En el partido de esta tarde ante Las Palmas por la Liga española, Lío puede alcanzar la marca de 600 goles en el profesionalismo, acercándose a los 1.000 goles en toda su carrera desde las inferiores. El periodista Ignacio Fusco nos retrata a este fenómeno que no se detiene a pensar sus propios números… por estar ocupado con la pelota.
Ignacio Fusco @IgnacioFusco - Editor y co-fundador de revistadonjulio, periodista de TNT Sports.
Jueves 1ro de marzo de 2018
Lionel Messi llega a su casa y le dice a su esposa, a su novia de la adolescencia, a la madre de sus hijos, al amor de su vida, a Antonela Roccuzzo, que hoy también metió un gol. A veces son dos, como en el 6-1 del Barcelona al Girona el último sábado, a veces tres: no sabemos si se lo informa de manera precisa –que el segundo fue de tiro libre y fue hermoso, por ejemplo, o que Luis, Luisito, también anduvo bárbaro, se lució con tres– pero sí que lo hace, y que cada vez que lo hace, el 10 del Barcelona recibe la misma respuesta: silencio, desidia, desinterés. “No me presta atención ni cuando le digo ´he marcado dos goles o he logrado un hat-trick’. No le interesa. Se aburre”, ha develado la bestia zurda en una entrevista a Sette, el suplemento del diario italiano Corriere dello Sport. Como el periodismo es ante todo un servicio público, desde La Izquierda Diario le ofrecemos al rosarino la efectividad de lo excepcional: si Messi le contara a su esposa que este jueves visitan a Las Palmas y que acaso llegue a los 600 goles como profesional, si le informara que en la fresca goleada del Camp Nou se ha hecho también de dos récords nuevos y si hasta lo intentara con una lacrimógena (desde que compito, me faltan menos de 50 goles para llegar a los 1.000, mi amor) acaso la respuesta sería otra: una mirada con un toque de brillantina, una leve sonrisa quizá.
Messi ha logrado la rareza de transformar al fútbol –el consumo del fútbol– en un bar en el que después de cada partido se junta una trova de nerds. Siempre nos emocionaremos y nos agitaremos cada vez que engañe con un freno o un pase que nadie imaginó, pero ya lo ha hecho tantas veces, tan seguido, tan igual, que ahora nos hemos entregado al auxilio de los números, la necesidad de inyectarnos estadísticas como si el juego estuviera ahí. El Neo Diez llegó el sábado a 537 goles con el Barcelona, ya tenía 61 con la Selección y entonces ahora le faltan apenitas dos para ser nuevamente trending topic, asombro viral: una animalada que ya superó hace rato los que hicieron, por ejemplo, Batistuta y Crespo –juntos– en los 15 años que jugaron en Europa (481). Si no es este jueves contra Las Palmas será el próximo domingo frente al Atlético de Madrid, y si no –asumamos sin miedo la infertilidad a la que tal vez convoque esta nota– será en dos fines de semana, el sábado 10 de marzo, cuando visite al Málaga. Hay algo exagerado, capusottesco, en esa forma de vivir: a cada partido, cada movimiento, le sucede un récord, la inauguración de una nueva historia. Como si la memoria tuviera prohibido editar, discriminar. Como si Messi fuera un hombre del que todo se debe recordar.
