En múltiples artículos y ensayos hemos abordado con detenimiento la situación catastrófica de Venezuela y la tragedia a la que han sido llevados los trabajadores y las grandes mayorías populares. Un gran drama nacional de un país prácticamente quebrado por la política de un Gobierno que al inicio de la crisis tomó la decisión de pagar hasta con el último centavo de las arcas nacionales una ominosa y fraudulenta deuda externa y dejó correr una feroz fuga de capitales que ya venía de años anteriores. Una constatación clara, incluso para otros países, de las consecuencias que trae el hecho de que, en vez de decidir por las necesidades más apremiantes del pueblo trabajador, se opta por los buitres acreedores a la espera de que, siendo un fiel cumplidor, éstos serán condescendientes. Sobre esta tragedia luego vendrán las sanciones y el bloqueo parcial petrolero del imperialista Estados Unidos y sus aliados, agravando las calamidades, como se puede apreciar en los últimos años.
Se llegó al punto de un país en ruinas, endeudado aún con más de 150 mil millones de dólares -algunas estimaciones hablan de 180 mil millones–, la industria petrolera por el suelo, llegando al extremo que el país considerado con las mayores reservas petroleras del mundo y con refinerías catalogadas entre las más importantes a nivel internacional, hoy no es capaz ni de abastecerse de gasolina. En igual situación las industrias básicas como la siderúrgica, aluminio, petroquímica, entre otras, en total debacle. Un país con bienes extraterritoriales del Estado confiscados por las sanciones imperiales, como la importante empresa Citgo por Estados Unidos y reservas en oro incautadas o cuentas líquidas como lo hicieron Inglaterra y Alemania.
Aunado a una situación de calamidades para todo un pueblo llegando al extremo nunca visto en la historia de llegar al nivel de un salario mínimo que ronda los 2 dólares al mes, tomando en cuenta el dólar oficial. Todo esto viene a marcar un cuadro infausto como nunca habían visto varias generaciones de venezolanos, pues no se trata de una crisis más, sino la más importante del país en toda su historia como nación petrolera.
En las alturas se ven altísimos niveles de descomposición de un Gobierno autoritario, cívico-militar, como les gusta llamarse y con características cuasidictatoriales, que aplica severos planes de ajustes que no hacen más que aumentar la miseria; con una burocracia corrupta y antiobrera enriquecida con la administración de la renta pública, y que por los entramados de la podredumbre estatal se han alzado sectores económicos que mediante los mecanismos más perversos se han transformado en nuevos factores de poder económico. En la acera de enfrente, pero al acecho, una oposición derechista sirviente del imperialismo a más no poder, que aclama el intervencionismo, las sanciones y hasta aplaude cuando promueven algunos sectores más recalcitrantes incursiones de mercenarios gringos y militares “disidentes”; que integra violadores de derechos humanos como Simonovis, para nombrar solamente al más simbólico, y sin pudor aconsejan a transnacionales cómo apoderarse de activos extraterritoriales para cobrarse deudas.
Ya no es la catástrofe que nos amenaza al decir de Lenin, es la que no deja de profundizarse, llegando a niveles históricos nunca vistos de salarios inexistes, como hemos afirmado, donde la desnutrición se acrecienta, vuelven enfermedades ya erradicadas, mientras existe un sistema hospitalario público abandonado por la desinversión y el abandono, escuelas públicas donde a los niños se les hace difícil asistir y a los maestros no les alcanza el sueldo ni para el transporte, teniendo que recurrir a otras actividades para completar la vida de sus hogares. En las barriadas más pobres la miseria es sin parangón, pero increíblemente aun así continúa hundiéndose. En fin, como se puede leer con más detenimiento en el artículo Bajo la desnacionalización, el ajuste y la dolarización: las dos Venezuela que emergen de la tragedia.
