Marx consideró como progresiva la dominación británica en la India, es lo que usualmente se afirma para “demostrar” que habría “apoyado al colonialismo inglés” o, en el caso de discusiones más sofisticadas, mostrar esto como un “pecado eurocentrista” propio de la concepción marxista de la historia. La discusión es interesante y reviste gran importancia, requiere por tanto rigor con la verdad histórica y no abordarla con superficialidades.
En este breve ensayo, apoyados ampliamente en la propia pluma y posiciones de Marx, veremos cuál es el conjunto de su razonamiento, en qué perspectiva histórica emancipatoria coloca el hecho que se consideró “progresivo”, al tiempo que encontramos a un Marx implacable en la denuncia a los colonialistas ingleses, develando sin cuartel “la profunda hipocresía y la barbarie propias de la civilización burguesa” que expresaban, y partidario tenaz de la lucha del pueblo indio contra el invasor extranjero.
Siendo este texto la adaptación de un extracto de un trabajo más amplio, referido a la concepción marxista de la historia a la luz de la crítica decolonial [1], contiene también una exposición del razonamiento de Marx con relación a la dominación inglesa en Irlanda. Dado que en ese tramo del trabajo se busca exponer la lógica de pensamiento de Marx ante estos hechos de la dominación colonial, la cuestión de Irlanda permite ver cómo con el mismo método llega, sin embargo, a una definición diferente en un aspecto fundamental a la sostenida frente a la India. Empero, no se pierde la continuidad en la lógica del pensamiento materialista y dialéctico con que se abordan la cuestión del desarrollo histórico y la apuesta a la emancipación social. Es lo que nos proponemos mostrar.
La discusión sobre el “sentido de la historia”
La revisión de estas posiciones de Marx está puesta en el marco de la discusión sobre el materialismo histórico, que implicaría concebir algún “sentido de la historia”, lo que sería, de acuerdo con la crítica decolonial, concebirla la historia metafísicamente, como designio: una Historia con fines propios, concepción desde la cual Europa sería la portadora de esos fines y, por tanto, estaría habilitada la justificación a la dominación de otros pueblos –o a la “necesidad” de estos de pasar sí o sí por las mismas etapas que el desarrollo europeo. Por eso es pertinente hacer una breve y apretada semblanza previa de esta cuestión, como introducción previa al tema en sí.
La relación que establecemos entre los seres humanos para encarar la naturaleza exterior es para Marx un hecho y al mismo tiempo un valor, es lo que nos dice Terry Eagleton [2]: el concepto de Marx de lo que es la “naturaleza humana” oscilaría entre la descripción y la prescripción, pues al tiempo que expresa lo que somos, indica también lo que debiera ser; si habría un “deber ser” de las sociedades, no es otro sino la realización de nuestra propia naturaleza –pero esto no podría actuar en realidad sino como prescripción sólo para la organización consciente de la vida social, pues en la vida social misma, sin que se la piense, esto es ya un hecho. Por eso, si habría algo parecido a una idea teleológica en Marx, sería “una especie de tautología creativa” en tanto que el fin de nuestro ser genérico “consiste sólo en su propia realización” [3].
¿Cómo –dice Eagleton– resuelve Marx la aparente discrepancia en su planteamiento entre hecho y valor, entre descripción y prescripción?: “Es propio de nuestra naturaleza realizar nuestras potencialidades” [4]. Hay un “movimiento de llegar a ser”, he allí el sentido, no hay ningún plan establecido por fuera de este movimiento inherente a nuestra “naturaleza humana”, el cambio, el desarrollo de potencialidades, es parte de esa, nuestra relación indisoluble con la naturaleza (y entre nosotros/as mismos/as). El cambio, el desarrollo, están inscriptos en nuestra existencia. Ser productivos es parte de nuestro ser, porque es la manera en que existimos en, y con, la naturaleza.
Antonio Labriola, refiriéndose a toda serie de crítica subjetivista e idealista que pretendía imponer a la historia humana, desde fuera de su proceso real, las pautas, los patrones y los fines, explica cómo es desde el materialismo histórico como se puede pasar de estas a una posición frente al proceso histórico no de exterioridad que le designe “correcciones”, sino desde dentro del cauce del proceso mismo:
La crítica verdadera de la sociedad es la misma sociedad que, por las condiciones antitéticas de los contrastes en que se basa, engendra por sí y en sí misma la contradicción, y ésta vence después por traspaso en una nueva forma. […] Solamente en este paso desde la crítica del pensamiento subjetivo, que examina desde fuera las cosas e imagina poder corregirlas, a la inteligencia de la autocrítica que la sociedad ejerce sobre sí misma en la inmanencia de su propio proceso, consiste la dialéctica de la historia que Marx y Engels, sólo en cuanto eran materialistas, sacaron del idealismo de Hegel [5] .