Hay un periodista holandés, Ramón Min, que se propuso llegar hasta el final (o sea, ir al principio). Es, obvio, el mejor personaje de esta historia. Min conoció a Messi en el Mundial Sub 20 que en 2005 se jugó en Holanda (un torneo en el que Argentina se consagró campeón) y al tiempo entró a llamar a ex entrenadores, ex compañeros, periodistas, a dirigentes que trabajaron con él. La meta, más que periodística, era borgeana: registrar todos los partidos que Messi jugó, amistosos y oficiales, pruebas en clubes, todos, todos, como si el mundo estuviera hecho sólo con lo que le sucedió a él. Al final de esta nota les compartimos los números a los que llegó Min (“los que sí puedo probar”, como ha contado en una entrevista con el diario La Voz), aunque La Izquierda Diario sólo elige hacerse de las mañanas, las tardes y las noches en las que Messi salió a competir. En Newell’s y en Barcelona, aunque fuera en Inferiores, pero a competir: esta tarde, cueste lo que cueste, esta tarde tenemos que ganar. Entre la Masia y Newell’s, entre las Juveniles y la Mayor de la Argentina, entre todo eso y los partidos del Barcelona, que ya los conocemos como si fuera la filmografía de un director, el zurdo al que sólo habría comparar con Roger Federer gritó el sábado su gol 953 en el partido 1.046 que salió a jugar con una recompensa. Tanto lo jodimos con Maradona que, una vez, lo hemos puesto en modo Pelé. En el año de un nuevo Mundial, Messi está a 47 goles de los 1.000, una rareza que a él le debe resbalar como la mayoría de las que los nerds, nosotros, descubrimos y estudiamos sobre él.
El periodista peruano Julio Villanueva Chang, creador y editor de la fabulosa revista Etiqueta Negra, dijo alguna vez que le asombraba –lo entristecía, en realidad– que no hubiera grandes crónicas deportivas al otro día de un hecho monumental. “Como si los hechos nos superaran, ¿no? No sé si es el asombro que nos dura, o la inmediatez, no sé bien, pero hay algo que anula la mirada, la posibilidad de poner todo rápido en palabras”, pensaba Chang. Con Messi también nos pasa eso, pero ahí está el engaño de los números, lo que la señora Roccuzzo hace muy bien en desatender. Sólo en el duelo ante el Girona, el Neo Diez escribió –reescribió– todo esto: con el pase que le dio a Luis Suárez en el 1-1 parcial se autoproclamó como el jugador que más asistencias concedió (148) en los últimos 25 años de la Liga. Con el 2-1, el gol en el que se puso a enganchar y amagar como si tuviera una sortija y los defensores tiraran manotazos al aire intentándosela sacar, decidió que no habría en el campeonato español un jugador con más víctimas que él: ya son 36 los clubes a los que les convirtió, uno más que la marca de Aduriz, del Athletic Bilbao, y Raúl, el ídolo del Real Madrid. El segundo dato es de @MisterChip, que también ha arrojado éste a la pecera de los adictos: el 3-1 fue su 21° grito de tiro libre en el campeonato español, una realidad insuperable por otro futbolista desde, por lo menos, 1993.
Conexión Iniesta-Messi. PURO FÚTBOL #Barça pic.twitter.com/gfzfENk2N5
— Neymar Crack (@Neymar__Crack) 27 de febrero de 2018
“En la calle, cuando eres un pibe, agarras cosas que te sirven mucho cuando creces –dice Messi en el libro La jugada de mi vida, la autobiografía de Andrés Iniesta–. Acostumbras a jugar con mayores, pero siempre actúas igual, juegas de la misma manera. Ahora cada vez es más raro que un futbolista salga de la calle. Yo diría que somos parecidos (con Iniesta) porque jugamos mucho con el cuerpo, a esquivar”. Es la fábula del niño eterno, un rosarino que nació zurdo y todopoderoso y treinta años después juega de la misma manera, actúa siempre igual. En la esquina del barrio Las Heras y Camp Nou sigue sin mirar nada de lo que pasa a su lado. Juega y no mira nunca a los adultos aburridos que toman mate en la puerta de sus casas; juega y no mira nunca a los periodistas que escriben sobre algunos goles que ya vendrán.
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El detalle del trabajo de Ramon Min, creador de la cuenta de Twitter @MessiStats
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Jugadores que –oficialmente, en Primera– tienen más goles que el 10
Romario (762), austríaco Josef Bican (761), Pelé (757), el húngaro Puskas (709), Gerd Müller (680) y el portugués Eusebio (624)
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