El “no hay más opción” que la apertura entreguista y depredadora
Frente a toda esta situación se siembra el sentido común de que “no hay nada más que hacer” que abrirse a la mayor depredación del capital privado, los mercados y las transnacionales. Es la lógica que subyace al discurso y las políticas concretas del Gobierno y la oposición.
Que no hay cómo salir de la catástrofe si no es por la vía de la entrega, donde a las transnacionales o grupos locales asociados a las multinacionales, con sus supuestos “capitales”, se les ofrece toda la vía libre de la explotación de los recursos, y el control de las industrias claves, con mano de obra de las más baratas del mundo y aprovechando toda una infraestructura ya instalada por décadas en el país, extrayendo los más grandes niveles de ganancias y exonerándolos de la mayoría de los impuestos. A según, esos serán los que serán capaces de reactivar el país. Pero es a la rapacidad de transnacionales y de grupos locales en alianza con los mismos a las que se les facilita el camino, en un país de inmensos recursos naturales, fundamentalmente de hidrocarburos, pero también de otras áreas de la industria extractiva.
Un entreguismo privatizador que va de la mano de la idea de nuevos paquetes de préstamos del capital financiero, que abultarían la ya enorme deuda externa y profundizarían la dependencia, la expoliación y el chantaje hacia el país. De la mano del FMI y en nombre de un “rescate internacional”, en la versión de la oposición de derecha, o de la mano de los “aliados” (Rusia, China y cualquier otro que se ofrezca) en la versión del Gobierno.
Como señalamos en un artículo en febrero del presente año en el marco de la disputa por la directiva del parlamento:
El colapso del capitalismo venezolano en manos del chavismo ha dejado al país más expuesto que nunca a las apetencias del capital imperialista y las diversas potencias. Bajo el chavismo se profundizaron el rentismo y la dependencia característicos de esta economía, y ahora ante el escenario de un país arruinado, con un endeudamiento externo enorme y su industria petrolera en un estado de casi desmantelamiento, todas las fracciones ‘nacionales’ proponen una ‘recuperación’ o ‘reconstrucción’ –según el bando que lo enuncie– basada en profundizar la entrega de los recursos y empresas del país a capitales imperialistas, así como redoblar las cadenas de la deuda externa (…) En juego con estas fracciones ‘nacionales’ se mueven las respectivas potencias capitalistas con ‘inversiones territoriales’ aquí y con intereses en la redefinición del futuro nacional, un futuro que, de seguir avanzado así, augura profundizar la condición semicolonial del país.
Sobre esto también y es claro, que la burocracia estatal, incluyendo fundamentalmente a los militares, frente a este “gran viraje” nacional que parece operarse, para usar las palabras del vetusto Carlos Andrés Pérez cuando inició el giro neoliberal de la mano del FMI a finales de los 80’s. Se aprestan a engrosar o a robustecer sus negocios y pasar a ser parte de los nuevos grupos económicos de poder, en un traspaso de intereses de lo que ya controlan pero aún bajo órbita estatal, para pasar a hacerlo desde la órbita privada apoderándose por derecho “propio” de las empresas que ya manejan: comprar empresas estatales quebradas (por ellos mismos), controlar las nuevas áreas de la economía que se “abren” al capital privado, son parte de este mecanismo perverso.
Gráficamente ya se puede apreciar con el negocio de la gasolina, donde de la noche a la mañana aparecieron 200 estaciones de servicio (popularmente conocidas como “bombas”) vendiendo a precios internacionales atendidas como negocio privado, de lo que nunca se supo del cómo tal procedimiento se operó. Y esto es aguas abajo, arriba, en las industrias de peso, como la petrolera, con bastos campos de explotación y procesamiento del crudo, implica millones de dólares en los negocios, para no hablar de lo que podrían fraguar también en las industrias básicas.
