En sintonía con los discursos de unidad y gobernabilidad pronunciados por Trump y Hillary el miércoles, este jueves el presidente electo se reunió con Obama para preparar la transición.
La Izquierda Diario @izquierdadiario
Jueves 10 de noviembre de 2016 16:28
Siguiendo el tono conciliador que había teñido los discursos de Trump y Hillary Clinton el miércoles, la visita del presidente electo a la Casa Blanca este jueves no tuvo sobresaltos.
Donald Trump, mantuvo una reunión de 90 minutos con Barack Obama en la Casa Blanca, en la que debatieron los detalles de la transición luego de la sorpresiva victoria del magnate republicano en las urnas.
Sentado al lado del actual presidente demócrata en la Oficina Oval, Trump dijo a periodistas: "Realmente debatimos muchas situaciones, algunas maravillosas, y algunas dificultades".
El presidente electo agregó que Obama le explicó "algunas de las cosas maravillosas que se han logrado" sin dar más detalles.
Trump dijo que esperaba tener más reuniones con Obama, y este contestó que hará todo lo posible por ayudar al éxito de Trump cuando su sucesor asuma el cargo el 20 de enero, e instó a que el país esté unido para enfrentar sus desafíos.
"Mi prioridad número uno en los próximos dos meses será intentar facilitar una transición que asegure el éxito de nuestro presidente electo", manifestó Obama al final del encuentro.
Gestos, muchos gestos
Los gestos de Obama y Hillary Clinton hacia Trump tienen el objetivo de evitar cualquier tipo de "desorden" para la gobernabilidad. El tono de los dos últimos días contrasta con la áspera campaña en la que los dos candidatos utilizaron todo tipo de recurso para desacreditar a su contrincante. El propio Trump había prometido en el último debate presidencial que de ganar las elecciones llevaría a Hillary a la prisión, mientras que la exsecretaria de estado enumeró todos los exabruptos del magnate, cuestionando su xenofobia, misoginia y racismo explicito.
Como si todo eso no hubiera pasado, Trump se mostró desde el discurso del miércoles en la madrugada como el candidato medido que no fue durante toda la campaña. Como si no se tratara del mismo candidato que había sido apoyado por el Ku Klux Klan y que semanas atrás había sido acusado de numerosos casos de abuso sexual, Hillary Clinton y Obama tomaron el guante de la unidad que les extendió Trump y llamaron a todos los votantes a respetar el resultado de las urnas (en las que por cierto ganó Hillary Clinton por voto popular) y a permitir que "el nuevo presidente de los Estados Unidos pueda gobernar para todos".
En el día de ayer Trump también había comenzado la ronda de acercamientos con su propio partido y, como gesto por la derrota de la mayoría del establishment que se había negado a apoyar su candidatura, el vocero de los republicanos en el Capitolio, Paul Ryan, ofreció dar un paso al costado. Gestos que muestran la intención de recomenzar un diálogo y entablar negociaciones sobre el programa de gobierno prometido por Trump.
Queda todavía por ver cuánto de gestos y cuanto de realidad hay en todos estos acercamientos. La imagen de que el magnate se ha convertido en un relajado interlocutor para iniciar la transición, cuando él sabe que ganó las elecciones prácticamente en solitario, puede ser un espejismo. Las negociaciones recién empiezan y pueden esperarse nubarrones cuando el grueso de las promesas del magnate a su base electoral se pongan sobre la mesa.