La discusión por el derecho a decidir en Catalunya ha subido de tono las últimas semanas y prometen un verano caliente. Esta cuestión candente pone a prueba a todos los grupos políticos y sus programas frente a la realidad, en especial a las nuevas formaciones surgidas en los últimos años que se presentaban como la “nueva política”.
Miércoles 14 de junio de 2017
Foto: EFE / Sergio Barrenechea
Sin embargo Podemos en sus esfuerzos por hacer un acercamiento a la “vieja política” del PSOE de Pedro Sánchez, no solo moderó su tono general con los socialistas, los cuales ya no parecerían ser parte de la casta, o de la “trama” de corrupción que denuncia Iglesias, sino también mostró una postura más digerible para sus aliados prioritarios en dos cuestiones centrales: un programa económico socialdemócrata y una ubicación “constitucionalista” en lo referente a la cuestión catalana, es decir, la negación en los hechos del derecho a decidir.
Su fórmula de “derecho a decidir” pero “entre todos” es la calculada ambigüedad discursiva que mantiene Podemos en esta cuestión. No es un olvido que en tres horas de discurso, Pablo Iglesias haya evitado hablar y pronunciarse en defensa del referéndum “unilateral”, ni siquiera por la elemental defensa democrática de la consulta que será convocada para el 1 de octubre.
Mientras el líder de la formación morada habla de “plurinacionalidad”, “país de países” y “derecho a decidir”, continúa ubicándose de hecho como ala izquierda del bloque constitucionalista, negando en los hechos el derecho a la autodeterminación, porque pretende que este sea antes aprobado “por todos los españoles”, en un acuerdo con el Estado central.
Esto es la negación de la esencia del derecho de autodeterminación. Es pretender que los pueblos y naciones oprimidas se “autodeterminen” en acuerdo con sus opresores y del Estado del cual se pretenden liberar.
Este bloque constitucionalista, que va desde el PP al PSOE, pasando por Ciudadanos y del cual Podemos se ubica de hecho como ala izquierda por el sentido de su planteo, lo pone en un difícil equilibrio en uno de los problemas políticos democráticos irresueltos más agudos del Régimen español.
Justamente en la cuestión catalana es donde Podemos más se asemeja a la ‘casta bipartidista’ que niega el derecho democrático a las nacionalidades.
Cuando Podemos irrumpió en Catalunya en su primer acto de campaña, inmediatamente se delimitó de las corrientes independentistas diciendo, “no somos ni unionistas ni independentistas, somos demócratas”. A su vez, Pablo Iglesias sentenció “Os prometo una cosa. A mí no me veréis darme un abrazo ni con Rajoy ni con Mas” haciendo alusión al abrazo de David Fernández de la CUP, golpeando así en la principal contradicción de la izquierda catalana.
Iglesias, que criticó a la CUP por quedar atrapada en la “casta de Mas y Ciu”, queda hoy atrapado por la casta PP-PSOE, ante la negación en los hechos de este derecho democrático elemental.
Hoy hemos conocido los resultados de la consulta en Podem relacionados con el Referéndum. El 35,12% de los círculos han votado que el Referéndum sería como un 9N, un acto de movilización, el 28,42% a favor de participar en el mismo y considerarlo vinculante, mientras que el 27,26% está claramente en contra. Podem Catalunya, por mayoría, interpreta el 1 de octubre como una movilización sin darle un carácter vinculante a su resultado.
Sin embrago el Secretario general, Dante Fachín planteó que para lograr una definición hay que esperar las concreciones que haga Puigdemont y así ganó tiempo para ver qué hacer: si defiende un 1O vinculante contra Rajoy o hace otra cosa.
Si bien aún no fue convocado oficialmente, el 1O es la fecha que amplios sectores han marcado en su agenda. Éste domingo pasado la ANC, Òmnium y la AMI han reunido algunas decenas de miles de personas para defender el 1O. El principal orador, Pep Guardiola, dijo “Hoy estamos aquí para dejar bien claro que el próximo 1 de octubre votaremos en un referéndum para decidir nuestro futuro” y enfervorizó a los presentes. El 80% quiere votar y se abre una posibilidad.
Sin embargo, el camino no será fácil. Rajoy y todo su séquito han salido a decir que perseguirán con toda la “fuerza de la ley” a quienes lo organicen. Para ello cuenta con Pedro Sánchez, que aparcó su “no es no”, y la “muleta naranja”. El Tribunal Constitucional y el Rey asentirán todo lo que diga “Don Mariano”.
El verdadero choque de trenes será el de las ilusiones que tienen las masas en votar y el de las fuerzas constitucionalistas. ¿Qué hará Podemos? ¿Y, Podem? Veremos, aunque parece serán vagón de cola y no maquinistas. Los revolucionarios y los verdaderos demócratas tenemos el deber de defender el 1º en todo el Estado junto al pueblo catalán en las calles, movilizándonos para organizar el referéndum y para enfrentar todas las maniobras del Gobierno y las instituciones.
Denunciamos la estrategia impotente de Puigdemont y Junqueras para realizar el referéndum, puesto que llevan años sin movilizar, ni organizar a ese 80% que quiere votar. Pero ello no nos hace olvidar que el procés son los millones que se han venido movilizando. Y, si se movilizan para celebrar el 1O, para enfrentar al PP y para garantizar el resultado del mismo, nos encontraremos en las calles codo a codo.
Es necesario para promover esta movilización que Podemos-Podem, los Comunes y la CUP, rompan con las instituciones reaccionarias del 78 y con la estrategia impotente de Junts pel Sí, y hagan un llamamiento abierto a defender en todo el Estado el 1O, sin esperar al President, con movilizaciones en las calles, organizando el referéndum y enfrentando todas las maniobras del PP y su comparsa.
La movilización de los trabajadores y el pueblo no solo serán vitales para poder llevar adelante el derecho a decidir, sino para garantizar que su resultado sea aplicado, incluso si esto implica la secesión de los catalanes. Uno de los grandes candados puestos por este régimen nacido de las entrañas de la dictadura franquista.
Esta perspectiva está ligada a la realización de Asambleas Constituyentes sobre las ruinas de este régimen, para que todo pueda ser discutido bajo la más amplia democracia, desde la forma del Estado, hasta a los grandes problemas sociales como el paro, la precariedad, la vivienda, el desmantelamiento de los servicios públicos como la salud o la educación, las pensiones, y un largo etc.
Cuestiones que no tendrán una respuesta favorable en los marcos de este régimen y el respeto a los intereses de los capitalistas a los que sirve.