El gran botín petrolero… y algo más
Como hemos escrito:
Hablar de petróleo en Venezuela son palabras mayores, siendo uno de los países con las más grandes reservas comprobadas de crudo del mundo, superando a países como Arabia Saudita (266.260 millones de barriles), Irán (155.600 millones de barriles) e Irak (147.223 millones de barriles), de acuerdo al boletín de estadísticas de la OPEP para 2017. Los niveles de reservas probadas de crudo de Venezuela durante ese mismo año, se ubicaron en 302.809 millones de barriles. Todos los países OPEP, en cuanto a reservas petroleras comprobadas del mundo, mantienen el 79,4%, mientras que los países NO-OPEP el 20,6%, siendo que de los 14 países de la OPEP Venezuela detenta el 25,5% del total. Ningún país de América Latina se le aproxima a Venezuela en cuanto a reservas petroleras comprobadas actualmente, Brasil apenas reporta 12.634 millones de barriles, México con 6.537 millones de barriles y Argentina en la saga de los 2.162 millones de barriles.” Es sobre todo esto que se monta todo un curso privatizador de la industria petrolera y de la rapacidad de las transnacionales.
En una presentación de marzo, de acuerdo a un informe especial de la agencia Reuters, la “jefatura de planificación” de PDVSA habría recomendado a un comité, designado por Maduro para “reestructurar la industria, reducir el subsidio a la gasolina, permitir a empresas privadas operar y tomar mayores participaciones en campos petroleros y refinerías propiedad de la compañía y dejar de lado los negocios no petroleros”. Para concluir que PDVSA está proponiendo una “profunda reestructuración” que transferiría gran parte de sus actuales actividades a empresas privadas, según un documento visto por Reuters. De acuerdo a esta agencia de noticias “Si se concretan, tales reformas darían marcha atrás a una serie de cambios orquestados por el expresidente Hugo Chávez durante más de una década para imponer el control del Estado sobre la industria petrolera de la nación socia de la OPEP.”
Es de observar, por ejemplo, cómo pasó desapercibido el caso de la empresa petrolera Nymas en Europa, donde PDVSA tenía mayoría accionaria, y en silencio, se pasó a vender un grueso de la participación de la estatal petrolera nacional. Nynas es una petrolera de origen sueco en la que PDVSA adquirió el 50,01 % de su capital en el marco de la política de internacionalización que se inició en la década de los 80’s. Nynas fue acondicionada para recibir crudos del estado Zulia, pero el despacho de aproximadamente 60.000 barriles diarios del Lago de Maracaibo se interrumpió a raíz de las sanciones a PDVSA. Esto habría erosionado la “rentabilidad” de Nynas que se declaró en bancarrota, se acogió a un proceso de reestructuración de la deuda y, para evadir las sanciones, planteó como salida reducir la participación de PDVSA para que la petrolera sueca no fuese considerada su filial. Reducir la participación de PDVSA de 50,01 % a 15 % significa una pérdida del 35 % de la participación accionaria de PDVSA. En otras palabras el Gobierno remató su parte activa en dicha empresa, y nunca se supo del destino de esos recursos.
Recordemos que desde el 27 de abril, Tareck El-Aissami, actual vicepresidente de economía, fue nombrado ministro de Petróleo. El-Aissami es visto por algunos como un defensor de la liberalización de la economía al flexibilizar restricciones a la importación y permitir el uso de moneda extranjera.
En toda esta situación no es casualidad que transnacionales como Chevron de Estados Unidos, a pesar de las sanciones, no ha abandonado el territorio nacional y sus negocios, y así otras compañías europeas de países que son adversos a Maduro, como Francia. Allí están también las grandes empresas rusas, chinas y de otras latitudes, que en las grandes empresas mixtas continúan operando. Están al asalto en todo el sector petrolero a la espera de los cambios más abiertos de la Ley de Hidrocarburos, que de paso por la vía de los hechos ya se ha venido modificando. Pero también existe toda la basta área de las industrias básicas, con mega empresas como Sidor, Venalum, Alcasa, Ferrominera, las de servicios y telecomunicaciones, como Cantv, Movilnet, las de electricidad, entre otras, que transnacionales y poderosos grupos locales están a la acechanza también.
