La cinta de Alfonso Cuarón despertó la aclamación de la crítica y el público, tanto por su fotografía, como por el sentimiento de nostalgia que deja en los espectadores más viejos. Pero en el fondo de la imagen está el retrato político del México de la Guerra Sucia. En este artículo contextualizaremos lo que retrata Roma con el México actual.
Óscar Fernández @OscarFdz94
Martes 22 de enero de 2019 17:42
L.P. Hartley decía en su libro El Mensajero que “el pasado es un país extranjero, hacen las cosas distinto ahí”. [1] Tal afirmación no podría ser más cierta en los últimos años, en especial en la Ciudad de México. Basta con ver las fotografías del acervo “La Ciudad de México en el Tiempo” para darse una idea de qué tan drástico ha cambiado el paisaje urbano en el último siglo. Allí donde antes había lagunas, milpas, o el límite de la ciudad, hoy la mancha urbana ha alcanzado dichos espacios o incluso ha transformado la ciudad misma.
Avenidas convertidas en vías rápidas, puentes de concreto en lugar de camellones ajardinados y, desde luego, ejes viales donde antes había calles tranquilas. Esos son solamente algunos de los elementos que podemos enlistar de lo que constituye el cambio del aspecto del Distrito Federal, donde cada vez más aquel apodo surgido en los 70, “el defectuoso”, se lo gana a pulso. Señalamos esto porque la cinta de Cuarón da un retrato de ese México que ya no existe, como si viéramos la fotografía de un niño de ojos grandes y sonrisa ancha y lo contrastáramos con una persona demacrada y llena de arrugas.
El México del siglo XX
Las críticas que ha recibido la película varían, pero son pocas las que toman en cuenta realmente el tiempo en el que transcurre la trama. Por ejemplo, Ana Farías argumentó que la cinta “romantiza la explotación”. De igual forma, en redes sociales hubo quien dijo que hacía “apología de los ricos y del trabajo doméstico” o añorar con que el transcurso de la trama provocara un cambio en su protagonista, como Žižek sugiere:
Tal vez explicar su problema a Adela sea el comienzo de la "conciencia de clase" de Cleo, el primer paso que la llevará a unirse a los manifestantes en la calle. De este modo surgirá una nueva figura de Cleo, una más fría y despiadada: una figura de Cleo liberada de cadenas ideológicas. Pero tal vez no lo sea. Es muy difícil deshacerse de las cadenas en las que no solo nos sentimos bien, sino que sentimos que estamos haciendo algo bueno. [2]
Pero Roma nos ofrece el retrato de la sociedad mexicana del siglo XX, específicamente del México de la guerra sucia y el predominio político del PRI. Ese retrato no es nada fácil de realizar: muchas de las calles han cambiado y varios de los sonidos que acompañan la película hoy son difíciles de escuchar, como el del silbato del afilador o el vendedor de miel, que antes recorrían las calles del DF. Sin embargo, lo que impacta más es el recurso visual que Cuarón utiliza: una enorme atención al detalle. Por ello es que esta película que debe verse en la pantalla grande para apreciar el retrato del México de los 70 en toda su extensión.
La película empieza en 1970, pero en realidad no da fechas exactas de cuándo transcurre; los pósters del Mundial México 70 y el desfile militar que recorre la colonia dan indicios de que es verano de ese año, así como el árbol de Navidad en la sala en alusión de que se aproxima el fin del mismo. Durante el transcurso del filme, Cleo, la protagonista, quien es trabajadora doméstica de una familia de clase media-alta, termina embarazada y al hacerle los análisis correspondientes, le dicen que el bebé nacerá “en junio” (de 1971).
Justo en esa escena se presencia un temblor de intensidad baja, cuyos únicos daños son la caída de una mampara del techo sobre una incubadora: un recordatorio amargo de lo que 14 años más tarde acontecería en ese mismo hospital al colapsar la unidad de cardiología y el edificio de los internos. Lo interesante de esta escena es la reacción que provoca el temblor en las personas del hospital. Para alguien nacido en los años 90, el sentido común dicta que, ante movimientos telúricos en el Valle de México, la reacción correcta es evacuar los inmuebles. Sin embargo, esto no era así antes.
Habían pasado 14 años desde que el último terremoto con consecuencias devastadoras golpeara a la ciudad, causando además que el Ángel de la Independencia (la diosa Niké) cayera de su columna (motivo por el cual ese terremoto se le conoce como “el terremoto del Ángel”), pasarían ocho años más hasta que otro sismo destruyera la Universidad Iberoamericana en Churubusco. No fue sino hasta después del terremoto de 1985 que los protocolos de evacuación y protección cambiaron, por lo que la reacción de los personajes en el hospital en Roma es creíble: en vez de correr, se ponen a rezar (o pensar que “ahorita se pasa”), como habría sido la reacción de un defeño en 1970.
