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Red Internacional
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Tribuna Abierta. Memorias de la huelga de la UNAM

El 1 de febrero de 2000, en prepa 3, ocurrió un evento que hoy a 20 años quiero recordar y compartir.

Sábado 8 de febrero de 2020

Ese día los de la Asamblea Universitaria Académica (AUA) que surgió para dar apoyo “incondicional” al CGH -habíamos convocado a Asamblea en el Ho Chi Minh pero al enterarnos de la agresión y rompimiento de la huelga por parte de los burócratas, con De la Fuente financiando a cientos de golpeadores, contratados en las terminales de camiones- decidimos hacer la asamblea ahí en prepa 3.

Cuando llegamos Alfredo Velarde y yo, ya habían formado un perímetro los granaderos del DF, hicieron un “hemiciclo” en torno de donde había estado la puerta, que fue arrancada durante la agresión ese día, los compañeros estudiantes estaban cercados, poco a poco, en la medida que creció el rumor de la inminente toma violenta, se fueron “apiñando” en el patio de la entrada, los brazos entrelazados, en círculos concéntricos, quizá buscando protegerse unos a otros, hasta que, de pronto, a lo lejos vimos una formación militar que avanzaba “a paso veloz”, al acercarse a la puerta de la prepa se abrió el cerco de granaderos, para darles el paso franco.

Era la inauguración de la inefable Policía Federal Preventiva (PFP), entró corriendo “a paso veloz “, en fila de dos, y tomó por asalto la prepa, los policías enardecidos, entre golpes e insultos, empezaron a deshacer la “piña” humana. Uno por uno eran llevados a los camiones de pasajeros y ahí metieron a todos los que cupieron, 352 detenidos, pero resulta que no cupieron todos y varias decenas de muchachos quedaron en espera, en la calle afuera de la escuela, quizá serían como 60, unos de pie y otros sentados en la banqueta.

Estaba yo con Alfredo Velarde observando, nos dimos cuenta que los soldados vestidos de gris, carecían de toda disciplina, estaban desordenados, seguramente porque era su debut, "heróico".

Me percaté de que, entre los muchachos, casi en la orilla donde estábamos, se encontraba Mauricio Bueno (Balú) uno de los presos que resultaron de la provocación montada en la embajada gringa el 10 de diciembre de 99. Mauricio estaba libre bajo fianza. Le dije a Velarde que yo trataría de chisparlo, rompí el cerco de granaderos, con la Cédula Profesional en la mano, me dirigí a Mauricio y le dije: sígueme.

Pero estaba petrificado, no se movió, entonces lo empecé a jalar del “peto” del pantalón y lo obligué a caminar, cuando llegamos al cerco les dije a los granaderos: "con permiso, señores", se abrieron y salimos. Con miedo de que nos fueran a regresar, rápido se lo entregué a Velarde; le dije: desafánalo y se lo llevó.

Como resultó tan fácil, repetí el numerito cinco o seis veces, hasta que los granaderos me pararon y ya no pude chispar a más compañeros. Ojo, fueron los granaderos, no los pefepos, los que me pararon; entonces me paré en medio de los muchachos y grité: "¿quién viene al mando?. Nadie contestó. Volví a gritar, más fuerte: ¿quién viene al mando?. Entonces salió un teniente desgarbado, que dijo: "yo, ¿qué quiere?".

Le pregunté, con la cédula en la mano: ¿Cuál es la situación jurídica de los muchachos?, a lo que respondió levantando los hombros, yo entendí que decía: "no sé", entonces volví a preguntar: ¿Están detenidos?, recibiendo la misma respuesta, de levantar los hombros. Entonces, me volví a los compañeros diciéndoles: "vamonos compañeros, no están detenidos"; los muchachos no daban crédito, no se levantaban, fui a levantarlos uno por uno, hasta que vieron que los pefepos y los granaderos no decían nada, empezaron a levantarse, se formaron y salimos del cerco de granaderos, no he vuelto a saber nada de ninguno, solo a Balú lo he visto en dos eventos conmemorativos de la gran Huelga.

