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Red Internacional
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Editorial De Editoriales. Las ra$ones del general Milani

César Milani, el enriquecimiento ilícito y sus negocios con otros genocidas. Scioli-Zannini y el futuro de una relación basada en un pacto de supervivencia.

Domingo 28 de junio de 2015

La caída de Milani es uno de los ejes de análisis de las editoriales de este domingo. “Razones personales” fue el argumento esgrimido en el comunicado del Ejército pero las notas reafirman que se trató, claramente, de una decisión presidencial.

Horacio Verbitsky lo relata en su nota y agrega una serie de informaciones sobre las relaciones entre Milani y otros represores en los últimos años. Las denuncias por Enriquecimiento ilícito demuestran que el general, como muchos funcionarios nacionales, gozó de las ventajas de la “movilidad ascendente” que la presidenta predica.

Verbitsky escribe que “luego de notificarse de la decisión presidencial, el Ejército emitió un comunicado en el que se afirma que su ex jefe se retira por razones personales. La razón personal de Milani fue que el Poder Ejecutivo perdió la confianza en él. Nunca debería haberla tenido”.

El periodista agrega que “Milani está obligado a justificar con qué recursos compró en 2010 la imponente casa de O’Higgins 3636, en el barrio La Horqueta de San Isidro. Según su declaración jurada pagó un millón y medio de pesos por esa finca de 1150 metros cuadrados, que era menos de la mitad de su valor de mercado en aquel momento. En su descargo, Milani mencionó la venta de un departamento en el barrio porteño de Belgrano. El propietario anterior a quien Milani le compró esa vivienda es un conocido represor, condenado dos veces a prisión perpetua; su propietario actual, a quien presuntamente se la vendió, está aún bajo proceso y con prohibición de salir del país”.

Luis Fernando Estrella y Eduardo Enrique Barreiro son los extremos de esta cadena de compra y venta que protagonizó el, hasta ayer nomás, general favorito de CFK. Ambos cuentan con frondosos antecedentes por su accionar durante la dictadura militar y por sus lazos con los militares Carapintadas a fines del gobierno de Alfonsín.
Verbitsky agrega que “otra relación particular es la de Milani con el coronel Marcelo Oscar Granitto, quien era su asistente personal. El año pasado lo incluyó en la lista de ascensos a general de brigada. Ante una consulta del ministerio de Defensa acerca de las propuestas, el CELS opinó que debía negársele ese ascenso, dados los graves antecedentes que afectaban su idoneidad para esa jerarquía”.

Sin embargo, resulta paradójico que uno de los periodistas más cercanos al gobierno nacional no conozca (o conozca y no los señale) los motivos por los que fue echado Milani.

En la vereda de frente, sumando definiciones que van en el mismo sentido, en Clarín Julio Blanck señala que “a Milani lo echó Cristina y esa decisión le fue informada el lunes por Carlos Zannini. El comunicado del Ejército, al día siguiente, solamente le puso marco formal a la breve crisis”.

Blanck se dedica a dar todas las opciones posibles que podrían haber llevado a esta decisión. Eso ayuda poco a entender la dinámica de los acontecimientos. El columnista del diario que más abiertamente trabajó para la Dictadura continúa: “escaló su nivel de influencia en el Gobierno apoyándose en la entonces ministra de Defensa, Nilda Garré, para llegar después a Zannini, el poderoso secretario Legal, y a la propia Presidenta. Pero cuando percibió que algo podía cambiar buscó garantizarse el futuro abriendo una línea directa con Daniel Scioli, en tiempos en que el gobernador de Buenos Aires todavía luchaba por ser consagrado candidato presidencial. El problema del jefe de los espías fue que lo descubrieron. Sus contactos con Scioli fueron informados sin demora a la Presidenta y su estrella desde entonces comenzó a opacarse (…).

Las causas judiciales por violación de los derechos humanos y por el crecimiento llamativo de su patrimonio también jugaron en su contra. Pero Milani estaba acusado desde hacía rato y el Gobierno siempre lo defendió, incluso la Presidenta lo puso al frente del Ejército en medio de esas acusaciones”.

