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PACTOS DE GOBIERNO. Se desvanece el “gobierno de progreso”… ¿asoma una “gran coalición”?

Hay pacto entre el PSOE y Ciudadanos, pero los números no cierran. Podemos no se rinde y sigue buscando un gobierno de coalición con el PSOE mientras el fantasma de una “gran coalición” sobrevuela las negociaciones. Con el regeneracionismo, sea “de derecha” o “de izquierda”, no hay salida. Para conquistar todas las demandas pendientes es necesario La lucha por un proceso constituyente libre y soberano, para debatir todo y decidir todo.

Diego Lotito

Diego Lotito @diegolotito

Martes 23 de febrero de 2016

El líder del PSOE, Pedro Sánchez ha confirmado en la tarde de ayer que hay un “acuerdo de legislatura” entre “un partido de centro-izquierda” y “otro de centro-derecha” para apoyar su investidura como presidente. Aunque oficialmente el vicesecretario general de Ciudadanos, José Manuel Villegas, habló sólo de un "principio de acuerdo", que ambas formaciones deberían ratificar hoy.

El citado acuerdo, por el cual el PSOE acepta todas las exigencias de Ciudadanos, incluiría la supresión de las diputaciones provinciales y otras cuatro grandes reformas (la supresión de los aforados; que las ILP pasen de 500.000 a 250.000 firmas; la “despolitización de la justicia”; y limitar los mandatos a ocho años para el presidente), que se introducirán en la Constitución en una reforma de la Carta Magna que debería producirse en los primeros tres meses de Gobierno de Sánchez.

Además, según fuentes de C’s, el PSOE se ha comprometido a no subir los impuestos, mientras que Ciudadanos ha renunciado a una de sus propuestas estrella en campaña electoral: el contrato único, entre otras cuestiones. Ambos partidos han acordado reformar el artículo 135 de la Constitución, pero no han especificado cómo.
Sánchez ha añadido que en los próximos días el PSOE intentará extender y cerrar este acuerdo a otras fuerzas políticas, especialmente a Podemos. Una necesidad evidente para la estrategia de los socialistas, que persiguen el apoyo de 208 diputados y un resultado favorable en la primera votación.

Pero el sueño de Sánchez de lograr ser presidente del Gobierno teniendo solo el voto en contra del PP no es más que eso, un sueño. Porque la realidad es que sin Podemos los números no cierran. Y la formación de Iglesias no parece dispuesta a subirse a ese barco.

“El problema es que no es un acuerdo de Gobierno ni de investidura, aunque lo ratifique el Papa, sencillamente porque no dan los números: son 90 más 40 diputados”, ha asegurado el líder de Podemos en una rueda de prensa por la noche del martes. “Si no se suma el PP a ese acuerdo, no es acuerdo de Gobierno ni de investidura. Lo que nosotros estamos proponiendo es distinto y se acerca más a la realidad aritmética: proponemos un Gobierno de coalición y progreso”. Iglesias ha asegurado, además, que su partido no apoyará a Sánchez si pacta finalmente con Ciudadanos: “No vamos a apoyar el resto de acciones: es un no, no los vamos a apoyar”.

Y para terminar de clarificar su posición, "O mirar a las derechas o mirar a las izquierdas", dijo el líder de Podemos, redescubriendo una dicotomía que había desechado hace tiempo por anticuada. Pero cuando las patatas queman, muchos vuelven a ser “creyentes”.

En este marco, la reunión “a cuatro” del día lunes no ha sido más que una puesta en escena para la foto, mientras al mismo tiempo los operadores políticos del PSOE y Ciudadanos cerraban su acuerdo bilateral.

Pedro Sánchez es consciente de las limitaciones para lograr un acuerdo tan amplio que reúna los votos positivos de Ciudadanos, Podemos, Compromís, PNV, IU-UP y Coalición Canaria. Un acuerdo, además, en el que el PSOE estaría dispuesto a repartir ministerios entre los socios que los pidiesen –hasta ahora sólo Podemos-, pero no entregaría la Vicepresidencia del gobierno, punto “innegociable” para Pablo Iglesias.

El “plan A” de Sánchez parece destinado al fracaso de antemano. De allí que su “plan B” pase por generar un marco en el que Podemos se vea en la disyuntiva de abstenerse para que asuma Sánchez o votar “no” junto con Rajoy y dar un paso más hacia la convocatoria de nuevas elecciones.

Un escenario al que Sánchez quisiera llegar como el abanderado de la pluralidad, aunque esto sea a costa de pactar con Ciudadanos, a quienes ha pasado de considerar de “extrema derecha” en diciembre, de “derecha como el PP” en la campaña y ahora de “centro-derecha”, casi al borde del “progresismo”.

Esto explica que Podemos haya puesto el grito en el cielo tras conocerse que el presidente del Congreso, el socialista Patxi López, adelantase la fecha del debate de investidura al 1 de marzo y que sólo haya incluido ese día la intervención de Sánchez. Será “una especie de debate en diferido”, dijo Iñigo Errejón y comparó la maniobra con “un mitin de precampaña”.

“Nosotros no tenemos un plan B, la única posibilidad de que Sánchez sea presidente de un gobierno de cambio y de coalición es que asuma que hay que dar un giro de 180 grados a las políticas del PP y que asuma que cuando uno tiene 90 escaños y quiere hablar con otros debe solicitar socios y no figurantes”, ha subrayado Errejón en la mañana del martes.

