El lunes 2500 personas marcharon por el centro de la ciudad. Son 29 los trabajadores despedidos. Exigen la reincorporación de todos, junto con un plan para reactivar la producción.
Miércoles 20 de diciembre de 2017 12:38
Foto: Micka Hubeli
La mañana del lunes 18 de diciembre encontraba a los obreros de Río Tercero preparados para una jornada de lucha por sus puestos de trabajo. Mientras en muchas ciudades del país comenzaban los cortes y protestas que daban inicio a un "lunes de furia" por la votación de la ley de Reforma Previsional contra los jubilados, y un Congreso militarizado aguardaba ser escenario de la bronca popular y la brutalidad policial, en la ciudad industrial cordobesa se vivía una vez más el ajuste en carne propia.
Tan sólo unos días atrás, el pasado viernes, 29 trabajadores de la Fábrica Militar eran informados del cese de sus contratos. Sin telegrama ni explicación alguna, quedaban sin trabajo a pocos días de las fiestas de fin de año. Como primera respuesta a los despidos -que según todos saben no terminan en esos 29-, centenas de trabajadores con sus familias decidieron movilizarse, convocados por el gremio de ATE, por la mañana desde avenida General Savio y Mendoza hasta una de las porterías de la Fábrica.
Llamaba la atención la participación de muchos obreros jóvenes, también de las mujeres –algunas compañeras de los despedidos y trabajadoras-, había docentes y trabajadores de otras ramas de la industria. Los comentarios, además de la indignación por los despidos, aclaraban que se echó a gente que no faltaba nunca, de legajos impecables, algunos de los mejores "sarmientitos" decían.
Cuando la movilización arrancaba, ya había más de 300 personas. En lo que esa multitud avanzaba hacia la puerta de la fábrica se encuentra con que la esperaba un piquete de infantería de la Policía de la provincia de Córdoba, que intentó evitar que la manifestación llegara a la portería. La relación entre la gente movilizada y la policía hizo que esta última fuera rápidamente desbordada, sin embargo ésta no escatimó en actos de provocación, tirando dos balas de goma al aire y rociando a un manifestante con gas pimienta. La escena no pasó de ser un acto de represión gratuita que no logró su objetivo, y la policía al verse desbordada tuvo que retirarse a un costado y allí permaneció durante el resto de la concentración de mediodía.
La portería 1 fue entonces el escenario del primer acto de esta jornada y por allí pasaron a decir sus líneas algunos "actores". El discurso menos creíble para los manifestantes fue el del Intendente de la ciudad, quien se acercó hacia el mediodía. Antes de que Martino empezara a hablar alguien tomó el micrófono para decirle: "¡No le hagas más campaña a Macri!". Todos aplaudieron.
También intervinieron desde el público las mujeres. Una de ellas, expresando con su voz quebrada: "Yo soy esposa de un empleado de la fábrica. Este gobierno sólo va a tomar medidas para matar al trabajador. Mi esposo está ahora en Sanidad y lo vamos a tener que retirar de la fábrica porque está mal de salud. Estas son las vísperas de Navidad que tenemos nosotros. No se puede estar delos dos lados. Les pido a todas las mujeres de los trabajadores que se sumen, que vengan. Mi abuelo trabajó en esta fábrica, mi papá también, estuvo cuando echaron a los 400. Lo único que les pido es que no mientan más a los trabajadores."
Seguidamente, habló otra mujer para dar un testimonio desgarrador. "Yo sufrí violencia de género adentro de Fábrica Militar. Nadie hizo nada. Me mandaron a mí a hacer terapia. Diciéndome que la violencia de género no solamente existía adentro de la fábrica sino afuera. Luego me llamaron para decirme que vuelva a trabajar. Diez años de fábrica tengo, soy madre soltera. Decime ahora como hago yo ahora para mantener a mi hija. ¿Sabes qué me dijeron cuando volví? ‘Te busqué un lugar mejor’. Pero lo que yo no sabía es que ese lugar… ¡era la calle!"
El director de la fábrica se hizo presente en la puerta y expresó: "La intervención definió el número del personal que debía quedar no renovado. No ha sido por sorteo ha sido trabajado con nosotros por eso vengo a dar la cara". La indignación de los trabajadores iba en aumento.
