La periodista Charlotte Beradt se dedicó a recopilar relatos de sueños entre 1933 y 1939 en Alemania. Las similitudes entre los sueños de múltiples personas son impactantes. El libro abre una reflexión sobre la dimensión política de la actividad onírica, más allá del contexto de la Alemania nazi. Y ustedes, ¿qué están soñando por estos tiempos?
Cecilia Rodríguez @cecilia.laura.r
Miércoles 11 de agosto de 2021 22:10
En algún momento del año 1933, en Alemania, una periodista llamada Charlotte Beradt se dedicó a recopilar relatos de sueños, de la boca de sus propios soñantes. Versada en la teoría onírica de Freud y cercana a los círculos intelectuales de Viena y Berlín, extendió su labor hasta 1939. Los resultados de su investigación fueron publicados en el libro El Tercer Reich de los sueños, disponible por primera vez en castellano gracias a la traducción de los psicólogos e investigadores argentinos Leandro Levi y Soledad Nívoli. Fue editado por LOM en 2019.
Así tenemos registro de un hecho inquietante y fascinante a la vez: el ascenso y consolidación de Hitler en el poder es representado en los sueños de diferentes individuos mediante los mismos personajes y situaciones. Por ejemplo, muchas personas sin relación entre sí soñaban que algunos objetos de la casa, como la chimenea, el velador o los almohadones, empezaban a hablar y delataban a los soñantes ante las autoridades, contando las conversaciones privadas durante las cuales solían hacerse chistes sobre los funcionarios del gobierno. Otros soñaban que tardaban horas y horas en poder hacer el saludo nazi, o que las paredes de todas las casas desaparecían por completo.
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El Estado capitalista, en su versión más totalitaria, se metía en los sueños como un director que elige el escenario y los actores. Según Beradt, “el dirigente nazi que decía que solo en sueños se podía tener vida privada, ha subestimado las potencialidades del Tercer Reich”. De algún modo el imaginario de Kafka captaba tempranamente la pesadilla del siglo XX.
Es de notar que Beradt eligió analizar los sueños de personas que no militaban en política, ni a favor ni en contra del régimen. Eran personas que no tenían el hábito de reunirse a discutir con otras sobre los acontecimientos y sacar conclusiones acerca de ellos. Todo esto estaba prohibido (no había libertad de reunión, asociación ni expresión) y estas personas no desafiaban al régimen en ese plano. A lo sumo hacían chistes, pequeños actos de rebeldía en la esfera privada. La tesis de Beradt es que el inconciente, de algún modo, era el encargado de sacar las conclusiones. Los sueños “se asemejan a diarios nocturnos, parecen registrar minuciosamente el impacto de los acontecimientos políticos externos en el interior de las personas a la manera de un sismógrafo, no obstante provenir de una actividad psíquica involuntaria”.
El libro también abre una reflexión sobre la dimensión política de la actividad onírica, más allá del contexto de la Alemania nazi. Hace unos días un amigo me contó este sueño: hay un hospital en el shopping o más bien un shopping-hospital. Él está ahí para comprar algo para su patrón (es un precario más de este mundo) y nota que personas que trabajan en el hospital están haciendo una manifestación, rodeada por la policía. Las personas que están comprando o paseando por el shopping están en la suya y no dan bola. Él decide interrumpir sus labores como empleado (o sea, entra en huelga) para dedicarse a distraer a seis de los muchos agentes de policía que se aprestan a reprimir. Los seis lo persiguen a él, que huye y piensa que al menos con eso dio una mano a los compañeros. Después el sueño sigue con un viaje eterno en bondi hasta el conurbano y otras yerbas. El soñante, aunque muy experimentado en padecer la mercantilización de la salud, no ha estado en huelgas ni en represiones. Sin embargo, se sueña en una acción de unidad de clase y rebelión anti represiva (y antidepresiva, agregaría yo).
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Dice Beradt: “Esta alianza ‘entre los sueños y la vigilia’, estos ‘sueños luminosos-trasparentes’ hunden sus raíces en el suelo del presente político que rodea a los soñantes, allí es donde crecen y proliferan. Se trata casi de sueños conscientes. Su trasfondo no solo no es invisible, sino que es en gran parte visible. Lo que está ubicado en la superficie, también subyace en la base. Ninguna fachada disimula las conexiones, y nadie tiene que fabricar por el soñante las relaciones entre las ocurrencias oníricas y su existencia, porque las efectúa él mismo en los sueños. (…)
De ningún modo se trata aquí de profecías, aunque se asemejen a ellas. Sus metáforas llegan a ser verdaderas porque nuestros soñantes, con la sensibilidad aguzada (…), aprecian síntomas que apenas son perceptibles. Es probable que sus sueños se asemejen a un mosaico confeccionado de modo surrealista, pero cuyas piezas provienen de la realidad”.
¿Y ustedes? ¿Qué han soñado por estos días?