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Red Internacional
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Cine. Se estrenó La obra secreta: Le Corbusier Vs. Le Corbusier

La película recorre parte del legado físico y teórico del referente del movimiento moderno, junto con sus contradicciones.

Domingo 4 de febrero de 2018 12:51

La Obra Secreta, dirigida por Graciela Taquini, se suma a la lista de películas que tienen a la casa Casa Curutchet como escenario, diseñada por Le Corbusier uno de los creadores del movimiento moderno y nombrada Patrimonio de la Humanidad en 2016.

En esta ocasión el protagonista es el guía de visitas Elio Montes (Daniel Hendler), que como tantos otros arquitectos se convirtió en fan de Le Corbusier por sus sistematicidad para analizar los problemas y proponer un método para resolverlos, empezando por 5 puntos básicos de diseño: la planta baja elevada sobre pilotis, ventanas longitudinales, terrazas jardín, planta y la fachada libre.

Nuestro protagonista, otra vez, como tantos otros, se vio desencantado de la profesión luego de darse cuenta de que la práctica "realmente existente" de la arquitectura distaba mucho de sus anhelos de cambiar el mundo, de crear, imaginar, experimentar, satisfacer necesidades humanas, con que soñaba en la facultad. En el mundo había más que reformas de baños, ampliaciones, reparación de cañerías y filtraciones, pero sólo podía acceder a esa faceta del diseño una minoría seleccionada por el mercado y que construía para el mercado, el Star System que habita todas las revistas especializadas.

Sueños vs realidad

Aunque terminó decepcionado con la práctica profesional que le proponía la división mercantil del trabajo, seguía enamorado de Le Corbusier, al punto de sentirse unido por algo, por una pasión compartida. Elio pudo encontrar refugio para su pasión al convertirse en guía, restaurador, curador, narrador, no solo de la casa museo sino de la vida misma de su maestro.

Entre los visitantes, un estudiante novato le preguntaba si no estaba mal unir las habitaciones (privado) con el living (público), a lo que le responde que lo que trató de hacer es romper con la idea de individualismo, cada uno encerrado en su cuarto, pero que todo debía cuestionarse, como hizo Le Corbusier mismo. Más tarde el mismo estudiante pregunta si el Le Carbusier era socialista, algo que Elio intenta desviar respondiendo que lo más real que dejó es lo que está construido, sabiendo de las contradicciones de su ídolo entre sus ideas generales, los resultados particulares y su vaivenes políticos.

Mientras nos continua llevando por el recorrido de espacio y la historia de la casa, y la de su diseñador, se intercalan escenas de un turista muy particular en pleno recorrido a pie de la ciudad de La Plata.

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Un encuentro interdimensional

Gran parte de la película nos muestra a un Le Corbusier (Mario Lombard) caminando por los barrios en medio de situaciones corrientes, mientras en off suenan sus lecciones de arquitectura. Aquí abundan las superposición de imágenes, efectos espejo sobre la ciudad y efecto caleidoscopio sobre edificios o múltiples, imágenes de un mismo objeto desde distintos ángulos en simultáneo, hacen de la recorrida de Le Corbusier una experiencia de otra dimensión.

El momento cúlmine del tour llega cuando Le Corbusier termina su caminata por La Plata y puede conocer finalmente su obra y se encuentra frente a frente con el guardián de ella. Elio empieza con la batería de preguntas a su ídolo de toda su vida: ¿Qué opinás de Dalí que decía que en el futuro las casas seríaan todas blandas y peludas? ... Muchos construyeron adefesios en tu nombre ¿Por qué en tu casa no siguieron siendo habitadas? ¿Tenés alguna autocrítica, algo para cuestionarte? ¿Por qué dicen que simpatizabas con Musollini?...desesperación... ¡¡Dale, hablá!!, le grita mientras lo agarra del cuello.

Pero este Le Corbusier solo responde una y otra vez con las frases de los textos que leímos todos alguna vez en la facultad, generalidades que no satisfacen las dudas de Elio, ni de muchos de sus colegas.

