De Corea del Sur al mundo. Series, música y gastronomía. ¿Qué tienen que ver el k-pop y las novelas con la diplomacia?
Celeste Murillo @rompe_teclas
Viernes 16 de septiembre de 2022 02:12
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· Casi cualquier persona que pase un rato por Youtube se va a cruzar con una canción de bandas coreanas como BTS o BlackPink. Algo parecido pasa en Netflix, es muy común ver entre las más vistas una serie coreana. Entre las más recientes está Woo, una abogada extraordinaria.
· Esta ola coreana creció muchísimo en los últimos años, sobre todo por la influencia global del K-pop y sus fans (conocidos como army, ejército en inglés). Frustraron actos del expresidente Donald Trump en EE.UU., apoyaron al movimiento antirracista Black Lives Matters y participan de los movimientos contra el desastre ambiental.
La historia de la ola
· No empezó ahora y su historia no es tan lineal. Empezó a finales de los años ‘90, más precisamente después de la crisis económica del Sudeste asiático en 1997. Siempre hubo producciones culturales en Corea del Sur, pero el Estado adoptó una política cultural agresiva como parte de su recuperación y sus aspiraciones a transformarse en potencia. Esa política se conoce como diplomacia cultural o soft power (poder blando).
El término lo usó por primera vez el politólogo estadounidense Joseph Nye. Un ejemplo clásico es Estados Unidos y su industria cultural, que acompaña su influencia política y económica. Los objetivos no son los mismos pero los métodos son similares.
· Corea del Sur no busca dominar el mundo pero sí mayor aceptación y sobre todo mejorar la imagen de sus productos y sus políticas. Es una operación compleja, tiene contradicciones y provoca debates, pero rindió sus frutos.
· Para el año 2000 ya se hablaba de la hallyu (la ola) por su efecto expansivo. Empezó con el estreno de una novela coreana en China (un mercado enorme) y diez años después llegó a Estados Unidos y América latina.
· El Centro Cultural Coreano (parte de la embajada) instaló su primera oficina en BA en 2006. Hoy tienen un centro con clases de coreano, talleres de cine, música y gastronomía.
· Hoy Corea del Sur es el principal fabricante de barcos, casa matriz del gigante tecnológico Samsung y una usina cultural. Todas generan dinero, pero el producto más importante de la última es una imagen positiva. Es lo que más le interesaba Moon Jae-In (presidente entre 2017 y mayo de 2022), que reforzó esta política y la alianza con el k-pop (nombró a BTS como embajadora honoraria del turismo de Seúl y a sus cantantes en enviados presidenciales a la Asamblea General de Naciones Unidas).
Espejismos culturales
· El impacto de la hallyu tuvo aristas impensadas. Los varones coreanos rankean entre los más atractivos. Se los percibe como más románticos y amables, se habla incluso de una “masculinidad suave”, muy bien recibida sobre todo entre mujeres occidentales.
· La investigadora surcoreana Min Joo Lee observó el aumento de la cantidad de mujeres que viajaban a Corea del Sur. Entrevistó a muchas estadounidenses y europeas y descubrió que llegaban con la expectativa de conocer hombres parecidos a los de las telenovelas. Lo llaman “efecto Netflix”.
· En muchas partes del mundo, existe una apreciación positiva de Corea del Sur, a través de su cultura pop, contrapuesta a Corea del Norte. Sin conocer el conflicto, está instalado que el Sur es bueno y el Norte es malo. Esa contraposición es alentada por las mismas producciones surcoreanas (como Aterrizaje de emergencia en tu corazón).
· Es conocido el autoritarismo de Corea del Norte pero se dice poco de lo que pasa en Corea del Sur. Se percibe el Norte como anticuado y el Sur como moderno, pero la surcoreana también es una sociedad bastante conservadora. Por ejemplo, castiga duramente el consumo recreativo de marihuana (dentro y fuera del país, si sos surcoreano siempre es un delito, como explica Liry Onni en su canal de Youtube); la homosexualidad no está prohibida pero la Organización Internacional de Gays y Lesbianas eliminó a Corea del Sur de los países que protegen sus derechos porque la “orientación sexual” está incluida entre los motivos para abrir investigaciones sobre ciudadanos y ciudadanas.
· Durante el pico de la pandemia se habló del control de China sobre su población pero no se dijo nada del control estricto que impuso el gobierno surcoreano, con geolocalización de personas.
· Son conocidas las críticas a la militarización de Corea del Norte, pero Corea del Sur también tiene un servicio obligatorio de dos años, que mucha gente critica (sobre todo jóvenes) y provoca problemas en la industria cultural, que el Estado ayudó a crecer, porque muchas estrellas tienen que pausar sus carreras durante dos años.
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No tan distintos
· Hay problemas parecidos a los de otras sociedades capitalistas, que conocemos por películas como Parasite (Oscar 2020), como la desigualdad social. O los problemas laborales (en octubre de 2021 hubo una huelga general contra empleos precarios). Ocupa el tercer lugar en ranking de países que más trabajan, una fábrica de personas pobres que trabajan demasiado.
· En la huelga de 2021 hubo una marcha de gente disfrazada como en El Juego del Calamar, uno de los últimos éxitos coreanos en Netflix, que habla de la competencia voraz a la que empuja el capitalismo.
Tres ideas para surfear la ola
· Woo, una abogada extraordinaria. Cada episodio está basado en casos reales que se llevaron a la Justicia en Corea del Sur. Algunos hablan sobre la discriminación de las mujeres en lugares de trabajo, el machismo y conflictos con grandes empresas.
· Cart es una película de Boo Ji Young. Las trabajadoras de un supermercado se organizan cuando la empresa anuncia despidos para contratar empleados precarios. Las mujeres toman el supermercado, organizan un sindicato y desafían las leyes y los prejuicios.
· Sobre mi hija, un libro de Kim Hye-jin sobre el choque entre las viejas y las nuevas generaciones. Madre e hija, diferencias sobre la vida de las mujeres, la sexualidad, la familia y el trabajo.
Celeste Murillo
Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.