Vladimir Putin continúa su gira por Medio Oriente atravesado por las tensiones entre EEUU e Irán. El objetivo es apuntalar alianzas y dejar claro que tiene una estrategia diferenciada del resto de las potencias.
Santiago Montag @salvadorsoler10
Jueves 9 de enero de 2020 15:00
En esta ocasión la reunión fue con Reccep Tayyip Erdogan –presidente de Turquía-, para discutir la situación en Siria, Libia y la inauguración del megaproyecto que abastecerá de combustible al país otomano. Un paso en la geo-estrategia euroasiática que incluye a China.
Rusia necesita dejar claro al “teatro de las naciones” que todo aquello que suceda en Medio Oriente tiene que pasar por sus manos. Por eso, buscó dejar el mensaje de que Siria es su área de influencia, buscando poner un límite a las aspiraciones expansionistas tanto iraníes como turcas, pero también moderar las expectativas aventureras de Trump en la última escalada.
En este sentido fue la reunión conjunta entre los mandatarios, primero Putin y Al Asad (Siria) el martes, donde recorrieron bases militares para discutir las próximas operaciones contra el último foco de “resistencia” en Idlib (ciudad del noroeste de Siria). Luego abordaron el mismo tema Putin y Erdogan este miércoles en Turquía.
Esta nueva reunión en Ankara tiene el mismo significado. Sellar acuerdos bilaterales con Turquía, con quien Rusia comparte el objetivo de estabilizar Medio Oriente, principalmente Siria donde tienen tropas de ocupación en el norte de ese país.
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En esa sintonía, Putin y Erdogan publicaron una declaración conjunta donde marcan como "arriesgado" e "ilegal" el asesinato de Soleimani en Irak, y rechazan las acciones de EE.UU. en el golfo Pérsico. Además ambos denunciaron que las acciones de EEUU buscan desestabilizar la región. Mientras Donald Trump optó - por el momento- por nuevas sanciones a Irán, en lugar de escalar el escenario bélico, y se declara victorioso debido a la modesta respuesta de los persas que no se equiparó al golpe estadounidense que recibieron.
Acuerdos económicos
Las relaciones comerciales con Turquía, representan para Rusia un volumen de U$S13.000 millones. Razón por la cual uno de los objetivos de la reunión entre Putin y Erdogan fue avanzar en ese terreno comercial.
Erdogan anunció que Moscú y Ankara desarrollarán juntos nuevos proyectos, y ha recordado que Rusia sigue siendo un proveedor clave de gas para Turquía.
Este miércoles inauguraron el gasoducto Turk Stream, que abastece de energía a través del Mar Negro a Turquía. Este proyecto data desde el 2014, cuando comenzó la construcción que llega hasta la localidad turca de Kiyiköy, en el noroeste del país.
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El objetivo ruso con esta línea energética es abastecer de gas también a Bulgaria, Serbia, y otros países europeos desde Turquía con el gigante Gazprom.
Putin estaría dando un paso más en su plan de reconstruir, desde que asumió su mandato, la influencia sobre los países aliados de la ex URSS y recuperar su zona de influencia.
También, ambos Estados trabajan en la construcción de una central nuclear de Akkuyu, en la provincia turca de Mersin. Las características de la planta nuclear son excepcionales en este país, ya que contiene cuatro reactores nucleares de agua presurizada que abastecerá un 10% de la electricidad.
Dentro de los acuerdos se encuentra la compra por parte de Turquía de los dos sistemas de misiles de defensa anti-aérea de largo alcance, el S-400 Triumf, de alta tecnología rusa, capaz de lanzar tres tipos de misiles, incluidos balísticos y crucero, también tienen más capacidad de rastrear y atacar hasta 300 objetivos a la vez, de esta manera reemplazaría al sistema Patriot de EEUU. Algo que incomoda a la OTAN, por eso Mike Pence y Donald Trump amenazaron reiteradas veces a Turquía con sanciones económicas.
Siria
La guerra que ya lleva casi 9 años fue otro punto clave del encuentro.
Recordemos que en octubre del 2019, Erdogan comenzó una ofensiva en el norte de Siria, luego de la retirada de las tropas de EE.UU. que mantenían una alianza táctica con las Fuerzas de Seguridad y Defensa (FDS): una coalición de distintos grupos milicianos liderada por las Unidades de Protección Popular kurdas (YPG) que se agruparon para enfrentar al ISIS y los grupos salafistas que operan en el territorio.
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Su objetivo allí fue poner fin a las aspiraciones de autodeterminación del Kurdistán en Turquía y Siria. También resolver problemas de política interna entorno a refugiados.
