El nuevo ministro empezó a delinear su “plan”: mucha comunicación con los medios, deseos de cambiar la estructura fiscal en favor de los empresarios y pocas decisiones concretas.
Pablo Anino @PabloAnino
Jueves 5 de enero de 2017
Foto: Twitter del Ministerio de Hacienda
La primera temporada de la “revolución de la alegría”, que tuvo como protagonista a Alfonso Prat Gay, terminó con números alarmantes en términos de recesión, inflación, despidos, caída del salario real, endeudamiento y déficit fiscal.
El nuevo ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, parece haber recibido la orden de explotar sus dotes de periodista. En su primer día en el cargo concedió varias entrevistas a la prensa escrita.
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Allí esbozó sus ideas generales, como bajar impuestos a las empresas, reducir el déficit fiscal y abrir las importaciones para combatir la inflación, pero no dio ninguna precisión sobre qué medidas concretas tomará en lo inmediato. Además, señaló que la economía "dejó de ir para abajo" (otra vez los famosos “brotes verdes”), aunque admitió que "por ahora, los números son modestos".
Hace un año, recién asumido, Mauricio Macri viajaba a Davos. En esa cumbre del capital imperialista fue uno de los mandatarios más elogiados. Eso alimentó la idea de una “lluvia de inversiones” que no llegó. Con los resultados del primer año de Gobierno a la vista, esta vez viajará Dujovne con sus ideas de ajuste y reducción de impuestos. Las segundas veces nunca fueron buenas.
El titular de Hacienda hizo otra “novedosa” aparición pública. Fue a través de la nueva cuenta de Twitter del organismo. En esa red social difundió la foto de su gabinete. Se perfila un funcionario que como ministro parece va a ser un buen comunicador.
Cerrado por vacaciones
El establishment económico venía advirtiendo la falta de mando y coordinación de las medidas económicas, cuya decisión está disgregada en distintas áreas. Luego de la salida de Alfonso Prat Gay, la división de Hacienda y Finanzas agrava esa dispersión.
“Hoy el espacio desde lo político está vacío desde hace un año, desde el triunfo electoral”. Quien lo afirma es un referente de Cambiemos. No cualquiera. Se trata de Emilio Monzó, el presidente de la Cámara de Diputados. No lo hace en la intimidad, sino en una entrevista para el diario Clarín.
El mar de fondo de la crítica es la concentración de las principales definiciones en el presidente y la Jefatura de Gabinete. El vacío se refiere a la falta de deliberación entre los componentes de Cambiemos y la incapacidad de ampliar el espacio político hacia otros dirigentes peronistas.
Esa “ley” del vacío se estaría trasladando a lo económico. La incomodidad con la concentración de las decisiones en la Casa Rosada se advierte hasta en las críticas expandidas por funcionarios medios a través del “radio pasillo” de los ministerios. No hay equipo.
Mauricio Macri confirmó con el pedido de renuncia a Prat Gay, como gustaba vanagloriarse a Néstor Kirchner, que él es el único ministro de Economía. La estadía en Villa la Angostura implicó vacaciones para la política económica.
La “mano invisible” se mete en el bolsillo
El año comenzó con aumentos en naftas, peajes, parquímetros, medicina prepaga, tributos municipales, cigarrillos, a lo cual habrá que agregar los incrementos previstos en los servicios públicos. La amplitud de las alzas es grande: desde menos del 10 % en la medicina prepaga hasta más de 100 % en peajes.
Los principales aumentos se dan en precios regulados. Allí no es el “mercado”, sino el Estado, en beneficio de sectores empresariales, el que agita nuevamente el fantasma de un rebrote inflacionario.
Luego que los índices registraran un máximo en la inflación mensual de alrededor de 7 % en abril del año pasado, la recesión desinfló los aumentos que se estima fueron de 1,5 % en diciembre. Todavía no se observa un proceso generalizado de subas, no obstante, los incrementos en algunos rubros repercuten en otros, como es el caso de la nafta. Y así, el fantasma de la inflación recorre la economía.
La advertencia llegó del propio establishment. Según el Relevamiento de Expectativa del Mercado (REM) que realiza el Banco Central, analistas y agentes económicos proyectan que la inflación será de 21 % en 2017.
De este modo, esperan cuatro puntos porcentuales por encima del tope de la meta oficial fijada entre 12 y 17 %. No sólo eso: en este último relevamiento las expectativas de inflación fueron superiores que en los meses previos.
