El 10N ha dejado un Congreso muy fragmentado y de difícil gobernabilidad y los resultados en Catalunya han demostrado algunos cambios.
Lunes 11 de noviembre de 2019
La participación en Catalunya ha sido del 72,1%, mientras que el 28A ha sido de 74,57%. Si bien se ha reducido la participación, se ha mantenido muy alta en el Principado. Lo cual también indica que se han movilizado en las urnas amplios sectores sociales e indica la preocupación existente en la sociedad catalana, luego de la publicación de la sentencia.
ERC se mantiene pero cae
Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) gana las elecciones, aunque pierde dos escaños; una victoria agridulce para los de Junqueras. También se mantiene por delante dentro del bloque independentista y sueña con el “sorpasso” a JxCat/PDeCAT cuando haya elecciones autonómicas. ERC ha sido la fuerza que más claramente se declina por continuar una política autonómica y de negociación con Pedro Sánchez, aunque hay que ver si podrá hacerlo sin perder fuerzas en el camino.
La dirección republicana acusa el golpe de la sentencia y la semana en que la juventud resistió ante la furibunda represión policial. Recordemos que Gabriel Rufián condenó explícitamente a la juventud reprimida por los Mossos de Torra/Aragonés y la Policía de Pedro Sánchez. Esto se expresa en una pérdida superior a 145.000 votos entre abril y noviembre. ERC ha sufrido también la caída de la participación en el Principado.
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Sintomático también es que esa fuga de peso electoral se va hacia la formación anticapitalista de la CUP que apoyó la juventud combativa en la lucha contra la sentencia, denunciaba la represión del Govern y exigía la dimisión de Buch. La CUP precisamente obtiene dos diputados.
También ha crecido Junts per Catalunya con otro escaño más, formación liderada por Laura Borràs quien se ha negado repetidas veces a investir a Sánchez, tanto en campaña como en abril. Y, todo esto, de manera contradictoria, puesto que ha sido el Govern de Torra quien ha enviado los Mossos a reprimir.
En síntesis, dentro del campo independentista se expresó un suave movimiento hacia la izquierda y también hacia quienes quieren bloquear la gobernabilidad en el Estado español. La CUP más que duplicó los votos obtenidos por el Front Republicà, expresando así el cambio social expresado por la juventud en las calles.
El bloque 155 cae y el soberanista sube
En estas elecciones el bloque independentista ha obtenido 23 escaños en el Congreso, uno más que en abril, y ha crecido poco más de tres puntos porcentuales sumando las tres fuerzas que lo componen, tan solo siete meses después de la primeras elecciones generales. Y, bloque del 155 ha perdido uno.
La suma de Esquerra, JxCat y la CUP llega al 42,59% de los votos contra los 39,38% del 28A. Y, en el caso del bloque del 155 (PSC, PP, Cs Y Vox) se reduce del 43,21% al 39,85%. De ésta manera, en las generales, el bloque del 155 también queda por detrás de los grupos independentistas, a casi tres puntos porcentuales.
También hay que hablar de los Comuns. Si bien no son parte del bloque 155 y tampoco lo son del bloque independentista, en su acción y discurso se ubican en la equidistancia. Los Comuns niegan la vía unilateral y plantean que el referéndum de autodeterminación debe ser pactado con el mismo régimen que oprime a Catalunya. Por tanto, si bien no quieren aplicar el 155, sí que se ubican dentro de la Constitución del 78. Lo cual les acerca al bloque del 155.
Los Comuns han salvado la ropa. Sus resultados no son buenos, pero al menos no han perdido escaños y han perdido menos de un punto porcentual respecto de las generales pasadas (unos 75.000 votos). Otrora quedan los 12 diputados de 2015 y 2016 y lejos del primer puesto. Además, por la cantidad de escaños han bajado al cuarto puesto este 10N. Si quieren optar a ganar la Generalitat les será muy difícil.
El PSC es segundo, Cs se hunde
El PSC mantiene el segundo puesto a pesar de la campaña constante contra Catalunya del PSOE de Sánchez. A pesar de la sentencia, de la represión policial por parte del gobierno del PSOE, de quitar del programa inicialmente la idea de una España federal (que nunca deja de ser una idea), de agitar el 155 y muchas barbaridades más, el PSC mantuvo los escaños, aunque también padeció la caída de votos en más de 165.000 votos.
El Partido Popular de Cayetana Álvarez consiguió un diputado más que en abril y consiguió 80.000 votos más. El PP, ocupando un espacio marginal, se benefició parcialmente del hundimiento de Ciutadans. Los Naranjas pasaron de 5 diputados a tan solo dos, reproduciendo la misma caída libre que en el resto del Estado, ¡perdieron más de 260.000 votos! La extrema derecha filofascista de Vox ha conquistado una porción importante de los votos perdidos por Rivera. Unos 95.000 votos más que le permiten tener dos diputados.
También en el bloque de la derecha del 155 ha habido cierto desplazamiento hacia el extremo. No solo en el discurso de todos sus grupos integrantes, no hay que olvidar que competían entre sí para ver quién la decía más grosa contra Catalunya. El PSC que a veces habla de dialogar, estará en una bancada que agita el 155 y pretende un diálogo reprimiendo. El pequeño crecimiento del PP y Vox expresa este movimiento hacia la derecha. Solo recordar que en la Comunidad de Madrid, Vox, PP y Ciudadanos pidieron la ilegalización de los partidos independentistas.
Una izquierda valiente e independiente de los partidos capitalistas
En tan solo siete meses los resultados electorales de abril y de noviembre han expresado cambios importantes en la sociedad catalana. Cambios no tan notorios como la semana en la cual la juventud luchó contra la sentencia y la salvaje represión policial; pero importantes. Estamos ante los inicios de una polarización política hacia izquierda y derecha. Amplios sectores juveniles demostraron que no basta “sonreír”, que hay que luchar.
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Se abre un espacio político para construir una izquierda revolucionaria y de los trabajadores, la juventud y las mujeres independiente de la burguesía. De todos los sectores burgueses, ya sean los del 155 que impulsan la violencia del Estado, o del “Processisme” que se niegan a impulsar la lucha de calles (y la reprimen), porque en última instancia prefieren sus sillones antes que la libertad.