El negocio redondo de las distintas fracciones del capital privado local
Pero el negocio para los capitalistas locales no solamente es para los “amigos” del Gobierno. Importantes grupos, mostrando que donde está la ganancia allí están, vinculados a la oposición, están entre los que aprovechan el “viraje”; que, dicho sea de paso, siempre han venido haciendo negocios ligados con el Gobierno, como se puede ver en el sector de la construcción para infraestructura en las ciudades y carreteras. Si participaron del festín de la fuga de capitales a más no poder junto a los adictos al Gobierno, hoy no serán menos en aprovecharse de esta apertura.
Hay que ser categóricos con un asunto: no es que llegarán “capitales frescos”, para usar una expresión común de economistas, ni de las transnacionales ni de grupos económicos locales. Es el mismo dinero robado al Estado con la inmensa fuga de capitales con la que engrosaron sus grandes cuentas en el extranjero, las que se “traerán”, legalizando ese gran atraco nacional, y ahora lo usarán para apoderarse de importantes empresas del país. Sin en décadas anteriores de todo el siglo XX los empresarios se comportaron de manera parásita, teniendo como principal fuente de recursos para “sus” inversiones la renta petrolera pública, o sacándola al exterior –haciendo una virtual “huelga de inversiones”– cuando no se les daban fáciles las ganancias aquí, esta vez no es la excepción.
La oposición proimperialista: la más agresiva expresión de la entrega nacional
Desgraciadamente algunos sectores, incluso de izquierda, por el hecho de que la oposición de derecha no está en el Gobierno, minimizan los planes de la oposición patronal, tendiendo a una ubicación más limitadamente antigubernamental que anticapitalista, haciendo de la lógica antigobierno una estrategia, desjerarquizando el necesario combate a esta otra fracción agresivamente entreguista y privatizadora.
Aunque hoy la oposición encabezada por Guaidó y los demás sectores derechistas no están en las condiciones como se sintieron en los primeros meses del año pasado, o en momentos anteriores, que de la mano del imperialismo y con movidas golpistas directas se sintieron en las puertas del poder estatal, pero que no pudieron avanzar en derrocar a Maduro, esto para nada implica no hacer la denuncia furibunda de todo su plan aperturista hacia el país. Encarnan el plan más rabiosamente proimperialista y el entreguismo más adyecto y devastador, y vasta experiencia ya se tiene en el ramo. Ya vimos cómo incluso han avalado la confiscación directa de bienes en el exterior, y en las giras internacionales, como la realizada por el propio Guaidó el año pasado, en la que se reunió no solo con importantes sectores gubernamentales sino también económicos, estaban los ofrecimientos de las “oportunidades” económicas de las empresas de esos países para hacer negocios y abrirles el país.
Es que hay que hacer énfasis que por el lado de la oposición de derecha, siempre han alardeado que la única salida ante la debacle completa de la industria petrolera es el acelerar el curso privatizador, por lo que no se hacen ningún empacho en plantear proyectos que no hacen incluso más que retrotraer a comienzos del siglo XX, tal como lo expresa el nuevo Anteproyecto de Ley presentado por Luis Stafelli, de las filas de Guaidó, a la comisión de energía de la Asamblea Nacional a finales de abril, y que se produce después de que el Gobierno de Maduro propusiera toda la reestructuración de PDVSA. La propuesta de Stefanelli es similar a un proyecto presentado por los aliados de Guaidó a los ejecutivos petroleros durante una conferencia de la industria en Houston el año pasado y plantea reducir las regalías, permitiendo a las empresas privadas operar sus propios campos, en lugar de solo hacerlo en empresas conjuntas con PDVSA.
