Alberto Bochatey preside la Comisión Episcopal de Pastoral de la Salud. Se enojó con Ginés González García y hasta se animó a decir que “la ciudadanía argentina no está a favor del aborto”. Pero en su diócesis encubre a curas abusadores.
Daniel Satur @saturnetroc
Viernes 13 de diciembre de 2019 14:53
La agencia de noticias católica AICA informó este viernes que el presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral de la Salud y obispo auxiliar de La Plata, monseñor Alberto Bochatey, cuestionó la resolución del Ministerio de Salud de la Nación que actualiza el protocolo para la Interrupción Legal del Embarazo.
Como ya se informó en este sitio, la publicación de esta nueva guía es un paso básico para garantizar derechos elementales que les corresponden a las mujeres, al menos según la ley, desde hace casi cien años. Sin embargo vale advertir que, aunque el protocolo indica a las provincias su adhesión, hay varias que no lo hacen.
Alberto Bochatey OSA (se hace llamar así en referencia a la Orden de San Agustín por la cual se hizo cura en 1981) salió al cruce de la oficialización del nuevo protocolo firmada por el Ministerio de Salud. “No sorprende porque el ministro González García es abortista y ya había advertido que no iba a entrar en una discusión por la ley”, afirmó en declaraciones reproducidas por AICA al tiempo que aseguró que “así ya se instala el aborto libre en la Argentina”.
Al margen de sus impresiones, ya que la guía atiende justamente a los casos no punibles según el Código Penal (y no a la legalización de la práctica, para su realización "libre", segura y gratuita), Bochatey cuestionó hasta la edad en las leyes argentinas permiten practicar la ILE (13 años, según la modificación última del Código Civil). “Las niñas de esta edad podrán hacerse un aborto, incluso sin el consentimiento de sus padres. Esto es peor que la ley que quisieron promulgar en 2018, que lo aceptaba desde los 14 años”, dijo.
El obispo auxiliar de La Plata (mano derecha del bergogliano arzobispo Víctor Fernández) fue más allá y afirmó que “otro cambio grande es el paradigma del concepto de salud integral, que es física, mental y social. Dicen que es exactamente igual que lo que estaba en el código de 1921, pero no es así (…) este protocolo avala muchos otros factores que no tienen que ver con riesgos de vida o de violación”, se alarmó.
Gozando de la ilegalidad
Bochatey se amparó en el sostenimiento actual de la penalización e ilegalidad del aborto seguro y gratuito para afirmar que “la ley no obliga al protocolo. La ley está por encima del protocolo, que una normativa ministerial que ni siquiera precisa de la aprobación del presidente”.
La intención del obispo y, a través de él, de toda la jerarquía eclesiástica es, evidentemente, meter una “cuña” entre González García y el presidente Alberto Fernández, quien busca mantener un costoso equilibrio entre la garantía de derechos elementales y la pleitesía a la Iglesia y al papa Francisco. De hecho, mientras las declaraciones de Bochatey se hacían públicas la pareja de Fernández, Fabiola Yáñez, visitaba entusiasta en el Vaticano a Jorge Bergoglio en calidad de “primera dama”.
En su cuestionamiento al protocolo, Bochatey OSA afirmó que “la táctica es clarísima y era muy previsible, evitando que se genere todo tipo de discusión y un debate democrático”. Y hasta aseguró que “la ciudadanía argentina no está a favor del aborto, como quedó demostrado democráticamente en el Parlamento, en 2018”.
Parece un chiste que un jerarca católico hable de “democracia”. Pero hay que recordarle a Bochatey que el proyecto de legalización del aborto fue votado afirmativamente en la Cámara de Diputados y fue el Senado el que lo rechazó, siendo de las dos cámaras la que tiene una mayor distorsión respecto a una representatividad realmente democrática de la población. Por el contrario, en el Senado es donde se apoltronan los dinosaurios ligados a los poderes más concentrados y conservadores del país.
Por último Bochatey se animó a cuestionar el protocolo porque, según él, esto significa “meter el aborto por la ventana” y eso es “contrario a la cultura del pueblo, sin otras propuestas para el cuidado de la mujer”.
Haz lo que digo, no lo que hago
Lo curioso del asunto es que el mismo obispo Alberto Bochatey OSA no el alguien que se caracterice por defender ni la vida de inocentes, ni los derechos de las víctimas ni mucho menos la dignidad de las personas. Y encima es un encubridor hecho y derechos de criminales sexuales como varios curas abusadores de menores.
Como ya informó en extenso este medio, Bochatey OSA está íntimamente relacionado con los encubrimientos eclesiásticos de los curas Nicola Corradi, Horacio Corbacho, Eliseo Pirmati y Giovanni Granuzzo, todos del Instituto Antonio Provolo de La Plata (y los dos primeros también de Mendoza, donde fueron recientemente condenados a 42 y 45 años de presión, respectivamente).
A su vez el mismo Bochatey tiene un enorme responsabilidad en el encubrimiento del excapellán del Servicio Penitenciario Bonaerense Eduardo Lorenzo, acusado penalmente de múltiples abusos sexuales y corrupción de menores y actualmente alojado por el Arzobispado de La Plata en la sede central de Cáritas, con una “suite” especial construida a pedido del arzobispo Fernández.
Otros casos en los que Bochatey puso toda su capacidad y conocimiento al servicio de los pedófilos con sotana son, entre otros, los de Héctor Giménez y Rubén Marchioni, quienes han logrado por el momento zafar de los alcances del Poder Judicial.
El mismo Bochatey que hoy cuestiona un paso elemental para que miles de mujeres tengan un poco menos de riesgos al afrontar la interrupción voluntaria de un embarazo, se la pasa recorriendo el mundo con fondos pagados por el Estado y vociferando que su Iglesia “no tolera” los abusos sexuales por parte de curas. Sin embargo, su práctica cotidiana es absolutamente opuesta.
¿Por qué Bochatey, Fernández, Aguer y compañía pueden seguir siendo tenidos en cuenta cuando “dan cátedra” sobre cuestiones de la vida y de la muerte?
Quizás sea porque desde el propio Estado se les sigue garantizando un sostenimiento económico que les permite pasársela chamuyando sin tener que trabajar. Pero como nada es gratis, la Iglesia acepta dar como “contraprestación” a esos privilegios el regenteo de comedores y demás instituciones asistenciales para contener a miles y miles de pobres de todo el país.
Eso sí, la contención de los pobres por parte de la Iglesia no es pura filantropía. Mientras el Estado deposita en ella el rol de alimentar, vestir y curar a parte de la población con recursos que solo alcanzan para lo básico (ahorrándose así un presupuesto importante) la Iglesia aprovecha para introducir en esa misma parte de la población la idea de que la pobreza es un “don” provisto por la divinidad y que llevarla con “dignidad” es un pasaporte al cielo. Todo para festejo de los ricos, que siguen apropiándose de los recursos sociales sin ser amenazados por quienes no tienen nada.
Huelga decir que en esa permanente “bajada de línea” eclesiástica que busca la resignación popular ante las carencias generalizadas, se mete también la idea de que las mujeres jóvenes y pobres deben asumir con “dignidad” sus embarazos no deseados (aún los provenientes de la más abyecta violencia machista). Una dignidad de la que, precisamente, carecen esos mismos obispos, arzobispos, cardenales y papas.
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).