Disponible en la Televisión Pública y Canal Encuentro, se estrenó Pioneras, la miniserie recorre las vidas de mujeres que cuestionaron la sociedad en la que vivían y, quizás sin saberlo, dejaron un legado.
Celeste Murillo @rompe_teclas
Miércoles 20 de noviembre de 2019 13:26
Después de la miniserie documental Sufragistas (disponible en el canal de Youtube de Canal Encuentro), centrada en la lucha por el sufragio femenino y otros derechos políticos negados a las mujeres, Muriel Santa Ana vuelve a ponerle el cuerpo a pioneras de la lucha por los derechos de las mujeres. Con la dirección actoral de Rubén Szuchmacher y producción de Canal Encuentro, Pioneras está disponible desde el martes 19.
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Como hoy, abriéndose camino a codazos, las pioneras de las luchas feministas cuestionaron la discriminación naturalizada y legal. La pantalla vuelve a inundarse de historia, no por nostalgia sino como herramienta para las nuevas generaciones que inundan las calles en el Siglo XXI.
Sorprende la actualidad furiosa de muchas peleas de fines del Siglo XIX, todavía vigentes como la demanda de decidir sobre sus vidas y sus cuerpos, la lucha por la autonomía económica y política. Si a fines de 1800 esas peleas se traducían en la protección del trabajo femenino o la exigencia de la patria potestad compartida sobre hijas e hijos, en 2019, hoy las vemos resurgir en las luchas contra la precarización y la demanda del derecho al aborto legal, seguro y gratuito.
Las que se animaron a ser las primeras
El primer episodio de Pioneras está dedicado a Juana Manso y Ada María Elflein. Pioneras en el periodismo, ambas veían en la literatura una vía para cuestionar los espacios exclusivamente masculinos. Esa puerta de entrada llevó a otros cuestionamientos: el encierro del hogar, el matrimonio, la tutela masculina.
A través de los testimonios de académicas e investigadoras se reúnen retazos de la vida de las que tardaron demasiado en llegar a los libros y manuales de Historia, aunque siempre la escribieron.
Juana Manso, escritora, traductora y periodista, construye a través de los viajes una forma de contar otro mundo femenino, alejado de la domesticidad. “Conozco que la época en que vivo, soy en mi país un alma huérfana o una planta exótica que no se puede aclimatar”, escribió adivinando el lugar incómodo que le prometían sus decisiones. El abandono del marido y la muerte del padre no resultaron en orfandad para ella sino en una suerte de emancipación.
En las páginas de Jornal das Senhoras en Brasil, el primer periódico en América Latina dirigido al público femenino, y su versión argentina Álbum de Señoritas, Juana llamó a las mujeres a escribir, a poner en palabras sus vidas. Invitaba a las mujeres a participar en una vida pública que les era vedada. “La mujer es esclava de su espejo, de su corset, de sus zapatos, de su familia, de su marido, de los errores, de las preocupaciones. Sus movimientos se cuentan, sus pasos se miden, un ápice fuera de la línea prescripta y ya no es mujer”.
Se ganó los peores insultos de la época: la marimacho, la hembra animalizada. Quizás una de las dagas más dolorosas fue la que arrojó contra el matrimonio, al que señaló como el fin de la existencia femenina, para transformarse en la propiedad de quien decía “mi mujer” con el mismo tono que decía “mis botas, mi caballo”.
Ada María Elflein fue la primera mujer en tener una oficina en la redacción de un diario, tenía un sueldo fijo por escribir crónicas. Separada de sus colegas, por ser una mujer joven, entra al ámbito laboral con la marca de su género. Así entraron las mujeres al mundo del trabajo, con la marca de la desigualdad, en peores condiciones, con salarios más bajos y la condena de la doble jornada laboral.
Hija de inmigrantes alemanes, Elflein nunca se casó, no tuvo hijos y convivió con una mujer, Mary Kenny, durante años. Vivió una época de grandes cambios, cuando las demandas femeninas se expresaban de forma explícita como demandas políticas. En 1910, participó de los dos congresos femeninos (el conservador y el feminista), hitos del movimiento en el país.
Los viajes y las excursiones eran para Elflein la oportunidad para que las mujeres salgan del ostracismo del hogar y la familia. Su propia vida se construía alrededor de esas ideas. Organizaba excursiones de mujeres a lugares no turístico con la convicción de que era una forma de extender los horizontes de sus vidas, de vivir “experiencias masculinas” (todas las experiencias públicas eran espacios exclusivamente masculinos). Buscaba así, según sus palabras, “animar a nuestras mujeres a deponer sus temores y lanzarse a viajar, no diré solas, pero de a dos o tres, o cuatro, independientes y movedizas...”.
Podría sonar absurdo y hasta un poco gracioso pensarlo en el Siglo XXI si no fuera por las experiencias trágicas que motorizaron la idea #Viajosola, que volvió a poner en cuestión la autonomía de las mujeres. La pelea actual contra la violencia patriarcal cuestiona día a día la dualidad de la sociedad en que vivimos, en la que se amplían derechos formales y, a la vez, se legitiman y justifican las desigualdades de la vida real.
Conocer la historia de las que fueron pioneras nos permite trazar recorridos, pero sobre todo nos permite reconocernos como parte de una lucha colectiva contra la opresión. Que un pedacito de esa historia esté disponible en Youtube, para que cualquier chica que lleva un pañuelo verde en su mochila lo vea con sus amigas o circule en un grupo de Whatsapp de compañeras de trabajo, es una buena noticia. Es también la confirmación de que a la televisión no la matan los servicios de streamming, la matan las ideas con fecha de vencimiento y las recetas comerciales que reducen a la mitad de la humanidad a objetos. Afortunadamente, existe otra televisión y alguien la está haciendo.
Celeste Murillo
Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.