por una parte vemos una aparición en escena de partidos locales al estilo de la “España Vaciada” en cuatro provincias (Burgos, Soria, Palencia y Salamanca) a través de fuerzas políticas diferentes. También se especula que Unión del Pueblo Leonés (UPL) puede obtener dos escaños en León, Por Ávila (XAv) conservaría el suyo y Soria ¡Ya! irrumpiría con un procurador. Por el momento el resto de listas de esta coalición, Burgos Enraíza, Palencia Existe y España Vaciada Salamanca, lo tendrían más complicado para tener representación en las Cortes.
Como comentábamos en un artículo anterior: el “vaciamiento” de amplias zonas del Estado español, la pérdida de servicios y el hundimiento económico de regiones enteras, no va a acabarse mediante pactos con la derecha que viene gobernando históricamente en Castilla y León, ni con el PSOE o la supuesta izquierda que gobierna con el este otro partido, pata fundamental del bipartidismo.
Estas encuestas reflejarían al mismo tiempo un descenso de voto a UP en Castilla y León durante su paso por el Gobierno a un ritmo similar al que presenta en el resto del estado, llegando a quedarse más de 7 puntos por debajo de VOX según estos resultados.
Estas cifras reflejarían un proceso en el que la extrema derecha avanzaría cuando se balancean hacia la derecha las políticas de la izquierda para evitar que les dispute el terreno, marcando así la agenda y generando una subjetividad que escora hacia la derecha y que beneficia a la derecha.
En ese sentido, la concesión de un sello progresista y de una retórica de izquierda a medidas profundamente contrarias a los intereses de las mayorías puede comprobarse en la experiencia con el gobierno progresista de PSOE-UP, que mantiene el aparato imperialista y racista español, las reformas laborales y a las pensiones o se encarga de asumir rescates a las grandes fortunas disfrazados de ayudas sociales. Esta estrategia le deja en la práctica a la extrema derecha y su demagogia gran parte de la oposición a un gobierno que reclama ser el más progresista de la historia y aplica los planes de los capitalistas.
Avisos como los resultados de estas encuestas en Castilla y León suponen un revulsivo para denunciar que uno de los grandes peligros que abren las formaciones que se dicen de izquierdas y aplican políticas para salvar a los capitalistas de la crisis, no son sólo esas políticas, sino la desmovilización que generan, minando la confianza de la clase trabajadora en sus propias fuerzas y allanando así el camino a la extrema derecha. El objetivo de la extrema derecha no pasaría únicamente por conseguir cada vez más votos en las elecciones y gobernar, es una forma de contrarrevolución preventiva armada por la burguesía y con importantes bases en las fuerzas policiales y militares.
Si queremos frenar a la extrema derecha, debemos construir una izquierda que no respete punto por punto la orden del día de los capitalistas, una izquierda radicalmente distinta que pelee con una estrategia y un programa radicalmente distinto.
Una izquierda que, tal y como explicábamos en este artículo, a la vez que le para los pies a los gobiernos serviles del IBEX35, construya una alternativa política apuntando a los beneficios y privilegios de los capitalistas para resolver los grandes problemas sociales, y combata así la “guerra entre pobres” que alienta Vox y el resto de la derecha apoyándose en la insatisfacción que deja el reformismo de manos vacías.