Ese día, al primero que detuvieron los pefepos fue a Mario Benítez. Cuando lo vi era llevado por cinco pefepos, en ese momento otro estudiante se colgó del cuello de Mario (por la espalda) tratando de protegerlo, un policía se apresuró a quitarlo de encima; de inmediato se acercó a Mario un periodista que quería entrevistarlo, por lo que se desprendieron dos policías para retirarlo, en ese momento yo me acerqué y aprovechando que solamente quedaban dos pefepos, alcancé a meter mi brazo en el cuello de Mario y lo jalé con fuerza, logrando zafarlo por un instante, suficiente para que pudiera escapar.

Empezó un periplo judicial que duró hasta 2005, cuando terminó el proceso de Alejandro Echeverría Zarco.

A dos décadas de distancia, me sería muy grato escuchar o leer la versión de alguno de esos muchachos, ahora señores, de esa anécdota que puede parecer inverosímil, pero es verdad.

Ese 1 de febrero, después del golpe de mano en prepa 3, supimos que por ser la PFP la que intervino los muchachos serían llevados a la PGR, la convocatoria entonces fue para concentrarnos en la PGR de Camarones.

El Mega proceso que habían iniciado los tomó por sorpresa. Donde fueron llevados los muchachos era un estacionamiento enorme, bajo techo, vacío, el lugar tenía en el fondo muchos cuartos, en dos niveles, abajo metieron a los muchachos y arriba improvisaron oficinas y pusieron muchas mesas alrededor para el MP. Empezaron a llegar por decenas los secretarios, mecanógrafas, máquinas de escribir (manuales), computadoras. Pronto habían armado un gran circo.

Desde que llegué al lugar intenté entrar para la defensa de los muchachos, pero no permitían el ingreso, con un operativo de la PFP con armas largas. Cada vez llegaban más compañeros, la impaciencia de los familiares y los estudiantes era evidente, pasaban las horas y no permitían la entrada.

Me percaté que traían una clave, tocaban y les abrían, por lo que lo informé y se decidió en ese momento que no entrara nadie y bloqueamos la puerta, pronto había decenas de ellos sin poder entrar, los amagos represivos cada vez más violentos; y negociaron: no represión a cambio de dejarlos entrar. Abrieron la puerta y empezaron a entrar en tropel.

Yo aproveché el momento para colarme, mezclado entre ellos, sin embargo, me detectaron al momento de pasar la puerta, quisieron detenerme y empezó un forcejeo, al punto que me rompieron el saco y la camisa, pero no me pudieron sacar.
Detrás de mí, otros compañeros quisieron entrar por lo que cerraron la puerta para impedirlo.

Ya adentro, era yo increpado y, rodeado de policías, recitaba el artículo 16 constitucional, una y otra vez, con la Cédula en la mano, hasta que llegó el entonces subprocurador Everardo Moreno (luego fue precandidato del PRI a la presidencia). Se abrió el círculo y me encaró, poniéndose tan cerca que al hablar me salpicaba saliva, me dijo: "yo sé quien eres, donde estás y con quien estás", cuida tus pasos. Le dije: "no te tengo miedo, los que están en la ilegalidad son ustedes, es derecho de los muchachos tener una defensa desde este momento".

Me dijo: a quien vienes a defender con tanto ardor, ¡a todos!, le respondí, me reviró: "dame el nombre y te lo traigo", en ese momento alcanzo a distinguir a un alumno de CCH Azcapo, que se llama Vladimir y es hijo de dos maestros del mismo plantel, donde yo daba clases, y le digo: "a Vladimir", ¿cómo se apellida?, me dijo y pienso: su papá es Emigdio Navarro. Respondí "Vladimir Navarro", ¿y el otro apellido?, y pienso: su mamá es Guadalupe Susano. Le dije "Vladimir Navarro Susano", entonces mandó a un policía a donde estaban todos y gritó el nombre.