Entonces, la retirada de tropas de disuasión que hizo Donald Trump, empujó a las FDS y a los brazos de Putin y Al-Asad. Esto pondría a los kurdos bajo el mando de Al Asad, logrando resolver de manera relativamente negociada un problema de los tres Estados. Esto implica que Rusia y su aliado sirio tengan acceso a los pozos petroleros en manos de los kurdos en Hasaka.
En esa sintonía discutieron este miércoles la situación en la ciudad de Idlib donde Turquía apoya a las fuerzas opositoras al régimen de Asad (donde también hay grupos islamistas), para encontrar una solución que disminuya las hostilidades.
Allí unas 300.000 personas tuvieron que abandonar sus hogares por el asedio ruso-sirio generando una nueva crisis humanitaria.
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La visita de Putin a Al Asad en Damasco este martes, en medio de las tensiones entre EEUU e Irán, fue en el sentido de fortalecer su posición ante los posibles enfrentamientos entre las potencias. Mostrándose como un actor que debe estar en la mesa de negociaciones.
Por otro lado, uno de los objetivos de Putin es poner un límite a las aspiraciones iraníes sobre territorio sirio, rico en recursos energéticos, pero sin poner en cuestión su alianza estratégica con quien mantiene un acuerdo comercial de U$S 40.000 millones esquivando el bloqueo norteamericano.
En esa sintonía es que dejó vía libre a Israel para que bombardee posiciones militares iraníes y de sus aliados en Siria reiteradas veces. Incluso de esta manera puede evitar una futura escalada militar entre Irán e Israel, que arruine las inversiones de la “paz rusa”, lo que obliga a los persas a moderar sus aspiraciones.
En ese sentido fue el pedido ruso a Hezbollah y Teherán que se mantengan a una distancia de 100km de los Altos del Golán.
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Esto muestra que Rusia logró posicionarse como un actor que dialoga con todas las potencias del Medio Oriente, mientras EEUU desgasta cada vez más sus relaciones con los pocos aliados que le quedan.
La cuestión Libia
En la misma reunión Putin y Erdogan abordaron la situación en Libia donde ambos apoyan a bandos contrarios. El llamado al “alto el fuego en Libia” fue tras la reciente decisión del parlamento turco de apoyar militarmente al Gobierno del Acuerdo Nacional (GNA), liderado por Fayez el Sarraj en Trípoli, contra el asedio de las milicias del general rebelde Jalifa Hafter. El GNA fue respaldado por la ONU para intentar restablecer un gobierno “democrático” luego de la caída de Gadafi.
El envío de tropas de Ankara hacia Libia tuvo el objetivo de evitar la pérdida acelerada de influencia en el Mediterráneo. Turquía desde un primer momento apoyó al GNA contra las milicias de Hafter que son respaldadas por Emiratos Árabes, Francia, Egipto, Arabia Saudita y Rusia.
Belqasim Hafter, ex amigo de Kadafi, fue entrenado por la CIA y se fortaleció en el este del país para restablecer el estatu quo previo a la Primavera Árabe.
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Esta intervención turca, con el modesto envío de 35 soldados pudo generar fricciones con Moscú. Pues, el objetivo turco fue evitar la caída de Trípoli, y equilibrar la relación de fuerzas para iniciar un alto el fuego y una negociación que desemboque en una solución política promovida por la ONU para poner un freno al flujo migratorio.
No es seguro que la declaración conjunta conduzca al alto el fuego propuesto para el próximo sábado, pero ubica a ambas potencias en un trabajo conjunto para evitar mayores conflictos en Medio Oriente y Norte de África.
El objetivo de Rusia al apoyar a Hafter es el de restablecer un orden similar al anterior con Muamar Kadafi vía un “hombre fuerte”, para ello ingresó en el conflicto recién durante el 2019. Lo que genera enormes contradicciones con su homólogo turco que aspiraba a expandir su influencia vía la Hermandad Musulmana.
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Las relaciones estratégicas entre Rusia y Turquía (que custodia decenas de ojivas nucleares de la OTAN) demuestran la viabilidad de una alianza militar, algo que pone los pelos de punta a EEUU y la OTAN. Esto expone la contradicción de la alianza atlántica, donde los Estados buscan intereses contrapuestos y priman la tácticas de guerra asimétrica.
Por su parte, Rusia avanza en su alianza militar conjunta con Irán y China formando el “triángulo de oro” euroasiático, realizando ejercicios militares en el Golfo de Omán y en el Índico, para desplazar el eje geoestratégico hacia Eurasia.
La política exterior rusa muestra las grandes aspiraciones de Putin, que aunque no tiene la capacidad económica, militar o política para proyectarse como hegemón, busca posicionarse como potencia de peso en un tablero geopolítico para resguardar los intereses nacionales.
Santiago Montag
Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.