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Con esos pronósticos en mano, Federico Sturzenegger decidió no bajar la tasa de interés de referencia. Mantener elevada esa tasa (aunque bajó desde los niveles del año pasado) es una política para contener la inflación y el dólar, pero también actúa en contra (claro que no de manera absoluta) de la reactivación económica en tanto encarece el crédito y favorece la especulación financiera.
Tensiones
El dólar exhibe una tendencia alcista las últimas semanas. En la actual, alcanzó máximos históricos, tanto en el segmento oficial como en el paralelo. No se trata todavía de cambios bruscos.
En ese movimiento se combinan distintos factores: por un lado, demanda estacional para hacer turismo y sequía de las “cuevas” por el efecto del blanqueo; por otro lado, que el Banco Central permitió el ajuste de la cotización para alivianar el atraso cambiario.
Es desde la Unión Industrial Argentina que se señala que el dólar debería estar más elevado para recuperar competitividad y rentabilidad. Y, por ende, intentar alguna reactivación para salir del largo parate industrial.
Dejar correr el dólar en mayor proporción que el ajuste verificado en los últimos días retroalimentaría la inflación. En esas circunstancias, aumentaría el costo de importar y se transformaría en pólvora mojada la amenaza de Dujovne de disciplinar los precios internos con la apertura a productos extranjeros.
Una escalada del dólar también trastocaría la posibilidad de poder sostener el esquema de pago de intereses y capital de la deuda externa. Es decir, que la estabilidad cambiaria es, en principio, valorada por el sector financiero internacional.
Entre megaendeudamiento y blanqueo existen en la economía dólares suficientes para que el Banco Central busque controlar los ritmos a los que se mueve la cotización de la divisa estadounidense.
La denominada restricción externa hace referencia a la escasez de dólares para sostener el crecimiento económico. Es lo que experimentó el kirchnerismo en los últimos años de gestión. El contingente exceso de divisas muestra otros límites: la apreciación cambiaria contiene relativamente la reactivación.
En uno y otro caso, parecería ser evidente, el problema de fondo es la dependencia de una moneda que emite el principal país imperialista y se expresa el atraso en la productividad industrial en relación a las principales potencias.
Esa situación no se supera con artilugios cambiarios. Incluso, una mayor devaluación, en un contexto de estancamiento secular de la economía mundial (así la definen los economistas del estalishment), difícilmente logre reanimar la actividad industrial.
En las actuales circunstancias, la “batalla” por la cotización del dólar, aunque por ahora se desarrolla con baja intensidad porque nadie quiere patear el tablero, expresa embrionariamente intereses contrapuestos entre distintas fracciones del capital.
Esperar y ver
La caída de la economía en el año que se terminó podría superar ampliamente el 2 %. Los analistas proyectan que el crecimiento en 2017 podría ubicarse en el 3 %. Por lo cual, en el mejor de los casos se experimentaría un rebote.
Ni siquiera hay garantías que se cumpla ese pronóstico. Cambiemos no termina de enamorar al establishment financiero que exige más ajuste fiscal. Daniel Artana, ubicado del lado de la ortodoxia, señaló la ambivalencia del recambio ministerial debido a que al encargado de poner las reglas fiscales, se le quita el poder político para ejecutarlas.
La salida de Prat Gay es un síntoma de las dificultades económicas. Dujovne actuará como una suerte de garantía de pago a futuro para el capital financiero (y como una vía para acercarse a Donald Trump), lo cual no quita que se avance por el camino del “gradualismo” con recortes como se ven en el Ministerio de Educación y se promete en otros organismos: una suerte de “sintonía fina” a lo Cambiemos en los “eslabones débiles” donde el oficialismo opina que habrá menor resistencia. El cálculo puede fallar.
En un año en el que Gobierno apuesta a elevar sus posibilidades electorales con la billetera en la mano, el flamante ministro de Finanzas, Luis Caputo, saldrá a colocar deuda a las apuradas, antes que la asunción de Trump pueda empañar más el panorama, como forma de sostener el ajuste con mayor gasto en obra pública.
Todas las especulaciones son provisorias. El 20 de enero asume Donald Trump y las noticias podrían no ser buenas. La suspensión de las inversiones de Ford en México es sólo una pequeña muestra de lo que podría ocurrir.
Una mayor valorización del dólar y retiro de capitales de los países denominados emergentes implicarían aun más inconvenientes a América Latina y Argentina.
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Pablo Anino
Nació en la provincia de Buenos Aires en 1974. Es Licenciado en Economía con Maestría en Historia Económica. Es docente en la UBA. Milita en el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Es columnista de economía en el programa de radio El Círculo Rojo y en La Izquierda Diario.