"La vida que queremos", el slogan de campaña del Frente de Todos, se choca con las propias contradicciones del modelo "neodesarrollista". Lejos de dar respuesta a los problemas de empleo y cuidado del medioambiente, su proyecto implica más precarización y extractivismo.
Lucía Ortega @OrtegaLu_
Miércoles 4 de agosto de 2021 13:36
📊 ECONOMÍA | ¿Qué economía y qué futuro?: La pregunta que incomoda al Frente de Todos - YouTube
Ayer circuló un documento del Instituto Patria (la usina de pensamiento de kirchnerismo, que preside Cristina Fernández), que mostraba los ejes del relato de campaña del Frente de Todos para estas elecciones.
Entre otras cosas, hacen una lectura de la opinión pública, y se destaca que uno de los puntos que ven es la “antipolítica”: "frustración pero a la vez esperanza. Malestar con la gestión económica. La pandemia justifica pero no funciona como excusa.” reconocen.
El slogan de campaña que nuclea el objetivo de generar confianza es: “La vida que queremos”. Y en el documento lo explican como "un tono": "Un llamado a la acción. Una apuesta a la esperanza. A terminar con la languidez del encierro y el conformismo. A mejorar el ánimo y la autoestima. Empieza por la vacunación y la superación de la pandemia pero se proyecta en la reapertura, el reencuentro y en volver a tener una economía normal. Reafirma el compromiso electoral de ofrecer una vida mejor a la que teníamos. Y cuenta paso a paso cómo lo vamos a hacer".
¿A qué se referirán con “una economía normal”? ¿Al piso de pobreza en 25 % que hay desde hace 4 décadas?
Por último concluyen: "En estas elecciones decidimos cómo queremos salir de la pandemia. Si con trabajo y reactivación o volviendo al pasado".
La pregunta incómoda
Detrás de los títulos rimbombantes, lo cierto es que el documento no explica cómo piensan alcanzar el "trabajo y la reactivación.” ¿Qué políticas concretas proponen para resolver la crisis estructural? ¿Qué modelo o programa económico?
Con o sin pandemia, el plan del Gobierno es el mismo. En un informe de avance del Presupuesto 2022 presentado en junio de este año ante el Congreso, el equipo de economía que dirige Martín Guzmán sostiene que “el Gobierno Nacional viene gestionando la política fiscal en base a principios de solidaridad, pragmatismo y prudencia; estos principios continuarán guiando la praxis del Gobierno en materia presupuestaria durante 2022”. Y agregan que buscan dar "impulso de las exportaciones como fuente genuina de divisas".
¿Podemos esperar que renegociar la deuda y aumentar las exportaciones de la forma en que viene proponiendo el Gobierno podrán dar solución a los dos problemas críticos del futuro que son el tema del empleo (desempleo y la precarización) y el resguardo del medio ambiente?
Las iniciativas más difundidas para aumentar las exportaciones desde que asumió Alberto Fernández fueron las de la minería, aunque en casos como Mendoza y Chubut fueron frenadas por la resistencia popular; las megagranjas porcinas con las cuales China busca “tercerizar” la alimentación de su población, y el nuevo impulso a Vaca Muerta, a través del plan gas y el fraking.
Junto con otras del mismo tipo (como el actual agronegocio sojero), son producciones primario exportadoras altamente extractivas y contaminantes. Bastante lejos de un modelo de desarrollo que promueva la industrialización, la soberanía nacional y el salto productivo.
Sin embargo, nadie puede a priori, oponerse a un proyecto de aumento de las exportaciones. El problema es otro: cómo, quién y a qué precio social y ambiental. Y para qué.
¿Para qué quieren los dólares?
Miremos la experiencia reciente en las últimas dos décadas:
La mayor parte de la gestión de los gobiernos kirchneristas hubo un superávit muy importante de balanza comercial. Sin embargo, no hubo un proceso de industrialización, no hubo un salto productivo, no hubo una fuerte formación de capital es decir un incremento de las inversiones que aumente la capacidad productiva en forma significativa, ni en industria ni en infraestructura.