“Debo decir –sostiene Stefanelli– que este proyecto ya tiene un consenso de 80%. Hay un acuerdo político en torno al Plan País, donde están representadas las principales fuerzas políticas, que coinciden en la urgencia de cambiar el modelo económico, lo que ha sido el sector de los hidrocarburos durante estos 20 años y la necesidad de una nueva ley”. También destaca que el proyecto plantea la plena participación privada –hasta 100% del capital– mediante la figura de los Contratos de Exploración y Producción. “Hemos dicho que queremos darle estabilidad jurídica a todo el que quiera invertir y esa es la primera señal que está consagrada en las disposiciones transitorias” remarca el diputado guaidocista.
La búsqueda de derrocar a Maduro vía un golpe militar aupado y respaldado por los Estados Unidos, estaba inseparablemente ligada a este plan de entrega acelerada de recursos y empresas nacionales a los capitales imperialistas occidentales, con hegemonía estadounidense, claro está.
El Gobierno “robándole el programa” a la derecha
Es que se trata, ya sea de la mano del Gobierno como de la oposición, de avanzar hacia un proceso de privatizaciones, que implica prácticamente volver a un período pre 1976, donde el Estado le cabía prácticamente solo el papel de cobrar impuestos y regalías a las trasnacionales, en tanto estas controlaban el negocio petrolero. Para llegar a este nivel, claro está conlleva, obviamente, toda una reconfiguración del Estado semicolonial venezolano, empezando por las leyes fundamentales del país, sean leyes como las de Hidrocarburos, o la propia Constitución Nacional. Consideran necesario modificar todo el marco jurídico político que ha imperado en los últimos veinte años, y esto no solo lo ve el personal de la oposición sino del propio Gobierno.
Hemos visto que mientras tanto modifican leyes a diestra y siniestra vía el Tribunal Supremo de Justicia, que no pocas veces ha abierto crisis políticas como la del 2017, cuando se permitió que desde el TSJ, arrogándose funciones de la Asamblea Nacional, se hicieran reinterpretaciones de la Ley de Hidrocarburos por exigencias de negocios con Rusia, y que desembocó en movilizaciones de la oposición durante varios meses de ese año. Lo establecido en el Arco Minero del Orinoco, en una vasta porción territorial del país con leyes incluso que contradicen la propia Constitución Nacional con grandes concesiones a las transnacionales y donde hasta la propia Ley del Trabajo desparece, parecería indicar ser el modelo a imponer a nivel nacional.
Como señalamos en un artículo publicado en este Suplemento:
Mientras la arrolladora catástrofe continúa afectando dramáticamente la vida de millones, llevando su situación a extremos y una economía con caídas destructivas, factores de poder operan para llevar adelante brutales cambios en el país, incluso de carácter estructural, donde se avanza en poner a la nación venezolana en una mayor relación de dependencia y de vulnerabilidad con el mundo económico y financiero mundial. De manera ‘silenciosa’, para usar una expresión de Maduro, se han venido tomando decisiones económicas y políticas de grandes consecuencias para la nación, donde no solo se trata de la profundización de severos ajustes contra las amplias mayorías de la población trabajadora, que han sido acompañado por las fuerzas de poder económica empresarial y capitalistas de todo linaje, sino que implican grandes cambios que pueden llevar a una mayor semicolonialidad del país.
En el artículo Petróleo, geopolítica y el saqueo en curso en Venezuela damos cuenta de todas las políticas, cambios, ordenamientos jurídicos, etc., que se han venido aplicando en Venezuela en los últimos años y que avanza en el proceso privatizador, tanto desde el lado del Gobierno, como las aspiraciones de la oposición a una variante directamente recolonizadora.
Es posible otra salida al curso depredador del Gobierno y el plan de la oposición
No es solo la pléyade de “expertos” burgueses que repite como loros estas recetas, sino que son unos cuantos también quienes desde la “izquierda” también caen en este discurso de “imposibilidades” de otras alternativas, o que se atienen a la miseria de “lo posible”… pero del mercado y los intereses del capital. No solo no “caen” en esa lógica, sino que incluso lo pregonan, es el caso de muchos defensores del Gobierno, haciendo imposibles malabares argumentativos para justificar hoy el entreguismo y la lógica privatizadora que otrora cuestionaban, o de supuestos “marxistas” que argumentan en contra de toda perspectiva de una alternativa de clase de los trabajadores. En realidad, es el sentido común burgués lo que impera allí, y del que se hacen eco.