El periodista también agrega que “no hay constancia al respecto, pero puede que también haya sido informada la Presidenta de la relación que Milani buscó entablar con Mauricio Macri”. En su breve columna de ayer, Carlos Pagni señalaba que el gobierno descubrió una reunión secreta entre Milani y De la Sota. Todo parece indicar que el general jugaba a todas las puntas posibles.

Sin embargo, aunque pesaban varias denuncias contra Milani, el gobierno lo sostuvo hasta el final. La diputada nacional Myriam Bregman, actual precandidata a vicepresidenta por la lista del PTS en el Frente de Izquierda, afirmó hace algunos días que “César Milani ingresó en el Ejército en febrero de 1975, y a la Escuela de Inteligencia en 1982, para pasar luego al Batallón 601. Milani y 50 generales más son parte de un Ejército argentino que cuenta con 3.381 miembros que provienen de la dictadura. Una situación que se repite en la Armada, donde 543 oficiales y 759 suboficiales comparten ese origen. Varios de ellos pasaron por la ESMA, pero tienen la fortuna de que ningún ex detenido desaparecido los haya reconocido, por lo que se amparan en el pacto de impunidad que se mantiene con firmeza y efectividad gracias a que este gobierno mantiene ocultos los archivos de la represión. La Fuerza Aérea incluso supera esos números, con más de 600 oficiales y 1.700 suboficiales que aún están en funciones desde la dictadura (…) por eso siempre dijimos que defender a Milani es defender esa continuidad del aparato represivo de la dictadura en las Fuerzas Armadas actuales”.

Scioli, Zannini y los alineamientos

El otro tema central son las especulaciones acerca de la relación entre Scioli y Cristina Fernández, a partir del cierre de alianzas y la consolidación del gobernador de Buenos Aires como el único candidato del Frente para la Victoria.

En Página12 Mario Wainfeld dice que “la candidatura del gobernador Daniel Scioli es un dato ineludible. Seguro que mide mejor en las encuestas de preferencia ciudadana que en “el disco duro K”, si eso existe. Factiblemente, la presidenta hubiera querido otro desenlace pero se acomodó a lo que marca el tablero (…) lo cierto es que el FpV propone un candidato corrido más al centro (o centro derecha) que su ideal porque las circunstancias políticas lo determinaron. Y que fortalece espacios con dirigentes más del “palo” para contrapesar, custodiar o debatir. Es un modelo de sucesión prolijo, no clásicamente populista porque las preferencias ciudadanas marcan territorio”.

Pero el kirchnerismo viene evolucionando hacia el sciolismo desde hace tiempo. Luego de la derrota en las elecciones del 2013, una vez que se cerraron las puertas hacia la posibilidad de la re-reelección presidencial, el giro hacia formas sciolistas se hizo evidente. Pero el “proyecto” no logró cuajar su propio candidato. En ese marco, el único camino para seguir ocupando lugares en el poder estatal o adquirir cargos legislativos fue un pacto con el mejor representante de la moderación: Daniel Scioli.

Eduardo Van der Kooy afirma en Clarín que “ahora Zannini le fue impuesto a Scioli, más allá de que el libreto bradburyano del candidato asegure lo contrario. ¿Qué razón objetiva podría existir para no conjeturar con otro conflicto en ciernes si el kirchnerismo gana?.

Esa presunción tendría cimientos a la vista. Scioli, Cobos y Boudou fueron, cada uno en su época, vicepresidentes investidos de un poder formal. Encargados como tarea de mayor brillo de conducir el Senado. El todavía secretario Legal y Técnico es una pieza neural del sistema kirchnerista. La pieza: representa nada menos que a Cristina.
Esa previsible construcción y el regreso al llano de Cristina con buenos índices de ponderación social, que podrían afectarse si Scioli no venciera, serían capaces de reponer en la Argentina otro viejo problema político e institucional irresuelto: el del poder en las sombras. O el poder paralelo. Una característica que estableció el peronismo, pero que supieron replicar otros con menor intensidad”.

Como, algunos periodistas ya han hablado del “pacto del helicóptero”, donde Cristina y Scioli se habría prometido 100 días de “paz”. El futuro dirá si lo que intentó presentarse como la renovación del viejo peronismo, termina integrado en él o se sostiene como una tibia ala díscola.


Eduardo Castilla

Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.

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