Esta semana se cumplió un año de la muerte de María Ester, que puso al descubierto el maltrato y la desidia a la que estamos expuestos quienes conformamos la primera línea en salud.
Sábado 5 de junio de 2021 20:04
María Ester Ledesma trabajaba en el Hospital Interzonal de Agudos Gandulfo. Era considerada grupo de riesgo para el contagio de covid y había presentado seis veces el pedido de licencia por enfermedades que tenía. Las seis veces se lo rechazaron. Se desempeñaba en el área de pediatría del nosocomio. Los días previos a su fallecimiento murió su madre a causa de la misma enfermedad.
Luego de ella, siguieron otros tantos y tantas trabajadoras de la salud. Hoy, ya son más de 500 que perdieron la vida. En el caso del Hospital Gandulfo, tal como cuentan a La Izquierda Diario trabajadoras del nosocomio, “no hay un solo sector donde la pandemia no se haya cobrado la vida de algún compañere”.
Con licencias que no llegan a tiempo o que directamente no se otorgan, con insumos de mala calidad e insuficientes, con el desborde de casos que puso en evidencia la falta de personal, con salarios de miseria que no alcanzan a cubrir la canasta familiar y nos obligan a ir de hospital en hospital: así trabajamos la mayoría de nosotras.
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Al principio del aislamiento los gobiernos nos llamaron héroes. A un año de la pandemia, ya sabemos lo que eso quería decir. Les trabajadores de la salud estamos en la primera línea de combate a las consecuencias del covid y a la política del Estado, que no invirtió un peso para garantizar personal, instalaciones o vacunas, que hoy se producen en Argentina y acto seguido se van al exterior.
Ante las condiciones alarmantes en las que trabajamos, y ante el hartazgo que se comienza a ver, lo único que anunció el gobierno nacional y algunos gobiernos municipales fue el pago de un bono excepcional. Un bono que excluye a las y los precarizados de la salud, no solamente a los heredados del macrismo como los trabajadores del AMBA, sino también a los históricos becarios y residentes. La exposición al trabajo en condiciones arbitrarias (edilicias, falta de servicios esenciales como agua o luz) se suma así a las condiciones en las que se ven obligadas a trabajar compañeras como María Ester. Nos llaman héroes, nos dicen esenciales, pero nos tratan como descartables.
A fin de año, con el optimismo del entonces ministro de salud Ginés González García, cerraron los hospitales modulares dejando en la calle a cientos de trabajadores monotributistas que contrató el gobierno de Axel Kiccilof. Y ahí las cosas fueron de mal en peor. Ya los casos no eran tan alejados, sino más y más cerca…nuestras familias.
En febrero estaba vacunado con suerte el 50 por ciento del personal de salud, en el caso de los docentes seguían a la espera. Aun así insistieron con el inicio de clases sin garantizar conectividad y las condiciones necesarias en los colegios. Desde adentro de los hospitales, el termómetro indicaba que la situación se iba a agravar.
Para entonces, Alberto Fernández, descaradamente habló del relajamiento de los trabajadores de la salud. De esenciales a descartables, de héroes a relajados.
No tardó tanto en organizarse la bronca, miles de trabajadores salieron a tomar las rutas, con apoyo de todos los sectores. Los elefantes de Neuquén se plantaron, contando con la masiva solidaridad de la juventud, las mujeres, y trabajadores de las fábricas, como Zanon.
La muerte de María Ester era evitable. Y es el resultado de la política estatal, del silencio cómplice de las conducciones sindicales ante el vaciamiento de la salud, ante su desfinanciamiento en pos del pago de la deuda que contrajo el gobierno de Mauricio Macri, que esta gestión sigue pagando peso por peso. Es el resultado de las alianzas que sostienen todos ellos con los grandes laboratorios. El resultado de enviar las vacunas que se producen en el país al exterior, sin garantizarla siquiera para todo el personal estratégico y para el pueblo trabajador.
Por eso a un año de la muerte de María Ester, volvemos a decir que los gobiernos y el Estado ¡son responsables! A un año de su ausencia, retumba en nosotres el nombre de María Ester, María Ester. Su nombre se pronuncia con los dientes bien apretados. Porque la rabia aun nos acompaña. Retumba con la fuerza necesaria para la organización y la lucha. Porque las vidas trabajadoras valen. No pedimos, exigimos: justicia para María Ester.