El hecho histórico y su valoración
Marx partía de la historia real de dominación extranjera de la India desde hacía centenares de años, por unos y por otros. Constataba un hecho: desde por lo menos el siglo X la India se convirtió en territorio de establecimiento (y disputa) de diversos imperios islámicos y asiáticos. Es ante tal evidencia que Marx dirá hacia 1853 que sería preferible la dominación británica:
El poder ilimitado del Gran Mogol* fue derribado por los virreyes mongoles; el poder de los virreyes fue derrotado por los mahratas**, el poder de los mahratas fue derrocado por los afganos, y mientras todos luchaban contra todos irrumpió el conquistador británico y los sometió a todos. Un país donde no sólo luchan musulmanes contra hindúes, sino también tribu contra tribu y casta contra casta; una sociedad cuyo entramado se basa en una especie de equilibrio resultante de la repulsión general y del exclusivismo constitucional de todos sus miembros, ¿cómo no iban a estar ese país y esa sociedad predestinados a convertirse en presa de los conquistadores? [6]
Señala entonces que:
toda su historia pasada […] es la sucesión de las conquistas sufridas por ella. […] Lo que llamamos historia de la India no es más que la historia de los sucesivos invasores que fundaron sus imperios sobre la base pasiva de esa sociedad que no les ofrecía ninguna resistencia. No se trata, por tanto, de si Inglaterra tenía o no tenía derecho a conquistar la India, sino de si preferimos una India conquistada por los turcos, los persas o los rusos a una India conquistada por los británicos. [7]
Están allí parte de los pasajes que podrían considerarse “más problemáticos”, ¿no? Pero no desesperemos, que apenas comenzamos a revisar el asunto.
Las civilizaciones que previamente habían conquistando el territorio indio, al ser portadoras de un desarrollo económico y social inferior al de la civilización que conquistaban, eran absorbidas por esta última y en última instancia no ofrecían por esto más que destrucción, mientras la dominación británica sería la primera que ofrecería, además de destrucción, las posibilidades también de la regeneración de la sociedad india. “Los árabes, los turcos, los tártaros y los mongoles que conquistaron sucesivamente la India fueron hinduizados”, dice Marx, fueron así los ingleses “los primeros conquistadores de civilización superior a la hindú”, y de allí las posibilidades distintas a las conquistas precedentes.
Las páginas de la historia de la dominación inglesa en la India apenas ofrecen algo más que destrucciones. Tras los montones de ruinas a duras penas puede distinguirse su obra regeneradora. Y sin embargo, esa obra ha comenzado. [8]
Marx se ubica constatando las posibilidades o no de avance histórico que habían ofrecido hasta la fecha los conquistadores, en el entendido que la sociedad india históricamente no venía teniendo posibilidades de un desarrollo soberano. Por eso frente a las “adquisiciones” de los imperios asiáticos señala como progresivo “el vapor inglés” y su libertad de comercio. Una de las exposiciones donde más claramente se valora positivamente el resultado de la dominación inglesa, la podemos percibir en los siguientes pasajes de otro texto:
Estas pequeñas formas estereotipadas de organismo social han sido destruidas en su mayor parte y están desapareciendo, no tanto por culpa de la brutal intromisión del recaudador británico de contribuciones o del soldado británico, como por la acción del vapor inglés y de la libertad de comercio inglesa. Estas comunidades de tipo familiar tenían por base la industria doméstica […] que les permitía bastarse a sí mismas. La intromisión inglesa, que colocó al hilador en Lancashire y al tejedor en Bengala, o que barrió tanto al hilador hindú como el tejedor hindú, disolvió esas pequeñas comunidades semibárbaras y semicivilizadas, al hacer saltar su base económica […].