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Una crítica al arte y al artista

La interpelación que hace nuestro guía a su ídolo nos pone a debate al rol del arte, el artista y la relación con entorno social donde existen. El poner la necesidad de un nuevo tipo de arquitectura y urbanismo, nuevas tipologías de vivienda, etc, por sobre el sistema político que los construía, llevó a Le Corbusier a ser contratado tanto por gobiernos de países Imperialistas (Francia), semicoloniales (India), Estados obreros como la Unión Soviética (En la década del 20 Le Corbusier tuvo gran influencia en Moisei Ginsburg y la vanguardia arquitectónica moderna en la joven Unión soviética, antes de consolidarse el proceso de degeneración y burocratización stalinista)

Pero también, durante el auge del facismo y la invasión nazi que ocupó media Francia no eligió el exilio o sumarse a La Resistencia, sino que trabajó para el gobierno impuesto por los invasores.

"Yo lo que quiero es construir ¿Qué tiene que ver la arquitectura con la politica?", nos preguntaría un joven Le Corbusier en sus primeros pasos como autodidacta, mientras se dedicaba a recorrer el mundo para aprender la esencia de la arquitectura de distintas culturas. Mucho.

Como enseñó cuatro décadas después el docente de Arquitectura Bruno Zevi en Saber ver la Arquitectura:

"¿Por qué, a pesar de la presencia de tantos ingenios, la arquitectura moderna en Italia no puede parangonarse con la escuela francesa y la alemana antes de Hitler? Porqué en Italia el régimen político favorecía la corriente retórica monumental más bien que la dirección racionalista. ¿Y cómo se explica que, en cierto momento, hasta la misma escuela de Piacentini, la máscara pseudo-moderna de la megalomanía clasicista, tuvo que adoptar el más imprudente academicismo de arcos y columnas, como en la exposición de 1942?

También por un hecho político: la alianza de Italia con Alemania, y, por tanto, la influencia oscurantista de la cultura nazi. Como se ve, la interpretación política atiende a las causas de las corrientes arquitectónicas o bien al simbolismo de los estilos: se dirá, entonces, que la Palazzina de Stupinigi es símbolo de la reacción aristocrática y que los almacenes Schocken de Mendelsohn lo son de la democracia capitalista."

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¿Puede un arquitecto cambiar el mundo?

Más allá de las obras físicas, los cambios de morfologías según el periodo, y los giros políticos de tal o cual artista, lo que queda son los aportes a las obras colectivas, como La Carta de Atenas, escrita por arquitectos de distintas partes del mundo en el marco del Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM), en el cual participó el ídolo en cuestión. Lejos de ver a la arquitectura solo como algo formal o estético, El CIAM veía al oficio como una herramienta para cuestionar el Statu Quo:

"...La violencia de los intereses privados provoca una desastrosa ruptura de equilibrio entre el empuje de las fuerzas económicas, por una parte, y la debilidad del control administrativo y la impotencia de la solidaridad social, por otra[...] Hace años que los proyectos de equipamiento en todos los lugares del mundo, se estrellan contra el petrificado estatuto de la propiedad privada.

[...]El derecho individual no guarda relación alguna con el vulgar interés privado. Éste, que sacia a una minoría mientras condena al resto de la masa social a una vida mediocre, merece severas restricciones. Debe estar subordinado siempre al interés colectivo, de modo que cada individuo tenga acceso a esos goces fundamentales que son el bienestar del hogar y la belleza de la ciudad.”

Intentando reducir todo las discusiones solo a la forma, función, lenguaje y materialidades, La ideología neoliberal al frente de las universidades intenta borrar este legado del movimiento moderno, intentando separar a la política de la arquitectura, a contramano de lo que nos enseñó Leonardo Benevolo: "solo los estudiantes poco serios piensan solo en estudiar y solo los arquitectos irresponsables se cuidan solo de arquitectura”.

Estos son los tipos de debates más interesantes que podemos abrir luego de ver los giros en la vida de los maestros de la arquitectura y de la crisis social, urbana, ambiental, etc, que nos viene dejando más de 200 años de civilización impulsada por el interés del capital.