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“Si no conectamos el malestar masculino a la precarización de la vida es la derecha quien lo capitaliza”

Entrevista a Lionel Delgado

“Si no conectamos el malestar masculino a la precarización de la vida es la derecha quien lo capitaliza”

Santiago Lupe

Ideas de Izquierda

Conversamos con Lionel Delgado, doctor en Sociología y especialista en estudios de género y masculinidades. Los tres elementos que definen su identidad política, según arranca la conversación, es la de sociólogo, precario y migrante. Nació en Argentina y migró con su familia hace 20 años al Estado español. Estudió Filosofía en la Universidad de Zaragoza y cursó máster y el Doctorado en la Universidad de Barcelona. Ha militado desde su adolescencia en diversos movimientos sociales. Escribe en El Salto, Público.es, CTXT y otros medios de comunicación. Colabora en la cuenta de Instagram de “Hombres contra el Patriarcado” y, junto a Beatriz Cerezo, presenta el podcast “Esas cosas del follar”.

En tus artículos y charlas abordas el cuestionamiento del patriarcado desde la perspectiva de la construcción de una nueva masculinidad ¿Cuál crees que es el papel de “nosotros” en esta lucha? ¿Qué es y cómo se construyen esos otros modelos de “ser hombre”?

Uno de los grandes dilemas a la hora de adentrarnos en este tema es el de los “objetivos gemelos”. Por un lado, tenemos el pie del trabajo personal en nuestros contextos inmediatos, un trabajo de introspección, identificación y modificación de ciertas dinámicas personales para minimizar la violencia y la desigualdad en nuestros entornos. Pero por el otro lado está el pie político. Porque esto no va solamente de ser mejores personas. El objetivo no puede ser que en Barcelona haya 10, 15, 20, 100… mejores hombres. Sino una crítica a todas las estructuras que reproducen esta violencia y estas desigualdades. Hay también que hacer una distinción de escalas - micro, meso y macro - tanto desde una perspectiva personal como política. Cambiar nuestro día a día, en nuestra vida, nuestros espacios de socialización y por último, en lo macro, es donde queremos generar una incidencia política a largo plazo.

¿Cuáles son para ti las conexiones con el actual orden social y económico capitalista con la lucha contra el patriarcado de parte de los hombres?

Creo que en los estudios de masculinidades críticas se le da muy poca importancia a la cuestión del capitalismo y la neoliberalización de la vida. Hay una tendencia demasiado individualizante, psicoterapéutica, una excesiva voluntariedad. Se echa en falta un análisis que tenga la clase social y las dinámicas económicas como un factor importante. Esto no es azar, ya que gran parte de los hombres que trabajan estos temas son hombres blancos, de clases medias o universitarias muy formadas, en las que su preocupación es muchas veces reconectar con sus emociones, y menos lidiar con contextos de precariedad que no viven. Yo vengo de una vida un poco precaria y he vivido cómo esta precariedad dialoga mucho con mi condición de hombre. Esto me parece clave para trazar estrategias de incidencia política en el terreno de la lucha contra el patriarcado, también desde los hombres.

Has reflexionado acerca del concepto “privilegio”, señalando que a veces esconde un ejercicio de derechos que se niega o limita a la otra mitad de la sociedad ¿Podrías desarrollar esta idea?

Lo que he planteado en algún artículo es que quizá hay que darle un repaso a esta idea de los privilegios. Originariamente, privilegio viene de “ley privada”, se podría entender de dos formas: como una ley que se hace solo para ti, en tu beneficio respecto al resto, o como la excedencia de un cierto pago. Cuando a un tío le dices que caminar seguro por la noche es un privilegio puede ser conflictivo si se entiende como si hubiese una ley privada hecha por nosotros. Pero es más fácil entenderlo si lo vemos como que los hombres no “pagamos” ciertas cosas, como en este caso una inseguridad nocturna. Esta diferencia es clave porque en la primera lectura, la estrategia política sería acabar con las leyes privadas. Pero yo no quiero dejar de caminar seguro por la calle, ¿me explico? Creo que con la segunda lectura la cosa es más fácil: nuestro objetivo político pasa a ser que todo el mundo esté “exento de este pago”.

Por eso creo que a veces se confunde el concepto de privilegios con el de derechos. Son derechos que todas y todos deberíamos tener. El de privilegio no sé si es un concepto muy útil a la hora de construir algo. Pero, ¿cómo distinguir un privilegio de un derecho? Fácil: fijémonos en si es universalizable. Si es así, es un derecho, no un privilegio. ¿Es deseable universalizar caminar seguros por la calle? Sí, por lo tanto, es un derecho. ¿Es universalizable que nadie asuma las tareas de cuidados? Seguramente no, por tanto, la no corresponsabilización sí es un privilegio con el que hay que terminar.

Hablemos de otro mandato social con el que titulabas un artículo tuyo: “Los hombres no lloran” ¿Qué pierden los hombres bajo el “patriarcado”?