¿Qué pasó? Los dólares de las exportaciones se fueron por otras ventanillas. El kirchnerimo usó esos dólares para pagar más de 200.000 millones de dólares en deuda, verdaderos “pagadores seriales”, y sin embargo no solucionaron el problema de la deuda.
Tampoco tienen mucho que envidiar en materia de fuga de capitales. Sin un proceso especulativo mediante, se fugaron 100 mil millones de dólares entre 2007 y 2011. Y también, al no haber tocado la estructura extranjerizada de la economía, se fueron miles de dólares por remisión de ganancias de las trasnacionales a sus centros económicos. Entre otros problemas que involucran el atraso productivo y la necesidad creciente de importaciones.
Los empresarios la “juntaron en pala”, pero la precarización no bajó de afectar a la mitad de la población, uno de cada 3 asalariados estaba en negro, y la pobreza no perforó el piso del 25%.
En el año 2019 tuvimos otro año de excedente comercial récord. Mientras tanto acá se consumaba una crisis furibunda sobre los salarios. En 2020, año de pandemia, cayeron las exportaciones pero la contracción económica fue tan grande que generó el tercer saldo comercial más grande desde 2004.
Sin ir más lejos, miremos qué se está haciendo ahora con el excedente de dólares. Según las cámaras de exportadores de aceites y de cereales en los primeros meses de este año hubo un récord absoluto de liquidación de divisas desde que empezó el siglo. ¿Adónde está el derrame? ¿Cuánto de eso se tradujo en empleos, en inversión pública, en vivienda o salud?
Deuda eterna
Por el lado de la deuda, luego del canje de Guzmán con los acreedores privados a partir de 2025 se acumularán pagos anuales de capital e intereses a los especuladores por más de U$S 7.500 millones al año (que superaría los U$S 10.000 millones al año entre 2030 y 2035). Para tener una dimensión, esto representa un 60 % del superávit comercial del país (diferencia entre lo exportado e importado, si se considera el saldo del 2020).
A eso hay que agregar el cronograma de pagos que surja de la renegociación con el FMI por U$S 46.000 millones, que podría tener algunos un par de años de gracia en los vencimientos de capital (probablemente no de intereses), pero pronto sería una carga insostenible.
¿Cómo buscará el Gobierno hacer frente a esos pagos?
Con un aumento de las exportaciones bajo los presupuestos del modelo reprimarizador: más Vaca Muerta, más fraking, megaminería, granjas porcinas, trigo transgénico. Más ajuste y trabajo precario. Y también con más deuda, hasta que se torne otra vez insostenible. Es un círculo vicioso.
El modelo "neodesarrollista" que propone el Frente de Todos es un modelo de saqueo y vaciamiento. Por su parte, el modelo neoliberal tuvo su última experiencia traumática con Cambiemos y ahora pretende esconderse bajo la alfombra distanciándose de la figura de Macri.
Pero neodesarrollista o neoliberal, son en definitiva dos modelos de saqueo que en su ADN, al no proponerse romper con el círculo vicioso de la deuda (que tras la bandera del interés general sólo beneficia al capital concentrado), lo único que hace es profundizar la larga la decadencia del capitalismo argentino.
Romper el círculo vicioso
¿No podemos pensar una economía que preserve el medio ambiente, en la que todos podamos trabajar repartiendo el trabajo, en la que la tecnología nos ayude a liberar el trabajo y nuestras capacidades, y no al revés, nos convierta en esclavos del trabajo para que otros se llenen los bolsillos?
Se puede. Recursos hay para hacerlo, el problema está en quiénes se lo apropian y qué uso le dan. Y se puede si las y los trabajadores, los verdaderos interesados en términos históricos en impulsar el desarrollo del país y terminar con el saqueo imperialista, lo llevan adelante.
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Lucía Ortega
Economista UBA. Coeditora de la sección de Economía de La Izquierda Diario.