Sin embargo, el plan de Podemos tampoco cierra. Porque la suma de PSOE-Podemos-IU-Compromis solo llega a 161 diputados y necesitarían por fuerza del apoyo, o al menos la abstención, de ERC y DiL (el partido de Artur Mas), algo que difícilmente pueda garantizarse si en el pacto no se incluye la convocatoria al referéndum en Catalunya. Un “rubicón” que Sánchez no está dispuesto a cruzar por puro principismo españolista.

Iglesias está convencido de que DL y ERC verían con buenos ojos un gobierno “dialoguista” y de “Progreso”, aunque éste no otorgara de buenas a primeras el referéndum, pero esto no es lo que dicen los catalanes.

Así las cosas y antes de que se vaya ineluctablemente a nuevas elecciones, ¿queda alguna alternativa, digamos, un “plan C”? Si descartamos, por ahora, que el pragmatismo de Iglesias llegue al punto de pactar una “segunda Transición” con la nueva derecha de Rivera, la única posibilidad sería que el PP facilite la investidura de Sánchez con su abstención.

En otros artículos hemos escrito que una gran coalición PP-PSOE sería un virtual suicido político para los socialistas, a la vez que los viejos partidos del Régimen atarían sus destinos al dudoso devenir de la recuperación económica, mientras abrirían paso a un mayor ascenso de Podemos.

Hipotéticamente, habría otra vía de “gran coalición”. Una con el PSOE a la cabeza, pactando con Ciudadanos –algo que ya parece haber logrado- y a través de este, con el PP. Una “gran coalición” que intentaría ocultar detrás de un discurso “regeneracionista” su verdadero contenido reaccionario. Esta variante no deja de tener contradicciones. El PP (o deberíamos decir Mariano Rajoy) no parece dispuesto a entregar el poder así como así y por ahora prefiere jugarse las cartas a unas nuevas elecciones. Pero nada está dicho todavía y la perspectiva de nuevas elecciones no deja de ser la apuesta que tiene mayores chances.

Aunque el desgaste de Rajoy, la sangría de escándalos de corrupción, detenciones, juicios y dimisiones que están dejando al PP cada vez más maltrecho, son elementos que operan en las opciones que barajan en Génova. Más cuando el PP seguiría controlando la mayoría en el Senado, una baza desde la cual podría negociar con el gobierno desde la oposición.

Ya sea porque la considera plausible o sólo para utilizarla como argumento político, Podemos parece estar pensando en esta hipótesis. Iglesias había avisado a Pedro Sánchez en la mañana del martes que rompería las negociaciones si había un acuerdo con Albert Rivera. Pero por la noche ya había cambiado de posición. “Seguimos negociando -aseguró en la sala de prensa del Congreso de los Diputados- porque tememos un Gobierno de gran coalición” y reafirmó de nuevo que “va a dejarse la piel” para que no haya gran coalición y sí un Gobierno de cambio.

Lo funesto de la posición de Iglesias es que, a pesar de esto, continúa embelleciendo al PSOE y apelando a su “corazón y alma socialista”. Pero si Ciudadanos es el que en Madrid “sostiene al PP de la Púnica” -como bien denuncia Podemos-, el PSOE es el de los pactos de la Moncloa, de la defensa de la monarquía, de los GAL, de la entrada en la OTAN, de las puertas giratorias, de los negociados de Gas Natural y Telefónica, de la defensa de las multinacionales imperialistas españolas, de las reformas laborales, los ajustes de Zapatero, de los EREs de Andalucía y tantos escándalos de corrupción como el PP.

Iglesias pide al PSOE que opte por un acuerdo “hacia la derecha o hacia la izquierda”, pero visto desde el ángulo de Podemos, un acuerdo con el PSOE es “un acuerdo hacia la derecha”. Porque un gobierno común con Sánchez, en definitiva, también tiene algo de “gran coalición”, aunque se diga progresista. Tanto una como otra fórmula, lo que garantizan es la sobrevida de un Régimen reaccionario como el del ’78, pactando por arriba, pasivizando toda posibilidad de que la mayoría social de los trabajadores y los sectores populares irrumpan con sus propias reivindicaciones.

Transformar el Estado y el poder implica transformar las relaciones sociales sobre las cuales se sustenta ese mismo Estado. En la sociedad capitalista esto requiere imponer un programa que cuestione el poder y la propiedad de quienes lo detentan, no pactar con ellos la regeneración de esta democracia para ricos.

Los trabajadores, trabajadoras y jovenes que votaron a Podemos con expectativas de “cambio”, si verdaderamente se proponen conquistar todas sus reivindicaciones sociales y democráticas, deberían plantearse la necesidad de luchar por la apertura de un proceso constituyente libre y soberano, en el que se pueda debatir todo y decidir todo. Una tarea que no es posible llevar a cabo delegando en Iglesias y su grupo de notables las negociaciones de Palacio con el PSOE, ni mucho menos mediante los medios telemáticos que tanto gustan a Podemos. Habrá que hacerlo con los métodos de lucha de clases.

La huelga de los trabajadores de TMB en Barcelona, enfrentando a la “alcaldesa del cambio” Ada Colau y los grandes magnates del World Mobile Congress, muestra incipientemente los caminos por los que habrá que transitar para conquistar todas las demandas pendientes.


Diego Lotito

Nació en la provincia del Neuquén, Argentina, en 1978. Es periodista y editor de la sección política en Izquierda Diario. Coautor de Cien años de historia obrera en Argentina (1870-1969). Actualmente reside en Madrid y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.

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