Partimos de la base de que el género es un encorsetamiento de las representaciones mentales, de la personalidad, de la capacidad expresiva, emocional… Por lo tanto, tiene un impacto en todas las personas. Evidentemente con un reparto desigual de costes. No todo el mundo pierde igual. No solo es diferente entre hombres y mujeres. Tampoco es lo mismo para un hombre migrante en proceso de regularización que para un hombre mayor sin una jubilación digna ni red de cuidados… o un CEO de una empresa. Sin embargo, un coste que podríamos decir que es bastante general para los hombres está en el terreno de la gestión emocional. Hemos estado socializados en el silenciamiento de las necesidades emocionales. Este punto de vista creo que políticamente es muy útil, porque le viene a decir al hombre que el malestar que siente, por una disonancia entre lo que debemos ser y lo que somos, tiene una raíz de género.

Pero es un discurso que tiene un doble filo. En los años 70 comienza una crítica a la masculinidad, ligada a la crítica del patriarcado que hace el feminismo. Surgen discursos sobre el impacto negativo del patriarcado en la vida de los hombres, se hablan de temas como el nivel de suicidios, el servicio militar obligatorio… Warren Farrell, que era parte del movimiento de hombres aliados del feminismo, sacará más tarde un libro con el título de “El mito del privilegio masculino”, y se pasa al neomachismo. Y esto tiene sentido, porque cuando reconocemos el género como algo que genera dolor también a los hombres, hay dos opciones: ligar ese dolor como una consecuencia del patriarcado que oprime a las mujeres o ver que nos pasa por ser hombres, que somos los verdaderos perjudicados de esta estructura social, y el feminismo ha venido a ocultar esta realidad.

Muy relacionado con esto, otro fenómeno sobre el que has reflexionado bastante es la relación entre la crisis de la masculinidad tradicional y fenómenos muy preocupantes como el auge de la extrema derecha y las ideas y agresiones misóginas y lgtbifóbicas ¿Qué nos podrías contar de esto?

Veamos como interactúa el capitalismo y la neoliberalización de la vida, que decíamos antes, con el rol que tradicionalmente se asocia al hombre. La masculinidad se ha relacionado con las “tres p”: proveer, procrear y proteger. En contextos de hiperprecarización estos roles entran en crisis. Lo problemático que resulta llevar adelante un proyecto familiar golpea al rol de protector, de procreador y en el de proveer. Se fractura la narración de lo que debería ser un hombre, asociado al éxito económico, que a base de su esfuerzo consigue sacar a su familia adelante… A esto se añade el nuevo rol de las mujeres, que erosiona aún más esta narración. Pero no es un problema solo de discurso, sino de prácticas materiales. Ya no es “el hombre de la casa”, sino un “mindundi” precarizado, jodido en lo laboral, muchos en desempleo estructural, que ha perdido también el control de lo doméstico… Se pone a los hombres frente a un espejo roto, que lo hace verse como un perdedor, que no recibe lo prometido.

Aquí sale la visión de derecho agraviado de la que se nutren los neomachistas, que contraponen este espejo roto a la ampliación de derechos de las mujeres, pero también las minorías sexoafectivas… No se cuestiona las razones estructurales de este fracaso social, económico… y de ahí se explica quien realiza la capitalización de este malestar. Los llamados media del odio y la rabia, a base de fake news tendenciosas… agitan este odio a las mujeres y las minorías. La extrema derecha, por supuesto, también lo capitaliza.

¿Cómo crees que se podría transformar este malestar del que hablas en un motor para combatir el patriarcado y el capitalismo?

El género siempre ha estado ligado a la clase, y el feminismo creo que lo ha integrado bastante, la crítica al feminismo blanco generó una infinidad de discurso de mujeres obreras, pobres, negras… Sin embargo, esto está pendiente en el trabajo de las nuevas masculinidades. Uno de los factores claves es que hay que meter la clase social dentro de los análisis de nuevas masculinidades. Creo que la falta de esto hace que se haya llegado a un techo respecto al público al que llegamos. Somos incapaces de poder rivalizar en el terreno del malestar masculino, de apelar a los jóvenes precarios, a los chavales sin perspectiva de futuro.

Hay que darle el espacio que se merece al malestar masculino de los hombres de clase obrera, que no tiene nada que ver con el que puedan sentir hombres de clase media o media alta. Un chaval de un barrio obrero que no tiene trabajo, su horizonte es de precariedad, si es racializado tiene que verse acosado por la policía, escuchar comentarios o miradas racistas…. Posiblemente, se puede acabar agarrando a una forma de masculinidad que le da un cierto estatus en un contexto de exclusión general vital.

Si el discurso que se les hace es que la igualdad vale por sí misma, pero no se tiene en cuenta todas las otras formas de exclusión y violencia que viven, producto de la estructura social, no se sienten interpelados. Pero la derecha sí hace muchas veces discursos que los interpela, y se nota en que hay cuentas, instagramers, medios… que llegan a millones, muchos más que a los que llegamos desde la izquierda. Si no ligamos el malestar masculino al contexto de precarización de la vida, es la derecha quien lo capitaliza. Creo que hay una cierta tendencia cortomirista o tendencia al punitivismo político, que está impidiendo llevar este malestar hacia un buen puerto. Hay una dificultad para apelar a este malestar masculino, que está muy ligado a la precarización de las condiciones vitales, que se podría convertir también en motor de cambios más positivos, si se dirige a las razones estructurales de esta exclusión vital.

Entrevistó: Santiago Lupe


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Santiago Lupe

@SantiagoLupeBCN
Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.