Sin embargo, por muy lamentable que sea desde el punto de vista humano ver cómo se desorganizan y descomponen en sus unidades integrantes esas decenas de miles de organizaciones sociales laboriosas, patriarcales e inofensivas […] contemplar cómo cada uno de sus miembros va perdiendo a la vez sus viejas formas de civilización y sus medios hereditarios de subsistencia, no debemos olvidar al mismo tiempo que esas idílicas comunidades rurales, por inofensivas que pareciesen, constituyeron siempre una sólida base para el despotismo oriental […] No debemos olvidar el bárbaro egoísmo que, concentrado en un mísero pedazo de tierra, contemplaba tranquilamente la ruina de imperios enteros, la perpetración de crueldades indecibles, el aniquilamiento de la población de grandes ciudades, sin prestar a esto más atención que a los fenómenos de la naturaleza, y convirtiéndose a su vez en presa fácil para cualquier agresor que se dignase fijar en él su atención […] No debemos olvidar que esas pequeñas comunidades estaban contaminadas por las diferencias de casta y por la esclavitud, que sometían al hombre a las circunstancias exteriores en lugar de hacerle soberano de dichas circunstancias […]. [9]
Y en el fragmento que más expresa una idea lindante con una noción teleológica de la historia, concluye:
Bien es verdad que al realizar una revolución social en el Indostán, Inglaterra actuaba bajo el impulso de los intereses más mezquinos, dando pruebas de verdadera estupidez en la forma de imponer esos intereses. Pero no se trata de eso. De lo que se trata es de saber si la humanidad puede cumplir su misión sin una revolución a fondo en el estado social de Asia. Si no puede, entonces, y a pesar de todos sus crímenes, Inglaterra fue el instrumento inconsciente de la historia al realizar dicha revolución. [10]
Respiremos y sigamos revisando cómo razonaba el “científico social” que era al mismo tiempo el político revolucionario.
La perspectiva emancipatoria
¿Qué le preocupaba a Marx? Señala el estancamiento de las fuerzas productivas de la India y los padecimientos de su población por el enorme incremento en los costos de los alimentos a causa de la falta de vías y mecanismos de transporte para los mismos desde el lugar de su cultivo, así como la constante de las malas cosechas a causa de lo precario de la infraestructura india. Cita un informe de la Cámara de los Comunes que en 1848 señalaba que “mientras en Kandesh el quarter de trigo costaba de 6 a 8 chelines, se vendía al precio de 64 a 70 chelines en Punah, donde la gente se moría de hambre en las calles, pues no podían recibir víveres de Kandesh a causa de que los caminos arcillosos estaban intransitables”, por eso piensa Marx que “El trazado de las líneas férreas puede ser fácilmente aprovechado para servir a la agricultura, construyendo estanques en aquellos lugares donde haya necesidad de extraer tierra para los terraplenes y estableciendo conducciones de agua a lo largo de las líneas férreas. De este modo, puede extenderse considerablemente el sistema de irrigación, condición indispensable para el desarrollo de la agricultura en Oriente, con lo que se evitarían las frecuentes malas cosechas provocadas por la escasez de agua” [11].
De la lectura atenta de dos de los textos claves al respecto –“La dominación británica en la India” y “Futuros resultados de la dominación británica en la India”¬–, se observa con meridiana claridad la explicación de que la incorporación de la India a Occidente impuesta por la dominación inglesa, que incluyó la conformación y entrenamiento por los ingleses de un ejército indio, el vapor, el telégrafo eléctrico, los ferrocarriles, la prensa libre, las vías de comunicación nuevas, etc., implicaría, además de los elementos de destrucción, presentes en todas las anteriores conquistas, un conjunto de condiciones propicias para la propia realización india como nación: la más amplia unidad política de la India (unidad nacional), la ruptura del aislamiento del país y al interior del mismo, la disolución de las castas y las interminables disputas intestinas entre grupos, la industrialización del país y su conversión en un país productor, una nueva clase nativa educada lo suficiente como para gobernar el país, y la existencia misma de un ejército indio capaz en el futuro de expulsar al propio invasor inglés e impedir que el país caiga bajo las manos nuevamente de otros conquistadores extranjeros [12].
Con toda una serie de datos concretos sobre la realidad de los medios de producción, la infraestructura y vías de comunicación con relación a las necesidades de la población de la India, a la luz de datos que expresaban la presencia perenne de obstáculos insalvables hasta entonces para superar problemas agudos de la propia subsistencia, el progreso social y la autodeterminación nacional, va señalando Marx y explicando con precisión concreta cómo la obra destructora de Inglaterra, hecha en función exclusiva de sus propios intereses, ha ido sin embargo sentando las bases para… su propia expulsión a manos de una sociedad india con posibilidad de hacerse, ahora sí, dueña de su destino.