Si bien es cierto que desde el chavismo se bastardeó toda una serie de demandas que apuntaban a problemas estructurales, vaciándolas de contenido como política de contención y pasivización del movimiento de masas, y en particular de la clase trabajadora, o que haya bastardeado también la idea de “socialismo”, esto no implica bajo ningún motivo que desde los que nos reivindicamos de la izquierda revolucionaria se caiga prácticamente en ceder tales banderas y fines de lucha. Es claro que los que hoy tienden a entrar en estos sentidos comunes no por casualidad apoyaron con armas y bagajes el proyecto de Hugo Chávez, y en lugar de sacar las lecciones de las limitaciones del proyecto nacionalista burgués del caudillo de la llamada en su momento “revolución bolivariana”, caen en la “disolución” de la salida obrera y popular a la crisis. En lugar de sacar lecciones por izquierda las sacan por derecha. Pero si antes apoyaron tales cantos de sirenas hoy, en su “senilidad” política, los llevan a abrazar salidas del mercado, de mayor espacio al capital privado y entreguismo nacional.
La situación de la clase obrera es muy adversa, no solo por estos enemigos que tiene en frente, sino porque tiene muy debilitadas sus organizaciones y su capacidad de respuesta. Pero hay que seguir resistiendo y apostando a la recuperación de esas fuerzas, como ya observamos en las luchas que empiezan a dar trabajadores del sector petrolero en algunas áreas como en el oriente del país, como también de los trabajadores de las industrias básicas en Guayana. Hoy es clave luchar y enfrentar todo este entreguismo y nuevo saqueo que se avecina, tanto por la política del actual Gobierno de Maduro como por la de la oposición de derecha. Es una de las grandes tareas de la clase trabajadora, además de hacerle frente a los brutales ataques en sus condiciones de vida que viene sufriendo. Se trata de una ofensiva política y económica que de la mano de las transnacionales redoblarán las cadenas sobre el país y, con particular énfasis, sobre el pueblo trabajador.
Para ello es necesario pelear por demandas de fondo, avanzando en la organización, en la coordinación de las luchas y poder golpear con un solo puño, levantando un verdadero programa obrero y socialista ante la crisis, fortaleciendo la autoorganización de los trabajadores.
Un programa para pelear por una salida obrera y popular
En tal sentido consideramos que como parte de todo un programa de los trabajadores es fundamental en el momento actual, y todo ese plan privatizador y entreguista luchar por:
Estatización 100% de PDVSA bajo control de los trabajadores. Al contrario de las orientaciones del gobierno de Maduro de continuar con la política de la mano de los transnacionales, además de incentivar los niveles de corrupción –más allá de su hipócrita discurso-, o de las políticas que plantean como salida la oposición derechista de abrazarse también a las transnacionales, el FMI y el imperialismo, en lo que hay que avanzar es en una verdadera nacionalización de toda la industria petrolera sin ningún tipo de indemnización, 100% estatal y bajo control de los trabajadores.
Según expertos petroleros, para dar pasos serios en la recuperación de la producción petrolera en lo inmediato, existen dos vías: en la Faja, petróleo pesado, construir cinco mejoradores, unos 125 mil millones de dólares. Otra es tradicional, en la parte norte-costera, 19 mil pozos que no están produciendo, 50 mil millones de dólares. “El Estado no tiene esos recursos, por tanto, hay que abrirse más al capital transnacional, o privatizar partes de PDVSA, o endeudarse mucho más”, dicen los economistas burgueses. Una salida anti-nacional, anti-popular y pro-capitalista. Pero hay 500 mil millones de dólares afuera, provenientes de la renta petrolera pública, fugados por la burguesía nacional y la burocracia corrupta. ¡Esos recursos deben volver al país!