Ya frente al subprocurador, éste le pide mi nombre, Vladimir le dijo: "Es el profesor Juan de Dios", ¿cómo se apellida? le preguntó; entonces le reclamé que era un exceso. Después de otra agria discusión Everardo ordenó que trajeran un escritorio para ponerlo junto a la puerta, trajeron una máquina de escribir que cada golpe de tecla, se atoraba la tecla y había que desatorarla. Así tomaron la declaración, me dijo que su hermano Cuauhtémoc y un primo también estaban detenidos, con los tres pasamos la noche, a los demás les pusieron “defensor de oficio” y fueron consignados al “reno”, luego salieron bajo fianza.

Era el 4 de febrero del año 2000. En el “palacio de la inquisición” (antigua escuela de medicina) se reunió con el CGH por última vez el porro perfumado, impuesto por el gobierno federal como rector durante la gran huelga estudiantil, Juan Ramón de la Fuente, hoy flamante embajador de México en la ONU. Se trataba de hacer creer a la opinión pública que por la “intransigencia del CGH” la única opción era la represiva, romper la huelga en toda la UNAM igual que en prepa 3, (el día primero anterior), sin embargo la decisión estaba tomada, el golpe de mano fascista se preparaba con premura.

Los 251 detenidos el día 1, eran presentados como rehenes del estado, como monedas de cambio.

De la Fuente convocó al CGH, pero ahora únicamente a través de una pequeña comisión de diez delegados y “4 de apoyo”, como telón de fondo está el hecho de que desde diciembre, cuando se habían alcanzado los primeros acuerdos en “Palacio de Minería”, donde ya habían aceptado el pliego petitorio, incluyendo un Congreso General Universitario con Carácter Resolutivo, pero por un error táctico y una provocación (al día siguiente de la firma, apedrearon y rompieron los vidrios de la Embajada gringa, la rectoría se había levantado de la mesa, hasta este día.

Ahora, en una posición de fuerza, dijo el gobierno al CGH: "Levanten la Huelga y libero a los estudiantes presos", de otra manera, estaba implícito, romperían la huelga.

Antes de entrar se propuso que pudiéramos acompañar a la comisión los dos asesores del CGH que estábamos presentes, así el doctor Luis Javier Garrido Platas y el que esto escribe entramos a la reunión, en una mesa larga ya se encontraban: Juan Ramón de la Fuente, a su derecha el tenebroso Luis de la Barrera, ombudsman del DF (en aquel momento); José Luis Soberanes de la CNDH; el inefable José Narro (operador); Federico Reyes Heroles (opinócrata); Serrano Migallón quien era el abogado general, entre otros.

De inmediato De la Fuente planteó el ultimátum a los muchachos, era evidente que la comisión de los 10 no tenía facultad para levantar la huelga, sin embargo en un esfuerzo desesperado a propuesta de los asesores, considerando que los Institutos, el Estadio Olímpico y la zona cultural no fueron cerrados por el CGH (los cerró Barnés), se propuso que como muestra de buena fe, de la voluntad del CGH para levantar la huelga, en ese momento se entregarían esas instalaciones, Narro tomaba el teléfono, se salía y al regreso se acercaba a De la Fuente, algo le decía al oído, se retiraba y De la Fuente decía "No, tienen que levantar la huelga".

Cuando se hizo la propuesta, el rector reconoció su viabilidad, aceptó que se formara una comisión redactora, surgió una tenue luz que iluminó la mesa, sin embargo muy pronto fuimos llamados, de urgencia, a la mesa. El rector, de pie, anunció que se retiraba porque una manifestación enorme marchaba al palacio de la inquisición y no iba a tolerar presiones, para quitar el pretexto ofrecimos que la marcha regresaría al zócalo (que era el destino original de la marcha), así cuando llegó la avanzada venía el CLETA con su camión, con sonido, me pidieron subir al toldo del camión, desde ahí traté de hacerme oír, pero el barullo era enorme y no se escuchaba nada, entonces me arrodillé y a gritos pude hacer que se corriera la voz de silencio.