El efecto positivo que en ese sentido conllevan las vías férreas ilustra esta lógica:
La burguesía industrial ha descubierto que sus intereses vitales reclaman la transformación de la India en un país productor, y que para ello es preciso ante todo proporcionarle medios de riego y vías de comunicación interior […] El trazado de las líneas férreas puede ser fácilmente aprovechado para servir a la agricultura, construyendo estanques en aquellos lugares donde haya necesidad de extraer tierra para los terraplenes y estableciendo conducciones de agua a lo largo de las líneas férreas. De este modo, puede extenderse considerablemente el sistema de irrigación, condición indispensable para el desarrollo de la agricultura en Oriente, con lo que se evitarían las frecuentes malas cosechas provocadas por la escasez de agua […] las tierras irrigadas […] ocupan de diez a doce veces más gente y rinden de doce a quince veces más beneficio que las tierras no irrigadas de igual extensión. [13]
“Ya sé –dice Marx– que la burguesía industrial inglesa trata de cubrir la India de vías férreas con el exclusivo objeto de abaratar el transporte del algodón y de otras materias primas necesarias para sus fábricas”, pero, continúa:
si introducís las máquinas en el sistema de locomoción de un país que posee hierro y carbón, ya no podréis impedir que ese país fabrique dichas máquinas. No podréis mantener una red de vías férreas en un país enorme, sin organizar en él todos los procesos industriales necesarios para satisfacer las exigencias inmediatas y corrientes del ferrocarril, lo cual implicará la introducción de la maquinaria en otras ramas de la industria que no estén directamente relacionadas con el transporte ferroviario. El sistema ferroviario se convertirá por tanto en la India en un verdadero precursor de la industria moderna. [14]
Así mismo:
El ejército hindú, organizado y entrenado por los sargentos ingleses, es una condición sine qua non para que la India pueda conquistar su independencia y lo único capaz de evitar que el país se convirtiera en presa del primer conquistador extranjero. [15]
Este es el razonamiento dialéctico y concreto de Marx, porque aquí no está hablando del colonialismo en general, en cualquier época y en cualquier país, ni del colonialismo como fin en sí mismo, sino desde una perspectiva que asume que de otra manera, el país seguiría sumido en el atraso tecnológico, disgregado como nación, con una agricultura del todo insuficiente, presa de cualquier otro poder extranjero y sin posibilidad alguna de erigirse soberanamente, ni económica ni política ni militarmente. La perspectiva es la de la posibilidad a la larga de que la India pueda expulsar al propio conquistador y erigirse en nación soberana.
De esta manera, “por penoso que sea para nuestros sentimientos personales el espectáculo de un viejo mundo que se derrumba, desde el punto de vista de la historia tenemos pleno derecho a exclamar con Goethe: ’¿Quién lamenta los estragos / Si los frutos son placeres / ¿No aplastó miles de seres / Tamerlán en su reinado?’” [16]. Un poco antes, como vimos, dice Marx que “por muy lamentable que sea desde un punto de vista humano” la desintegración de las formas económicas indias ante la penetración inglesa, no hay que olvidar precisamente que son el signo del atraso en cuanto al acceso a los alimentos, la unidad política y territorial, la exposición constante a los conquistadores extranjeros, etc. Si quisiéramos polarizar la cuestión desde la lógica de la crítica decolonial, podríamos señalar con fundamento que es de esa manera como Marx aparece aquí oponiendo al “punto de vista humano” el “punto de vista de la historia”.
Sin duda nos pueden sonar muy virulentas las afirmaciones de Marx, pero, ¿cuál es el punto de vista que debe adoptarse? No estamos postulando acá una reivindicación aproblemática de las sentencias de Marx en este caso. Pero nos detendremos aquí porque perseguimos sí, escudriñar en cuáles son los criterios para tomar partido por una opción histórica u otra, ayudados por este ejemplo tan polémico, porque la perspectiva del materialismo histórico es la que guía a Marx en este razonamiento y es la que sostendrá siempre, así como es desde el materialismo histórico y dialéctico como sostendrán su posición los marxistas revolucionarios para América Latina.