¡Repatriación obligada de capitales! En uno de los períodos históricos de mayores ingresos de renta petrolera, una vez más la burguesía nacional la fugó, desfalcó al país, en contubernio con los gobiernos de Chávez y Maduro, un festín del que comieron banqueros y empresarios de todos los bandos, así como altos jerarcas del Estado convertidos en nuevos capitalistas. Esos recursos deben volver a su legítimo dueño, el pueblo venezolano. El gobierno no tiene ninguna política para repatriar esto, solo la total impunidad y exoneración de impuestos para los que quieran traer algo a invertir en el país. Deben ser conminados a traerlo todo, so pena de ser confiscados sus bienes y propiedades en el país, y parar en la cárcel. Es un crimen de dimensiones históricas lo que han hecho, hiriendo gravemente el país. Todos esos recursos deben ser controlados por organismos conformados democráticamente por los trabajadores y comunidades del país, no por esta burocracia civil-militar que es parte del mismo problema.
Todas las industrias básicas y demás empresas del Estado deben pasar a un verdadero control de los trabajadores y avanzar hacia la administración obrera directa. Basta de esa farsa que montó el Gobierno tanto de Chávez como de Maduro de “control obrero” que no fue otra cosa que “un control sobre los obreros” a través de las burocracias sindicales. Fue la burocracia gubernamental, profundamente corrupta y hostil a los trabajadores, la que llevó a la total bancarrota de las empresas, incluso empresas insignes como la Siderúrgica del Orinoco (Sidor), sobre las mismas se montaron militares sometiendo y militarizando las empresas abriendo el paso a los mayores niveles de corrupción. La salida no es entregarlas al capital transnacional privado como pregonan. Las empresas pueden reactivarse en clave progresiva y no de reaccionaria, pero solo puede ser llevada a cabo de la mano de los trabajadores, los verdaderamente interesados, administrándolas directamente sin militares ni burocracia corrupta. Tal como decimos en el caso del sector petrolero, el capital existe en los miles de millones de dólares fugados, además de en los bienes y recursos de esos capitalistas en el país, en los recursos que tiene la banca privada nacional, en las propiedades del gran capital transnacional en el país.
¡Desconocimiento de la deuda externa! El país ha destinado miles de millones de dólares al capital usurero internacional, una vía de desangramiento del país, mientras millones padecen falta de alimentos, medicinas y salarios miserables, mientras la industria petrolera nacional y las empresas públicas necesitan grandes inversiones. ¡Las necesidades del país y del pueblo deben estar por encima del interés de un puñado de usureros que viven en la opulencia a costa de las necesidades de millones de personas y naciones enteras! Esos dólares deben ir a las necesidades obreras y populares, a la reactivación de las empresas estatales y de PDVSA puestas bajo administración de los trabajadores, no de la burocracia estatal corrupta, antiobrera e incapaz, en cuyas manos esos recursos se perderían nuevamente.
Nacionalización de toda la banca y establecimiento de una banca estatal única, bajo control de trabajadores, pequeños productores y ahorristas. El capital financiero tiene en sus manos el permitir o bloquear el desarrollo de la economía, al mismo tiempo es el sector más parasitario del sistema capitalista, vive y chupa de las desgracias ajenas o de todo un país. Es inviable ningún proyecto de verdadero desarrollo de las fuerzas productivas nacionales en la industria o en el campo si todos los recursos financieros no están puestos al servicio de ese objetivo. Para eso es necesario unificar todo en una banca estatal, bajo control de las organizaciones de los trabajadores, los pequeños productores y ahorristas.