Fue como mágico, se fue haciendo el silencio, conforme les explicaba que tenían que dar media vuelta y regresar, traté de transmitir el sentido de urgencia, la gravedad y fragilidad del momento, creo que lo logré, se reinstaló la mesa, minutos después nos avisan de un comunicado de la CNDH (que estaba en la mesa) anunciando el rompimiento de las pláticas “por la intransigencia del CGH”, si alguna duda quedaba, así quedó de manifiesto el papel de corifeos y comparsas, simplemente para legitimar el golpe de mano fascista, cuando salimos del palacio de la inquisición, a la una de la mañana del día 5 de febrero, la suerte estaba echada, el CGH sería reprimido.

El día 5 de febrero de 2000 se celebró la audiencia de término constitucional de los 251 detenidos en prepa 3, terminó como a las dos de la mañana del 6 de febrero, después de la audiencia en el Reclusorio Norte, me trasladé a la plenaria del CGH en el auditorio Che Guevara, para informar el resultado. Desde que entré al auditorio se percibía un ambiente de pesadumbre, era un secreto a voces: la represión es inminente, la PFP está acuartelada, está confirmado.

Cuando me tocó el turno de informar, aún cuando había buenas noticias, en lo que cabe teniendo 251 presos, el juez había desestimando las acusaciones de terrorismo y delincuencia organizada, y aunque los muchachos ya alcanzaban la libertad bajo fianza, al dejarles ilegalmente la “calificativa” (no es delito) de “peligrosidad social “ los estudiantes seguirán en la cárcel.

Las noticias pasaron desapercibidas, para las 10 de la mañana de ese día 6 de febrero estábamos citados en el juzgado, para conocer quiénes tenían “auto de libertad” y quiénes “auto de formal prisión”, motivo por el cual informé que me retiraba. Serían las 5 de la mañana, estaba exhausto, para no quedarme dormido en el camino a mi casa, le pedí a mi hija mayor que me acompañara, por supuesto vino la inconformidad, me argumentó que todos los que estaban en el Che sabían que serían detenidos y a sabiendas se habían quedado, que ella seguiría la suerte de los demás.

De verdad que yo necesitaba esa ayuda y a nadie más le podía yo pedir algo así, no sin recibir la acusación de “chantaje” y con el compromiso de hacer un rondín en CU, para demostrar que nada iba a pasar. Serían las 5 y cuarto, dimos toda la vuelta a CU, hasta Delfín Madrigal, no había señales de la incursión, nos fuimos a la casa, cuando abríamos la puerta, suena el celular: "Está entrando la PFP ¿qué hacemos?".

Habían roto la gran huelga del CGH, empezaron en el Che y de ahí, en una operación envolvente, toda la universidad. El saldo, 747 detenidos, y una lista de más de 500 nombres, publicada en la prensa nacional, con orden de aprensión, uno de los nombres era Juan de Dios “N”.

En AUA (Asamblea Universitaria Académica) teníamos un plan de contingencia, en caso de que ocurriera la represión nos reuniríamos en el “Parque de la Bombilla”, ahí nos empezamos a concentrar para tratar de organizarnos. Después de un rato, veo llegar al Dr. Octavio Loizaga, literalmente corriendo y diciéndome: huye vienen por ti, salí corriendo de ahí, el golpe de mano no había terminado, la represión estaba en curso.

Después de haber puesto a mis hijas en lugar seguro, cuando traté de hacer lo mismo para mí, me percaté que afuera de mi casa me estaban poniendo “la campana” los judiciales, al principio no supe que hacer, pero después de pensarlo varias horas, decidí no arriesgarme a una orden de cateo y decidí fugarme.

Abrí las persianas y la ventana, encendí la tele y subí el volumen, prendí las luces, con la idea que pensaran que estaba adentro, por último me asomé por la ventana, luego me puse pecho a tierra y avancé para la zotehuela, de ahí me subí a la azotea de mi casa y me brinqué a la de junto, de un amigo de la infancia, donde vive su mamá, que era muy grande de edad (y como persona), con mucho sigilo logré informarle lo que me estaba pasando y ella accedió a ayudarme, me bajé de su azotea y ella accedió a esconderme en la cajuela de su coche y así salí huyendo, pero para esto a unas calles de ahí ya me esperaba el profesor Rodolfo Pastrana en su camioneta.

Luego vino el proceso de los presos del 6 de febrero.