En este asunto de hechos y valores [17], vimos cómo Marx plantea el sentido de la historia en cuanto a la autorrealización de las potencialidades humanas, que permita salir cada vez más del sometimiento a las determinaciones de la naturaleza y la sobrevivencia al borde de las necesidades elementales, que permita a la inmensa mayoría de la humanidad pasar de vivir para cubrir apenas las necesidades animales (alimento, refugio, vestido) a estadios de mayor soberanía sobre la producción ¬–la naturaleza y la técnica– y superar tal estado de cosas. Las invasiones y la dominación de unos pueblos por otros son parte de la historia, son hechos que se encuentran por doquier en la historia de la humanidad, que no son por designio de mentes malignas de algunos o de ideas “inhumanas”, son parte integral del desarrollo histórico y revisten carácter universal: tanto los romanos como los griegos, tanto los chinos como los incas o aztecas, tanto los persas como los británicos. ¿Cómo articular entonces un criterio frente a estos acontecimientos? ¿Se trata de conseguir algún punto de vista “humano” para hacer los juicios de valores? Pero si así fuese, ¿cómo se construye ese criterio “humano” que no sea una abstracción, que no sea un conjunto de juicios morales eternos, es decir, ahistóricos?, ¿o se pretende consolidar algún criterio moral general “caído del cielo”, es decir, que no revista ningún carácter de época o de clase? Dice Eagleton:
Una auténtica teoría dialéctica de la historia de clases, entonces, se esfuerza por agrupar sus aspectos emancipadores y opresivos, como elementos de una misma lógica. [...] Ironía, inversión, encrucijada, contradicción, están en el corazón de la concepción marxista de las cosas. [18]
Posar de pacifista per se o condenar a priori, por principio, cualquier movimiento histórico en ese sentido no sería más que una postura idealista que, como diría Labriola, busca colocar “correcciones” a la realidad histórica desde afuera, y es por eso que Marx defiende como punto de vista válido la conversión en valor de lo que es un hecho de la realidad histórica: el movimiento constante hacia la autorrealización humana, y es desde allí como define posición.
Es el mismo criterio que sigue para fijar posición frente a la comunidad campesina rusa, como veremos luego. Constataremos también en el capítulo siguiente cómo, José Carlos Mariátegui, fija posición con relación a la destrucción de la economía agrícola andina por parte de los conquistadores españoles desde el mismo criterio. Y es ese el criterio implícito en la teoría del imperialismo del Lenin y de la Internacional Comunista, que lleva a oponerse tenazmente a cualquier dominación colonial imperialista. Que no pueda contener errores y equivocaciones es otro plano de la discusión, sin embargo, sería en todo caso el menos arbitrario de todos los puntos de vista al respecto del desarrollo histórico.
Marx, por supuesto, no oculta la brutalidad de la dominación inglesa, tampoco comprende mecánica ni benévolamente las posibilidades de regeneración de la sociedad india, diezmada y disgregada previo a la dominación británica. Como señalamos arriba, menciona la relación dialéctica que habría entre la dominación y el surgimiento de las posibilidades de la propia emancipación de la sociedad india, que no vendrán dadas por la voluntad del conquistador, ni tampoco como producto automático y metafísico del desarrollo de las fuerzas productivas –no hay determinismo mecánico ni automatismo–, sino que deberán serle arrancadas, en la lucha –el ser humano y su acción como agencia histórica–, aprovechando los fundamentos materiales que éste desarrollo ha sentado:
Todo cuanto se vea obligada a hacer en la India la burguesía inglesa no emancipará a las masas populares ni mejorará sustancialmente su condición social, pues tanto lo uno como lo otro no sólo dependen del desarrollo de las fuerzas productivas, sino de su apropiación por el pueblo. Pero lo que sí no dejará de hacer la burguesía es sentar las premisas materiales necesarias para la realización de ambas empresas. ¿Acaso la burguesía ha hecho nunca algo más? ¿Cuándo ha realizado algún progreso sin arrastrar a individuos aislados y a pueblos enteros por la sangre y el lodo, la miseria y la degradación? [19]
El progreso de la clase capitalista siempre se ha hecho arrastrando por la sangre, el lodo, la miseria y la degradación tanto a individuos aislados como a pueblos enteros. Por supuesto, solo alguien que ignore supinamente el pensamiento y las elaboraciones de Marx podría señalarle alguna idealización del progreso capitalista.
