Y se nos fue el maestro, el domingo celebrábamos a nuestro modo el día de la música. Pero el lunes temprano se tiñó de gris el cielo. Un mensaje de whatsapp nos avisaba de esta triste noticia que no queríamos, Osvaldo Peredo dejaba para siempre este, nuestro lugar.
Miércoles 26 de enero de 2022 11:48
Foto: Telam
Un halo de dolor pero más de amor, de ganas de homenajearlo mucho, de intercambiar anécdotas, de repetir sus palabras para de alguna manera no olvidarlas, no perderlo.
Las nuevas generaciones del tango pudimos sentir con él que el tango es nuestro, que podemos amasarlo cada día más. Con sus 91 años andaba a la par de la juventud. No es cosa de eruditos, es de asfalto y de tierra, es de abajo, es de barrio. Su impronta en la interpretación las canciones, lo hicieron diferente, su personalidad también. Siempre te resultaba familiar, esos ojitos de cielo, su carisma y su cariño con quienes siempre andamos arrancando en el tango.
Osvaldo Peredo nació en Boedo en 1930. Fue jugador de fútbol, pintor, albañil, sereno, modelo. A los 20 recorrió los barrios porteños cantando en Zacanino, una orquesta de Pompeya, pero eso se cortó pronto, porque además de cantor, Osvaldo era jugador de fútbol. De San Lorenzo de Almagro pasó al Sporting de Barranquilla.
Tras su breve carrera futbolística, se instaló en Medellín para volver al tango. Allí actuó en teatro, televisión, radio, bares y grabó para distintas compañías. Los años que van del ’55 al ’70 son más modestos en lo artístico, repartidos entre Venezuela, como invitado de distintas orquestas, y la Argentina, con Ricardo Martínez.
En los 60 volvió a Buenos Aires donde trabajo de vendedor de libros y portero en un edificio. En los ’70 llegaron, las grandes figuras, pero así y todo Peredo nunca fue una figura de primera línea en su juventud. En los 80 se destacó por ser diferente con una voz ultra suave no acartonada, centrada en los colores y el fraseo, a su tiempo, como teniendo siempre la pelota bajo control. Nada sobreactuado. Era una sesgada de experiencia, pero una voz viva, porque cantar era su manera de vivir.
Una voz genuina. Peredo no hacía de cantor: era cantor. El sitio Fractura Expuesta recuerda una declaración de Osvaldo en la que aseguraba que “es importante darle el paso a los jóvenes, que pinten esta Buenos Aires de ahora”. Su secreto radicaba en sentirse siempre alumno, nunca maestro. Al tango hay que contarlo, es una opera chica, es teatro, decía. Y nosotros le creíamos, le sentíamos el dolor, la tristeza, el desamor, las historias.
Podía agarrar el micrófono en una milonga, un bar, un quincho amigo, tomar la calle en Teatro El Popular, conquistar un teatro repleto en Mar del Plata o ganarse una ovación en el Club Cultural Matienzo. Se consagró en el Boliche de Roberto, un bar de estatura mítica donde se congregaban a beber y cantar artistas incipientes, en noches de recalada eterna.
Al repertorio de esos años Peredo lo registró en dos discos: Tango (2007) y Osvaldo Peredo con la Orquesta Típica Almagro (2013). En los últimos años participó como invitado en muchos discos de colegas más jóvenes junto a Amores Tango, Jose Teixido, Cucuza Castiello , Juan Pablo Gallardo, en San Lorenzo canto con Guille Martel, entre otros tantos. Cristina Zivec, cantora ella, junto a la Orquesta del Semillero se dio el gusto de escribirle un tango y entonarlo en el CaFF en su honor en octubre del año pasado. Sí que estuvo rodeado de amor. Esa fue su familia, la que acompaño y abrazo hasta el ultimo suspiro.
Osvaldo también había lanzado cuatro discos que lo ponían en tapa. El más reciente acababa de salir. Se llamaba El cantor y lo reunió con los guitarristas Juan Martínez, Felipe Traine y Javier Sánchez, para cantar unas composiciones del propio Sánchez. En 2016 grabó junto a Gabriela Novaro Berretín. En 2017 En vivo en Uruguay junto a la Orquesta Victoria, y en 2018 Ocho canciones de amor, junto a Lucas Furno y Hugo Hoffman, donde, entre otros clásicos, hay una muy buena versión de “Yo vengo a ofrecer mi corazón”.
Hoy las redes siguen llenas de fotos, de jóvenes junto a Osvaldo, cantando, compartiendo. Fue un hondazo, ni tiempo nos dio a imaginar como seria todo ya sin él. Hoy en las casas, muchos otros jóvenes escuchan por primera vez su amable voz, espanta el silencio para quienes sintieron en su calidez, la figura de un padre o abuelo, del Maestro Peredo. Pero habrá que seguir cantando, para continuar con su legado, el del renacimiento del tango.
Peredo ya jamas muere, anda por ahí, con los coso de alao. Queda aquí su corazón, el que nos ofreció. Vuelve en guitarra. Que viva el tango!
De su disco Junto al Osvaldo Peredo Trio
“8 canciones de amor”
Volver en Guitarra
Cuando me vaya para siempre de este mundo;
Al alejarme de mis seres tan queridos.
Sólo un deseo al Dios supremo, yo le pido,
Un imposible pero sé que es tan profundo.
Que se transforme en un árbol mi alma entera,
Para que en días calurosos de verano,
Bajo mi sombra descansen mis paisanos;
Como una posta que me ocupe quien lo quiera.
Que los gurises con la ronda me cercaran,
Y los que se aman cumpliendo una promesa,
Dejen sus nombres cual recuerdo en mi corteza,
Aunque me duela, con cuchillo me tallaran.
Y cuando troce mi madera un carpintero;
Que en vez de muebles se dedique a hacer guitarras,
Para estar junto a mis amigos en las farras
Con acordeonas y un rasguear chamamecero…