Un nuevo frente parece abrirse en un Oriente Próximo que arde en sangre desde el 7 de octubre de 2023. Los riesgos de reavivar la guerra civil siria son muy reales.
Lunes 2 de diciembre 21:52
Foto: Aaref Watad/AFP
Desde el 26 de noviembre, Siria es testigo de una importante escalada militar en el noroeste del país. Hay’at Tahrir al-Sham (HTC), anteriormente afiliado a Al Qaeda, en coordinación con grupos pro-turcos, ha lanzado una ofensiva denominada "Disuasión de la agresión". La rapidez de esta operación sorprendió a muchos observadores: en solo tres días, HTC y sus aliados penetraron profundamente en Alepo, la capital económica de Siria, bajo control del régimen de Bashar al Assad, presidente sirio, desde 2016.
La ofensiva, llevada a cabo simultáneamente en varios frentes, permitió a los rebeldes capturar una veintena de ciudades y posiciones estratégicas, entre ellas la Universidad de Alepo, la sede de la policía y el aeropuerto de esa ciudad. A este avance respondieron los ataques aéreos rusos y sirios, que el sábado apuntaron al centro de Alepo por primera vez desde 2016, mientras las organizaciones islamistas seguían avanzando hacia Hama y afirmaban haberse hecho con el control de la ciudad de Jan Sheijun. Según varias fuentes, los rebeldes del HTC también se han hecho con el control de la autopista M5, la arteria de transporte más importante de Siria, que une el norte y el sur del país y facilita los movimientos militares y logísticos. La pérdida del control de esta carretera por las fuerzas gubernamentales complica considerablemente sus operaciones, dificultando el transporte de tropas, equipos y suministros esenciales.
Esta ofensiva a gran escala y bien coordinada representa un avance significativo para HTC (y Turquía), que ahora controla posiciones clave en una zona históricamente disputada. La rapidez y profundidad del ataque ponen de relieve la fragilidad de las fuerzas del gobierno de Bashar al-Assad y sus aliados. Sin embargo, esta ofensiva plantea otros interrogantes, sobre todo en relación con las minorías que viven en la región, como los kurdos. Algunas fuentes sugieren que más de 200.000 kurdos están ahora «rodeados» por las fuerzas «pro-turcas» en Alepo. Se dice que este fin de semana ya se han producido enfrentamientos entre las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), dominadas por combatientes kurdos, y grupos armados pro-turcos.
Una ofensiva "oportunista" que Turquía intentará aprovechar
El avance relámpago del HTC y sus aliados en la región de Alepo se produce en un momento en que las fuerzas proiraníes, en particular Hezbollah, dan muestras de fragilidad. Desde hace varios meses, Hezbollah, principal apoyo terrestre del régimen de Bashar al-Assad, ha estado redistribuyendo parte de sus fuerzas para hacer frente a la ofensiva israelí en el sur del Líbano. Además, los recientes ataques israelíes han debilitado la infraestructura militar de Irán en Siria, dejando un vacío estratégico en regiones clave. La muerte de un general de la Guardia Revolucionaria iraní en Alepo también ilustra la erosión del control iraní en la zona. El HTC aprovechó este momento de debilidad.
Aunque Turquía niega cualquier apoyo directo a la ofensiva, los grupos rebeldes pro-turcos, agrupados bajo la bandera del Ejército Nacional Sirio (ENS), participan activamente en las operaciones. Esta colaboración pone de manifiesto la ambivalencia de Turquía, que, aunque es ideológicamente opuesta al HTC, comparte objetivos tácticos en la lucha contra el régimen sirio y sus aliados, con el fin de aumentar su influencia sobre el norte de Siria.
Para algunos analistas, no cabe duda de que Turquía está directamente implicada en esta ofensiva. Kamran Bokhari, hablando de la amenaza que supone Turquía para el régimen de Assad, afirma que "Siria y Turquía coinciden en cuestiones como la lucha contra el separatismo kurdo, pero en términos más generales, Turquía es mucho más una amenaza que un aliado. Las fuerzas turcas ocupan grandes extensiones de territorio sirio en el norte. Ankara es el principal apoyo de los rebeldes sirios. Y lo que es más importante, Assad no quiere distanciarse de Irán y volverse vulnerable ante otro país con ambiciones regionales". Erdogan ve una oportunidad histórica: "No sabía que Irán y Hezbollah se debilitarían tan rápidamente [por la ofensiva israelí]. Su devastación fue una oportunidad histórica que Turquía simplemente no podía dejar pasar. La rapidez con la que se desplegaron las fuerzas pro-turcas sugiere que Ankara se había preparado para esta oportunidad con mucha antelación. Y el hecho de que fueran capaces de tomar Alepo tan rápidamente probablemente refleja el debilitamiento de Irán en el Levante".
Turquía, gobernada por Recep Erdogan, trata así de llenar el vacío de poder creado por el debilitamiento de Irán en el país e intenta reforzar su influencia en Siria, en la región y dentro de la comunidad suní. Para lograrlo, el gobierno turco, a pesar de sus declaraciones oficiales y sus llamamientos a la moderación, parece dispuesta a reavivar la reaccionaria guerra civil siria.