La denuncia implacable a los colonialistas ingleses y el apoyo a las rebeliones del pueblo indio
Marx no deja en ningún momento de señalar la doble moral y la hipocresía de la burguesía británica, sus textos están llenos de denuncias punzantes sobre lo que hacen en las colonias, como esta:
La profunda hipocresía y la barbarie propias de la civilización burguesa se presentan desnudas ante nuestros ojos cuando, en lugar de observar esa civilización en su casa, donde adopta formas honorables, la contemplamos en las colonias, donde se nos ofrece sin ningún embozo. [20]
No es Marx en modo alguno parte del coro burgués que defiende políticamente la colonización, sencillamente se ubica en un juicio histórico que intenta serle fiel al curso de la propia historia de la sociedad India, desde la perspectiva de las posibilidades de emancipación del pueblo indio, reivindicando plenamente el derecho de este a la lucha armada contra el invasor: “Los hindúes no podrán recoger los frutos de los nuevos elementos de la sociedad, que ha sembrado entre ellos la burguesía británica, mientras en la misma Gran Bretaña las actuales clases gobernantes no sean desalojadas por el proletariado industrial, o mientras los propios hindúes no sean lo bastante fuertes para acabar de una vez y para siempre con el yugo británico” [21]. Por eso apoyará resueltamente la rebelión de 1857 y combatirá la cínica propaganda británica sobre las “atrocidades” cometidas por los cipayos alzados.
Así en “Investigación de las torturas en la India”, artículo publicado en el New-York Daily Tribune en septiembre de ese año, luego de señalar la institucionalidad de que gozaba la tortura en la India por parte del gobierno británico, señala:
En presencia de tales hechos, las personas imparciales y razonables podrán, tal vez, verse inducidos a preguntarse si no tiene razón un pueblo para intentar expulsar a los conquistadores extranjeros que han cometido tales abusos con sus súbditos. Y si los ingleses han podido hacer esas cosas a sangre fría, ¿podrá extrañar que los hindúes insurgentes sean culpables, en la furia de la revuelta y del conflicto, de los crímenes y crueldades que les atribuyen? [22]
En otro artículo publicado el mismo mes, continuará en ese sentido:
Por infame que sea la conducta de los cipayos, no es sino un reflejo concentrado de la conducta de Inglaterra en la India, y no sólo durante la época de la fundación de su imperio oriental, sino, incluso, durante los diez últimos años de su larga dominación. Para caracterizar esa dominación baste decir que la tortura constituía una institución orgánica de su política fiscal. En la historia de la humanidad existe algo parecido a la retribución; y es regla de la retribución histórica que sus instrumentos estén forjados por los propios ofensores y no por los ofendidos. [23]
Por si hiciera falta mencionarlo, no hay ni sombra de “iluminismo” ni de algún “imperio de la razón” tras la dominación inglesa en la India en la perspectiva que traza Marx, sencillamente porque el marxismo nada tiene que ver con esas pretensiones modernas –su modernidad discurre por otras vías–. Al contrario desenmascara tales poses e imposturas modernas que no son más que parte del cinismo y la propaganda de guerra (de clase) de la burguesía inglesa, incluso dejando implícito que las atrocidades de los cipayos indios estarían más motivadas que las de los colonialistas ingleses:
Para encontrar paralelos de las atrocidades de los cipayos no necesitamos, como pretenden algunos periódicos londinenses, remontarnos a la Edad Media, ni siquiera salirnos de la historia de la Inglaterra contemporánea. No tenemos más que estudiar la primera guerra china, un acontecimiento de ayer, por así decir. La soldadesca inglesa cometió entonces abominaciones por el mero gusto de cometerlas; sus pasiones no estaban ni santificadas por el fanatismo religioso, ni exacerbadas por el odio a una raza altiva y conquistadora, ni provocadas por la feroz resistencia de un enemigo heroico. Mujeres violadas, niños espetados e incendios de aldeas enteras, crímenes que no registraron los mandarines, sino los propios oficiales británicos, se cometieron entonces simplemente para pasar el rato. [24]
Décadas más tarde, sigue siendo un conspicuo partidario de la rebelión del pueblo indio. En 1881 puede leerse en una carta suya lo siguiente:
En la India esperan al Gobierno británico serias complicaciones, si no una explosión general. [...] el Gobierno británico sabe que se “trama” algo, pero estas gentes superficiales (me refiero a los hombres del Gobierno), abobados por sus maneras parlamentarias de hablar y de pensar, ¡no desean siquiera ver claro y darse cuenta de la magnitud del peligro inminente! ¡Engañar a otros y, por ello, engañarse a sí mismos, tal es, en dos palabras, la sabiduría parlamentaria! ¡Tant mieux! (¡Tanto mejor!)... [25]
Por si hiciera falta remarcar la concepción dialéctica, problematizada y no idealizada del progreso que capitanea la clase capitalista, el texto referido a los posibles futuros resultados de la dominación británica en la India concluye así:
Y sólo cuando una gran revolución social se apropie las conquistas de la época burguesa, el mercado mundial y las modernas fuerzas productivas, sometiéndolos al control común de los pueblos más avanzados, sólo entonces el progreso humano habrá dejado de parecerse a ese horrible ídolo pagano que sólo quería beber el néctar en el cráneo del sacrificado.