Después de revelarle a su amante Fermín que está embarazada, Cleo va a buscarlo a su casa, donde lo encuentra en un campo de entrenamiento. Instruidos por el Profesor Zovek, los combatekas hacen su rutina con varas de bambú. Al decirle Cleo a Fermín si se va a hacer cargo de su bebé, éste sufre una transformación y la amenaza con golpearla a ella y al bebé si le insisten en ejercer su papel de padre. Esta situación del padre abandonador se volverá una constante en el filme.
Tras perder a su hija por quedar atrapados en el tráfico causado por el Halconazo en el Viaducto, la familia decide irse de vacaciones con Cleo a Tuxpan para ayudarla a superar su experiencia traumática. Una vez allí, Sofía les revela a sus hijos que va a divorciarse de su padre.
De nuevo saltan los contrastes entre las clases del México de los 70: Cleo, siendo trabajadora doméstica, tiene por amante a un lumpen que forma parte de un grupo paramilitar que reprime estudiantes, mientras que Sofía está casada con un médico, tiene cuatro hijos y además puede divorciarse (un “lujo” que una mujer hasta bien entrados los años 90 no podía darse en México).
El PRI-gobierno como telón de fondo
Otro indicio del año en que transcurre son los carteles electorales del PRI, donde se aprecia la leyenda “Luis Echeverría presidente” en ellos, así como un cartel del PPS, partido satélite del PRI y calificado por la disidencia política como de “pseudoizquierda”, hoy sin registro ante el INE. El PPS había ido, igual que las elecciones anteriores, en coalición con el PRI y presentado a Echeverría como candidato, esto después de mostrar un papel criminal durante el 68 y haber quedado desprestigiado ante la juventud (como explicamos acá).
En otra secuencia, la familia va a celebrar año nuevo con sus amigos estadounidenses a una hacienda, donde abiertamente dicen “feliz 1971”. Para ese entonces Luis Echeverría, quien hace unos días se volvió el expresidente más longevo del país, llevaba un mes de mandato y las cosas no parecían haber cambiado mucho en el panorama sociopolítico mexicano. Justamente una escena anterior da cuenta de ello: cuando uno de los hijos del matrimonio relata cómo un chico fue asesinado por un soldado disparándole por aventarle globos de agua al auto militar en que viajaba.
A la mitad del filme, Cleo viaja hasta el Estado de México en busca de Fermín para devolverle una chamarra que él “olvidó”. En el fondo de la escena, al llegar ella a Ciudad Nezahualcóyotl (cuando aún no era absorbida por la mancha urbana del DF), se puede apreciar una manta con el nombre del gobernador del estado: Carlos Hank González.
Este nombre quizá no signifique mucho para la juventud actual más allá del parentesco que tiene con políticos actuales, pero en los años 70, Hank González fue, además de uno de los artífices del llamado “Grupo Atlacomulco” —grupo de políticos priístas mexiquenses oriundos de esa localidad—, regente del Distrito Federal al sexenio siguiente. A él se debe la creación de los Ejes Viales a lo largo de la ciudad, causando en su momento tal congestión vial que la población capitalina le apodó “Gengis Hank”: si Gengis Khan arrasaba con las ciudades, Gengis Hank desquició al DF al arrasar con el aspecto anterior de la ciudad y convertir calles tranquilas con grandes camellones (como la Avenida Eugenia) en concurridas avenidas. De su mandato proviene el ya mencionado apodo de “el defectuoso” a la capital mexicana.
Pero volviendo a la travesía de Cleo, que observa este panorama de carteles de campaña, un anunciador vocea los “logros” del gobernador “gracias” al presidente, culminando con la frase de campaña de este último: “¡arriba y adelante!”. Nuestra protagonista llega a la casa de Ramón, hermano de Fermín, quien se encuentra practicando con su banda al aire libre y en ropa interior. Su casa está completamente hecha de lámina, lo cual nos deja ver las condiciones en las que vive. Finalmente Ramón la lleva al campo de entrenamiento donde Fermín toma sus clases de artes marciales a las faldas de un cerro, donde se puede apreciar escrito con cal las iniciales del presidente.
Como antesala de la escena climática de la película se encuentra una recreación del Halconazo, donde Cleo es llevada a San Cosme a elegir una cuna, pero de camino a la tienda, tanto ella como Teresa (la abuela de la familia) e Ignacio (el chofer de éstos) advierten que hay una marcha estudiantil transcurriendo, así como la extrema presencia policiaca alrededor de las calles, llegando Teresa a afirmar que “ojalá no los vayan a golpear otra vez” a los estudiantes. La memoria del 2 de octubre seguía muy fresca en la población capitalina.
Abriéndose paso entre los jóvenes que traen pancartas y banderas, se escucha cómo éstos comienzan a cantar el himno nacional, un detalle históricamente fidedigno, como lo demuestra el documental Halcones: Terrorismo de Estado. Una vez dentro de la tienda, la cámara nos deja ver que son las 17:05h. Este detalle probablemente haya sido tomado de la primer película que hablaba abiertamente de la represión a los estudiantes ocurrida en 1968: Rojo Amanecer (1989).
