Comentario de una niña, como tantos otros que escuchamos en la escuela pública, en el medio del brutal ajuste que sufre el pueblo trabajador durante del acto del Día Internacional de las y los trabajadores.
Martes 7 de mayo de 2019 10:01
Comienza el acto. Entra la bandera, se canta el himno y llega el momento del discurso. Ese momento que muchas veces se vuelve rutina para los docentes pero que a mí me gusta desarmar y convertir en un diálogo. Así que fui con la idea de que pensáramos en comunidad.
Agarré la hoja en la que me hago anotaciones que solo yo entiendo como para no perderme y arranqué. En el medio de mi intervención que reflexionaba sobre la crisis económica
dije que podríamos hacer como hicieron los trabajadores de Chicago aquel primero de mayo de 1886 y luchar por una jornada laboral de 6 hs con un salario igual a la canasta familiar y que esto sería una buena pelea para repartir las horas de trabajo disponibles entre ocupados y desocupados y que así no haya ni una sola persona sin trabajo genuino y de calidad
Una nena de tercer grado me miraba atenta y de pronto levantó su manito (y esto es muy sorprendente porque en los discursos escolares por lo general las y los nenes sólo escuchan y se aburren). Le di la palabra y ella, claro y fuerte, dijo:
“Es verdad, mí mamá no tiene trabajo, vende lo que puede”
La miré entre el amor y el odio de clase profundo que me generó lo que decía y le dije:
"Bueno. Claro. Hay muchos nenes que están pasando lo mismo que te pasa a vos. Tu mamá debería tener un trabajo por eso estaría bueno que todos los trabajadores ocupados trabajemos menos para vivir mejor y que esas horas que sobran se repartan entre quienes están desocupados así todos tenemos trabajo."
Desde el fondo se escuchó la voz de un nene de primer grado que dijo “yo tengo un trabajo”. Son varios los y las nenas de las escuelas del sur de la CABA que tienen que trabajar en los talleres textiles o en las ferias con sus familias para llegar a fin de mes. Trabajo infantil en pleno siglo XXI enrrostrandonos la violencia del sistema capitalista que explota todos los cuerpos explotables sin distinción de edad.
La clase obrera es una y sin fronteras
En este día en que conmemoramos el día internacional de las y los trabajadores me detuve en que pensaramos entre todos esa palabra “internacional” que acompaña a esta conmemoración.
En el discurso expresé que en los años 90 una ola migratoria enorme llegó a la Argentina proveniente de países limítrofes como Paraguay, Bolivia y Perú porque las condiciones de vida del pueblo trabajador en esos países se tornaba imposible. Que hoy recibimos una oleada inmigratoria importante de países africanos como Senegal o de Venezuela porque escapan de guerras civiles, de intentos de golpe de Estado apoyados por EE UU y de situaciones de miseria muy fuertes. Todas esas personas son trabajadores (porque los ricos no son quienes terminan en el exilio) y acá consiguieron una oportunidad de trabajo y de vida. Hay gente que piensa que cada cual tiene que quedarse en su país y arreglárselas como pueda y por esto se escuchan frases xenófobas y racistas como “esos extranjeros vienen a sacarnos nuestro trabajo” o “son unos vagos que vienen a robar” o “son negros” “que se vuelvan a su país”.
Les conté a los chicos y sus familias que contra todo eso discute la idea de internacionalismo y por eso tenemos que levantarla bien alto como bandera. Los trabajadores somos una sola clase internacional porque todos, sin importar donde vivamos, sin importar las fronteras que sólo existen en la imaginación, somos quienes vivimos de un salario que siempre es poco y hacemos un millón de malabares para llegar a fin de mes aunque somos quienes producimos la riqueza que después se apropian unos pocos. Somos a quienes los grandes empresarios que están representados por partidos políticos quieren hacerle pagar la crisis que ellos generan cuando explota por el sinsentido del sistema que defienden porque los hace enriquecerse.
Hoy, en Argentina frente a la nueva crisis económica, política y social que estamos viviendo de la mano del FMI, crisis que ya es la cuarta en menos de 40 años, tenemos que buscar una salida propia de los trabajadorxs que tenga en cuenta los intereses de las mayorías. Por ejemplo deberíamos dejar de pagar la deuda que se contrajo de espaldas al pueblo a los organismos internacionales que prestan plata y especulan con eso como el FMI y usar esa plata para las escuelas y los hospitales públicos que usamos los trabajadores o para que haya buena comida en los comedores escolares de nuestros hijos.
Este acto fue la realidad cruda en vivo y en directo con cara de niño. El FMI es hambre y desocupación. Pero éramos todos trabajadores, familias, docentes y estudiantes compartiendo y construyendo un espacio propio y desde una perspectiva común. Porque así como las manos de las y los trabajadores son las creadoras de todo en este mundo, será a través de nuestras manos, las manos de la mayoría que vive de su salario, la que dará fin al hambre y las crisis que generan los grandes empresarios que sólo corren atrás de la ganancia.