La búsqueda del centro y del consenso neoliberal de los 30 años continua siendo una añoranza de los grandes poderes económicos y políticos, volver a los años donde la herencia de la dictadura les aseguraba aún más la concentración de la representación política en base al odiado sistema binominal
Jueves 10 de agosto de 2023
Ayer miércoles, La Tercera editorializaba sobre la posibilidad de volver a la política del binominal, un sistema que garantizaba la “gobernabilidad” y fue considerado por muchos como uno de los grandes cerrojos que dejó Jaime Guzman. Volver a instalar una política de dos grandes bloques, no es más que sumar elementos antidemocráticos a un modelo de representación política que ya actualmente está al servicio de una minoría.
Cuando en el 2015 se aprobó la ley 20.840 que dio término al sistema binominal, la política nacional pasaba por una profunda crisis de representación, los principales partidos de la derecha venían de rupturas como Evopolí y Amplitud, o en la Concertación se habían salido sectores para formar nuevos partidos como el PRO o el MAS.
En dicho momento los partidos políticos tradicionales, acordaron modificar el sistema y pasar del binominal a un sistema proporcional moderado, ampliando la cantidad de parlamentarios de 120 a 155 con el objetivo de dar mayor representatividad a la política, a su vez se rebajaron los altos porcentajes solicitados para la conformación de partidos políticos.
El congreso electo en el 2018, el primero sin binominal, vio el crecimiento de los partidos con representantes por fuera de las grandes coaliciones, en especial de lo que seria el Frente Amplio, y desde los círculos de poder, se vio la fragmentación del parlamento como un peligro.
De ahí en más, la fragmentación ha sido la tónica en el parlamento, con pequeños partidos, ligados o no a proyectos personales, pero siempre al servicio de los mismos y eso se ha visto claramente en las conformaciones de las alianzas, donde siguieron primando los bloques de Chile Vamos y la ex Concertación, y luego los partidos del Frente Amplio, que por ejemplo hoy mantienen un bloque de gobierno con la mayoría de los partidos de la Concertación, lo mismo la ultraderecha de Republicanos y el Partido de la Gente, que tienen coaliciones formales o de hecho en el Congreso.
Después de la experiencia de la Convención, donde las listas de independientes casi barren con los partidos tradicionales, estos últimos, sus políticos, sus intelectuales y las organizaciones empresariales, han volcado sus esfuerzos por retomar el control de la política, volviendo a poner sobre la mesa la necesidad de “restringir” la democracia por el bien de la “democracia”.
Recordemos que fruto de los debates del anteproyecto constitucional, los partidos ahí presentes, buscaron acordar alguna fórmula para combatir el surgimiento de “pequeños partidos”, imponiendo pisos de votos de 5% para obtener cargos o aumentar la cantidad de firmas para la constitución de nuevas organizaciones.
Pretender que la política vuelva a los 90, con los “acuerdos” y por la vía de los hechos el binominal, no es más que una utopía reaccionaria por parte de La Tercera y quienes están tras ella. Son parte del intento de la elite política y económica por excluir a la clase trabajadora y los sectores populares de los espacios de representación, negándoles la posibilidad de constituir sus propias organizaciones, relegando la acción política quienes pueden darse el tiempo para hacerlo y además financiándola.
Por eso, quienes nos reivindicamos revolucionarios y socialistas, sin tener ninguna confianza en este sistema, llevamos años disputando estos espacios no para ganar uno u otro cargo más, sino porque consideramos que es importante que en todas las instancias, existan voces que representen los intereses de la clase trabajadora, que cuestionen y disputen el sentido común que intentan instalar los partidos tradicionales y sus representantes.
Además, luchamos por un programa que apunte a poner fin a ese aparato burocrático que está al servicio de la minoría de grandes empresarios. Una medida básica que planteamos es acabar con los sueldos millonarios en todo el Estado y que todo político y funcionario gane lo mismo que una profesora o un trabajador calificado. Basta de sueldos millonarios. Ninguna de las fuerzas capitalistas, ni tampoco el FA y el PC están dispuestos a esto, pues se adaptaron completamente a la gestión del estado burgués.