Rusia, en una posición delicada
La ofensiva lanzada por Hay’at Tahrir al-Sham (HTC) y sus aliados pro-turcos en el noroeste de Siria ha puesto fin al alto el fuego firmado en 2020 entre Rusia y Turquía. En respuesta a este avance, Rusia intensificó sus ataques aéreos en la región. El 29 de noviembre, la aviación rusa llevó a cabo ataques contra posiciones rebeldes en Idlib, lo que supuso una importante escalada de las hostilidades.
Sin embargo, la eficacia de la respuesta rusa se ve limitada por sus compromisos militares en Ucrania, donde está desplegada una parte sustancial de sus medios aéreos. Esta situación complica la capacidad de Moscú para apoyar plenamente a las fuerzas del régimen sirio frente a la ofensiva rebelde en curso. Además, las relaciones entre Turquía y Rusia, ya de por sí complejas, se han visto debilitadas por la posición de Turquía en el conflicto ucraniano. El gobierno turco, al tiempo que desempeña el papel de mediador en acuerdos como el de las exportaciones de grano a través del Mar Negro, también suministra a Ucrania aviones no tripulados Bayraktar TB2, que se han utilizado con éxito contra las tropas rusas. Este doble juego irrita a Moscú, que considera las entregas como una provocación.
En el contexto sirio, estas diferencias amplifican las fricciones. Turquía, al apoyar a grupos rebeldes como el Ejército Nacional Sirio (ENS), intenta limitar la influencia rusa e iraní en el norte de Siria. En respuesta, Rusia está intensificando sus ataques contra zonas bajo control rebelde y enviando un claro mensaje al gobierno turco al bombardear una base pro-turca situada en una "zona de seguridad" bajo control turco.
¿Se reaviva la guerra civil siria?
Los dos países que más ganan con esta escalada en Siria son Turquía e Israel. Por parte de Turquía, esta ofensiva rebelde le ofrece una oportunidad estratégica para volver a las fronteras de 2019 previstas en los acuerdos de desescalada sobre Idlib, que habían sido establecidos entre Moscú y Ankara pero violados por el régimen sirio en marzo de 2020. Si Turquía logra ampliar su territorio de influencia en el noroeste de Siria, debilitaría en consecuencia el dominio de las fuerzas kurdas de las Unidades de Protección Popular (YPG, por sus siglas en kurdo), apoyadas por Washington.
Para Israel, una reducción de la presencia iraní en Siria y un avance de Hay’at Tahrir al-Sham (HTC) en la región podrían limitar las vitales líneas de suministro que alimentan a Hezbollah en Líbano. Israel trata de impedir a toda costa la reconstrucción de Hezbollah tras la decapitación de su cúpula militar y el asesinato de Hassan Nasrallah. La toma por parte del HTC de rutas estratégicas, como las que unen Alepo con Damasco, será una garantía para Israel de que Hezbollah no podrá reforzar sus capacidades militares en un futuro próximo.
Por último, una retirada de las posiciones militares iraníes en Siria también representaría un gran avance para Israel en su lucha por la influencia regional. Desde el 7 de octubre de 2023, Israel ha intensificado sus operaciones militares en varios frentes, tratando de redibujar el equilibrio de poder en la región y afirmarse como la potencia dominante en Medio Oriente. Una reducción de la influencia iraní en Siria encaja perfectamente en esta estrategia.
Sin embargo, a medio plazo, el fortalecimiento de las corrientes armadas suníes tampoco representa un "alivio" para Israel. Estas organizaciones podrían volverse rápidamente contra Israel de un modo u otro. El fortalecimiento de las milicias pro-turcas podría dar un papel central al presidente turco, Erdogan, que es un interlocutor más favorable para los intereses del Estado judío. Sin embargo, aunque Erdogan sepa conciliar sus intereses con los de Israel, esto no es garantía de tranquilidad para Netanyahu. Un escenario probable parece ser la reactivación de la guerra civil siria. Según Kamran Bokhari: "Los rebeldes siempre han estado muy divididos, lo que limita su capacidad para tomar Damasco y sus bastiones en la costa mediterránea. Incluso si esta vez consiguen derrocar al régimen, el país quedará sumido en un estado de anarquía con diferentes facciones armadas apoyadas por distintas potencias regionales". Este escenario podría hacer ganar tiempo a Netanyahu, pero es difícil saber si es la perspectiva que desean Israel y sus aliados occidentales.
En cuanto a Rusia, aunque intentó responder el sábado, el país se ha visto debilitado por la guerra de Ucrania y no parece dispuesto a desplegar tropas en Siria. Sin embargo, una escalada de este tipo obligará a Rusia a proteger al menos su base naval de Tartous y a garantizar la seguridad de estas zonas estratégicas.
Tras esta ofensiva y la reanudación de los combates y la violencia en Siria, las perspectivas para los trabajadores, los jóvenes, el conjunto de las clases explotadas y los sectores oprimidos del país (y de la región) son sombrías. Durante el fin de semana han aparecido vídeos de horribles crímenes de guerra, que recuerdan los peores momentos de la guerra civil. De principio a fin, la guerra civil siria ha sido un conflicto reaccionario, instrumentalizado por potencias regionales como Irán, Rusia y Turquía para promover sus propios intereses, y en el que ninguno de los diversos protagonistas llevaba en modo alguno una agenda progresista -con la posible excepción de los combatientes kurdos, que sin embargo fueron en parte cooptados por el imperialismo norteamericano. Si se relanza, nada bueno saldrá de ello para los trabajadores de Siria y de la región.