Los viejos dirigentes sindicales surgidos del PRI siguen vigentes y mantienen funcionando los mecanismos de represión que su partido les encomendó realizar. A pesar de que varios de ellos han cambiado de partido, estos dirigentes sindicales mantienen vivo el control del partido que los formó. El caso de la dirección sindical de los telefonistas no es la excepción.
Miércoles 23 de octubre de 2019
Durante décadas, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) impulsó y formó a cientos de dirigentes sindicales para evitar la democracia en los sindicatos.
Dirigentes tales como Fidel Velázquez CTM, Víctor Flores de ferrocarrileros, Leonardo Rodríguez Alcaine del SUTERM, Carlos Romero Deschamps de petroleros, Joel Ayala de la FSTSE, Francisco Hernández Juárez de telefonistas, Napoleón Gómez Urrutia de mineros, etc. han mantenido a las organizaciones de los trabajadores bajo el yugo e intereses del gobierno en turno y los patrones.
Pero recientemente, el partido sufrió un revés con la renuncia de Carlos Romero Deschamps como secretario general de los petroleros, después de 26 años.
La debacle electoral del PRI en junio del 2018 sumió en una fuerte crisis la estructura del partido y con ello deja menos espacio para poder proteger a sus militantes insertados en los sindicatos; incluso a aquellos que abandonaron al PRI para preservarse en sus gremios.
Es conocida la militancia durante más de 25 años de Francisco Hernández Juárez en el PRI, pero su paso al PRD no fue por un cambio en su pensamiento político ni ideológico. Esto obedeció a posicionarse con una nueva fuerza política ante el desprestigio que enfrentaba el PRI y salvarse de la derrota electoral del año 2000. Su cambio de partido en nada abonó para que el STRM goce de una verdadera democracia. Al contrario, la estructura de control tipo priista sigue vigente bajo el PRD.
La renuncia de Carlos Romero Deschamps a la dirección del sindicato petrolero no puede pensarse como un gran avance en la democratización de los sindicatos.
Basta decir que estas estructuras sindicales sobre las que el PRI dominó, o lo sigue haciendo, no se democratizarán de la mano del gobierno, ya que es necesaria una transformación del conjunto de la estructura de control que ha dominado por décadas.
La democratización no solo depende de la caída de un dirigente sindical, ya que ésta solo puede venir de la decisión de la base trabajadora que tire abajo al conjunto de la estructura sindical, y la reconstruya como una verdadera organización plenamente democrática.
Hoy el secretario general del STRM se encuentra con menos margen de negociación con el gobierno de López Obrador, ya que en el PRD operó como aliado de la corriente encabezada por Jesús Ortega en contra del ahora presidente de México.
Los esfuerzos son notorios por parte de la dirección del sindicato telefonista para acercarse al nuevo gobierno, y fue evidente la campaña que realizó la dirección sindical en favor de AMLO, tratando de ganarse el favor del candidato ante su inminente triunfo.
Esto no fue suficiente para lograr un acercamiento con Morena, por lo tanto, intentó meses atrás convencer a la base de que el gobierno no quería escuchar a los telefonistas, como mencionaron coordinadores en mítines informativos.
La dirección telefonista está en búsqueda de nuevos aliados políticos, ya que el PRD está en etapa terminal.
Pero no vendrá de la mano de ningunos de estos partidos que la base telefonista recuperaremos nuestra organización y la democratizaremos, ya que por su parte, Morena intenta adentrarse en estructuras de la clase trabajadora con Napoleón Gómez Urrutia, lo cual repite la intromisión en la vida de los sindicatos.
No se puede servir a los intereses de la clase trabajadora en un partido que agrupa a empresarios, los cuales tienen intereses contrarios a nuestra clase.
Por esta única vez y sin que siente precedente
En el caso del STRM, es de recalcar que la base tenemos por delante un gran reto: romper la estructura antidemocrática que mantienen el secretario general y comisionados, lo cual garantiza a la Planilla Verde un gran número de votos por amenazas de inestabilidad al interior del sindicato, tal cual era el argumento de Peña Nieto para que no votaran a otro partido.
El miedo que impone la dirección a cambiar algo en el sindicato, busca convencernos de que si Hernández Juárez se va del sindicato, quedamos indefensos, y esa es la base de los votos que recibe la Planilla Verde.
Este chantaje, sumado a que la dirección se asegura de controlar a la base por medio de “favores” -que no son tales, sino parte de su trabajo como funcionarios sindicales-, o el caso del manejo de las vacantes para nuestros familiares, reafirman las prácticas burocráticas para quedar en deuda con la dirección.
Como base trabajadora tenemos la tarea histórica de romper con ese del temor y recuperar a nuestra organización, imprimiéndole un papel combativo que la vieja escuela sindical del PRI quiere evitar.