El hundimiento de dos barcos de inmigrantes en el Mediterráneo dejó al menos 30 muertos este jueves. Nuevas tragedias migratorias, consecuencias de la política xenófoba de la UE.
Josefina L. Martínez @josefinamar14
Viernes 27 de mayo de 2016
Foto: EFE / Marina italiana
La embarcación salió de la costa libia cargada con más de cien inmigrantes y comenzó a hundirse después de haber recorrido 56 km, cuando atravesaba el canal de Sicilia, entre Libia e Italia. Varias naves de rescate acudieron ante una llamada de alerta, pero al llegar se encontraron con “entre 15 y 20 cadáveres” en el agua, mientras los sobrevivientes luchaban por mantenerse a flote. Fueron rescatados 96 inmigrantes y trasladados a la isla de Lampedusa, en Italia. Un niño de cinco años con hipotermia fue ingresado directamente al hospital.
Esta nueva tragedia migratoria llega tan solo un día después del naufragio de una embarcación con más de 500 inmigrantes a bordo, a 30 km de Libia. Las imágenes del momento justo en que la embarcación se voltea y se comienza a hundirse, lanzando al agua a cientos de personas, son realmente dramáticas: murieron por lo menos 5 personas.
Los medios italianos difundieron esta semana la historia de una beba de 9 meses que llegó sola a Lampedusa, después de que su madre muriera en medio del viaje.
Un grupo de personas originarias de Mali que cruzaban en la misma lancha neumática entregaron la beba a la Guardia Costera al ser rescatados, y explicaron que la mujer había muerto a causa de quemaduras producidas por el combustible, algo que es frecuente en este tipo de botes. La beba fue atendida de forma inmediata y quedó al cuidado del médico Pietro Bartolo, quien trabaja en el ambulatorio de Lampedusa y que inspira la película "Fuocoammare" del director Gianfranco Rosi, ganadora del León de Oro en el último Festival de Berlín.
Tres historias, el mismo drama.
Las consecuencias del pacto de la UE con Turquía
El cierre de la ruta balcánica, tras el acuerdo reaccionario entre la UE y Turquía, significó la reactivación de la vía mediterránea hacia Italia. Libia, un Estado dividido y absolutamente fragmentado, es territorio fértil para bandas de traficantes que ofrecen a los inmigrantes cruzar el mar en embarcaciones precarias abarrotadas hasta el límite. Las políticas xenófobas de la UE cerrando sus fronteras y expulsando a los refugiados a Turquía, los obliga a aceptar cada vez peores condiciones para viajar, hacinados en barcos que se hunden en el mar. Los guardias costeros italianos informan que en los últimos días han rescatado del mar nada menos que a 10.000 personas, en naves a la deriva o naufragios.
Nadie cruza el #Mediterráneo en estas condiciones si no huye de una pesadilla #MSF @MSF_Sea pic.twitter.com/0qgFRqVTEj
— MédicosSinFronteras (@MSF_espana) 26 de mayo de 2016
Las políticas migratorias racistas de la Europa fortaleza están generando un verdadero genocidio a cielo abierto.
A fines de abril, sobrevivientes de un naufragio relataron la crónica espeluznante de la travesía que llevó a la muerte a cerca de 500 personas, desaparecidas en el agua. “Vi a mi esposa y a mi hijo de dos meses morir en el mar, junto con mi cuñado”. “Después del naufragio quedamos en el mar varios días, sin comida, sin nada”, decía un superviviente.
La ONG Médicos Sin Fronteras estima que hay por lo menos 800.000 personas esperando para cruzar a Europa desde Libia en los próximos meses. La llegada del verano y el buen tiempo en el hemisferio norte incrementará los intentos.
De acuerdo a un informe de la Organización Internacional para las migraciones, hasta el 21 de mayo de 2016, unos 191.134 migrantes y refugiados han entrado en Europa por vía marítima y han desembarcado en Italia, Grecia, Chipre y España.
Según estadísticas oficiales, hasta el 21 de mayo de este año se contabilizaban 1.370 personas muertas en la ruta del Mediterráneo, a lo que hay que sumar las víctimas de la última semana.
Pero, si una embarcación con cientos de personas se hunde en el mar en medio de la noche, ¿quién se entera? Nadie contará los muertos.
Josefina L. Martínez
Nació en Buenos Aires, vive en Madrid. Es historiadora (UNR). Autora de No somos esclavas (2021). Coautora de Patriarcado y capitalismo (Akal, 2019), autora de Revolucionarias (Lengua de Trapo, 2018), coautora de Cien años de historia obrera en Argentina (Ediciones IPS). Escribe en Izquierda Diario.es, CTXT y otros medios.