Ir al supermercado suele transformarse para alguna gente hasta en una especie de paseo familiar. Pero detrás de las ofertas y el colorido se oculta la terrible precarización a la que se ven sometidos quienes trabajan en allí.
Jueves 2 de julio de 2020 17:40
La situación laboral de cualquier trabajador de un supermercado es precarizada por demás. Sin importar el rol que se supone debería ocupar, según su contrato o puesto de trabajo que figure en su recibo de sueldo. Los empleados de seguridad y limpieza deberían ser distribuidos y convocados conforme a los metros cuadrados de superficie a cubrir. Paulatinamente, argumentando el tamaño pequeño de las sucursales, fueron reduciendo el número de quienes ocupan estos rubros, obligando así, a cumplimentar las tareas correspondientes a dichos roles al resto de los empleados.
De esta manera, el repositor de góndola también pasa la máquina para higienizar el salón, el cajero debe solicitar que le muestren las mochilas, carteras, bolsos o carros, porque los guardias son pocos, colocándolos en una situación incomodísima frente a los clientes. Quienes suelen faltarles el respeto y responderles mal, inclusive.
Los contratos suelen tener diferente carga horaria. Una empleada que debe cumplir 4 horas diarias, debido al paro de transporte, en esta situación de pandemia, por tener que tomarse 3 colectivos diarios, hubo días en los que le hicieron cumplir una doble carga horaria sin previo aviso para amortizar el gasto de su traslado en remis o taxis (“Para no superar el presupuesto”), por ejemplo. Y así, lograr cumplimentar su horario semanal.
A otros empleados, solo les han cubierto uno de los traslados, el de ida o el de vuelta, no ambos. Obligando así al trabajador a encontrar la manera de garantizar su presencialidad diaria en su puesto laboral.
En las carnicerías suele haber la mayor cantidad de empleados en el turno mañana, no siendo equitativo el reparto en relación a la tarde. Ya que muchas veces en el turno tarde es cuando más se recibe la materia prima. Es decir que a veces, es una sola persona la que recibe los animales, los carga y traslada hacia la cámara y luego también fracciona. Si algún empleado de los del salón (repositor, cajero, etc.) puede y quiere, tiene que colaborar con dicha tarea. Destacando que queda absolutamente a criterio de los pares dicha “solidaridad”.
En este caso específico de la sección de carnicería, según la superficie y la cantidad de kilos de carne que se reciban, es la cantidad que cada empleado de ese sector, debe vender a diario. Si la demanda y venta llega a superar ese cálculo estimativo de venta, no importa, no se agregan empleados en el sector, ni siquiera en fechas características o excepcionales, como pueden ser las fiestas de fin de año.
Nunca es suficiente la cantidad de empleados por carnicería, siendo el sector que más ingreso rinde al supermercado en general.
Todas estas son situaciones cotidianas que se han visto agravadas en esta instancia de pandemia, obviamente. Las categorías y estamentos establecidos por contrato, a pesar de lo que figura en el recibo de sueldo, no se respetan. Siendo todos obligados a realizar todas las tareas ya que quien no lo acepta así, es mal visto o considerado como mal empleado. Por mal compañero o por negarse a colaborar, o simplemente no estar atento para hacerlo.
Por supuesto que todo lo hasta aquí descrito deriva en enfermedades laborales tales como deterioros de musculatura y huesos, por tener que sostener posturas corporales incorrectas por largos períodos de tiempo, por cargar mucho peso. En fin, orgánicas de todo tipo, por no poder ir al baño siempre que haga falta, etc.
Como así también otras del orden de lo emocional y perceptivo, como sucede cuando se debe estar muy concentrado en medio de mucho bullicio, enfrentar al público y tratarlo bien cotidianamente y cuidar de no perjudicar nunca a otro par, sobre cargándolo, o no logrando prestarle la ayuda necesaria para que desempeñe su tarea también con éxito.
Una instancia más de naturalización, encubrimiento y no visualización de precariedades que solo benefician a los grandes empresarios en detrimento y perjuicio de la clase trabajadora. Todo esto es posible por la impunidad que le garantiza el Gobierno y la complicidad de nuestros dirigentes sindicales.
Por todo esto, me decidí a participar en la Primera Asamblea de Trabajadores de Córdoba, junto a laburantes de muchos gremios, donde discutimos en forma democrática, qué hacer y como, por esto también ahora invito a que más compañeros de comercio se sumen a la segunda asamblea. Porque nuestras vidas valen más que sus ganancias.