La cuestión irlandesa: la relación entre la liberación nacional y la revolución proletaria
Pero será con relación a la cuestión irlandesa donde Marx sostendrá una posición más problematizada de la cuestión colonial, no ya desde la sola perspectiva del “establecimiento del mercado mundial” y de “la producción basada en dicho mercado mundial” como “misión particular de la burguesía” [26], sino dando cuenta de cómo, en este caso concreto, la dominación inglesa no redundaba en ninguna revolución progresiva de la economía irlandesa y cómo esta misma dominación, a su vez, era base del poder burgués en Inglaterra contra su propio proletariado. De esta manera Marx anticipaba la teoría del imperialismo [27].
Irlanda es la ciudadela de la aristocracia terrateniente inglesa. La explotación de este país no es solo la fuente principal de sus riquezas materiales. Es su mayor fuerza moral [...] En cuanto a la burguesía inglesa, tiene, en primer orden, el mismo interés que la aristocracia inglesa en transformar a Irlanda en un mero pastizal que envía al mercado inglés carne y lana a los precios más bajos posibles. Tiene también el mismo interés en reducir la población irlandesa, desahuciando a los arrendatarios y obligándolos a emigrar, al mínimo que permita al capital inglés (invertido en los arrendamientos) funcionar “con toda seguridad” en el país. [28]
La dominación inglesa no hace más que entorpecer cualquier desarrollo serio de las capacidades productivas de Irlanda, constriñéndole cada vez más sus posibilidades: “La única tendencia actual de la dominación inglesa en Irlanda es ¡el desahucio de los campesinos de los predios rústicos de Irlanda!”. Por eso, precisamente lo que Irlanda necesita, dice Marx, es: “1. Autonomía e independencia con respecto a Inglaterra. 2. Una revolución agraria. [...] 3. Tarifas proteccionistas contra Inglaterra” [29].
No hay nada de progresivo en esta dominación y, al contrario, ha significado más bien la imbricación del atraso inglés truncando las potencialidades irlandesas. En una carta a Engels, refiriéndose a los materiales y definiciones importantes para estudiar el período de 1799 a 1800, el de la “Unión”, Marx señala que se constata algo que:
enojará mucho a los ingleses, la prueba de que Irlanda ha fracasado porque, in fact, from a revolutionary stand-point (de hecho, desde el punto de vista revolucionario), los irlandeses estaban demasiado avanzados para la English King and Church mob (turba inglesa, fiel al rey y a la Iglesia), y, por otra parte, el hecho de que la reacción inglesa en Inglaterra tenía sus raíces (como en los tiempos de Cromwell) en la subyugación de Irlanda [30].
Así se conjugan el papel regresivo de la dominación inglesa en Irlanda y la conexión directa que esta tiene con el poder de la burguesía sobre el propio pueblo inglés, en razón de su contubernio de intereses con la aristocracia propia. “La aristocracia inglesa encarna –dice Marx–, en efecto, la dominación de Inglaterra en Irlanda. Irlanda es, por consiguiente, el gran medio para mantener su poder en Inglaterra”, y si las fuerzas armadas de Inglaterra abandonaran Irlanda se desataría sin duda una revolución agraria, que es la “forma exclusiva” de la cuestión social en el país para la época, y “la caída de la aristocracia inglesa en Irlanda entraña la consecuencia ineludible de su caída en Inglaterra” [31].
