En Ideas de Izquierda 15, mostramos cómo las instituciones financieras privadas se ubicaron entre los grandes ganadores durante el kirchnerismo. La continuidad de la reforma financiera de la dictadura.
Esteban Mercatante @EMercatante
Martes 25 de noviembre de 2014
En diciembre de 2001, el corralito implementado el 2 de diciembre por Domingo Cavallo para restringir el retiro de los depósitos, debió tener un correlato material ante la ira de los ahorristas. El régimen de la Convertibilidad, en el marco del cual las entidades financieras pudieron hacer muy buenos negocios, llegaba a su colapso con los bancos vallados. La ira popular manifestada en el “que se vayan todos”, también se dirigía hacia los bancos –especialmente en los sectores de clase media que afrontaron el bloqueo y parcial desvalorización de sus ahorros- así como a las empresas privatizadas. Con esto se llegó al fin de una época, y parecía que la banca no volvería a encontrar condiciones tan favorables como las que ofreció la convertibilidad. Y sin embargo…
Liderando los rankings
A partir de 2005 la rentabilidad bancaria vuelve a recuperarse. Y lo hizo de tal forma que bajo el “modelo K”, el sistema bancario ha conquistado el podio mundial de rentabilidad, liderando el ranking mundial que elabora el FMI, que compara las entidades según los indicadores de desempeño más comúnmente utilizados: la evaluación de la Rentabilidad sobre Patrimonio Neto (ROE) y la Rentabilidad sobre Activos (ROA). Con una ROA que según el más reciente informe sobre bancos presentado por el Banco Central (BCRA) acumulaba en agosto el 4,5 % en los últimos doce meses, el sistema financiero argentino presenta la rentabilidad más alta de los países que conforman el grupo G-20. Un 84 % por encima de Indonesia, que en 2013 ocupaba el segundo lugar, y muy lejos de las plazas financieras más importantes del mundo. Si para el año 2003 la ROE promediaba el 7 %, esta irá creciendo hasta alcanzar un pico del 29,5 % hacia fines de 2013, con un salto espectacular al 38,3 % en junio de 2014. Un margen muy superior al de la convertibilidad, cuando la ROE promediaba el 16 %.
Dentro de las 20 empresas que más ganancias acumularon en la última década, 6 son bancos. En varios de estos años monopolizaron los primeros puestos entre los que más ganaron. El último reporte de empresas cotizantes en bolsa volvió a mostrar muy buenos resultados, en este 2014 teñido por los beneficios que trajo la devaluación de enero.
Raquitismo y aversión a los préstamos
La flexibilidad del sistema para adaptarse a las condiciones de la posconvertibilidad y volver a hacer buenos negocios, tiene que ver con los márgenes que dieron las reformas liberalizadoras –cuya base fueron las leyes de la dictadura de 1977- para que sean las propias entidades las que decidan sobre préstamos y tasas de interés. En la última década, las entidades privilegiaron como nunca el crédito al consumo. Las líneas de crédito orientadas al consumo crecieron muy por encima del promedio, a una tasa anual del 60 %. Sólo entre 2003 y 2007, el volumen de préstamos personales se va a multiplicar 8,6 veces; mientras que la deuda de titulares de tarjetas de crédito va a crecer 4,7 veces en sólo cuatro años. Se observa entonces un crecimiento formidable del negocio de los préstamos, con especial dinamismo en el segmento orientado al consumo por sobre los préstamos a la producción de las empresas.
El margen bruto que obtienen los bancos por el spread, la diferencia entre la tasa de interés pasiva que paga por los depósitos y la tasa de interés activa que cobra por los préstamos, alimentó la rentabilidad elevada de las entidades. Este margen va a ser incluso más alto que bajo el régimen de la convertibilidad. Si durante el período 1995-2001 el spread promedio va a ser de 10,45 %, para el año 2004/5 se va a ubicar en 13,21 %.