En aquel filme, Jorge Fons utilizó reiteradas ocasiones el enfoque a los relojes despertadores para mostrar el transcurso del día. En ambos casos, tanto Roma como Rojo Amanecer tienen implícitamente un reloj en cuenta regresiva: alguien que sabe a qué hora transcurrieron los hechos sabe que está a solamente unos instantes de que comience la represión.
Efectivamente así sucede: los cánticos y coros estudiantiles se convierten rápidamente en gritos indistintos. Un espectador con buen ojo y oído incluso podrá escuchar los “¡viva el Che Guevara!” del grupo de choque y advertir cómo los granaderos se mantienen inmóviles mientras los Halcones golpean con sus varas a los estudiantes, todo esto mientras la cámara enfoca la acción no desde la calle, sino desde la ventana, el espectador del cine se convierte también en espectador de la masacre como si estuviera en esa mueblería aquel fatídico Jueves de Corpus.
En esta secuencia, Fermín se revela como un miembro más de los paramilitares, amenazando a Cleo y Teresa con una pistola y dudando de si terminar ahí con la vida de su expareja y el bebé. Finalmente, no lo hace, pero se muestra la crudeza de su personalidad. Decíamos líneas arriba que Fermín vivía en una casa de lámina, y es que los miembros de los Halcones, los que no tenían orígenes castrenses, eran reclutados de clubes deportivos o pandillas, siendo la mayoría de orígenes humildes como Fermín.
Si bien ya no lo muestra la cinta, el grupo paramilitar había agredido a demasiados periodistas que habían presenciado la represión estudiantil. Aunque el gobierno en un inicio negó la existencia de este grupo de choque, la cantidad de fotógrafos y evidencia gráfica contradijo duramente la versión gubernamental, cosa poco común en un México donde la prensa se encontraba fuertemente controlada por el presidente; justamente tres años atrás, el movimiento del 68 había denunciado a la “prensa vendida” del régimen. Asimismo, la existencia de los Halcones era un secreto para la opinión pública. Por eso cuando Cleo le pregunta a Fermín si entrenaba para las olimpiadas, éste le contesta: “algo así”.
Pocos días después de la matanza del Jueves de Corpus, los Halcones fueron disueltos, por lo que varios de sus miembros comenzaron a delinquir. Las declaraciones de éstos ante el ministerio público al ser detenidos contaban la misma historia: los integrantes del grupo paramilitar no habían obtenido el pago que les habían prometido y tuvieron que recurrir a la delincuencia para subsistir. De hecho, según se dice, el Profesor Zovek no habría estado al tanto del motivo para el cual entrenaba a esos jóvenes, y presuntamente habría empezado a externar su arrepentimiento, razón por la cual, según dice el rumor, habría sido saboteado en medio de uno de sus actos, mismo que le provocó la muerte al caer suspendido de un helicóptero sobre el techo de una fábrica en 1972.
No es la primera vez que la matanza del 10 de junio del 71 es retratada en el cine mexicano. Ya en 1991, Gabriel Retes había filmado El Bulto, donde interpretaba a Lauro, un periodista agredido que despertaba 20 años después tras haber recibido un golpe y quedar en coma. Resulta curioso que el 10 de junio haya sido retratado por ambas producciones en blanco y negro. De hecho, Cuarón incluso se tomó la libertad de recrear una de las fotografías icónicas que aquel día, donde algunos Halcones con armas largas se cubren detrás de unos automóviles.
Arriba: fotografía tomada el 10 de junio de 1971, halcones con rifles M1 cubriéndose tras un auto; abajo: recreación de la misma escena en Roma (2018).
Si bien la película tiene elementos políticos que hemos explicado a lo largo de este artículo, éstos no ocupan el primer plano. Es, digámoslo así, una versión extendida de Rojo Amanecer; con la película de Jorge Fons, el espectador inicia el 2 de octubre mismo y observa cómo el día normal de una familia de clase media se convierte en testigo de la matanza. Roma extiende esa cotidianeidad y sitúa la represión en medio de aquélla y no al revés; nos permite ver no un día fatídico que empieza siendo normal y se convierte en una tragedia que deja una cicatriz, sino todo aquello que era considerado parte de la vida cotidiana en México.
Tampoco hace un contraste con el México actual. La película de Gabriel Retes tenía por objetivo mostrar cómo los antiguos miembros “radicales” del movimiento estudiantil en México se adaptaron sin problema al régimen décadas después. Cuarón, en cambio, ofrece una recreación minuciosa de ese México que se fue. En ese sentido, Roma no “termina”: en la escena final, la cámara enfoca al cielo mientras Cleo hace sus quehaceres. Sería más preciso decir que la película se “interrumpe”, la vida sigue.
[1] L.P. Hartley, The Go-Between (2015), Prólogo, Reino Unido: Penguin.
[2] Žižek (2019), “Roma is being celebrated for all the wrong reasons” https://blogs.spectator.co.uk/2019/01/roma-is-being-celebrated-for-all-the-wrong-reasons-writes-slavoj-zizek/
Óscar Fernández
Politólogo - Universidad Iberoamericana