Monopolio del comercio exterior bajo estricto control obrero y popular. La burguesía nacional exporta poco y nada, sin embargo, las divisas captadas por el Estado le son transferidas históricamente a la burguesía para que importe, lejos de los intereses genuinos del país, del pueblo trabajador y de los consumidores. ¡Ni un dólar más para la burguesía ni para la corrupción! El comercio exterior debe ser totalmente estatal y bajo un estricto control impuesto por los trabajadores y el pueblo, no en manos de la burocracia estatal descompuesta, corrupta y autoritaria.
Salario igual a la canasta básica familiar indexado periódicamente a la inflación. Este reclamo que comienza a extenderse en las luchas actuales de la clase obrera, es una exigencia elemental para defender el salario real, el nivel de vida de las familias trabajadoras. Ningún porcentaje o monto que no parta de estos preceptos puede satisfacer nuestras necesidades en ese terreno.
Control obrero y popular del abastecimiento y de los precios. En medio de la tragedia social que vivimos, se impone con total impunidad y ferocidad el interés de ganancias empresarial, a costa del hambre y las necesidades de millones. El gobierno no solo autoriza desde hace muchos años todos los precios hiperinflacionarios, sino que habla de un supuesto “control de precios” que es una farsa y un fracaso total y absoluto. Al igual que el control de la distribución por parte de militares y la burocracia gubernamental. ¡Necesitamos frenar el azote del hambre! Ni en manos de los empresarios que lucran con el hambre del pueblo, ni en manos de la burocracia cívico-militar, ¡que sean comités barriales y de trabajadores quienes asuman el control de la distribución y la fijación de los precios!
Ligado a esta tarea de la lucha por el control directo de los trabajadores, está la pelea por la independencia política de los sindicatos. Hay que luchar por la independencia del movimiento obrero en general, y en particular por la formación en los sindicatos de firmes núcleos clasistas que, a la vez que defienden la unidad del movimiento sindical, sean capaces de luchar por una política de independencia de clase y una composición revolucionaria de los organismos directivos. Luchar por la independencia completa e incondicional de los sindicatos respecto al Estado capitalista y de los partidos patronales es una consigna esencial, lo que implica luchar por transformar los sindicatos en organismos de las masas explotadas y no de una aristocracia o burocracia obrera. La segunda cuestión es la pelea por la más plena democracia sindical, es decir, la más amplia democracia obrera para que sean los propios trabajadores desde la base los que decidan cada paso de lucha y de organización.
¡No a los despidos! ¡Control obrero de toda empresa que cierre o despida! Los empresarios, como siempre, amenazan con despedir para defender sus ganancias, dejando en la calle a miles de familias trabajadoras. No es “normal” ni “lógico” que su interés de rentabilidad esté por encima del derecho al trabajo. ¡Que los trabajadores controlen las empresas que quieran despedir o cerrar, con acceso a toda la información financiera de las empresas, que las pongan en funcionamiento bajo su control para garantizar los puestos de trabajo y la producción! Verdadero control obrero, no la farsa del gobierno, no la intromisión del Estado con sus burócratas.
Se trata de demandas, como decimos, que han de formar parte de un plan de conjunto de la clase trabajadora, tal como hemos desarrollado en otros artículos como Medidas de emergencia para frenar el hambre y las penurias del pueblo o declaraciones como Ante el paquetazo de Maduro, movilización para pelear por un plan obrero y popular de emergencia. Son demandas cuya posibilidad o imposibilidad no es un asunto de disponibilidad de recursos o de leyes, depende de la correlación de fuerzas entre las clases, y esa es una cuestión que solo puede definir la propia lucha. Por eso son demandas que requieren la más amplia y combativa movilización.
Desde la izquierda obrera y socialista, planteamos que esta pelea debe darse en la perspectiva estratégica de luchar por un gobierno propio de los trabajadores y el pueblo pobre, el único que podría garantizar llevar hasta el final las medidas antiimperialistas y anticapitalistas necesarias para que las calamidades no sigan cayendo sobre el pueblo mientras la clase dominante y los ricos –de aquí y de afuera– salvan sus negocios y riquezas… o las aumentan.
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