Curiosamente, las reformas liberalizadoras que dieron a los bancos tanto margen para manejar a discreción la política de crédito, fueron defendidas en aras de la necesidad de encararlas para permitir el crecimiento del sistema financiero. A 37 años de iniciadas las reformas, nada de esto ocurrió. El sistema financiero argentino se distingue por el raquitismo del crédito en relación al PBI, es decir por tener poca “profundidad financiera”. Desde el 2003 en adelante, esta proporción va a promediar el 15 %. Un nivel muy por debajo de los países más ricos (160 % del PBI), del resto de América Latina (40 %), e incluso inferior al de los países más pobres del mundo (20 %).
El ratio entre créditos al sector privado y depósitos de la Argentina para el 2011 se ubicaba en 0,72. Es decir que por cada peso que entra vía depósitos, el sistema bancario presta 0,72 centavos. Un nivel que se encuentra incluso por debajo de países como Chile (1,62) o Paraguay (1,39).
Leyes de la dictadura, con plena vigencia
El kirchnerismo amagó en numerosas oportunidades con modificar la ley de entidades financieras implementada por la dictadura, que abrió el paso a una formidable concentración y extranjerización del sistema financiero. Pero nunca dio un paso en ese sentido.
Podemos preguntarnos por qué. Seguramente la respuesta es que la configuración actual del sistema ha resultado sumamente funcional al manejo de la economía aplicado por el kirchnerismo. El financiamiento al consumo no solo generó buenos negocios a los bancos, también contribuyó a la bonanza inmediata de la economía desdibujando un poco las contradicciones crecientes del esquema económico, que con la inflación y las crecientes restricciones que pesan sobre los aumentos salariales, recorta el poder de compra.
Un sistema financiero con objetivos de financiamiento más delimitados tampoco podría jugar el rol que han jugado en ocasiones los bancos en prestar al Tesoro, así como en engrosar su cartera con letras del BCRA. La regulación laxa del sistema resultó así un interés compartido entre el gobierno y los bancos, aunque resulte políticamente redituable cada tanto sacar a circular la idea de reformar el sistema.
Ahora, desde la llegada de Alejandro Vanoli al frente del Banco Central, el gobierno busca mostrarse firme y ausculta todas las posibles maniobras ilegales de los bancos. Sin embargo, nada dice sobre el andamiaje legal que permite a las instituciones con toda legalidad amagar grandes fortunas. Aunque este año se establecieron limitaciones a las tasas que los bancos pueden cobrar (fijadas en base al producto surgido de la tasa de corte de LEBAC a 90 días de plazo por un factor multiplicativo ubicado entre 1,25 y 2,00 según el tipo de préstamo y del Grupo de Banco), y recientemente también impuso un mínimo para las que deben pagar por los depósitos (87 por ciento de la tasa que paguen las LEBAC), así como elevó los importes de la cobertura de la garantía por los depósitos. Pero estas medidas, aunque recortan parcialmente la rentabilidad de los bancos, no hacen mella en el poder conquistado por las entidades financieras ni permiten avizorar un cambio en la orientación fundamental de sus negocios.
No sorprende que sea así. Fuera de la aplicación de métodos “morenistas” para lograr que los bancos contribuyan a enlentecer la sangría de dólares, sigue sin haber en carpeta un replanteo de las reglas del sistema financiero. Por fuera de la retórica y los gestos “policiales”, que en realidad fueron mucho menos efectivos que las medidas “de mercado” para frenar la escalada reciente del dólar paralelo y del “contado con liqui”, podemos estar seguros de que cualquier cambio sustantivo en la regulación financiera será cada vez menos probable cuanto más apunte el gobierno a la “cooperación” de las entidades para sostener la precaria estabilidad económica apoyándose en emisión de crédito en el mercado local, que tiene a los bancos como agentes primordiales.
En Ideas de Izquierda 15, presentamos una radiografía de cómo operó el sistema financiero durante el kirchnerismo.
Esteban Mercatante
Economista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas. Autor de los libros El imperialismo en tiempos de desorden mundial (2021), Salir del Fondo. La economía argentina en estado de emergencia y las alternativas ante la crisis (2019) y La economía argentina en su laberinto. Lo que dejan doce años de kirchnerismo (2015).