Otro de los despedidos tomó la palabra y, dirigiéndose al director, dijo: "Quisiera saber si usted conoce a cada uno de los 29 despedidos. Porque nos están mintiendo a todos los trabajadores y al pueblo de Río Tercero. Mi papá entró acá a los 13 años, y se jubiló con más de 50 años de fábrica. Y yo venía a seguir los pasos de mi padre. Porque con ese dinero que él ganó acá, que en una época fueron migajas, me pudo pagar la carrera para que yo pudiera estudiar. Pero ustedes no tienen ni un gramo de amor por este pueblo. Porque sino, lo hubieran defendido a muerte. Yo vengo a hablarle de frente y no como ustedes que me despidieron con un llamado de teléfono. Ustedes nos han traicionado."
Por parte de los trabajadores, sus familiares y amigos presentes, las acciones a seguir estaban definidas. Hay voluntad de pelearla, que se reintegre a los despedidos y que no continúe el vaciamiento de la fábrica. Uno de los representantes del gremio daba el aviso de que en la asamblea se había definido hacer la marcha por la tarde, y luego poner una carpa en la Plaza San Martín "hasta lograr la reincorporación de los 29 compañeros."
En este momento toma el micrófono un ex obrero de la Fábrica Militar, jubilado recientemente luego de décadas de trabajo en la misma y padre de uno de los 29 despedidos. Sus palabras sonaron fuertes desde la experiencia y el compromiso con quienes hoy defienden la fábrica y su trabajo:
"A modo de reflexión, compañeros. En la época de Menem, que es muy parecida a lo que está ocurriendo ahora, nos liquidaban de a cien. ¿Qué hacíamos nosotros, de buena fe? Éramos ingenuos. Metíamos una carpa acá en la puerta, mientras pasaban los muertos. Entonces estaba la carpa ahí, la gente se acercaba, lloraba, traían velas, pero con la carpa ahí afuera. Y empezamos a aprender. Un día, nos echaron a 450, no sabíamos qué hacer, era esto multiplicado por veinte, la impotencia nuestra era terrible. Paso el tiempo, pensamos que iba a haber una tregua, y no la hubo. La Alianza lo primero que quiere es darle la fábrica a Bertoto, pero ya habíamos aprendido. Y justamente esa es la reflexión que quiero dejarle a los compañeros. La carpa en el arbolito de navidad frente a donde está el intendente, está buenísimo, entonces la gente viene, llora, uno se siente reconfortado, es como en los velorios. Ahora, la enseñanza nos indica que la única forma de poder revertir algo es hacer aquella carpa, pero desde acá, y en este preciso momento, ¡tomarles la fábrica compañeros!"
El mensaje no llegó a traducirse en acción pero quedó flotando en el aire, como ejemplo de esa moral combativa, y esa necesidad de sacar lecciones del pasado para planificar los métodos de la lucha presente. Porque los trabajadores quieren ganar esta pulseada. No será la primera ni tampoco la última.
Por la tarde, otra vez a la calle. Los vecinos de Río Tercero que marcharon, al igual que los obreros con quienes dialogamos, decían que hacía mucho tiempo no se veía una movilización tan grande en la ciudad. Aproximadamente marcharon unas 2500 personas, hablamos de más del 6 por ciento de una población de 40 mil habitantes en la ciudad. Había familias enteras, madres con sus hijos, mucha juventud. Nada despreciable el número de personas participando en este primer reflejo de una ciudad obrera que no está dormida.
Hubo cantos a favor de la unidad de los trabajadores y contra el ajuste. Es que la Fábrica Militar no es sólo el lugar de trabajo de más de 500 operarios. No es sólo la fuente del sustento de más de 500 familias. Esa fábrica es uno de los corazones que bombean la sangre que da vida a toda esta ciudad industrial.
Hace tiempo que ese corazón está enfermo por responsabilidad de quienes manejan el Estado y sus recursos. Años de manoseo y engaños, de oportunismo político que poco tuvo que ver con el desarrollo económico ni la planificación industrial. Los obreros lo saben, pero también son conscientes de que esta fábrica puede volver a producir, puede volver a vivir. Sólo así hay esperanza para recuperar el trabajo y dar paso a las nuevas generaciones.
Como decía un obrero de la fábrica mientras marchaba por sus compañeros despedidos: "Yo trabajo en la fábrica, mi viejo trabajó en la fábrica, y sueño con un futuro en el que mi hijo también pueda trabajar acá. Hoy eso parece imposible, pero la vamos a pelear".