El gobernador visitó el Instituto de Rehabilitación del Adolescente (Irar) donde se encuentran alojados 38 jóvenes, con el propósito de relegitimar una institución denunciada por situaciones de tortura, violencia y violaciones permanentes a los estándares constitucionales de derechos humanos para adolescentes privados de su libertad
Viernes 18 de diciembre de 2015
Imagen: La Capital
El Gobernador Miguel Lifschitz visitó el pasado miércoles las instalaciones del Irar; se trata de la primera visita de un Gobernador a dicho instituto desde su creación en 1998. En declaraciones a los medios reivindicó la labor del Instituto: “el Irar es una institución que hace un trabajo muy importante para la provincia" y consideró que "es un trabajo poco visible y que en ocasiones adquiere una trascendencia pública por algún problema edilicio pero donde hay un muy buen trabajo del personal que aquí se desempeña".
El mandatario provincial señaló que se realizarán obras edilicias y señaló que “No queremos que esto sea una cárcel y esperamos que se transforme en un instituto moderno para la recuperación y rehabilitación de los chicos y que cumpla con la reinserción social de los jóvenes en conflicto con la ley. Ese es el objetivo fundamental, no la penalización sino la reinserción. Por eso vamos a rediseñar todo el edificio para que cumpla con ese rol, con espacios para la recreación, el deporte y el aprendizaje de oficios”.
Irar: Condiciones de tortura para adolescentes pobres
Pero, a pesar de la defensa del Gobernador sobre el rol del Irar, este instituto de detención de régimen cerrado (es decir, donde que no se permite salir al joven por su propia voluntad) en el que se encuentran alojados jóvenes entre 16 y 18 años, viene siendo noticia desde su origen mismo. Las terribles condiciones de detención, los maltratos e incluso asesinatos de jóvenes detenidos en la institución han motivado numerosas denuncias, calificado como “tortura sistemática” en un informe de la Justicia de Menores.
Hasta hoy, no existe normativa alguna en la provincia de Santa Fe que describa la forma en que se ejecutan las penas y/o medidas a que son sometidos los adolescentes. La provincia tiene hoy un total de 26 instituciones a las que asisten los jóvenes en conflicto con la ley penal. Doce son ambulatorias, cinco semiabiertas y nueve cerradas. El Irar forma parte de este último grupo.
Según un informe de la Defensoría de niñas, niños y adolescentes de Santa Fe, en 2014 se traspasó la barrera de los mil casos de adolescentes involucrados en causas penales. La relación entre escolaridad y delito también aparece reflejada en el informe: el 53% de los jóvenes encerrados en 2014 se encontraba cursando el nivel primario, el 35% el nivel secundario y 2,2% sin escolaridad.
Ante la falta de información y estadísticas oficiales, el Colectivo de Investigación Militante sobre los Jóvenes y el Poder Punitivo (Cimjpp) realizó su propia investigación detectando que en Rosario, 55 adolescentes fueron asesinados en los últimos cinco años al salir del Irar. El relevamiento mostró que el 94% de los jóvenes provenía de barrios periféricos (villas, asentamientos) y que el 83% no había terminado la escuela primaria.
“Los animales en un zoológico están mejor”
Ratas, montañas de basura, excrementos, baños tapados. Esas son las condiciones de vida de los adolescentes alojados en Irar, según denunció la Jueza de Menores Nº 1 María del Carmen Musa, que definió que los adolescentes alojados viven una situación de tortura y que “los animales en un zoológico están mejor”.
El Irar mantiene un promedio histórico de 60 jóvenes de entre 16 a 18 años detenidos de forma permanente. El año pasado, los cuatro jueces de Menores de Rosario ordenaron un traslado masivo por las pésimas condiciones en las que vivían allí. La medida, finalmente, no prosperó.El defensor general Gabriel Ganón presentó varios hábeas corpus para que se modifiquen las condiciones de detención en el instituto y solicitó el cierre del mismo.
Durante años, diversos organismos no gubernamentales como también trabajadores del Irar y desde la Defensoría de provincia, vienen denunciando legalmente no sólo las terribles condiciones de detención sino también, junto a familiares de las víctimas, el maltrato y muertes de adolescentes dentro del instituto.
Uno de los casos emblemáticos es el del joven de 16 años, Jonatan Retamoso, que en diciembre de 2011 apareció ahorcado en su celda. Su familia sigue denunciando que fue asesinado por personal penitenciario. Jonatan murió sin enterarse de que era inocente ya que las pruebas de ADN que arrojaron resultado negativo llegaron a manos de la jueza varios días después de su fallecimiento.
Encierros “amigables” y política represiva
Sin calefacción, ni salidas al aire libre,ni comida caliente, falta de agua potable, baños inhabilitados, convivencia con ratas, y un largo etcétera, son una constante de trato cruel, inhumano y degradante que vienen sufriendo hace años los jóvenes en el Irar. También sus trabajadores denunciaron bajos salarios y precarización laboral.
Las políticas represivas condenan a los adolescentes como chivos expiatorios. Se legitima una tortura sistemática, dónde las malas condiciones de detención son parte de “la pena” que deben pagar los jóvenes en conflicto con la ley penal, mientras mantienen la impunidad del circuito delictivo y el negocio narco.
Un circuito delictivo que incluye el reclutamiento de jóvenes pobres, tanto por la misma policía como de sus socios narcos, avalados por la justicia, políticos y empresarios, para transformarse en soldaditos del narco en los barrios o “recaudadores” para las Comisarías. Y que aprovecha una situación en la que, lejos de cualquier afán de “rehabilitación social”, los mecanismos perversos de tortura en la detención de jóvenes de barrios pobres le permiten nutrirse de mano de obra “descartable”.
El socialismo santafesino, a tono con el gobierno nacional, busca mantener un régimen penal juvenil que, como parte del engranaje de las políticas de “seguridad”, encierra a los ladrones de gallinas, mientras no tocan ni un pelo de los que organizan las grandes mafias con complicidad y participación activa policial y judicial.
Por eso, no resultan casuales las palabras de Miguel Lifschitz en el Irar. Habla de un “muy buen trabajo” del Irar, pero no dice nada sobre las denuncias de torturas y asesinatos. Habla de hacer el encierro de los adolescentes “más amigable”, mientras hace un silencio atronador sobre la Policía santafesina, atada por mil lazos a bandas como “Los Monos” y que ostenta uno de los mayores índices de gatillo fácil del país.