Las mujeres vivimos más que los varones pero ¿en qué condiciones llegamos a la vejez? ¿Cómo nos afectan la informalidad laboral y la carga de las tareas domésticas?
Miércoles 29 de abril de 2020 21:18
Juventud y vejez son dos palabras que funcionan a modo de visagra para lo que desde el sentido común significa una etapa productiva de otra que no lo es. Es por eso que la juventud tiene una connotación positiva y ser joven pareciera ser una virtud en sí misma, mientras que la vejez se asocia con el principio del fin.
Esta visión desde el sentido común tiene un origen claro si tenemos en cuenta que la sociedad en la que vivimos todo está organizado alrededor de la producción cuyo fin inmediato es generar ganancias. La ecuación es simple la juventud produce y la vejez no, por lo tanto se transforma en un sector marginado y degradado.
Ser joven para una mujer dejó de ser una etapa en su vida para transformarse en una imposición más y por tanto en un factor de discriminación. Cuando se habla de que los cuarentas son los nuevos treintas o que una mujer a los cincuenta tiene más vitalidad que a los veinte, lo que se intenta instalar es la idea de que la juventud todavía está ahí, que no se fue, que todavía somos útiles.
Y en este sentido también cobra mucha fuerza el mandato social de la maternidad, y la finalización de esa capacidad biológica, claramente una degradación más a las que debemos hacerle frente. Porque en la medida que no envejezcamos vamos a “pertenecer”.
Te puede interesar: No ser, para estar OK
Te puede interesar: No ser, para estar OK
Argentina, por su estructura demográfica, es uno de los países más viejos de América Latina, de acuerdo a un informe publicado por la Dirección de Estudios Macroeconómicos y Estadísiticas Laborales del Ministerio de Trabajo. Proyecciones del INDEC indican que el 15% de los habitantes de nuestro país son personas de 60 y más, compuesto por un 43% de varones y un 57% de mujeres.
La socióloga Mercedes Jones, en una entrevista que dio al diario La Nación afirmaba: “Tenemos en la Argentina un paradigma de la vejez que atrasa siglos, lleno de falsos conceptos, y se trata de la última discriminación socialmente aceptada, porque al contrario que en otras batallas inclusivas como la de género, aún hay poca conciencia sobre este tema".
La expectativa de vida a nivel global fue en aumento. Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que en nuestro país la expectativa llega a 76,9 años. Sin embargo existe otro indicador que es más importante: la “esperanza de vida saludable” ya que no se trata de vivir muchos años sino la forma en la que esos años se viven, por ejemplo en cuanto a la salud. Así en Argentina la edad promedio es 68,4 años.
Vivir más no quiere decir vivir bien
En nuestro país se estima que una mujer vivirá 80,3 años, mientras que un varón 73,5 años. Pero aunque la expectativa de vida sea mayor existen varios factores que hacen que probablemente estas mujeres no lleguen en las mejores condiciones.
La incorporación de las mujeres al mercado de trabajo fue un cambio histórico dado que salir del hogar, que era el único lugar asignado, significó involucrarse y conocer realidades muy diferentes a las que estaban acostumbradas, lo que motorizó la conquista de derechos que antes les eran negados, como la participación en la vida política o el acceso a derechos civiles. Pero este ingreso fue desde el inicio desigual.
Actualmente las mujeres constituyen en el mundo el 49% de la fuerza de trabajo, ocupando mayoritariamente las ramas de la industria textil y alimenticia. Además de una clara presencia en el sector de servicios, especialmente en tareas de cuidado, limpieza, educación y salud.
Pero que ocupen gran cantidad de puestos de trabajo no significa que lo hagan en las mejores condiciones. De hecho son las que tienen los trabajos más precarios y peor remunerados, mientras que otras directamente trabajan toda su vida en la informalidad, lo que les impide no solo tener beneficios como vacaciones pagas y obra social, sino que probablemente no puedan recibir una jubilación cuando cumplan los 60 años porque sus patrones no aportaron al sistema previsional lo que correspondía.
Lía Daichman, presidenta del Centro de Longevidad para Argentina, una ONG internacional con estatus consultivo ante las Naciones Unidas sostiene que “Las mujeres vivimos más pero no vivimos bien, el estado de nutrición de las mujeres viejas es peor que el de los varones, y la mayoría de ellas viven con una jubilación menor”.
¿Las mujeres se jubilan?
Según datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) en el año 2019 había 3.270.614 mujeres jubiladas, de las cuales 2.514.675 lo habían hecho mediante una moratoria, es decir como no tenían los aportes necesarios para acceder al beneficio directo al cumplir los 60 años, entraron en un plan que les permite aportar lo que les falta e ir al mismo tiempo percibiendo parte de esa jubilación.
Es muy importante remarcar que esta moratoria es la que se conoce como “jubilación de amas de casa”. ¿Y esto qué significa? Que el 77% de esas mujeres no tenían los aportes correspondientes.
Por un lado seguramente sus empleadores las mantuvieron en la informalidad sin aportar al sistema lo que correspondía durante sus años activos. Pero por otra parte, es probable que la falta de aportes puede darse a la intermitencia en la continuidad laboral, por embarazos que las obligan a abandonar sus trabajos o por tener que permanecer en sus hogares para cuidar de adultos mayores con quienes comparten la vivienda.
Las estadísticas demuestran que las mujeres vivimos más que los varones, pero producto de lo que indicamos más arriba (trabajos precarios acentuados por la doble jornada laboral, por tener que asumir las tareas domésticas y de cuidado) llegamos a la vejez con más enfermedades y discapacidades. Consecuencias todas de haber sido un grupo vulnerado a lo largo de toda la vida y esto se agrava en la vejez.
Lo importante de poder analizar qué sucede con la vejez en sociedades como la nuestra es lo que puede permitir comenzar a pensar en que es posible otro tipo de sociedad, donde la vida esté organizada alrededor de las necesidades de las personas y en donde la vejez sea simplemente otra etapa de la vida que merece ser vivida con la misma plenitud que la juventud.