Ya vimos cómo el capital inglés comparte el mismo interés que la aristocracia en hacer de Irlanda “un mero pastizal”, pero además, el interés burgués en sostener esta situación se extiende hasta la propia economía capitalista en Inglaterra, porque:
Gracias a la concentración, siempre creciente, de los arrendamientos, Irlanda provee constantemente su excedente (de mano de obra) al mercado obrero inglés y baja así el salario y empeora la situación económica y moral de la english working class (clase obrera inglesa). [32]
Consustancialmente con este cuadro, la “cuestión irlandesa” es motivo de división permanente en la clase obrera de los dos países y la fuente de la impotencia de los trabajadores ingleses, en razón de lo cual los capitalistas ingleses pueden contar con mayor poder y sostenimiento de su régimen social:
Todos los centros industriales y comerciales de Inglaterra tienen actualmente una clase obrera escindida en dos campos hostiles: el de los proletarios ingleses y el de los proletarios irlandeses. El obrero inglés ordinario detesta al obrero irlandés como a un competidor que hace bajar su nivel medio de existencia. Se siente, por su parte, miembro de una nación dominante, cosa que lo hace instrumentos de sus aristócratas y capitalistas contra Irlanda y consolida con ello el poder de éstos sobre él mismo. Los prejuicios religiosos, sociales y nacionales lo enfrentan al obrero irlandés. Se comporta con él poco menos que como los poor whites (blancos pobres) con los negros en los viejos Estados esclavistas de los EE.UU. El irlandés le paga con la misma moneda. Ve en él a un tiempo al cómplice y al instrumento ciego de la dominación inglesa en Irlanda. [...] Este antagonismo es el secreto de la impotencia de la clase obrera inglesa, a pesar de su organización. Es también el secreto del persistente poderío de la clase capitalista, que se da perfecta cuenta de ello. [33]
Trazando magistralmente la relación entre la dominación colonial británica y el atraso nacional irlandés, así como entre la dominación colonial, las condiciones de la dominación de clase en el país colonizador y las relaciones de fuerzas entre las clases de las respectivas naciones enfrentadas, incluyendo la relación entre las correspondientes clases subyugadas en ambos lados, Marx traza una perspectiva en la que la liberación nacional de Irlanda y la revolución social proletaria en Inglaterra están íntimamente ligadas, teniendo ambas un enemigo en común, que por igual parasita las potencialidades de las capacidades productivas de la sociedad, sin llevarlas a ningún desarrollo cualitativo importante. Y en esa lucha el acento está puesto, no en la “contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción” al interior de Inglaterra sino en la realización de la liberación nacional irlandesa:
He creído durante mucho tiempo que la english working class ascedancy (la ascendencia de la clase obrera inglesa) permitiría derrocar el régimen irlandés [...] Un estudio más serio me ha convencido de lo contrario. La clase obrera inglesa no hará nada hasta que se desembarace de Irlanda. En Irlanda es donde se debe poner la palanca. [34]
En otro pasaje de una de las cartas, en el mismo sentido, expone:
Inglaterra, metrópoli del capital, potencia dominante hasta hoy del mercado mundial, es por el momento el país más importante para la revolución obrera y el único en el que las condiciones materiales de esta revolución han llegado a cierto grado de madurez. Por eso el objetivo más importante de la Asociación Internacional de los obreros es acelerar la revolución social en Inglaterra. Y el único medio de lograrlo es hacer a Irlanda independiente. [35]
De allí que la primera cuestión que debe tener en cuenta la clase trabajadora inglesa es la lucha contra la opresión nacional inglesa en Irlanda, como condición para su propia liberación, tomando como punto de su propio programa, la ruptura de la Unión forzada de 1801 y su reemplazo “por una confederación igual y libre”, de lo contrario “el pueblo inglés seguirá siendo llevado de la brida por las clases dominantes” . Debe por tanto despertarse “en la clase obrera inglesa la conciencia de que la emancipación nacional de Irlanda no es para ella a question of abastract justice or humanitarian sentiment (una cuestión abstracta de justicia o filantropía), sino the first condition of their owen social emancipation (la primera condición de su propia emancipación social)” [36]. De esta manera, la lucha anticolonialista irlandesa y la lucha social del proletariado inglés iban de la mano, contra el imperialismo del capital británico.
Estaría de más recordar que, posteriormente, el desarrollo del marxismo revolucionario no hizo sino inclinarse cada vez más aún a la condena de la dominación colonial en el mundo, señalando el carácter regresivo que constituía para los pueblos la dominación imperialista, y ligando las luchas de liberación nacional a la lucha de clase del proletariado tanto de los países dominantes como de los países sometidos al imperialismo, ubicándolas como parte de una misma lucha común contra el capitalismo mundial, para conquistar las bases de una civilización superior en la que el progreso deje de ser ese dios que solo quiere beber el néctar en el cráneo del sacrificado.
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Título dado por europeos a los gobernadores del Imperio de los Mogoles, que se llamaban a sí mismos padishas, denominación de origen persa, con connotaciones de realeza, equivalente al rango más alto.
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Pueblo indio que ocupó la parte noroccidental del Decán y, a mediados del siglo XVII, luego de asestar un duro golpe al Imperio de los Grandes Mogoles y ayudar a su desintegración, fundan su Estado independiente, de base feudal, que luego emprende guerras de conquista, siendo debilitado por las luchas feudales intestinas.
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